sábado, 2 de mayo de 2015

Mesa camilla

 Cientos y cientos de ciudadanos se ven obligados a salir de Libia y los gobernantes del mundo miran para otro lado. ¿Será verdad eso de que los lobos no se muerden unos a otros? Seguramente, pues de lo contrario no se entiende que todavía queden gobernantes que se crean dueños de los ciudadanos y les impidan vivir en sus países libres y en paz, y nadie se lo impida.
         En el desesperado afán de alcanzar las costas italianas, en tan solo una semana,        alrededor de mil quinientas personas siguen desaparecidas en el Mediterráneo, y los gobernantes del norte de Europa miran para otro lado, bastante tienen ellos con ocuparse de que sus ciudadanos no fumen, no beban, no engorden, coman hamburguesas, vean su televisión tres horas antes de acostarse para relajarse, corran aunque no tengan prisa para mantenerse en forma, estudien mucho sin aprender nada y se civilicen tanto que amen a los animales por encima de los seres humanos. 
         Según los pocos que han logrado salvarse milagrosamente, entre los desaparecidos, además de hombres y mujeres, había alrededor de cincuenta niños, y los gobernantes, gobiernen donde gobiernen, miran para otro lado. ¿Quién lo diría? Ellos que se pasan la vida firmando leyes que impidan el aborto voluntario en todos los casos, ellos que defienden la vida de los no nacidos a capa y espada, ni mueven un dedo para evitar estas muertes. ¿No será que su mayor preocupación es no quedarse sin ciudadanos a los que poder utilizar a medida de sus deseos? 
        El Primer Ministro italiano pide ayuda a sus colegas europeos, es imposible rescatar tantos cadáveres sin ayuda exterior, pero sus colegas lo despachan con la promesa de celebrar una Cumbre de Jefes de Estado, que es como una fiesta en la que los peces más gordos comen, beben, bailan los bailes que les pida el cuerpo y en los ratos libres se hacen una foto en el salón principal del hotel más lujoso que nos cuesta más dinero que rescatar cadáveres, para tomar las medidas de siempre: vigilar las costas hasta que los ciudadanos se olviden y pasar página.     
    El primer ministro italiano , más que enfadarse con ellos, parece entenderlos. Si no han movido un dedo para defender sus derechos de vivos, ¿qué sentido tiene que lo muevan para rescatar sus cadáveres? Ninguno. Son muertos sin tumba, sin nonbre, sin apellidos… sin derechos por obra y gracia de sus gobernantes. ¿No estaremos traicionando al diccionario llamándolos así? Seguramente porque gobernar para esto tiene otro nombre que no me atrevo a decirlo, pero como todos los ciudadanos de bien, siento vergüenza de ellos.

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