Rita la cantaora
Rita la cantaora no es un personaje inventado como suele
creerse. Existió realmente y hoy nos visita. Se llamaba Rita Giménez García.
Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz)en 1859 y era cantaora de flamenco.
-Por ese dinero que lo haga Rita la cantaora.
-¿Cómo no lo haga Rita la Cantaora?...
-Ahí va a ir Rita la cantaora.
Entre las numerosísimas frases hechas que disfrutamos en
nuestro día a día esta es de las más repetidas. “Pobre Rita” Lo que le deben
pitar los oídos si es que hay cielo… porque existió, claro que existió. Se
llamaba Rita Giménez García. Era de Jerez de la Frontera y vivió entre 1859 y
1937. Rita era cantaora de flamenco y trabajadora infatigable. Allá donde se lo
proponían, Rita iba a mostrar su arte. Que había que repetir función porque el
cliente así lo requería, ahí estaba Rita. Tanta era su disponibilidad que en
muchas ocasiones sus propios compañeros la ofrecían a ella cuando ellos mismos
se negaban a actuar por cuestiones económicas. Hay otras voces que hablan de
los celos que los compañeros le tenían otorgándoles las peores sesiones. Pero
Rita nunca decía no. Por eso cuando uno siente la desgana a la hora de hacer
algo dice que lo va a hacer o que lo haga Rita la Cantaora, porque de proponérselo,
ella no se negaría a hacerlo. Pero veamos quien fue realmente:
Rita Giménez García, más conocida como Rita la Cantaora Jerez de
la Frontera (Cádiz), 1859 - Zorita del Maestrazgo (Castellón), 1937), fue una
cantaora de flamenco española, famosa en los cafés cantantes de su época.
Desde muy joven, Rita destacó por sus dotes tanto para el
canto como para el baile flamenco, que más tarde se convertirían en su medio de
vida. Su carrera comenzó en su ciudad natal, Jerez de la Frontera, donde un
agente teatral la descubrió cantando coplas. Tras esto decidió contratarla para
que actuara junto a Juana La Macarrona y el cantaor Antonio Ortega, también
conocido como Juan Breva, en los cafés cantantes madrileños, entre ellos el
famoso Café Romero situado en la calle Alcalá.
Entre 1884 y 1895, Rita tuvo la oportunidad de trabajar en
varias ocasiones junto a otros artistas de primerísimo nivel, tales como José
Barea, María la Macarrona, las Borriqueras, el Malagueño, etc. Tal fue su éxito
que, en 1885, la
revista El Enano le dedicó unos versos en los que elogiaba su
gran belleza y su gracia:
Del pueblo andaluz señora.
Todo el elogio merece.
Que su mirar enamora,
Que una rosa que florece
Es Rita la cantaora.
La petenera sentida,
Que canta en dulce embeleso.
Es reflejo de su vida.
Porque en cada nota anida
Una esperanza y un beso.
La Cantaora comenzó a aparecer en los carteles de uno de los
escenarios más grandes y famosos para cantaores, bailaoras y guitarristas del
arte flamenco, el Liceo Ríus de Madrid, que más tarde fue renombrado Salón
Variedades tras su reforma.
En marzo de 1892, actuó en una función benéfica en Madrid,
que consistió en la representación de la obra Mi mismo nombre. En agosto de ese mismo año,
también formó parte de la
pantomima La feria de Sevilla, junto al cantante Juan Breva y
la
bailarina Soledad Menéndez.
En 1897, volvió a compartir escenario con La Macarrona y
Barea, entre otros artistas, en el ya renovado Salón Variedades. En 1901, la revista Alrededor
del mundo hizo referencia a Rita en uno de sus reportajes como «una de las
mejores cantaoras flamencas del momento». Un año más tarde, participó de nuevo
en actuaciones en el Salón Variedades junto a Paca Aguilera.
En 1904, Núñez de Prado elogió a Rita en su obra Cantaores
Andaluces por sus grandes capacidades artísticas como cantaora, hasta el punto
de compararla con Antonio Chacón:
«La popularidad de su nombre es inmensa, y generales las
simpatías de que goza, y esto lo debe tanto a sus cualidades de artista, como
al atractivo de su carácter alegre, comunicativo [...]. Y, no obstante, es
justamente admirada, y aun más justamente aplaudida, porque dentro de ella hay
algo que no pertenece a la generalidad, que no es vulgar, que lleva consigo la
marca particularísima de una psicología determinada [...]».
«Es difícil, muy difícil, encerrar en las grandiosidades
majestuosas del malagueño de Chacón los caprichosos jugueteos del cante de la
Rita, sin que el contraste se haga notar de manera antipática, y sin embargo,
ella ha conseguido hacer esto, y lo ha hecho con un tacto tan exquisito, que su
labor es un merecido triunfo, lo que constituye la mejor ejecutoria de su alma
de artista».
Guillermo Núñez de Prado y Aguilar
En 1906, figuró en el cuadro flamenco de El Café del Gato.
Durante los años siguientes actuó con otros grandes artistas de la época, como
Fosforito el Viejo o Antonia Gallardo Rueda, cuyo nombre artístico era La
Coquinera; y después, a lo largo de los años veinte, con Manuel Pavón y Manuel
Escacena, llegando a ser una de las figuras más destacadas de los cafés
cantantes de la capital española a principios del siglo XX.
Durante su trayectoria artística, desarrollada
principalmente en Madrid, destacó dentro del género de las coplas, sobre todo
por malagueñas y soleares, aunque también interpretó estilos festeros como
bulerías.
Aunque a finales de los años veinte Rita ya era bastante
conocida en toda España, no dudaba en actuar allí donde fuera solicitada a
pesar de ganar tan solo «tres duros diarios».
La ajetreada vida artística que llevó durante sus primeros
años fue imposible de aguantar con el paso del tiempo, por lo que su carrera
comenzó a sufrir las consecuencias. En una entrevista concedida a la revista La Estampa
en 1934, ella misma admitió que, a pesar de haber vivido «como una reina», al
final de su vida era más «probe que las ratas».
Su última actuación en público tuvo lugar tres años antes de
su muerte, en 1934, en el Café de Magallanes
de Madrid, con motivo de un festival benéfico que reunió a otros artistas
veteranos como La Coquinera o Fosforito, que fue el que la convocó para el
evento. Cantó dos canciones: una malagueña de Fosforito, llamada Desde que te
conocí y Males que acarrea el tiempo, de La Serneta y Enrique El Mellizo. Según
relata la revista Er
Compá, la
propia Rita se mostró orgullosa de haber podido participar en
un festival así a pesar de sus 75 años.
Rita tuvo que ganarse la vida con su talento en el cante
flamenco desde muy temprana edad. De su Jerez natal se trasladó a Madrid, donde
vivió gran parte de su vida. Allí tuvo la oportunidad de codearse con algunos
de los artistas más importantes del flamenco de la época, y con muchos de
ellos, logró entablar una amistad. Fue íntima de Fosforito, La Paloma, Las
Coquineras, y más tarde de Manuel Pavón Varela “Maneli” y de Manuel Escacena
“Cabeza de Pepino”.
Tras conocer y hacerse amiga del bailaor Patricio el Feo, se
fue con él a vivir a Carabanchel Alto. Allí conoció al volquetero Manuel
González Flores, a quien consideraba su marido. Este era viudo y tenía una hija
y cuatro nietos. Cuando Manuel falleció de forma súbita en 1930, Rita se hizo
cargo de ellos y dedicó el resto de su vida a convivir ayudándoles en los
quehaceres de la casa.
Falleció el 29 de junio de 1937 a causa de una
asistolia, cuando tenía 78 años de edad. Su muerte se produjo en Zorita del
Maestrazgo (Castellón), lugar a donde fue evacuada en calidad de refugiada por
las autoridades junto al resto de habitantes de Carabanchel en 1936 debido al
inicio de la Guerra civil española.Oído al Cante Flamenco explicaba la vida de
Rita de esta forma:
«La existencia de La Rita fue pintoresca sin llegar a ser
azarosa, se redujo a amar todo lo que pudo, a cantar todo lo que se la pidió y
a saborear todos los goces que pasaron al alcance de su mano».
Cultura popular
La figura de Rita la Cantaora sigue presente en la cultura
popular española, no tanto por su trabajo como cantaora y bailaora, sino porque
su nombre ha quedado ligado a una expresión que forma parte del refranero
popular. Su pasión por el trabajo era tal, que estaba dispuesta a actuar allí
donde se la solicitaba, sin importar el dinero que ganara por la actuación, e
incluso a hacer funciones dobles, ya se lo pidiese el dueño de un tablao o el
organizador de alguna fiesta privada. Tenía tanta fama que incluso sus propios
compañeros recomendaban sus servicios cuando no le ofrecían suficiente dinero
como para actuar ellos mismos. De este modo, se acuñó la expresión «que lo haga
Rita la Cantaora» para referirse a todas aquellas ocasiones en las que uno no
está dispuesto a realizar una acción. Otros creen que esta frase surgió a modo
de insulto en su Jerez natal, donde se dice que Rita no era muy querida, pero
con el paso de los años comenzó a extenderse por toda España. Esta expresión ha
ido evolucionando con el tiempo y ahora se utiliza en coletillas como «va a ir
Rita la Cantaora», «te lo va a pagar Rita la Cantaora», «que trabaje Rita la
Cantaora», entre otras, para expresar que no se quiere ir a un lugar, que no
existe la intención de pagar una deuda o que no se quiere realizar un trabajo,
respectivamente. El uso de estas expresiones es tan común, que muchas personas
piensan que se trata de un personaje ficticio.