HISTORIA DE LAS MAESTRAS Y DE LOS MAESTROS DE LA II REPÚBLICA Y SU
REPRESIÓN TRAS LA
SUBLEVACIÓN FRANQUISTA
En el momento de la proclamación de la II República, 14 de
abril de 1931,
España era un país con una tasa de analfabetismo del 32%, es
decir de una
población de veintitrés millones y medio de habitantes, casi
seis no sabían
leer ni escribir. Este analfabetismo era mayor en las zonas
rurales que en
las urbanas y entre las mujeres que entre los hombres.
El Gobierno de la II República,
consciente de esta carencia y de la
necesidad de promover un pueblo instruido, desarrolló desde
el primer
momento una actividad frenética en el área de Instrucción
Pública para
redactar y llevar a cabo una amplia reforma educativa que
entrañaría una
amplísima construcción de escuelas -de abril del 31 a diciembre de 1932 se
crearon 9.620 escuelas-, que se dotaron con una voluminosa
creación de
plazas de maestras y maestros.
Esta frenética
actividad material y legislativa desembocó en la aprobación
de un plan quinquenal de construcción de escuelas mediante
el cual se
pretendía construir 5.000 escuelas por año.
Por otra parte, la
preocupación por la educación se plasma ya en la
Constitución de la II República que se aprueba a finales de 1931, en
su
artículo 48 define un modelo de enseñanza: pública,
obligatoria, laica y
gratuita. En este artículo destaca el párrafo cuarto en el
que el Estado se
compromete a facilitar el acceso a todos los grados de
enseñanza a los
españoles económicamente necesitados “a fin de que no se
halle condicionado
más que por la aptitud y la vocación".
Este gran proyecto
educador para todo el país no solo no olvida a las
zonas rurales sino que diseña y aprueba con urgencia –mayo de 1931–, un
innovador plan de acercamiento de la cultura a los pueblos y
aldeas, es el
Patronato de las Misiones Pedagógicas que nace con la
finalidad de hacer
llegar a las zonas más apartadas la vocación educadora de la II República:
bibliotecas ambulantes, teatro, audiciones musicales… se
diseminaron por
pueblos y aldeas del Estado y en ellas participaron
intelectuales de la
época de la talla de Federico García Lorca o María Zambrano.
Todo este gran
proyecto educativo, que fue la gran tarjeta de presentación
de la
II República, está centrado en la figura del maestro como
agente
humano de un plan revolucionario de transmisión de la
cultura y de los
nobles valores republicanos. Las maestras y maestros no solo
pudieron
actualizar sus conocimientos pedagógicos sino que vieron
actualizados
también sus salarios. Ellos fueron las manos, los ojos y la
voz de aquel
magno proyecto humano contra el analfabetismo y la
incultura; ellos fueron
las manos, los ojos y la voz para acercar la cultura a las
mujeres y a los
hombres; a las niñas y a los niños de aldeas, pueblos o
ciudades.
Cuando estalló el
golpe de Estado y con él la
Guerra Civil, el bando
sublevado estableció un plan para descabezar a la sociedad
de sus líderes en
los territorios conquistados. Así alcaldes, líderes
políticos y sindicales,
republicanos reconocidos y docentes fueron los primeros en
sufrir la
persecución y la barbarie de los fascistas.
Los docentes de la
República fue un colectivo especialmente perseguido por
un franquismo cruel e ignorante. En el mejor de los casos,
fueron
inhabilitados en sus puestos de funcionarios públicos de la
enseñanza, en
otros casos fueron detenidos y encarcelados, otros fusilados
tras juicios
sumarísimos y otros fueron víctimas de grupos de falangistas
que los
asesinaron cruelmente después de torturarlos.
Carmen Lafuente
Tirado o Carmen Hombre Ponzoa son los nombres de dos
maestras andaluzas detenidas y fusiladas. En el caso de
Carmen Hombre no
importó que estuviese embarazada de ocho meses.
Arximiro Rico,
maestro en Montecubeiro, un pueblo de Lugo lo sacaron de su
casa una noche un grupo de falangistas borrachos y antes de
asesinarlo lo
sometieron a una brutal tortura.
Víctor Fraiz, don
Víctor Fraiz, fue el maestro que le enseñó a leer y a
escribir a muchos padres que luego les dieron unos valores
importantes a sus
hijos. Maestro en la escuela de Coia –hoy un populoso barrio
de Vigo–, huyó
a Portugal tras la sublevación franquista pero se presentó
en la comisaría
de Vigo para tratar de salvar la vida de sus dos hijos
detenidos después de
que ya hubiesen fusilado al mayor. Fue condenado a muerte y
fusilado en
agosto de 1937.
Los cuatro son solo
una muestra simbólica con la que poner nombres y
apellidos al ingente número de maestras y maestros
represaliados por el
único “pecado” de ser los agentes humanos de aquel magnífico
plan educativo
de la
II República que se inició con un estallido de alegría un 14
de abril
de 1931. Ellos, como decía Lorca, traían una luz que venía
del monte para
todos. Sin embargo, después de ellos, tuvimos que esperar
muchos años en la
oscuridad para que se resucitara a los sabios muertos por
esta barbarie para
darles voz y su lugar en esta sociedad que pronto olvida...