domingo, 30 de agosto de 2015

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 36 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Comentario importante

    Según los remitentes de la noticia publicada el mes anterior en la sección “La Butaca”, el anuncio hecho a bombo y platillo por un concejal de Benidorm, ni se ha hecho realidad, ni tiene visos de hacerse; se trataba, una vez más, de una falsa promesa para conseguir votos en las urnas.

    Contenido

    La Vitrina: Historia de una de las cuevas más famosas del mundo: la de Salamanca, y un libro para conocer mejor el pasado de la ciudad charra.
   Mesa camilla: Los trágicos y vergonzosos sucesos que nos sobrecogen estos días nos recuerdan que hay que seguir celebrando un día que pasa desapercivido todos los años: “El Día de la Esclavitud”. 
    Cajón de Sastre: Todas las cosas tienen su historia; hoy recordamos la del abanico.
    El Álbum de la Lengua: Origen de una de las frases más populares.
    La Butaca: “Piensa mal y acertarás”, dice el refrán, pero no siempre es verdad.
    Carta a… Lina Morgan. 
    Cosas de Garipil: Garipil hoy está preocupado, tanto que vuelve a leernos un cuento que ya ha leído: “La ciudad de los pájaros locos. 

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013.
    Concepción Martín Martín (Conchi). Nacionalidad: española. 19-IV-2015.

La Vitrina

 La Cueva de Salamanca

     Introducción

     Cuentan las crónicas que esta cueva era el lugar de encuentro con el mismísimo diablo, pues en ella, el maligno, tenía cátedra en Salamanca. Fue y sigue siendo el lugar más misterioso de la ciudad. Se dice que en este oscuro rincón las brujas de Salamanca hacían sus pócimas para sanar almas y cuerpos. La Celestina debía entrar y salir de ella como Pedro por su casa, aunque eso sí, con mucha precaución porque era un lugar prohibido. Según se recoge en libros antiguos, no pocas personas fueron perseguidas por la Inquisición por sospechas de acudir a ella, y las que eran sorprendidas por el Santo Oficio en su interior, eran detenidas por adorar a Satanás y ajusticiadas públicamente.

     Ubicación

     La Cueva de Salamanca se encuentra situada en la hoy llamada Cuesta de Carvajal, en el barrio antiguo de la ciudad, detrás de las catedrales salmantinas. Se halla en la cripta de la ya inexistente iglesia de San Cebrián o San Cipriano, curiosamente patrón de las artes mágicas, brujas y hechiceras. La entrada a la cueva estaba  tras la sacristía de la iglesia y dicen que desde allí puede accederse a un laberinto de túneles y pasajes que recorre todo el subsuelo de la ciudad.

     Origen

     La Cueva de Salamanca surgió hacia principios del siglo XIV como contrapunto a las enseñanzas que se realizaban en la Universidad. Era el lugar donde podía aprenderse lo que ninguna escuela enseñaba: las ciencias marginadas. Hasta para esto puede aplicarse aquello de “para aprender, a Salamanca”. Y como todo lo que se practica en la clandestinidad, hubo que disfrazarlo y surgió la leyenda que se relata a continuación. 

    Leyenda    

    Cuenta la leyenda que la cueva poseía una escalera que descendía directamente al mismísimo infierno y que en este lugar, Satanás, bajo la apariencia de un sacristán impartía enseñanzas de artes oscuras repartido en las siguientes asignaturas: arte mágica, astrología, judiciaria, geomancia, hidromancia, piromancia, aeromancia, quiromancia y  nigromancia. Una condición inquebrantable que tenían que jurar los iniciados era no revelar nada de lo que aprendían. Este hermetismo contribuyó a fomentar aún más la leyenda.
     Se formaban grupos de siete estudiantes para un aprendizaje que duraba siete años; las clases no eran gratis ya que cada año se sorteaba el pagador de la matrícula de todo el grupo.
     Fue a comienzos del siglo XV cuando, entre los estudiantes de aquellos años, se encontraba el ilustre Marqués de Villena (Enrique de Aragón) que, cuando le tocó acoquinar, al no poder hacer frente al pago, fue encerrado en la cueva como castigo. El Marqués, transcurrido un tiempo, idea la forma de escapar de aquella cueva: Para intentar burlar la vigilancia del diablo, se oculta en el interior de una tinaja tapado con numerosos objetos, dejándolos como estaban para no levantar sospechas. Además coloca sobre un atril un poderoso libro de conjuros, tal vez el mismísimo Libro de San Cipriano y espera. 
     El Sacristán, al comprobar que el marqués ha desaparecido y ver el libro, piensa que lo ha usado para escapar utilizando la magia aprendida. Sale en su búsqueda dejando la puerta abierta, ocasión que el marqués aprovecha para salir de la tinaja y subir las escaleras que llevan a la iglesia. Temiendo que el astuto sacristán no ande lejos, se esconde tras las cortinas que cubren un altarcillo. El perseguidor regresa y cierra las puertas del templo pero ya es tarde. Enrique pasa toda la noche en su escondrijo.      A la mañana siguiente, al abrirse las puertas de la iglesia, Enrique se introduce entre la gente para intentar escapar saliendo por la puerta. El sacristán lo ve y no llega a alcanzarlo, pero su mano sí toca la sombra del marqués que queda huérfana sobre el suelo de la capilla, de esta forma el marqués pierde su sombra y, tal vez su alma. 
     Se rumoreó después que una de las artes que aprendió fue la de la inmortalidad, y por ello, se paseaba por la ciudad, ya sin su sombra. 

     Otros datos de interés

     Ante los rumores que corrían por la ciudad y la imposibilidad de acabar con aquellas prácticas, hacia el año 1500, la propia reina Isabel la Católica ordenó tapiar el acceso a la cueva con piedras y argamasa y se tapió. En 1580 se abandonó por ruina la iglesia de San Cebrián y cuatro más tarde se desmanteló y sus piedras se aprovecharon para la construcción de la Catedral Nueva.  
 
    Con el paso de los años la cueva fue usada como carbonería, panadería y por último depósito de basuras. A mediados del siglo XX fue restaurada, y a inicios de los 90, se excavó concienzudamente la zona para recuperar todos los restos. En 1993 fue abierta al público, y aunque puede visitarse de día, lo mejor es visitarla de noche. 

     Las leyendas relativas a la cueva, no tomaron cuerpo hasta que 200 años después, en el siglo XVII fue protagonista  de comedias de magia y narraciones fantásticas de escritores de la época como Ruiz de Alarcón, Rojas, Quevedo, Zorrilla o Torres Villarroel, Feijoo o Espronceda. También Miguel de Cervantes dio un tratamiento burlesco a la leyenda en su entremés titulado “La Cueva de Salamanca”. Los escritores  extranjeros como Jerónimo Munzer, Walter Scott o Hatzenbuch, difundieron la idea de la cueva; así la ciudad adquirió fama de ciudad mágica también por Europa. Su fama fue tan relevante que incluso atravesó el mar. Los conquistadores de América  llevaron hasta allí esta leyenda, de esta forma, hoy en día, el nombre de "salamancas" sirve para definir, en América y Filipinas, las cuevas donde se reúnen en sus aquelarres, las brujas con Satanás, contribuyendo aún más a que la gente de aquellos lugares vean Salamanca como una ciudad encantada, esotérica y misteriosa.

     Enrique de Villena fue un gran erudito  que realizó obras literarias y traducciones aunque sólo se conserva una parte de su obra; el resto fue quemado poco después de su muerte, que se produjo en diciembre de 1434, arruinado y socialmente desprestigiado, a la edad de 50 años. De la parte conservada de su obra destacan sus traducciones de “la Divina Comedia” de Dante y la “Eneida” de Virgilio.

     Uno de los libros que se utilizaba en esta Universidad de las Ciencias Ocultas, fue el libro de San Cipriano, considerado precursor de la historia de magos.
      San Cipriano nació en el siglo III en Antioquía (África), entre Siria e Arabia, de padres dueños de inmensas riquezas, le gustaba leer mucho, por lo que era muy culto. Por sus cualidades y su gran cultura se enriqueció a través de sus viajes (Egipto, Cartago, Grecia, La India). Con todo lo aprendido se hizo un gran conocedor de las artes mágicas de la época. Mas tarde se convirtió al cristianismo y abandonó la práctica de la magia, pero antes recogió y escribió en un libro todos sus conocimientos mágicos.
     Durante la persecución de Diocleciano, fue capturado junto con Santa Justina y llevados a Damasco, donde los torturaron para renegar de su fé en Dios. Como su fe no disminuyó, Diocleciano los mandó decapitar el 26 de septiembre del año 304 y sus restos fueron repartidos entre Roma (iglesia de San Juan de Letrán), Toulouse, y la catedral de León. La fama de San Cipriano como mago creció y pasó a la memoria popular. 
San Cipriano o San Cebriám, es considerado patrón de la magia blanca, de las brujas y hechiceros, porque para su actividad caritativa recurría a la magia a los conjuros y oraciones invocando a Dios. 
      
     El Manuscrito de Piedra

     Para transportarnos a la Salamanca oculta y subterránea, hay una novela histórica muy recomendable: “El Manuscrito de Piedra”, de Luis García Jambrina, ambientada en 1497 con una intrigante trama en la que se investiga el asesinato de un dominico catedrático de Teología. Nos da a conocer, desde dentro, la situación política religiosa y social que se vive en aquella época, envuelta en importantes acontecimientos históricos como el reciente descubrimiento de América, la muerte del príncipe Juan o la nefasta Inquisición presidida por Diego de Deza.
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Mesa camilla

Son muchos los “días de…” que celebramos al año: el de la madre, el del padre, el de los enamorados… Por si acaso se nos olvida, nos lo recuerdan los medios de comunicación, y todos corremos a comprar regalos, a organizar cenas, a encargar flores…El pasado 23 de agosto, como todos los años desde 1973, se celebró el “día Internacional en Recuerdo de las víctimas de la Esclavitud” y dudo que, como en años anteriores, sean muchos los que se han enterado; ni lo difunden todos los medios, ni tenemos tiempo para recuerdos de hechos que no vivimos, quizá por eso la esclavitud, que fue abolida hace 150 años, se sigue practicando en nuestros días.
     Es cierto que ya no llegan a nuestras costas barcos cargados de “quincalla” –así llamaban los traficantes de la época a los hombres, mujeres y niños que capturaban para ser vendidos y comprados en los mercados de una de las mayores vergüenzas humanas-, pero esto no significa que hayan desaparecido del mapa, significa que han cambiado de fórmulas.
    Los traficantes de hoy se enriquecen fletando pateras de hombres, mujeres y niños con la falsa promesa de encontrar un futuro mejor lejos de sus fronteras; reclutando mujeres que finalmente son destinadas al sucio negocio de la prostitución involuntaria; encadenando a no pocas personas con el método de contraer sucias deudas para después, cuando no puedan saldarlas, ser chantajeadas con la amenaza de pagar con su vida o con la vida de sus familiares; capturando niñas para venderlas, casarlas o explotarlas laboralmente, y niños que son entrenados para el tráfico de drogas, de armas y, con demasiada frecuencia, convertidos en terroristas. ¡Cuánta basura humana!
    Los gobiernos, generalmente, castigan a las víctimas y ayudan a los responsables generando guerras, incultura y pobreza. Estos días, todos los gobernantes sin excepción, dan fe de ello: miles de hombres, mujeres y niños, niños como sus hijos, niños como fueron ellos antes de que sus cargos les convirtieran en máquinas de fabricar poder, niños como los hijos de los ciudadanos que les votan y ponen a su alcance una vida de privilegios, se ven obligados a huir de las miserias de sus respectivos países y ante el problema que suponen estos movimientos sociales, se lamentan y vuelven a lamentarse de tanta desgracia inventada, se reunen y vuelven a reunirse para buscar soluciones a tantos dramas y solo se les ocurre alzar barreras de cuchillos para que, si tienen la suerte de no morir en el camino, mueran al intentar salvarlas. No encuentro palabras para describir su conducta; solo se me ocurre que, o nunca fueron personas, o han dejado de serlo. 
    Los ciudadanos libres, consciente o inconscientemente, también colaboramos con ellos. En los puntos más céntricos de nuestras ciudades surgen tiendas, con frecuencia de firmas prestigiosas, que nos venden toda suerte de objetos y prendas de vestir a precios tan irrisorios que, si viéramos el importe en el suelo, ni nos agacharíamos a recogerlo. ¿Cómo es posible que sean estas tiendas precisamente las que en estos tiempos de crisis no vayan a la ruina? Detrás de cada bolso por un euro, de cada falda por cincuenta céntimos, de cada arsenal de guantes de goma que nos regalan por comprar una colonia en oferta hay un niño que pasa hambre, que no va a la escuela, que se cura con hierbas si está enfermo y no sabe lo que es jugar porque tiene que trabajar desde el alba a la puesta del sol por un sueldo miserable. ¿No es esto ser esclavo?
    Pese a que la esclavitud fue abolida hace siglo y medio y están reconocidos los Derechos Humanos, los traficantes de personas pueden dormir tranquilos: su negocio es el único que, hasta en tiempos de crisis, en lugar de menguar, crece.

Cajón de Sastre

 EL ABANICO
 
     Un escritor del siglo XVIII, Julio Janin, asombrado ante la versatilidad del abanico en manos de una mujer, tiene esto que decir: “Se sirven de él para todo; ocultan las manos, o esconden los dientes tras su
 varillaje, si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo
 que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón,
 y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se
 corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten
 alcahuete”.
     A la sombra de un abanico se hacían confidencias, o se daba ánimos a un galanteador tímido. Tenía su propio lenguaje. Así, apoyar los labios en sus bordes, significaba desconfianza; pasar el dedo índice por las varillas, equivalía a decir “tenemos que hablar”; abanicarse despacio significaba indiferencia; y quitarse con él los cabellos de la frente se traducía por una súplica: no me olvides. Una dama que se preciara no llevaba dos veces el mismo abanico a una fiesta. La reina Isabel de Farnesio dejó al morir una colección de más de mil seiscientos.
     Pero la historia del abanico es tan larga como la Humanidad. En China lo utilizaban tanto el hombre como la mujer. En aquella civilización refinada, llevar el estuche del abanico en la mano denotaba autoridad. En las visitas lo llevaban consigo, y solían escribir en él ideas y pensamientos. Y los japoneses se servían de él para saludar, y para colocar sobre los abanicos los regalos que ofrecían a sus amistades. No había mejor premio para un alumno disciplinado, ni se podía acudir sin él a bailes o espectáculos. La mujer oriental se sentía desnuda sin el concurso de su abanico. Incluso los condenados a muerte recibían uno en el momento de salir hacia el patíbulo.
     En la Grecia clásica, las sacerdotisas preservaban los alimentos sagrados agitando sobre ellos grandes abanicos de plumas, penachos o flabelos, costumbre ritual que adoptaron luego los romanos, de quienes la imitaría más tarde la liturgia cristiana. El emperador Augusto tenía esclavos que armados de grandes abanicos le precedían para mitigar el calor o espantarle las moscas. También las matronas romanas mantenían entre sus esclavos a una serie de eunucos encargados de abanicarles en el gineceo. Este oficio ya existía en Atenas, según deja ver Euripides en su tragedia Helena.
     En la Europa medieval hubo abanicos de plumas de faisán y pavo real con mangos de oro adornado, de uso habitual en los círculos cortesanos. Y en el siglo XV los portugueses introdujeron el abanico plegable, procedente de China.
     Pero no fue, el del abanico, uso exclusivo de las civilizaciones chinas y occidentales.    Cuando Hernán Cortés llegó a México, a principios del siglo XVI, Moctezuma le obsequió con seis abanicos de plumas con rico varillaje; y los incas del Perú eran tan aficionados a ellos que se los ofrecían a sus dioses.
     Tuvo buena acogida durante el Renacimiento, y en los siglos XVI y XVII su uso era normal. Isabel I de Inglaterra decía a sus damas: “Una reina sólo puede aceptar un regalo: el abanico”, y aseguraba que cualquier otro obsequio desmerecía. La llamada Reina Virgen porque no se casó, llevaba su abanico colgando a la altura de la cintura, cogido con una cadena de oro. Y un siglo después, Catalina de Médicis y Luis XIV de Francia eran grandes usuarios y valedores de este artilugio, diciendo: “No se puede servir al amor sin su ayuda y concurso”. Tanto era así que la reina Luisa de Suecia instituyó la Real Orden del Abanico, que otorgaba a sus más encopetadas amigas en 1774. El siglo XVIII fue el de su consagración y triunfo. La célebre cortesana Ninon de Lenclos hacía pintar sus abanicos de las más ingeniosas maneras. La Marquesa de Pompadour dio su nombre a una gama de abanicos de varillaje pintado; y la reina María Antonieta los regalaba a sus más íntimas amigas. Por eso, tal vez, la Revolución Francesa quiso ignorarlo como un resto decadente de un pasado deplorable según sus asesinos y guillotinadores, especie de progresistas del siglo XVIII. Pero tan arraigado estaba que fue necesario buscarle un uso revolucionario: fabricaron abanicos que al plegarse adoptaban la forma de un fusil, cuyo motivo decorativo era la escarapela tricolor.
     Mientras tanto, en Europa se fabricaban abanicos para todos los usos imaginables: para el luto, las bodas; abanicos de bolsillo, de salón, de casa, de jardín…, e incluso los famosos abanicos de olor, impregnados en perfumes rarísimos, que al abanicarse despedía su fragancia, y servían para los largos paseos del verano.
     En Venecia ya existían, y habían llegado a España durante el siglo XIX, los abanicos careta para asistir a los carnavales y bailes de máscaras. Se inventaron también entonces los abanicos de espejuelos que permitían observar sin ser a su vez observados.
Su uso decayó. Pero no porque los moralistas dijeran de él que eran “alcahuetes del recato con los que se comete desacatos a las buenas costumbres”, Sencillamente, dejó de ser un objeto de moda, al menos entre nosotros.
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El Álbum de la Lengua

 El que se fue a Sevilla, perdió su silla 

     EN realidad, la expresión está mal dicha; debería decirse “El que se fue de Sevilla, perdió su silla”.
     Su origen viene de la disputa que hubo en el siglo XV entre un tío y su sobrino al usurpar el segundo el cargo de Arzobispo de Sevilla que ostentaba su tío-abuelo Alfonso I de Fonseca, cuando éste había viajado hasta Galicia para preparar el cargo de Arzobispo de Santiago de Compostela que se le había concedido a su sobrino.
     A su vuelta se encontró con el desagradable panorama de que Alfonso II de Fonseca ocupaba su lugar. Alfonso I hizo llegar su queja hasta el Papa Pío II que intervino finalmente enviando fuerza armada para reponer a su legítimo ocupante en el cargo y destituyendo a quien aprovechando la ausencia del que se había ido de Sevilla, había ocupado su silla.
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La Butaca

El pasado mes de febrero hicimos un viaje por Marruecos. Desde Rabat enviamos una tarjeta postal a Salamanca. Regresamos a España y la tarjeta no había dado señales de vida.
    Comentarios: ¡Qué mal funciona el correo en ese país! ¿No sabrán leer los carteros? Menos mal que, pese a ser dos continentes distintos, son países vecinos, que si llegan a estar más lejos…
    Hace unos días llegó la postal a su destino. Había recorrido todas las Salamancas habidas y por haber del mundo. Por fin llegó a la Salamanca de Méjico. Tampoco los carteros mejicanos encontraron la dirección que indicaba el sobre. En un incomiable intento de que llegara a su destino, antes de embarcarla una vez más, pusieron en el sobre con letras muy grandes: “ESPAÑA” –era lo que no había puesto su remitente-, y añadieron: “EUROPA”.
     Y llegó, claro que llegó, dejando claro que no hay malos carteros, hay malos usuarios; posiblemente porque hemos perdido la costumbre de utilizar tan maravilloso servicio.
Desde Lugo informaron para 30 días S y S.

Carta a...

La Muerte, querida Lina, no indulta de su guadaña ni a los buenos ni a los grandes, y hace unos días, aunque tampoco tenías tantos años como para no poder con ellos, decidió llamarte a filas. ¡Qué lástima!
    Tres generaciones de españoles han visto tus películas una y mil veces, se han reído contigo, han intentado imitar tus gestos, tus guiños, tus muecas, te han seguido en el cine, en el teatro, en la televisión y te han querido de verdad, sobre todo, te han querido.
    De Lina Morgan nunca se ha hablado en este país con la frivolidad que se habla de las artistas que ocupan las páginas de las revistas del corazón para hablar de sus bienaventurados amores, de sus fracasos sentimentales, de sus penas y alegrías familiares y de sus líos económicos, no de sus trabajos en el mundo del espectáculo; de Lina Morgan se habló siempre con cariño, con simpatía, con respeto, que es lo que supo ganarse a pulso.
    Lina Morgan vino al mundo con tres problemas que solo le anunciaban un futuro nefasto: nació en plena guerra civil, en el seno de una familia humilde y físicamente no muy agraciada. ¿Quién podía esperar que aquella niña llegaría a ser una de las actrices más valoradas y la mejor de las cómicas españolas? Nadie, pero lo fue, gracias, sin duda, a dos cosas: las cualidades que Dios le dio y su pasión por el trabajo; esto último es lo que la convirtió en una de las pocas excepciones de la regla general.
    Por esto, querida Lina, estas líneas no son para decirte adiós, seguirás con nosotros a través de tus películas, son para darte las gracias, gracias por tantas y tantas veces como nos hiciste reír, gracias por tu sincera gratitud al público, gracias por ser un ejemplo para todos, gracias, en fin, porque la fama y el dinero de Lina Morgan no consiguió acabar con la ternura y la sencillez de Ángeles López Segovia.
    Sobra desearte que descanses en paz: las personas que han sabido ganarse con su esfuerzo lo que han conseguido en la vida, no pueden descansar de otro modo, y tú eres de las estrellas que te sobran méritos para seguir brillando en el cielo como brillaste en la tierra.

Cosas de Garipil

 ¡Hola! Aunque ningún crimen me deja indiferente y muchos ha habido este mes a lo largo y ancho de nuestro país, el que más me ha impactado ha sido el de Laura y Marina en la hermosa ciudad de Cuenca, muertas a manos del todavía presunto, pero con todas las posibilidades para dejar de serlo en breve, exnovio de Marina. ¡Qué lástima! Dos flores cortadas de raiz en plena primavera, dos vidas extinguidas sin vivir y tres familias destrozadas. La de Marina porque nunca entenderá que tuviera que morir en la casa donde había vivido por el hecho de ir a recoger sus cosas; la de Laura porque jamás aceptará que saliera de casa para acompañar a su amiga con el fin de protegerla y no volviera, y la del autor de tan execrables crímenes porque queda condenada a convivir con un asesino de por vida. Esto es lo que me obliga hoy a abrirte mi puerta de forma tan distinta a la habitual.
     Si terrible me parece la situación para las familias de las víctimas en estos casos, tanto o más terrible se me antoja la de los familiares de los verdugos. Las primeras pueden llorar, expresar su dolor, maldecir… y reciben el apoyo hasta de los desconocidos, que no resucita a los muertos, pero consuela a los vivos; los últimos, sin embargo, tienen que callar, bajar la cabeza, disculparse… y reciben el desprecio hasta de los conocidos, que no mata a nadie, pero a todos entierra vivos. Me pongo en su lugar por un instante y me asaltan las preguntas: ¿Qué mujer podrá convertirse en compañera de un hombre que ha matado a dos mujeres cuando salga de la cárcel? ¿Qué madre podrá dejar a un hijo en sus manos por muy padre suyo que sea? ¿Qué padres podrán tenerlo bajo su mismo techo? ¿Qué hermanos podrán sentarse a la mesa con él…?
     Lo normal, disculpa que mueva la cabeza, o al menos lo deseable, es que este tipo de asesinos no vuelvan a las andadas, pero el miedo es libre y no es fácil romper sus cadenas por mucha capacidad de comprender, amar y respetar que se tenga; siempre se impone aquello de “el que hace un cesto hace ciento”.
     Defenderé siempre, por terribles que sean los hechos, que las leyes vayan encaminadas a rehabilitar a sus autores con el fin de rescatarlos para la sociedad, -los gobernantes, por el bien de la mayoría, no pueden ponerse a la altura de los terroristas, de los asesinos y de los delincuentes-, pero soy consciente de que hay personas incapacitadas para responder positivamente a todos los métodos de integración y no es justo que el hombre sea condenado a vivir con miedo del hombre. Creo que gobernantes y legisladores deben empezar a buscar fórmulas que, sin privar a estos individuos de los derechos humanos que por ser personas merecen, libre a la sociedad de su presencia. Ante este tema tan complejo como poco discutido, siempre viene a mi memoria un relato de mi autora que lo trata. Dice así:

La ciudad de los pájaros locos

    Érase una vez un país llamado Utopía cuyos habitantes llevaban siempre sombrero para distinguirlo de los demás países.
    Los utopistas tenían dos cosas que, por ser consecuencia una de la otra, a menudo van parejas: bienestar y alegría.
    La Madre Tierra y el Padre Cielo les daban el alimento, el vestido, el hábitat, y era tan infinito el amor de aquellos padres que, además de solazar sus cuerpos con estos dones, solazaban sus espíritus con dulces sonidos, con deliciosos olores y con bellos paisajes.
    Era cierto que sus casas no brotaban en el suelo como las amapolas en los trigales, era cierto que sus trajes no caían de las perchas como las manzanas de los manzanos, era cierto que no siempre lloraban las nubes y reía el sol cuando sus ríos sufrían de sed y sus campos gozaban de vida, era cierto que ni con el paladar dormido y los dientes despiertos podían comer el pan tal cual se lo brindaban las espigas... pero los utopistas tenían la cabeza para algo más que para llevar sombrero, la tenían para pensar, para dar forma y virtud a sus ideas y pensamientos. 

    De los bosques, de las minas y de las canteras extraían materiales para construir lujosas y confortables viviendas; de los linos, de los capullos de los gusanos de seda y de los vellones de las ovejas sacaban fibras para hacer lindas y gratas prendas de vestir; en complejos aljibes embalsaban la nieve y la lluvia; el sol, en el recuerdo que, cuando lucía, sabían y podían gozarlo todos. Abortaban las tormentas con mágicos cohetes, se desplazaban en magníficas diligencias y con milagrosos ungüentos combatían los virus. Transformaban la leche en queso, las uvas, en vino, las aceitunas, en aceite... conservaban los huevos, las carnes, el pescado... disponían de herramientas que les ayudaban en el hogar, en el campo, en los negocios..., desconocían el dolor, la maldad y la pobreza, y eran tan laboriosos, tan previsores y tan coherentes que jamás la escasez, los imponderables y la estupidez les pillaron sin reservas, sin medios o sin respuestas.
    Tan asegurado estaba el futuro en Utopía que de los siete días de la semana tres y medio eran fiesta en todo el país. Los utopistas se divertían tocando el violín, bailando maravillosas danzas, cantando hermosas melodías, disfrutando de exquisitos manjares, brindando con finísimos licores, ganando y perdiendo en mil juegos de azar... siempre en perfecta armonía, siempre con sumo respeto.
    Pero ocurrió que un oscuro día algunos ciudadanos equivocaron la cabeza con el sombrero y salieron de casa dejándola en el perchero, y como los sombreros sólo les daban sombra, de sombras cubrieron todo el país: comieron sin ritmo, bebieron sin freno, expoliaron las arcas de sus parientes, desintegraron a sus vecinos, ultrajaron a las hijas de sus amigos, se adueñaron de las calles... sembraron las fiestas de miedo y los corazones de dolor, de rabia y de impotencia, y fue tal el cambio que se produjo que aquel país llamado Utopía acabó llamándose Realidad.
    El Rey de Realidad, temiendo que la barbarie cruzara los muros de su palacio, reaccionó, y un día, sin pararse a comprobar si lo que llevaba sobre los hombros era la cabeza o el sombrero, firmó la ley del Gran Ejemplo y la cumplió a rajatabla. Al que hurtaba una olla le cortaba una mano; al que la hurtaba con las habichuelas dentro, las dos. Y de nada le servía al reo de turno defenderse con el hambre. Al que murmuraba, calumniaba o insultaba, le cortaba la lengua ¡y a callar para los restos! Al que miraba con deseo a la mujer de alguien le sacaba un ojo; al que además de mirarla le tocaba el pelo de la ropa, los dos. Y si la dama agredida no apedreaba públicamente al condenado sufría la misma pena que él. Al que ponía un pie en maizal ajeno se lo segaba; al que se metía de patas en él, le segaba los dos. Al que mataba, violaba o mutilaba a alguien, le rebanaba el cuello de un tajo ¡y muerto el borrego se enterraban las mañas!
    Pero las calles se llenaron de mancos, de mudos, de ciegos, de tuertos, de cojos, de enlutados, -de almas marcadas, de muertos vivos-, y de ciudadanos recompensados con desdichas ajenas, insaciables de escarmientos, orgullosos de su integridad, y fue tal el filo que los dividió en culpables e inocentes que aquel país llamado Realidad acabó llamándose Venganza.
    El Rey de Venganza temió ser mal visto por las coronas extranjeras, y un día, sin detenerse a mirar si lo que le pesaba en los hombros era la cabeza o el sombrero, abolió la ley del Gran Ejemplo y aprobó la ley de la Gran justicia.
    Para poder aplicarla, construyó, en todas las ciudades del país, unos aislados, vastos y desangelados edificios que llamó cárceles. Entre sus insalvables rejas metía a los camorristas, a los ladrones, a los sádicos, a los criminales... semanas, meses, años, siglos... a tal delito, tal tiempo.
    Los presos pasaban las horas de cárcel mano sobre mano, sin otra responsabilidad que la de expiar sus culpas, sin otro deber que el de restarle días a la condena, y un perverso pajarraco llamado Ocio empezaba a rondarles de día y de noche hasta que al fin, con resistencia o sin ella, anidaba nuevas maldades en las copas de sus sombreros de tal suerte que, el que entraba granuja, salía bandido, el que entraba ratero, salía ladrón, el que entraba pillo, salía truhán, el que entraba violador salía asesino y el que entraba asesino salía demonio.
    Los ciudadanos dignos vivían muy a gusto sabiéndolos cautivos en las terribles mazmorras, pero se quejaban de tener que pagar un impuesto a la Corona para sostener sus vidas, aunque sólo fuera, como era, con un vaso de agua y un mendrugo de pan tres veces al día, y al verlos en libertad los miraban con tan malos ojos, con tanto desprecio, con tanto rechazo, que los liberados, en lugar de acercarse a ellos con humildad, con gratitud, con confianza, les amenazaban, les perseguían por doquier y les atacaban con las crías del pajarraco hasta hacerles confundir la cabeza con el sombrero, y fue tal el caos que se formó que aquel país llamado Venganza acabó llamándose Vergüenza.
    El Rey de Vergüenza, a la sazón longevo y odiado por tantos y tan funestos desatinos, se levantó una radiante mañana de sol, dejó el sombrero en el perchero y utilizó la cabeza, y tanto y tan cuerdamente pensó que al cabo de unos días mandó todas las leyes al garete y firmó y rubricó la ley del Gran Amor.
    Para implantarla, fundó, en medio del mar más vasto y bravo, una ciudad de babélicos muros y puertas secretas. En aquella ciudad, a excepción de tabernas de marineros, de casas de sirenitas, de patios de fresco, de cháchara y té, de salones de baile, de salas de juego, -de placeres para el cuerpo-, había lo que en las demás ciudades, pero en ella sólo vivían los pájaros locos: los ciudadanos que en una ausencia de luz se atolondraban, confundían las cosas y usaban el sombrero en lugar de la cabeza. Los ciudadanos que no sufrían despistes sólo podían ir de paso y sin perder la estricta vía del tren de la ley. Como turistas, para visitar los monumentos de la ciudad, para conocer las costumbres de sus gentes y para adquirir recuerdos para sí y para los demás. Como rehabilitadores de los Pájaros, para ayudarles a cambiar de plumas, para animarles a seguir el camino del trabajo y para enseñarles a volar sin cortarles el vuelo a sus semejantes. Como miembros del Servicio de Inspección de la Corona, para comprobar el estado de todas las instalaciones, para observar el cumplimiento de sus respectivos responsables y para actualizar las cuentas entre los pájaros, la Corona y las víctimas. Y como agente de la Guardia de la Ley Real, para exigir que los turistas cruzaran las puertas con los ojos bien vendados y las manos y los equipajes libres de objetos y productos prohibidos, para impedir posibles altercados entre turistas, rehabilitadores, inspectores y pájaros, y para empadronar en la ciudad a los visitantes que por jugar a la suerte con el sombrero y la cabeza se convertían en pájaros. Y nada de contar las horas con los brazos caídos, y nada de ser el blanco de las moscas. Los pájaros locos tenían que asear sus casas, coser, lavar y planchar su ropa, preparar su comida... Ninguno estaba exento de asistir a clase. Los intelectuales estudiaban leyes, arte, botánica, letras, números, medicina... los hábiles aprendían oficios como el de fumista, el de orfebre, el de alfarero, el de afilador, el de sastre, el de albañil... y todos recibían lecciones de rectas conductas, de serios comportamientos, de actitudes humanas y de positivos talantes ante la vida. Sus únicas diversiones eran hacer gimnasia, cantar y leer. Unos eran patronos: tenían su propio negocio. Otros eran empleados, obreros de los demás. Unos trabajaban en empresas públicas; otros, en particulares. Pero todos trabajaban y lo hacían en granjas, en talleres, en sanatorios, en minas, en despachos, en bazares, en transportes, en hospederías, en mercados, en la agricultura, en la ganadería, en la pesca... cada cual en lo que mejor conocía, cada cual en lo que más rendía. Como todos los trabajadores obtenían ganancias de sus negocios o cobraban un salario, pero a sus manos no llegaba ni la más mínima parte de tales ingresos, iban íntegros y derechos a pagar sus gastos a la Corona, -que eran los ocasionados por ellos y por las personas que tenían a su cargo en el momento de convertirse en pájaros-, y para recompensar, en lo posible, a sus víctimas, o lo que era igual, a cumplir su condena. Y para que los ojos del mundo vieran con claridad el meollo de aquella ley, el monarca, ocultando las verdaderas gracias de los pájaros entre los sutiles celajes de un color, grababa sus despistes en resistentes pergaminos que mandaba colgar en los muros de todas las ciudades del país, de tal suerte que, propios y extraños, se sorprendían con sentencias como éstas:
Pájaro Rojo
    "Con la hoz de segar el trigo, este pájaro le segó la cabeza a un hombre que tenía familia, y para alimentar a la viuda y a los huérfanos del ausente, ha de trabajar como conductor de un coche de caballos".
Pájaro Anaranjado
    "Con uno de los cohetes de abrir las fiestas, este pájaro le cerró los ojos a un mozuelo, y para pagarle un mentor que guíe sus pasos, ha de trabajar como alguacil del municipio".
Pájaro Amarillo
    "Con la osadía de quien coge las longanizas de su despensa, este pájaro cogió las joyas del cofre de una dama, y para volver a llenárselo de tesoros, ha de trabajar como propietario de una tintorería".
Pájara Verde
"Con el alivio que se dejan unas botas que hacen daño en el desván, esta pájara
dejaba a sus hijos en la calle de día y de noche, y para que dos ayas se turnen para cuidarlos, ha de trabajar como mesonera". 

Pájaro Azul
    "Con la ternura del bueno que intenta favorecer los intereses del débil, este pájaro le sacó todos los ahorros de su vida a una anciana que vivía sola, y para devolverle hasta el último céntimo, ha de trabajar como jardinero de los jardines municipales".
Pájaras Añil
    "Con la pasmosidad que el labrador le prende fuego al rastrojo, estas pájaras le quemaron la yacija de paja a un mendigo, y para que el hombre duerma de por vida entre sábanas de lienzo, han de trabajar como pastoras de cabras y ovejas".
Pájaro Violado
    "Con la vara de varear las ramas de los olivos, este pájaro vareaba a diario el cuerpo de su mujer, y para que coma y se divierta hasta que se enamore de un hombre más civilizado, ha de trabajar como deshollinador de chimeneas".
    Si en lugar de al cuerpo y a los bienes sufrían agresiones al alma y al sentimiento, las víctimas eran recompensadas con cestos de flores por el cumpleaños, con cajas de bombones por el santo, con un diamante, con un libro, con un cuadro... con una ilusión florecida, con un sueño hecho realidad. Para ello, la ley conmensuraba en lo humanamente posible, la magnitud y las consecuencias del agravio, con el significado y el valor del obsequio, de tal suerte que, en algunos pergaminos figuraban sentencias como éstas:
Pájara Pinta
    "Con el temor que los pastores espantan al lobo de los rebaños de ovejas, esta pájara expulsó a un alumno negro de las aulas de blancos, y para pagarles a todos un viaje de placer que impida germinar en sus corazones la semilla del racismo, ha de trabajar como tejedora de tapices".
Pájaras Pardas.
    "Con la facilidad que transformaban en virtudes los defectos de sus hijas, estas pájaras transformaban en defectos las virtudes de las hijas de sus vecinas, y para lavarles la mala fama con deliciosos perfumes, han de trabajar como fregonas de un albergue".
Pájaro Alazán
    "Con la desfachatez de quien no se mira nunca al espejo, este pájaro se burló de una niña fea, y para endulzarle el amargo recuerdo con una espléndida visita de los Reyes Magos, ha de trabajar como campanero de una iglesia".
Pájaros Negros
    "Con la libertad de los matrimonios que discuten en la intimidad de su alcoba, estos pájaros se pelearon en la casa de los padres de uno de ellos, y para sacarles el mal trago del cuerpo con una gran cena de Navidad, han de trabajar como molineros de trigo".
    Y devolviendo con esfuerzo lo que habían quitado con fuerza, aquellos pájaros locos descubrían que su libertad acababa donde empezaba la de sus semejantes. Y cuando salían de la ciudad, -que era cuando sus víctimas dejaban de depender de ellos-, valoraban tanto las cosas, amaban tanto la vida y tanto deseaban disfrutar de los dones que la Madre Tierra y el Padre Cielo les daban, que jamás salían de casa sin comprobar si lo que dejaban en el perchero era la cabeza o el sombrero. Y fue tal el triunfo del amor que aquel país llamado Vergüenza acabó volviéndose a llamar Utopía.

    ¿Cómo, que te parece una idea absurda? Y a lo mejor lo sea, pero hasta ahora, todas las ideas que sirvieron para mejorar el mundo de forma positiva, empezaron por ser ignoradas, rechazadas y hasta castigadas por los que tenían la responsabilidad de ponerlas en práctica.
    
     Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

    Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.
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sábado, 1 de agosto de 2015

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 35 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Contenido

    La Vitrina: Hay remedios caseros para combatir el calor. Aquí tienes los dos mejores. No fallan.  
    Mesa camilla: Hay juegos tan peligrosos que ni para ganar debemos jugar a ellos. Aquí tienes el que ya debería estar en desuso por falta de jugadores, ya que por ley, nadie quiere prohibirlo. 
    Cajón de Sastre: ¿Conoces el origen del bikini? Aquí tienes su historia.
    El Álbum de la Lengua: Con los cambios en el verbo contactar finaliza el listado de las reformas de la RAE.
    La Butaca: Preciosa noticia. Enhorabuena a los actores y al director. Se lo han ganado a pulso.
    Carta a… Las líneas de hoy van dirigidas a los ciudadanos griegos.  
    Cosas de Garipil: El cuento que hoy nos lee Garipil, deberían leerlo no pocos padres, desde niños debemos saber que todo en la vida hay que ganarlo si no queremos que nos pasen la factura.

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013.
    Concepción Martín Martín (Conchi). Nacionalidad: española. 19-IV-2015.
Número 35,

La Vitrina

En estos días todos sufrimos el mismo mal: veranitis. Causas: las altas temperaturas debido a que el sol quiere recompensarnos en un par de meses de los fríos del invierno. Síntomas: agotamiento, periodos de sudor, sed, mucha sed y ganas de romper el despertador y sentarte en una terraza hasta las dos o las tres de la madrugada. Para este mal, según los facultativos, solo hay un tratamiento eficaz: dos o tres meses de vacaciones  a la orilla del mar. Pero como de momento no entra en la Seguridad Social, te sugiero dos remedios caseros que son mano santa; una siesta diaria de media hora y una hora de lectura. El primero te dejará el cuerpo como nuevo, y el segundo, el espíritu. Los resultados están más que demostrados, no son remedios modernos, tienen ya muchos años. Verás.
     La siesta data de la época de los romanos. Aunque algunos afirmen que nació en Italia, todo indica que fue un invento español.
     Su origen:
     Los romanos dividían el día en varias partes, destinando cada una de ellas a una función, y la “hora sexta”, que tenía lugar entre las doce del mediodía y las tres de la tarde, precisamente en las horas de más calor, la dedicaban a hacer una pausa en las labores cotidianas para comer y descansar y así reponer fuerzas para el resto del día. La costumbre se fue manteniendo con el paso de los siglos y tiempo después, hacia el siglo XI, tomó más arriesgo aún al convertirse en una de las reglas de la orden monástica de San Benito, en Italia, que después se fue extendiendo a otros monasterios y a la población en general. Esta norma imponía reposo y tranquilidad en la “hora sexta”. Ahí tuvo su origen la expresión “guardar la sexta” o “sextear”, que después derivó en “guardar la  siesta” o “sestear”.
      Conclusión:
      El nombre puede que nos viniera de Italia, pero la costumbre de dormirla es casi seguro que les llegó de España, de hecho es una actividad tan arraigada en nuestro país que la hacemos hasta en invierno. Con frío o con calor, ¿a quién no le gusta descabezar un sueño después de comer? Algunos hasta defienden la “siesta del burro”, que para los que no lo sepan, es la que se duerme antes de comer.
     Curiosidad:
     Uno de los grandes defensores de la siesta fue nuestro Premio Nobel Camilo José Cela. Para el escritor gallego era el “yoga nacional”. Afirmaba que sus siestas eran de pijama y orinal, o sea, de tres o cuatro horas, pero en mi opinión exageraba, el número y la calidad de los libros que nos dejó no los pudo escribir durmiendo. Y si has dormido la siesta y estás despejado, sigue la recuperación con cualquiera de sus libros. Aquí te dejo los títulos de mis preferidos.
     Viaje a la Alcarria. Me encantó.
     La familia de Pascual Duarte. Lo he leído dos veces.
    La colmena. Pienso volver a leerlo.
     La cruz de San Andrés. Premio Planeta.

Mesa camilla

Hace unos días, Bosnia, ¡qué hermoso país y qué ciudadanos tan valiosos!, conmemoró con lágrimas, velas encendidas y mucha rabia contenida el vigésimo aniversario de la matanza de Srebenica. no pocos gobernantes, entre ellos el Primer Ministro serbio, se sumaron, de un modo u otro, a los actos organizados y manifestaron sus deseos de un futuro en paz para los bosnios y para todos los ciudadanos del mundo. No hace tanto, para recordar a las víctimas de los campos de concentración nazis, hicieron lo mismo, y no hay homenajes para esto, en los que no aparezcan en primera plana; todos quieren suscribir con su presencia firmas en libros de honor o mensajes muy expresivos que están en contra de las guerras y que lamentan tanta injusticia. Pero lo cierto es que en el mundo sigue habiendo muchos países en guerra, cientos y cientos de ciudadanos que por ellas tienen que huir de sus respectivos países, pasar hambre, frío, miedo, matar y morir, y el dinero que deberían gastar en fomentar la paz, lo invierten en prepararse para la guerra. Ante estas actitudes tan opuestas, solo cabe una pregunta: ¿A qué juegan con nosotros? Está claro que a despistarnos.
     Si los gobernantes defendieran la paz de verdad, ni harían las guerras, ni permitirían que las hicieran otros. Para acabar con este macabro “solucionador de problemas políticos” empezarían por unir a los ciudadanos, no por separarlos, seguirían con estar a su servicio, no inventando fórmulas para conseguir esclavos, y terminarían con ocuparse  de que los niños, en las escuelas, estudiaran las guerras con rigor, sin falsear barbaridades oficiales, ni de unos ni de otros, irresponsabilidades, venganzas, intereses, ambiciones personales, abusos de poder      y otras maldades con las que tratan de justificar lo injustificable. Sin estos conocimientos, gracias a la ignorancia, seguirán encontrando ciudadanos dispuestos a defender sus causas por medallas, por ideales, por fanatismos y otras razones propias de la ambición antihumana cuyas consecuencias no se curan con homenajes de los gobernantes. A las víctimas de todas las guerras, solo deben pedirles perdón, un perdón que jamás les concederán pues nadie como ellas saben que lo normal es vivir por nuestros países, no morir. Y es hora de que ni aparezcan en estos homenajes. ¡Basta ya de hipocresías!

Cajón de Sastre

 El bikini tiene su origen alrededor de unos 2.000 años, según atestiguan los mosaicos decorados con imágenes de mujeres en vestido de dos piezas encontradas en la villa romana del Casale, en la localidad de Piazza Armerina, en Sicilia (Italia). Pero, algunas prendas y modas atraviesan eras, épocas, y se van redefiniendo, o desaparecen y reaparecen. Es así, como aquellas precarias piezas de tela que utilizaban las mujeres hace varios siglos, pasaron a ser lo que son hoy gracias al francés Louis Réard. En 1946, este ingeniero de automóviles y renombrado diseñador de modas, creó en su taller de automóviles en París, una novedad absoluta en el mundo del bañador femenino: el bikini. Cuenta la historia, que Michelini Bernardini, una bailarina del Casino de París, fue la primera modelo en posar con bikini en un desfile en la piscina del Hotel Melitor en París. Reárd, tuvo que recurrir a ella porque ninguna modelo profesional se atrevía a lucir esa prenda por considerarla inmoral. A Bernardini se le atribuye, a su vez, el nombre; aparentemente la bailarina le sugirió este nombre a Reárd, diciéndole que iba a ser "más explosivo que la bomba de Bikini", haciendo alusión a la explosión atómica llevada a cabo en el Atolón Bikini de las Islas Marshall en el Pacífico Sur. La prenda comienza a popularizarse gracias a la diva francesa Brigitte Bardot, que lo lució con glamour y coquetería durante unas vacaciones en Saint-Tropez y Cannes; además de su rol en la película Et Dieu... créa la femme (Y Dios creó a la mujer) de 1957, ello animó a muchas mujeres a usarlo. También, el cantante Brian Hyland y su canción de 1960, Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polka Dot Bikini, despierta entre las adolescentes americanas el gusto por esta prenda, en aquel entonces, considerada escandalosa. También lo utilizaron en esos años Marilyn Monroe, Ursula Andress, Jane Fonda, entre otras. Francia aceptó sin problemas el bikini porque lo consideraba sinónimo de libertad, mientras que las naciones católicas, e incluso Estados Unidos de América, tardaron varios años en adoptarlo en su indumentaria.
     Curiosidad:
     En España, esta prenda de baño dio nombre a una de las playas más conocidas del norte. Se trata de Santander, donde una de sus playas recibió esta denominación debido a la gran afluencia de estudiantes extranjeras, que lucían esta prenda. Fue la primera vez que en la ciudad se vieron los bikinis, una circunstancia que dio lugar a la Playa de los Bikinis.

El Álbum de la Lengua

El verbo contactar
ANTES
En el DRAE de 1992, este verbo se registraba solo como transitivo. Ejemplo:
• Nologrécontactaramihermano.
AHORA
En el DRAE de 2001 aparece por primera vez como intransitivo, pero se advierte que se usa también como transitivo. En el DPD y en la NGLE se ponen ejemplos de estos usos, ambos considerados válidos. Ejemplos:
• No logré contactar con mi hermano. (Verbo intransitivo con complemento de régimen.)
• No logré contactar a mi hermano. (Verbo transitivo con una persona como complemento directo.)
     El primer uso es más frecuente en España; el segundo, en Hispanoamérica.

La Butaca

El grupo de teatro de la ONCE en Salamanca “Lazarillo de Tormes” ha sido galardonado en los IV Premios Rosa Mª García Cano, que convoca, desde 2012, la Asociación Cultural Civitas. Su “Teresa, la jardinera de la luz”, que sigue representando con gran éxito por los pueblos de Ávila y Salamanca, bien lo merece.
      Estos galardones, que premian cada año a personas y entidades vinculadas a las artes escénicas, llevan el nombre de su presidenta y fundadora de la Feria de Teatro de Ciudad Rodrigo.
     Si para cualquier grupo de teatro este premio es importante, para “Lazarillo de Tormes” lo es mucho más, pues, Rosa Mª García Cano, fue, además, su primera directora.
     La entrega de galardones tendrá lugar el miércoles 26 de agosto, coincidiendo con la 18ª edición de la Feria de Teatro de Castilla y León, en el palacio de Montarco de la localidad charra.
     ¡Enhorabuena!
     Desde Salamanca informó para 30 días M P L.

Carta a...

Me encantaría que la razón de estas líneas fuera daros la enhorabuena, pero como avanzaba el orden lógico de las cosas que hacen y deshacen los hombres, el referéndum convocado con urgencia por vuestro gobierno para salir de la ruina, no ha conseguido los objetivos que decía pretender. Queda demostrado que, como era de esperar, igual os daba votar sí a los recortes y negociar un nuevo rescate que votar no.
      Normal. De la ruina económica solo se puede salir con dinero contante y sonante, y el dinero no cae del cielo como la lluvia, ni nace en los jardines como la mala hierba, ni brota de los árboles como las peras y las manzanas; es un bien, por darle un nombre digno, que hay que ganar con esfuerzo, invertir con inteligencia y gastar con conocimiento, algo que, evidentemente, ni han hecho vuestros gobiernos anteriores, ni lo habéis hecho  vosotros, porque no nos engañemos, aunque los gobernantes sean los primeros y mayores responsables de estos males, los ciudadanos también tenemos buena parte de culpa, y ya nos han tendido demasiadas trampas para que sigamos cayendo en ellas como auténticos bisoños.
      Nos guste o no nos guste, contribuimos a los desmanes de nuestros gobernantes cuando les reímos las gracias, cuando hacemos chistes de sus abusos, cuando aplaudimos sus gritos, cuando vamos a sus recitales de insultos,  cuando premiamos sus promesas en las urnas a sabiendas que no las cumplen, cuando engañamos a la hacienda pública, cuando defendemos sus mentiras, cuando nos invitan con nuestro dinero y aceptamos, cuando acudimos a las fiestas que nos organizan para embobarnos, cuando compramos hasta lo que no necesitamos en las grandes superficies que protegen para acabar con las pequeñas empresas, cuando aceptamos jubilaciones en edad   laboral, cuando abusamos de las bajas de enfermedad, cuando sufrimos limitaciones que se curan con una invalidez, cuando preferimos vivir del paro que del trabajo, cuando pedimos créditos para segundas y terceras viviendas que no sabemos si podremos pagar, y, sobre todo, cuando para salir de la ruina que han provocado con nuestra ayuda, pedimos dimisiones de ministros y cambios de gobierno que solo consiguen lo que ha conseguido vuestro referéndum: sumar gastos que tenemos que pagar nosotros, porque, gobierne quien gobierne, es increíble que todavía no lo tengamos claro, el dinero nunca sale del bolsillo de los gobernantes, sale siempre del bolsillo de los ciudadanos, y de una forma o de otra, tenemos que ponerlo todos. 
     Estamos pues más para pésames que para enhorabuenas, y digo estamos porque esta situación de la que costará Dios y ayuda salir, no os afecta solo a vosotros, nos afecta a todos los países de la comunidad, especialmente a los que cometemos los mismos errores que vosotros y no queremos entenderlo.
Esperemos, por el bien de todos, que, de una forma o de otra, llegue el dinero para resolver lo que deberían resolver la responsabilidad de unos y la inteligencia de otros. Que así sea.

Cosas de Garipil

 ¡Hola! Acabo de oír en las noticias nacionales que un accidente de tráfico en la provincia de Zamora se ha cobrado hace dos horas tres vidas y ha dejado dos heridos. Prudencia, por favor, mucha prudencia, termina o empieza tus vacaciones felizmente y colabora para que de igual forma puedan hacerlo tus semejantes. Aunque soy un semáforo, ya sabes que tengo corazón, por eso me duele que un viaje acabe en el cementerio o en el hospital. Para que termine donde debe terminar, lo mejor es un descanso para tomar un café, dar un paseo o parar el coche y entrar en mi salita a través de tu móvil para que yo te lea un cuento como este que forma parte del libro “El rosario de los cuentos”.
  
 El mar de lágrimas

     Eran aquellos padres las personas más ricas e influyentes de toda la villa. Tenían una casa tan grande y lujosa como el palacio del rey, muchas vasijas repletas de onzas de oro y un hijo sanísimo, dulce y hermoso cual príncipe al que no quitaban capricho alguno. "Sus deseos -decían todas las mañanas a los criados- son órdenes que debéis cumplir al instante". Y tanto los más rebeldes como los más sumisos, por temor a las represalias, hacían lo fácil y lo difícil, lo lógico y lo absurdo, lo grato y lo menos grato para complacerlo, para darle gusto, para no contrariarlo.
     "Quiero un barco de vela para remar mañana en el lago del jardín", decía el niño, y los criados, aunque los Reyes Magos acabaran de llegar a Oriente, les escribían para que aquella misma noche, con ganas o sin ellas, regresaran a ponérselo en la chimenea.
     "Quiero estrenar el domingo una camisola de seda con chorreras de encaje", decía el niño, y los criados, aunque fuera sábado por la tarde, conseguían los sastres, las sedas y los encajes necesarios para que se la hicieran en un par de horas.
     "Quiero cenar pato silvestre con salsa de tomillo y romero", decía el niño, y los criados, cayeran del cielo lenguas de fuego o chuzos de punta, cogían la escopeta y salían zumbando al monte para cazar el pato mientras las cocineras, asfixiadas o arrecidas, cortaban el tomillo y el romero y preparaban la salsa.
     "No quiero dormir, quiero bailar", decía el niño, y los criados, aunque mediara la noche y nadie quedara despierto, iban a buscar al mejor de los tamborileros para que al son de la gaita, del tambor y de sus palmas bailara y bailara hasta que se le pararan los pies y los ojos se le cerraran de sueño.
     Si pedía un caballo, el más bello de la feria le daban; si pedía un anillo de oro, con brillantes lo recibía; si pedía rosas para perfumar y adornar su cuarto, aunque fuera pleno invierno, rosas frescas tenía. Y mientras que los criados le tomaban manía,sus padres crecían de orgullo.
     Pasaban los años y a medida que el niño se hacia mayor más y más caprichos tenía. Una tarde, cuando dormía la siesta, soñó que el río estaba lleno de peces de colores. "Quiero ir a pescarlos", dijo al despertar, y dos de los criados prepararon las redes y las cañas y se fueron con él.
     Ya en el río los criados vigilaban sus movimientos para impedir que se cayera al agua. Él, de cuclillas entre los esbeltos ramos de juncos, esperaba impaciente que un tropel de peces amarillos, rojos, verdes... picara el anzuelo. De repente se fijó en la luna que vestida con una túnica de plata se bañaba majestuosamente en las azules aguas.
     -¡Oh, qué maravilla! ¡Traédmela! -ordenó a los criados tirando la caña- Quiero tenerla en el lago del jardín para mí solo.
     -¡Imposible -dijeron los criados armándose de paciencia-, eso es imposible! La luna es de los labradores que riegan los campos de trigo con el frescor de la noche, de los arrieros que empiezan el camino al caer la tarde, de los pastores que
 
esperan el nuevo día en una cueva, de todos los ojos, de todos los hombres, y aunque la ves delante de tus narices, está lejos, muy lejos, tan lejos que es inalcanzable.
     -¡Mentira, eso es mentira! -gritó el niño tirándose de los pelos como si en vez de ser de la suya fueran de otra cabeza- Está ahí, ahí mismo. ¡Traédmela!
     Para que entrara en razones, los criados se tiraron al agua, intentaron cogerla con las manos, la llamaron a voces... pero la luna siguió sorda, muda e intocable. Y cuando de madrugada desapareció por completo, no tuvieron más remedio que llevarse el niño a casa a la fuerza y con la cabeza a calvas.
     Cuando los padres vieron al hijo en aquel estado y conocieron por su boca lo sucedido se pusieron de mil uñas.
     -La luna que pida, la luna tenéis que darle -dijeron a los criados-. Y para que escarmienten todos, quedáis despedidos.
     Los criados tuvieron que huir de la villa con sus familias pues nadie que salía despedido de aquella casa encontraba casa en la que ganarse el pan. Y como el niño no dejaba de llorar por la luna, los mejores orfebres del país le hicieron una de plata.
     Otra tarde soñó que en la falda de la montaña había un trébol de cuatro hojas que daba muy buena suerte a quien lograra separarle el tallo de la raíz. "Quiero ir a cortarlo", dijo al despertar, y dos de los criados se calzaron las botas de escalar y se fueron con él.
     Mientras los criados localizaban el trébol, el niño se prendó del sol.
      -¡Oh, qué maravilla! ¡Traédmelo! -ordenó sin más- Quiero que brille sobre el lago del jardín para mí solo.
     -¡Imposible -dijeron los criados frunciendo el ceño-, eso es imposible! El sol es de las hormigas que hacen su acopio para el invierno, de las hortensias que se visten de flores para enamorar, de las mieses que maduran para el hombre, de todos los seres vivos. Y aunque notes que te quema la piel, está lejos, inmensamente lejos, tan lejos que nadie puede alcanzarlo.
     -¡Mentira, eso es mentira! -gritó el niño dándose coscorrones, mordiscos y patadas- Está allí, ahí mismo. ¡Traédmelo!
     Para que se convenciera de la evidencia, los criados se subieron a la cima de la montaña, se auparon con los pies de punta, estirando los brazos con las manos en abanico... pero el sol, en lugar de acercarse a sus dedos, se alejó. Y en cuanto desapareció tras el horizonte, no tuvieron más remedio que llevarse el niño a casa a la fuerza y con el cuerpo lleno de chichones, dentelladas y cardenales.
     Cuando los padres vieron al hijo de aquella manera y conocieron por su boca los hechos, pusieron el grito en el cielo.
     -El sol que pida, el sol tenéis que darle -dijeron a los criados. Y para escarmentar a los demás, los despidieron también.
     Los criados corrieron la misma suerte que sus compañeros. Y como el niño no dejaba de llorar por el sol, los mejores joyeros del país le hicieron uno de oro.
     Mientras que los criados despedidos sufrían lo indecible por sobrevivir, el niño caprichoso era inmensamente feliz con sus tesoros. En cuanto amanecía se sentaba
 
 a la orilla del lago y se pasaba horas y horas tomando aquel sol que pendía de los arcos de jazmines mientras contemplaba aquella luna que flotaba en las cristalinas aguas, pero un día, al observar que su tez se tomaba cada vez más blanca, cayó en la cuenta de que ni el sol se ponía por las tardes ni la luna se ocultaba por las mañanas, de que el satélite y la estrella brillaban al unísono, de que ni en invierno ni en verano cambiaban de color, de tamaño, de sitio... y empezó a patalear. "Este sol y esta luna son de mentira, yo quiero el sol y la luna de verdad. ¡Traédmelos! ¡Traédmelos!" Y aunque los criados lo colmaron de golosinas, de juguetes y mimos, no se movió de allí.
    Para que se calmara, sus padres llamaron a uno de los criados.
    -Ve al río esta noche y coge la luna, al amanecer sube a la montaña y coge el
sol, y mañana, antes del mediodía, ponlos a los pies del niño.
    -Imposible, señores -replicó tímidamente el criado-, eso es pedirle brasas
al candil.
     -¿Imposible? -Preguntaron los padres indignados- Para complacer al niño no hay nada imposible. Si tienes que hacer una escalera para llegar al cielo, te revistes de agilidad y la haces; si tienes que darte de sí los brazos, te revistes de resignación y te los das; si tienes que quemarte las manos, te las quemas, te las abrasas, pero por dos cosas tan vulgares, nuestro hijo no puede sufrir.
     El criado partió a caballo y no volvió ni con el sol ni con la luna. Al tercer día mandaron a otro, al cuarto, a otro, al quinto, a otro, al sexto, a otro... y como ninguno volvió, se quedaron sin criados. Desesperados ya echaron un bando por todo el país ofreciendo todo el oro de sus vasijas al primero que pusiera el sol y la luna a los pies de su hijo, pero los pícaros dijeron que ni intentarlo, las hadas, que ni pensarlo, los sabios, que ni se podía ni se debía, pues, sin el sol y sin la luna en su sitio, las plantas, los animales y el hombre morirían. Y como el niño no dejaba de suspirar a la orilla del lago, ellos mismos se echaron al campo. "¡Luuunaaa!, ¡luuunaaa!, ¡luuunaaa!, gritaba la madre desde una de las márgenes del río. "¡Soooool!, ¡soooool!, ¡soooool!, gritaba el padre desde lo más alto de la montaña. Pero era invierno y ni el Sol ni la luna dieron la cara.
     Cuando el niño vio llegar a sus padres con las manos vacías rompió a llorar con todas sus fuerzas, sin consuelo, desesperadamente, y ellos, vencidos por el dolor, por la desesperación y por la impotencia, rompieron a llorar con él. Y tanto y tanto lloraron los tres que el lago empezó a crecer, y tanto y tanto creció que se desbordó, y al desbordarse inundó el jardín, la casa, los alrededores... y como nadie pudo amainar su llanto con el sol y con la luna, la villa se convirtió en un mar de lágrimas.
     Y contaban los criados que acudieron para recoger las onzas de oro que flotaban en la superficie que en las noches de luna y en los días de sol de lo más profundo de las saladas entrañas, surgían tristes y tiernas dos voces que a coro les decían: "Si queréis a vuestros hijos, dadles amor, no caprichos".

            Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

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garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

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    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.
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