domingo, 21 de diciembre de 2014

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 28 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Nota importante:

    Este periódico, como su nombre indica, se publica el día 30 de cada mes,aunque por razones de agenda a veces se adelante o se atrase alguna fecha. Solo hay dos meses al año que intencionadamente falta a su cita: septiembre y diciembre. Septiembre porque suelo coger vacaciones y diciembre porque entiendo que los lectores prefieren disfrutar de las fiestas navideñas y no me parece de buen gusto pedirles unos minutos; no obstante, para felicitarlos en fecha apropiada, suelo atrasar el número de noviembre.
    Este número debería ser el 29, el 28 correspondía al mes de octubre, pero por problemas técnicos y otras complicaciones no pudo salir.
    Pese a todo el número de visitas al blog ha sido muy elevado,tanto que quiero pedir disculpas a los lectores y darles las gracias. Espero no tener que volver a darles plantón. 

    Noticia personal:

    Acaba de ver la luz mi quinto libro: “Cuentos de la cigüeña (Soles y lunas)” Lo siento, no puedo seguir, Garipil se enfadaría. Lo dejo pues para que el próximo mes te lo presente él.

    Tarjeta de Navidad
      
    Parece que fue ayer cuando recibimos al 2014 y en unos días nos dirá adiós. A la navidad le pido de corazón que ninguna nube de tristeza surja en el cielo de tu alegría, y al 2015, que se te pase como este: volando. Es el certificado de que habrá sido un año feliz.
     
    Contenido

    La Vitrina:: ¿Quieres leer un libro en estos días de vacaciones y no sabes cuál? Aquí encontrarás 6 sugerencias. 
    Mesa camilla: Las cárceles se llenan de políticos que nos han desvalijado. ¿Podremos confiar en ellos?
    Cajón de Sastre: ¿Quieres saber el origen de una expresión muy nuestra? Abre el cajón, son dos minutos.
    El Álbum de la Lengua: Vosear sigue pareciendo algo vulgar, pero según la RAE, ya es correcto.
    La Butaca: El teatro está de enhorabuena, suma expectadores.
    Carta a… los Reyes Magos.
    Cosas de Garipil: Garipil coge otro libro de la estantería, le echa una ojeada y se decide por el primer cuento: La ciudad de los pájaros locos. Ojalá algún día deje de ser una idea para ser una realidad.

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

La Vitrina

Aconsejar leer es muy fácil; aconsejar un libro, muy difícil. No todos los lectores tenemos los mismos gustos. Para seguir el consejo de alguien es necesario pues que conozcas el suyo. Los títulos que yo aconsejo, mejor dicho, sugiero, en esta sección, son de mi gusto; si has leído alguno, si sintonizas conmigo, elige entre estos seis, y si no es pedir mucho, decide leerlos todos. No te arrepentirás.
  
    El último caballero pardo

    Autor: SÁNCHEZ IGLESIAS, José Luis

    Reseña: Miguel Domínguez, conocido como El Cautivo, es el último de una clase de caballeros, los caballeros pardos, que controlaron un amplio territorio.
    La Extremadura del Duero por los cristianos, el Al-Sarrasín que dicen las crónicas musulmanas, y que no controlan ni los reyes cristianos del norte ni los musulmanes del sur. Es la frontera entre los dos mundos, el cristiano y el musulmán, un lugar peligroso y violento, en el que la única ley que impera es la que imponen los caballeros pardos.
     
    El judío de Shanghai

     Autor: Emilio Calderón
 
    Reseña: Corre el año 1943 y el ejército japonés, que controla la ciudad de Shangai en su totalidad, establece el único gueto judío del mundo que no está en manos de los nazis. Leon y Norah, un matrimonio de judíos llegados a Shangai en 1939, cuando la ciudad era puerto franco y aún conservaba intacta toda su fascinación, son recluidos en esta "área determinada para apátridas".

    Los santos van al infierno

    Autor: CESBRON, Gilbert

    Reseña: la interesante experiencia de los sacerdotes obreros en los suburbios de París constituye el tema de este libro. La figura del padre Pedro, Enrique el comunista y tantos personajes tomados de la realidad, dan al volumen una intensidad impresionante a la que colabora la extraordinaria figura del cardenal. Cada página y cada línea están escritas con una fuerza literaria y una veracidad social y moral que despierta auténtico interés.

    Las manos del pianista
  
    Autor: Eugenio Fuentes
 
    Reseña: En Breda, como en tantas otras ciudades españolas en pleno crecimiento, una modesta empresa constructora quiere aprovechar los nuevos tiempos para levantar una urbanización de lujo en el extrarradio y acometer la que será su operación más lucrativa. Todo, sin embargo, se complica cuando aparece, despeñado desde lo alto de un edificio en construcción, el cadáver de Martín Ordiales, socio y hombre fuerte de la empresa, que se había mostrado contrario a los planes modernizadores de la ambiciosa hija del fundador. El lector sospechará enseguida de la mano ejecutora de un torvo pianista fracasado, que se dedica a complementar sus humildes ingresos eliminando animales y mascotas incómodos. Pero es en realidad éste quien, angustiado por que lo acusen, contrata los servicios del detective Ricardo Cupido. Poco a poco la narración nos introduce en las vidas y relaciones de los diferentes implicados, y nos convence de que importan menos las coartadas que la turbia y desolada descripción de la condición humana.

    El abanico de seda

    Autora: Lisa Se

    Reseña: En una provincia de China, las mujeres crearon hace siglos un lenguaje secreto para comunicarse libremente entre sí: El nu shu. Aisladas en sus casas y sometidas a la férrea autoridad masculina el nu shu era su única vía de escape. Mediante sus mensajes, escritos o bordados en telas, abanicos y otros objetos, daban testimonio de un mundo tan sofisticado como implacable. El año 2002, la autora de esta novela viajó a la provincia de Huan, cuna de esta milenaria escritura fonética, para estudiarla en profundidad. Su prolongada estancia le permitió recoger testimonios de mujeres que la conocían, así como de la última hablante se nu shu, la nonagenaria Yang, conmovedora historia sobre la amistad entre dos mujeres, Lirio Blanco y Flor de Nieve.
    Un millón de luces

    Autora:Clara Sánchez
 
    Reseña: La estructura de "Un millón de luces" nos descubre las historias entrelazadas que componen la intriga de la novela y de la vida, impregnada de necesidad de amor, espejismos e incertidumbre. Los supervivientes de La Torre de Cristal, uno de los grandes edificios de oficinas de cualquier ciudad, tratan de adaptarse a una realidad cambiante. Clara Sánchez capta con ironía el mundo en que vivimos.

Mesa camilla

Lo que desde hace años era una sospecha expresada en todos nuestros idiomas y dialectos para los ciudadanos de sentido común, es, por fin, una certeza que tienen ante los ojos hasta los que carecen de él. Los políticos españoles, nuestros gobernantes, los señores de la democracia no son corruptos, como dicen en un intento de salvarse los que todavía no han caído, son, según el diccionario, ladrones.
    Ninguno de los que forman la larga lista de mangantes que en estos días tienen que hacer cola para declarar ante el juez tenía necesidad de robar,  sus sueldos y demás gabelas daban para vivir sin estrecheces, divertirse y ahorrar; robaban, simple y llanamente, para arruinarnos, para empobrecernos, que es lo más eficaz para hacer ciudadanos dóciles, manejables. Y sus robos, ya era hora, dejan a las claras la total ausencia de respeto a los ciudadanos, a las instituciones y a la constitución. ¿Cabe mayor delito? Desde luego, no.
    ¿Pero por qué se ha tardado tanto en destapar la olla de las vergüenzas, y principalmente la del PP, que es la que peor huele de momento? Porque por más que se empeñe el señor Rajoy y sus protegidos en hacernos creer que no sabían nada, ni el más tonto de los ciudadanos puede creérselo.  
    Tampoco hay que conjeturar mucho para sacar conclusiones y obtener respuesta. Al señor Rajoy le interesaba complicarle las cosas al expresidente Pujol,  desprestigiarlo ante la sociedad catalana cortaría sus vuelos de independencia, y el problema planteado empezaría a resolverse por falta de apoyos. La familia Pujol era un clan de mangantes, ni se salvan las nueras, ni se salvan los yernos, todos jugaban a ver quien ganaba más y en menos tiempo y ninguno se quedaba el último. Mejor cosa para airearle sus vergüenzas no la iba a encontrar, pero el señor Pujol no se resigna a perder su honorabilidad. “Si se mueve el árbol, se caerán las ramas”, amenazó públicamente, y como el árbol se movió, las ramas empezaron a caer, unas con hojas de exministros, otras con hojas de presidentes de diputación, no pocas con hojas de alcaldes, de consejeros, de concejales, de secretarios generales…. Y un largo ecétera que seguirá creciendo en cuanto empiecen a denunciarse unos a otros, pues solo ellos pueden probarlo, a buen seguro porque coincidieron en los bancos suizos poniendo a salvo el dinero robado o en alguna juerga en cualquier parador de turismo pagada con tarjetas tan opacas que no les veían el límite.
    Ante este panorama, el señor Rajoy, temeroso de perder votos, pide perdón a los españoles, con lo que deja claro que nos tiene por imbéciles. Los ciudadanos normales no queremos que se nos pida perdón, queremos que devuelvan hasta el último céntimo, paguen las multas correspondientes y cumplan las penas de cárcel como cualquier ciudadano, y muy importante para que hechos de esta índole no se repitan, que todos sus cómplices, los que durante tantos años han cerrado los ojos a tantos desmanes, aunque no estén imputados por falta de pruebas, sean retirados de la política inmediatamente porque, digan lo que digan, si no hay justicia, no hay perdón, y lo pagarán en las urnas.

Cajón de Sastre

"Ir por lana y volver trasquilado" se aplica a aquellas situaciones de las que uno espera obtener un gran beneficio y sin embargo acaban con pérdidas, y en general a todas aquellas cosas que salen al revés de lo previsto, normalmente de forma inesperada y catastrófica.
    Aunque hoy en día se siga utilizando habitualmente, es una expresión muy antigua, que ya aparece en el "Poema de Fernán González".
    Su origen podría estar en el castigo medieval de trasquilar a cruces a los blasfemos y herejes, es decir, pelarles con grandes tijeretazos cruzados, tal como se hace con las ovejas.
    Esta pena o humillación pública viene recogida en los textos jurídicos desde tiempos remotos; ya aparece en el IV Concilio de Toledo con el nombre de "turpiter decalvare" y el Fuero Juzgo la llama "esquilar laidamientre".
    Sin embargo, existe otra explicación menos enrevesada para el origen de esta frase, también recogida por fuentes antiguas, y que aludiría simplemente al carnero que se mete en rebaño ajeno y vuelve al suyo trasquilado, o sea, sin ganancia alguna para su dueño que ha perdido así su lana.

El Álbum de la Lengua

El voseo
    ANTES
    El voseo, o sea, el uso de vos por tú no pertenecía al uso culto estándar.
     AHORA
    Se considera que pertenece a la norma culta del castellano el voseo de la variedad rioplatense, es decir, el uso de vos por tú con las segundas personas de plural (no de singular) arcaicas. Ejemplos:
• vos cantas • canta vos • vos sos
• vos pones • vos decís • márchate vos
    Así se recoge ya en el apéndice de las conjugaciones verbales del DRAE de 2001, en el DPD y en la NGLE.

La Butaca

 Gonzalo nunca había ido al teatro.
     La mayor parte de su vida vivió en zonas rurales y a los pueblos pequeños no llegaban nunca las compañías de aficionados y mucho menos de profesionales. Es cierto que con los años pudo desplazarse a otros puntos de la provincia o a la capital incluso para ver alguna obra, pero como nunca había pisado en un teatro, jamás sintió la curiosidad de hacerlo,prefería el fútbol, el cine y los toros, que gracias a la televisión eran cosas más fáciles de conocer y más accesibles.
     Este verano, en la semana cultural de un municipio, vio, por casualidad,la obra de teatro que clausuraba los actos y quedó tan encantado que es el primero en sacar la entrada para todas las obras de la muestra de teatro que el mismo ayuntamiento organiza cada año,y dicho por él: si con una obra disfruta, con la otra disfruta el doble, por lo que piensa aprovechar todas las oportunidades de ver una obra.
     El teatro ha ganado pues un nuevo aficionado.
    Desde Béjar (Salamanca) informó para 30 días Araceli.

Carta a...

Queridos Reyes Magos:
    Me gustaría hilvanar estas líneas para pediros juguetes, cuentos y caramelos para todos los niños españoles, que es para lo que deben hilvanarse, pero este año, ante las velas que nos alumbran y pensando en su futuro, tengo que hilvanarlas para pediros juegos para los adultos.
    En primer lugar os pido para los jueces el juego de la coherencia.
    Como podéis observar a través de vuestra bola mágica, el político que no está preso, lo están buscando, y todos por el mismo delito: meter las manos -las dos juntas, para sacar más en menos tiempo- en las arcas públicas. 
    Está muy bien que los metan entre rejas, pero antes de entrar deben obligarlos a devolver hasta el último euro; solo así los jueces dejarán de hacer teatro para hacer justicia.
    Para los gobernantes, el de la responsabilidad.    Es hora de que aprendan de una vez por todas que son empleados de su país,  no dueños absolutos del mismo;  solo así podrán hacer bien todo lo que hacen mal, que es para lo que se les paga un sueldo a los trabajadores.
    Para los ciudadanos, el de la sensatez. Es urgente que aparquemos las ideas, los atavismos, los intereses individuales y empecemos a votarles por sus obras, no por sus palabras; a ningún trabajador se le paga el sueldo por adelantado y mucho menos se le firma un cheque en blanco.
    Me gustaría pediros trabajo para los parados, sanitarios para los enfermos, becas para los estudiantes, pero algo me dice que si los jueces juegan a ser coherentes y los ciudadanos a ser sensatos, los gobernantes, desde el primero hasta el último,  tendrán que jugar a ser responsables y yo no tendré que volver a escribiros para pediros cosas que deben darnos los hombres y no los reyes magos.
    Tres besos, uno para cada uno, y feliz viaje a España.

Cosas de Garipil

¡Hola! Terminé de leerte los relatos de “Letanías”. ¿Recuerdas? Hoy pues toca empezar a leerte otro de los libros publicados por mi autora: “El rosario de los cuentos”.
    Este libro fue galardonado con uno de los Premios Tiflos en su edición de 1996 y publicado en 2003.
    Además de los cuentos, el jurado tuvo en cuenta la estructura del libro. Para entenderlo debería leerte la introducción, pero para no hacerme pesado, paso direcctamente a los cuentos; no obstante, si te apetece tenerlo en tus manos y leerlo desde el principio hasta el final solo tienes que contactar conmigo. Estaré encantado de responderte. 
       
La ciudad de los pájaros locos

    Érase una vez un país llamado Utopía cuyos habitantes llevaban siempre sombrero para distinguirlo de los demás países.
    Los utopistas tenían dos cosas que, por ser consecuencia una de la otra, a menudo van parejas: bienestar y alegría.
    La Madre Tierra y el Padre Cielo les daban el alimento, el vestido, el habitat, y era tan infinito el amor de aquellos padres que, además de solazar sus cuerpos con estos dones, solazaban sus espíritus con dulces sonidos, con deliciosos olores y con bellos paisajes.
    Era cierto que sus casas no brotaban en el suelo como las amapolas en los trigales, era cierto que sus trajes no caían de las perchas como las manzanas de los manzanos, era cierto que no siempre lloraban las nubes y reía el sol cuando sus ríos sufrían de sed y sus campos gozaban de vida, era cierto que ni con el paladar dormido y los dientes despiertos podían comer el pan tal cual se lo brindaban las espigas... pero los utopistas tenían la cabeza para algo más que para llevar sombrero, la tenían para pensar, para dar forma y virtud a sus ideas y pensamientos. 

    De los bosques, de las minas y de las canteras extraían materiales para construir lujosas y confortables viviendas; de los linos, de los capullos de los gusanos de seda y de los vellones de las ovejas sacaban fibras para hacer lindas y gratas prendas de vestir; en complejos aljibes embalsaban la nieve y la lluvia; el sol, en el recuerdo que, cuando lucía, sabían y podían gozarlo todos. Abortaban las tormentas con mágicos cohetes, se desplazaban en magníficas diligencias y con milagrosos ungüentos combatían los virus. Transformaban la leche en queso, las uvas, en vino, las aceitunas, en aceite... conservaban los huevos, las carnes, el pescado... disponían de herramientas que les ayudaban en el hogar, en el campo, en los negocios..., desconocían el dolor, la maldad y la pobreza, y eran tan laboriosos, tan previsores y tan coherentes que jamás la escasez, los imponderables y la estupidez les pillaron sin reservas, sin medios o sin respuestas.
        Tan asegurado estaba el futuro en Utopía que de los siete días de la semana tres y medio eran fiesta en todo el país. Los utopistas se divertían tocando el violín, bailando maravillosas danzas, cantando hermosas melodías, disfrutando de exquisitos manjares, brindando con finísimos licores, ganando y perdiendo en mil juegos de azar... siempre en perfecta armonía, siempre con sumo respeto.
        Pero ocurrió que un oscuro día algunos ciudadanos equivocaron la cabeza con el sombrero y salieron de casa dejándola en el perchero, y como los sombreros sólo les daban sombra, de sombras cubrieron todo el país. Comieron sin ritmo, bebieron sin freno, expoliaron las arcas de sus parientes, desintegraron a sus vecinos, ultrajaron a las hijas de sus amigos, se adueñaron de las calles... sembraron las fiestas de miedo y los corazones de dolor, de rabia y de impotencia, y fue tal el cambio que se produjo que aquel país llamado Utopía acabó llamándose Realidad.
    El Rey de Realidad, temiendo que la barbarie cruzara los muros de su palacio, reaccionó, y un día, sin pararse a comprobar si lo que llevaba sobre los hombros era la cabeza o el sombrero, firmó la ley del Gran Ejemplo y la cumplió a rajatabla.
    Al que hurtaba una olla le cortaba una mano; al que la hurtaba con las habichuelas dentro, las dos. Y de nada le servía al reo de turno defenderse con el hambre. Al que murmuraba, calumniaba o insultaba, le cortaba la lengua ¡y a callar para los restos! Al que miraba con deseo a la mujer de alguien le sacaba un ojo; al que además de mirarla le tocaba el pelo de la ropa, los dos. Y si la dama agredida no apedreaba públicamente al condenado sufría la misma pena que él. Al que ponía un pie en maizal ajeno se lo segaba; al que se metía de patas en él, le segaba los dos. Al que mataba, violaba o mutilaba a alguien, le rebanaba el cuello de un tajo ¡y muerto el borrego se enterraban las mañas!
    Pero las calles se llenaron de mancos, de mudos, de ciegos, de tuertos, de cojos, de enlutados, -de almas marcadas, de muertos vivos-, y de ciudadanos recompensados con desdichas ajenas, insaciables de escarmientos, orgullosos de su integridad, y fue tal el filo que los dividió en culpables e inocentes que aquel país llamado Realidad acabó llamándose Venganza.
    El Rey de Venganza temió ser mal visto por las coronas extranjeras, y un día, sin detenerse a mirar si lo que le pesaba en los hombros era la cabeza o el sombrero, abolió la ley del Gran Ejemplo y aprobó la ley de la Gran justicia.
    Para poder aplicarla, construyó, en todas las ciudades del país, unos aislados, vastos y desangelados edificios que llamó cárceles. Entre sus insalvables rejas metía a los camorristas, a los ladrones, a los sádicos, a los criminales... semanas, meses, años, siglos... a tal delito, tal tiempo.
Los presos pasaban las horas de cárcel mano sobre mano, sin otra responsabilidad que la de expiar sus culpas, sin otro deber que el de restarle días a la condena, y un perverso pajarraco llamado Ocio empezaba a rondarles de día y de noche hasta que al fin, con resistencia o sin ella, anidaba nuevas maldades en las copas de sus sombreros de tal suerte que, el que entraba granuja, salía bandido, el que entraba ratero, salía ladrón, el que entraba pillo, salía truhán, el que entraba violador salía asesino y el que entraba asesino salía demonio.
    Los ciudadanos dignos vivían muy a gusto sabiéndolos cautivos en las terribles mazmorras, pero se quejaban de tener que pagar un impuesto a la Corona para sostener sus vidas, aunque sólo fuera, como era, con un vaso de agua y un mendrugo de pan tres veces al día, y al verlos en libertad los miraban con tan malos ojos, con tanto desprecio, con tanto rechazo, que los liberados, en lugar de acercarse a ellos con humildad, con gratitud, con confianza, les amenazaban, les perseguían por doquier y les atacaban con las crías del pajarraco hasta hacerles confundir la cabeza con el sombrero, y fue tal el caos que se formó que aquel país llamado Venganza acabó llamándose Vergüenza.
    El Rey de Vergüenza, a la sazón longevo y odiado por tantos y tan funestos desatinos, se levantó una radiante mañana de sol, dejó el sombrero en el perchero y utilizó la cabeza, y tanto y tan cuerdamente pensó que al cabo de unos días mandó todas las leyes al garete y firmó y rubricó la ley del Gran Amor.
    Para implantarla, fundó, en medio del mar más álgido y bravo, una ciudad de babélicos muros y puertas secretas. En aquella ciudad, a excepción de tabernas de marineros, de casas de sirenitas, de patios de fresco, de cháchara y té, de salones de baile, de salas de juego, -de placeres para el cuerpo-, había lo que en las demás ciudades, pero en ella sólo vivían los pájaros locos: los ciudadanos que en una ausencia de luz se atolondraban, confundían las cosas y usaban el sombrero en lugar de la cabeza. Los ciudadanos que no sufrían despistes sólo podían ir de paso y sin perder la estricta vía del tren de la ley. Como turistas, para visitar los monumentos de la ciudad, para conocer las costumbres de sus gentes y para adquirir recuerdos para sí y para los demás. Como rehabilitadores de los Pájaros, para ayudarles a cambiar de plumas, para animarles a seguir el camino del trabajo y para enseñarles a volar sin cortarles el vuelo a sus semejantes. Como miembros del Servicio de Inspección de la Corona, para comprobar el estado de todas las instalaciones, para observar el cumplimiento de sus respectivos responsables y para actualizar las cuentas entre los pájaros, la Corona y las víctimas. Y como agente de la Guardia de la Ley Real, para exigir que los turistas cruzaran las puertas con los ojos bien vendados y las manos y los equipajes libres de objetos y productos prohibidos, para impedir posibles altercados entre turistas, rehabilitadores, inspectores y pájaros, y para empadronar en la ciudad a los visitantes que por jugar a la suerte con el sombrero y la cabeza se convertían en pájaros. Y nada de contar las horas con los brazos caídos, y nada de ser el blanco de las moscas. Los pájaros locos tenían que asear sus casas, coser, lavar y planchar su ropa, preparar su comida... Ninguno estaba exento de asistir a clase. Los intelectuales estudiaban leyes, arte, botánica, letras, números, medicina... los hábiles aprendían oficios como el de fumista, el de orfebre, el de alfarero, el de afilador, el de sastre, el de albañil... y todos recibían lecciones de rectas conductas, de serios comportamientos, de actitudes humanas y de positivos talantes ante la vida. Sus únicas diversiones eran hacer gimnasia, cantar y leer. Unos eran patronos: tenían su propio negocio. Otros eran empleados, obreros de los demás. Unos trabajaban en empresas públicas; otros, en particulares. Pero todos trabajaban y lo hacían en granjas, en talleres, en sanatorios, en minas, en despachos, en bazares, en transportes, en hospederías, en mercados, en la agricultura, en la ganadería, en la pesca... cada cual en lo que mejor conocía, cada cual en lo que más rendía. Como todos los trabajadores obtenían ganancias de sus negocios o cobraban un salario, pero a sus manos no llegaba ni la más mínima parte de tales ingresos, iban íntegros y derechos a pagar sus gastos a la Corona, -que eran los ocasionados por ellos y por las personas que tenían a su cargo en el momento de convertirse en pájaros-, y para recompensar, en lo posible, a sus víctimas, o lo que era igual, a cumplir su condena. Y para que los ojos del mundo vieran con claridad el meollo de aquella ley, el monarca, ocultando las verdaderas gracias de los pájaros entre los sutiles celajes de un color, grababa sus despistes en resistentes pergaminos que mandaba colgar en los muros de todas las ciudades del país, de tal suerte que, propios y extraños, se sorprendían con sentencias como éstas:
Pájaro Rojo
"Con la hoz de segar el trigo, este pájaro le segó la cabeza a un hombre que tenía familia, y para alimentar a la viuda y a los huérfanos del ausente, ha de trabajar como conductor de un coche de caballos".
Pájaro Anaranjado
"Con uno de los cohetes de abrir las fiestas, este pájaro le cerró los ojos a un mozuelo, y para pagarle un mentor que guíe sus pasos, ha de trabajar como alguacil del municipio".
Pájaro Amarillo
"Con la osadía de quien coge las longanizas de su despensa, este pájaro cogió las joyas del cofre de una dama, y para volver a llenárselo de tesoros, ha de trabajar como propietario de una tintorería".
Pájara Verde
"Con el alivio que se dejan unas botas que hacen daño en el desván, esta pájara
dejaba a sus hijos en la calle de día y de noche, y para que dos ayas se turnen para cuidarlos, ha de trabajar como mesonera". 

Pájaro Azul
"Con la ternura del bueno que intenta favorecer los intereses del débil, este pájaro le sacó todos los ahorros de su vida a una anciana que vivía sola, y para devolverle hasta el último céntimo, ha de trabajar como jardinero de los jardines municipales".
Pájaras Añil
"Con la pasmosidad que el labrador le prende fuego al rastrojo, estas pájaras le quemaron la yacija de paja a un mendigo, y para que el hombre duerma de por vida entre sábanas de lienzo, han de trabajar como pastoras de cabras y ovejas".
Pájaro Violado
"Con la vara de varear las ramas de los olivos, este pájaro vareaba a diario el cuerpo de su mujer y para que coma y se divierta hasta que se enamore de un hombre más civilizado, ha de trabajar como deshollinador de chimeneas".
    Si en lugar de al cuerpo y a los bienes sufrían agresiones al alma y al sentimiento, las víctimas eran recompensadas con cestos de flores por el cumpleaños, con cajas de bombones por el santo, con un diamante, con un libro, con un cuadro... con una ilusión florecida, con un sueño hecho realidad. Para ello, la ley conmensuraba en lo humanamente posible, la magnitud y las consecuencias del agravio, con el significado y el valor del obsequio, de tal suerte que, en algunos pergaminos figuraban sentencias como éstas:
Pájara Pinta
"Con el temor que los pastores espantan al lobo de los rebaños de ovejas, esta pájara expulsó a un alumno negro de las aulas de blancos, y para pagarles a todos un viaje de placer que impida germinar en sus corazones la semilla del racismo, ha de trabajar como tejedora de tapices".
Pájaras Pardas
"Con la facilidad que transformaban en virtudes los defectos de sus hijas, estas pájaras transformaban en defectos las virtudes de las hijas, de sus vecinas, y para lavarles la mala fama con deliciosos perfumes, han de trabajar como fregonas de un albergue".
Pájaro Alazán
"Con la desfachatez de quien no se mira nunca al espejo este pájaro se burló de una niña fea, y para endulzarle el amargo recuerdo con una espléndida visita de los Reyes Magos, ha de trabajar como campanero de una iglesia".
Pájaros Negros
"Con la libertad de los matrimonios que discuten en la intimidad de su alcoba, estos pájaros se pelearon en la casa de los padres de uno de ellos, y para sacarles el mal trago del cuerpo con una gran cena de Navidad, han de trabajar como molineros de trigo".
    Y devolviendo con esfuerzo lo que habían quitado con fuerza, aquellos pájaros locos descubrían que su libertad acababa donde empezaba la de sus semejantes. Y cuando salían de la ciudad, -que era cuando sus víctimas dejaban de depender de ellos-, valoraban tanto las cosas, amaban tanto la vida y tanto deseaban disfrutar de los dones que la Madre Tierra y el Padre Cielo les daban, que jamás salían de casa sin comprobar si lo que dejaban en el perchero era la cabeza o el sombrero. Y fue tal el triunfo del amor que aquel país llamado Vergüenza acabó volviéndose a llamar Utopía.
        
        Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1997.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

    Para más información, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

martes, 2 de septiembre de 2014

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 27 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Contenido

    La Vitrina: Doce años de esclavitud (memorias llevadas al cine).  
    Mesa camilla: Sigue la llegada masiva de pateras a las costas españolas.
    Cajón de Sastre: Origen de algunas expresiones que seguimos usando felizmente.
    El Álbum de la Lengua: Palabra nueva.
    La Butaca: Noticia muy alegre.
    Carta a… Miguel Pajardo (misionero español víctima del Ébola).
    Cosas de Garipil: Último relato de Letanías. 

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

La Vitrina

Uno de los capítulos más tristes de la historia del hombre es el de la esclavitud. ¡Cuántas vejaciones!, ¡cuánto sufrimiento!, ¡cuántas torturas!, ¡cuánto dolor!, ¡cuántas injusticias!, ¡cuántas barbaridades…! ¡cuánta vergüenza! Seguramente son más los atropellos ocultos que los conocidos. No todas las víctimas pudieron hablar y mucho menos escribir. Es duro repasar estas historias, pero necesario para impedir que se vuelvan a repetir, lo que el hombre hace una vez puede volver a hacerlo y cualquier semejante puede estar en su punto de mira.
    Las memorias de Salomon Northup llevadas al cine recientemente nos han refrescado la memoria. Son muchos los que han visto la película, pero no todos habían leído el libro. No estoy totalmente en contra de que los libros sean llevados al cine, -a veces es la única forma de que se conozcan-, pero sí de que se vea la película sin antes o después leer el libro. Por si compartes mi opinión, te lo sugiero este mes.
    Northup, Solomon - Doce años de esclavitud
    Sipnosis:
    El mejor testimonio sobre la época más sombría de la historia estadounidense son las desgarradoras memorias de Solomon Northup, un afroamericano nacido como hombre libre en Nueva York. Las escribió después de haber pasado doce años esclavizado en varias plantaciones de Luisiana. Corría el año 1841 cuando fue engañado, secuestrado y vendido. Desapareció sin dejar rastro.
    Su relato es sobrecogedor y su punto de vista, inusual, pues Northup conoció de primera mano qué significaba ser un hombre libre y ser víctima de la esclavitud. Su valioso libro ha perdurado por ser una crónica sobre el mal y el lado oscuro del ser humano, pero nos lega asimismo un bello tratado acerca de la amistad y de la superación.

Mesa camilla

La llegada de pateras a tope de inmigrantes a las costas andaluzas sigue siendo uno de los problemas más graves que sufre España en las últimas décadas.
     Es muy normal que no pocos ciudadanos del norte de África  intenten huir de las miserias de sus países de origen.
     Como todos los problemas que crea el hombre, el hombre puede arreglarlo, pero eso será cuando los políticos dejen de ser dioses intocables para ser personas responsables, y de momento no parecen dispuestos a querer cambiar.
    La oleada de saharauis que logró cruzar el Estrecho hace unos días inundó las costas de Cádiz. Nunca hasta entonces habían llegado tantas personas juntas.   El caos fue total. En las dependencias policiales de Tarifa y Algeciras no había sitio para tantas personas; las instalaciones deportivas que se habilitaron para albergarlas se quedaron pequeñas; Cruz Roja se vio incapaz de alimentarlas a todas, y como de costumbre, los vecinos de la zona, tuvieron que correr a echar una mano.
    Ante esta situación, si nos paramos a hacer memoria, surge una pregunta: ¿Dónde está el señor Rajoy?
    Hace unos años, tampoco tantos, cuando estaba en la oposición, también llegaban pateras y se desgañitaba acusando de las desgracias al presidente en activo y, aunque no sugería soluciones, las prometía, y se tomaba la licencia de ridiculizar públicamente a todos los responsables, y ahora, ante esta situación, solo responde con el silencio. ¿Se le habrá olvidado la solución?
    Posiblemente, pero esto, con ser malo, no es lo peor, lo peor  es que también a la oposición se le ha olvidado recordárselo, y entre tantos olvidos, seguiremos engañados.

Cajón de Sastre

ANCHA ES CASTILLA. Obrar con total libertad. En los tiempos de la Reconquista, los desolados campos castellanos eran el sitio perfecto para iniciar un negocio.
    EL BAILE DE SAN VITO. Enfermedad infecciosa convulsiva que afecta a los niños. Se rezaba a este santo, que también sufrió convulsiones, implorando la curación.
    EL CHOCOLATE DEL LORO. Una familia aristocrática que quiso reducir gastos llegó a la conclusión de que sólo se podía ahorrar la ración de chocolate del loro.
    EL PATIO DE MONIPODIO. En Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, el jefe del hampa sevillana recibía allí a los nuevos ladrones.
    ENTRE PINTO Y VALDEMORO. Hace siglos en Madrid se bebía vino de las localidades de Pinto y Valdemoro. La expresión significa estar indeciso (al elegir entre los dos vinos) o borracho (elegir los dos).
    ESTAR A LA LUNA DE VALENCIA. El dicho se aplicaba antiguamente a la gente que tenía que dormir fuera de las murallas de la ciudad por llegar tarde.
    ESTAR EN BABIA. La comarca leonesa de Babia era el lugar al que iban los reyes de León a descansar. Cuando el rey estaba en Babia, no quería saber nada de la corte.
    ¡ESTO ES JAUJA! Es el nombre castellano de un Valle andino conquistado por Pizarro en lo que hoy es Perú, famoso por su clima benigno y la riqueza de su suelo.
    GATO ENCERRADO. Los gatos eran bolsas para guardar el dinero que se llevaban encerradas, es decir, ocultas entre la ropa.
    IRSE DE PICOS PARDOS. Antiguamente la ley obligaba a las prostitutas a vestir un jubón con picos o ribetes de color pardo.
    LA CARABINA DE AMBROSIO. Era un bandolero andaluz del siglo XIX, tan inofensivo que su carabina ni siquiera tenía pólvora.
    LA CUADRATURA DEL CÍRCULO. Famoso problema irresoluble que, sin embargo, generó en el pasado abundante literatura.
    LA SOPA BOBA. La que daban a los pobres en los conventos. Hoy, vivir de la sopa boba es llevar una vida a expensas de otros.
    LLEVAR AL HUERTO. Se dice desde que la Celestina consiguió llevar a Melibea al huerto en que esperaba Calixto.
    LLORA COMO MUJER LO QUE NO HAS SABIDO DEFENDER COMO UN HOMBRE... dijo en 1492 la madre de Boabdil a su hijo, cuando éste lloraba al contemplar por última vez Granada, ya en manos de los Reyes Católicos.
    LOS AMANTES DE TERUEL. Leyenda del siglo XIII que narra el amor imposible entre Juan Diego Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Varios autores, como Tirso de Molina, la recogieron en sus obras. Se suele añadir la coletilla "tonta ella y tonto él".
    MÁS "CORNÁS" DA EL HAMBRE. Respuesta del torero Manuel García, El Espartero, cuando le preguntaban si no temía arriesgarse tanto en la plaza. Murió de una mala corná.
    MÁS FEO QUE PICIO. En el siglo XIX, Picio fue un zapatero granadino condenado a muerte que, de pronto, fue indultado. De la impresión, perdió pelo, cejas y pestañas y se convirtió en paradigma de fealdad.
    MENOS LOBOS. Un andaluz llamado Pinto decía haber visto una manada de l00 lobos. Sin creer el relato, sus amigos le decían "¡Menos lobos, tío Pinto!". El hombre fue rebajando la cifra hasta reconocer que sólo había visto la cola de un animal.
    MOROS EN LA COSTA. Divulgaron el dicho las milicias populares que se dedicaban a frenar los ataques de los piratas berberiscos.
    ¡NARANJAS DE LA CHINA! Se usa para negar lo que otro acaba de afirmar. Viene de la época en que el pueblo no creía que las naranjas procedieran de tan lejano lugar.
    NO SE GANÓ ZAMORA EN UNA HORA. Se ganó en siete meses. Los que estuvo la ciudad asediada por Sancho II, que fue traicionado al final por Bellido Dolfos. La ciudad volvió a manos de la reina Doña Urraca.
    PARÍS BIEN VALE UNA MISA. Se supone que lo dijo el rey francés Enrique IV (1553-1610), en el momento de convertirse al cristianismo para poder ganar el trono.
    PASAR UNA NOCHE TOLEDANA. No poder dormir, según Covarrubias, porque en Toledo, en tiempo de verano, los mosquitos persiguen a los forasteros, que no están prevenidos de remedios como los demás.
    PELAR LA PAVA. Una dueña andaluza mandó a su criada desplumar una pava. Ésta, junto a la reja de una ventana, lo hacía a la vez que hablaba con su novio.
    POR LOS CERROS DE ÚBEDA. Fernando III el santo esperaba a un caballero que iba a ayudarle con sus huestes a tomar, la ciudad jienense. Este, con pocas ganas de guerra, llegó tras la conquista diciendo que se había perdido por los cerros.
    PONER UNA PICA EN FLANDES. Se dice cuando algo resulta muy difícil de lograr. En tiempos de Felipe IV era casi imposible encontrar reclutas que quisieran alistarse en los Tercios de Flandes y que, por tanto, tomaran la "pica" o lanza de los soldados.
    QUEDARSE SIN BLANCA. La blanca era una moneda castellana de plata, acuñada por primera vez en tiempos de Pedro I ( 1334-1369).
    QUIEN FUE A SEVILLA PERDIÓ SU SILLA. En el siglo XVI, el arzobispo de Sevilla cambió su puesto a su sobrino, arzobispo de Santiago, que era incapaz de dominar la ciudad gallega. Cuando quiso volver a su tierra, el sobrino se negó a cederle su puesto.
    ROMA NO PAGA TRAIDORES. En el siglo II a.C., el cónsul Marco Pompilio sobornó a los enviados de Viriato y logró matar al rebelde, pero nunca pagó a los traidores.
    ROMPER UNA LANZA. Se supone que a favor de alguien. Así hacían los caballeros en las justas medievales para defender el honor de otra persona.
    SABER MÁS QUE EL MAESTRO CIRUELO. Célebre preceptor de Felipe II y catedrático de Teología en Alcalá de Henares.
    SALGA EL SOL POR ANTEQUERA. Se usa para mostrar despreocupación por el asunto. En la toma de Granada, en 1491, se decía como equivalente a "salga el sol por donde salga". El sol no sale por Antequera, que está al oeste de Granada.
    ¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA! Grito de guerra español. Se dice que Santiago apóstol dirigió a los cristianos en la batalla contra Abderramán II. Cerrar, en castellano antiguo, era embestir, atacar al enemigo.
    SE ARMÓ LA DE SAN QUINTÍN. En esta batalla (1557), el Ejército español entró en Francia desde Flandes y aniquiló al francés, pero perdió a la vez muchos hombres.
    TODOS A UNA COMO EN FUENTEOVEJUNA. Como relató Lope de Vega, en este pueblo cordobés la gente se unió para matar al Comendador, autor de muchos agravios.
    ¡VIVA LA PEPA! Grito de los liberales aludiendo a la Constitución de 1812, aprobada el 19 de marzo (San José), cuando los franceses prohibieron vitorearla en público.

El Álbum de la Lengua

Si te das una vuelta por mi mercadillo de palabras catetas –al final te pongo su dirección en Internet-, te encontrarás con la expresión hacer el ramo y verás que, al escribir de ella, de forma espontánea, surgió una expresión que me pareció preciosa: hacer el jarrón.
     Pues bien, para que me ayudes a darle vida, te explico es sentido que yo le doy y por qué.
    El jarrón lo hacen las mujeres, al vestir todas igual, con ropa de las mismas firmas comerciales, mal conjuntadas o con ropa impropia del momento, más pendientes de ir a la moda que de ir favorecidas.
     Todo lo contrario a hacer el ramo.
    Nota: No confundir con estar de florero, expresión que empieza a usarse con frecuencia, no solo en la calle, también en los medios de comunicación. 
    De florero están los políticos y las políticas que ocupan cargos que quedan muy bien en los directorios, pero que ni sirven, ni resuelven, cumplen la misión de pretexto para que alguien justifique su gran sueldo.
     Como se puede observar, España está   llena de floreros, por esto marea el olor a crisis: somos muchos a adornar, y pocos a cambiarles el agua.
http://palabrascatetas.blogspot.com/

La Butaca

Pregón 2014

    Vivo en una urbanización, la mejor de todas para mí. Al cumplirse un año de su innauguración, varios vecinos, entre los que se encontraban mis padres, acordaron organizar una cena para celebrar el aniversario. Tan bien se lo pasaron todos que repitieron el festejo al año siguiente y decidieron hacer lo mismo todos los años con el propósito de mantener y fomentar el buen rollo entre todos.  Desde entonces es uno de los días más esperados por todas las familias que formamos la vecindad. Es siempre el primer sábado de agosto, aprovechando que es pleno verano y podemos cenar en la calle. La fiesta empieza con un pregón que cada año da un vecino diferente, siguiendo el turno de casa por casa. Este año le tocaba a mi familia y el trabajo de leerlo me lo trasladaron a mí. Así fue como me convertido en la primera pregonera niña de la urbanización y he aquí el pregón:   
   
    Papá, mamá, hermano, amigos, vecinos... queridos todos. ¡Abrid las puertas!, ¡salid de casa! Como todos los años por estas fechas ha llegado la hora de reunirnos para cenar juntos con el propósito de hacer un nudo más en el lazo de la amistad que nos une por el hecho de ser vecinos, que quiere decir parientes, amigos, compañeros, porque ser vecino es ser un poco de todo.
    Este año me cabe el honor de ser yo la encargada de daros la bienvenida y me siento muy orgullosa de hacerlo.
    Me gustaría recibiros como lo hacen los grandes pregoneros: desgranando la piña de mis recuerdos entre vosotros, pero tengo tan pocos años que todavía no tengo recuerdos, solo tengo sueños, proyectos, ganas de divertirme y muchos pájaros en la cabeza. Tengo el pájaro verde de la salud, el rojo de la alegría, el azul de la buena suerte, el blanco de la paz, el rosa de la ilusión, el amarillo de la prosperidad... que es lo que le pido a la vida para los que me quieren y quiero.
    Por esta razón, en esta noche tan especial para mí, les abro la jaula de mi corazón para que salgan volando, aniden en vuestras casas y en las casas de vuestras familias, de forma que, si alguna vez llegan la tristeza, las dificultades, los problemas y esas impertinencias que tanto gustan de amargarles la vida a los mayores, tengan que marcharse por falta de sitio.
    Brindo, además, para que año tras año, con cenas como la que nos espera, sigamos haciendo nudos al lazo de nuestra amistad para que nada ni nadie pueda deshacerlo.
    Y como veo que el estómago os mete prisa y ya están puestos los manteles, a cenar y ¡buen provecho!

    Desde Salamanca informó para 30 días Sandra. 

Cosas de Garipil

¡Hola! ¿Se acabaron tus vacaciones? ¿Acabas de empezarlas? ¿No las tienes? Estés donde estés yo estoy encantado de saludarte y desearte lo mejor.
    Este mes te acompaño con el último relato de Letanías. Pero antes de empezar su lectura, por si se te han olvidado, te recuerdo todos los títulos:
-Entre la ley y la trampa (premiado)  
-Larobona  
-Las malas lenguas (premiado)  
-Cuando suene la flauta  
 -Los extranjeros 
-Crónica de un timo anunciado  
-Réquiem por un inocente  
-El balón de más aire  
-Huelga de vino y baile  
-La trampa doble  
-Los árboles de las esquinas (premiado)
    ¿Cuál te gustó más? A mí, como a mi autora, este último.

              Los árboles de las esquinas

    Homenaje a los vendedores del Cupón de la ONCE en el sesenta aniversario de la fundación de la Institución
    13-XII-1938 13-XII-1998

    Despierta una ciudad cualquiera de las hijas de Castilla. El día empieza a despegar los ojos como siempre: entre prolongados bostezos, retirando con pereza las sábanas de niebla, con la piel rizada por el relente de las noches estivales, despojándose a tientas del sombrero de luces artificiales... Un hombre que llaman Lucas ha salido a la calle con la misión de todos los días. Arropado un gamberro por el manto de la noche le ha sacado los ojos a la farola del barrio. Lucas, ajeno a su desgracia, la esquiva con destreza. También el destino gamberreó así con él y desde niño tiene ojos para todo menos para ver. Despliega un bastón blanco y como quien cumple un ritual encaja uno a uno los cinco tubos que lo forman. La azada del recuerdo se empeña hoy en desenterrar de su memoria aquel primer día de trabajo como vendedor del Cupón de la ONCE vivido cincuenta años atrás. De repente se estremece
 como sacudido por una antigua ola de frío.
     Sí, fue preciso, imprescindible, vender el abrigo, el único que tenía, el que pasaba nueve meses colgado de sus hombros y sólo tres de una percha, el que tenía una manga más larga que otra por culpa de los tirones de un lazarillo, el que perdió el color vagando a la ventura por caminos inciertos, el que tanta falta le haría, para comprar las herramientas: un bastón, unas monedas para el cambio, un manojo de cupones... y con tan novedoso equipaje se lanzó a torear la vida por los ruedos de la calle.
     Una procesión de cincuenta años desfila hoy a intervalos por la cabeza de Lucas que, a golpe de bastón, con paso vacilante, abrazando una gruesa ristra de cupones, se dirige hasta su esquina, en una calle principal, para venderla por última vez.
     A estas horas las calles del barrio están solitarias y se siente tan libre como en los primeros años caminando por el centro. Por aquella época caminaba así toda la jornada y sin excepcionar calles. Sólo de higos a brevas se atrevía a pasar un coche y, como siempre, a paso de tortuga. Hoy, sin embargo, hasta cuando va por las aceras siente que las paredes de los edificios y los coches aparcados se unen para aplastarlo. ¡Menos mal que a fuerza de andar sin ver huyó la inseguridad de sus pies! Perder el miedo a la calle fue sin duda lo más grande. Conoce las piedras por la forma, las tiendas por el olor, las cafeterías por el ruido... Va inflado de orgullo porque avanza sin más lazarillo que un bastón y en momentos como éste hasta se hace la ilusión de que ve. De pronto suenan unos pasos a sus espaldas. Gira la cabeza hacia atrás. Aminora la marcha intuyendo el primer cliente de la mañana. "¡El gordo para hoy!", grita con todas sus energías, con todas sus fuerzas. Pero los pasos le adelantan y con un ladrido traspone la esquina un perro. Estos gajes lo sacaban antes de sus casillas, al principio; ahora son una simple anécdota para sumar a la larga lista que luego exagera el buen humor en las tertulias
de amigos.
     Ya en la avenida se sube a la acera. Empieza a bailar el sube y baja del bordillo. Cada día añora más las antiguas aceras despejadas, pues, ahora, en las puertas, en los cruces... a derecha y a izquierda se yerguen desafiantes los contenedores de basura. Piensa que son gigantes. Los ve desenvainar las espadas para luchar con él. Sólo al soñar que las calles están limpias se le van las ganas de reducirlos a bastonazos. Atrás queda el barrio y, como de costumbre, sin cortar un cupón; ayer porque sus transeúntes iban sin diez céntimos en el bolsillo, hoy porque van enjaulados en coches. Entra en el centro cuando se apagan las luces. Pequeños racimos de yentes y víníentes se desgajan por las calles: los yentes, hacia sus respectivos trabajos; los vinientes en busca de un descanso. Ni unos ni otros reparan hoy en Lucas que intercambia saludos con otros vendedores que cual árboles perennes van plantándose en las esquinas con la misión de poner en las manos soñadoras las manzanas de la suerte.
     Lucas se queja siempre de lo mal que anda la venta y de lo difícil que es luchar con la desleal competencia, pero hoy le ha dado por unir el tiempo y cantar sus diferencias. Les cuenta que allá por los años cuarenta, otras gentes como éstas, los miraban como a seres de otro planeta, como a pájaros sin alas, como a locos sin futuro, como a pobres diablos, y que hoy las cosas han cambiado, que los han visto crecer a lo largo y a lo ancho, que son ya hermosos árboles erguidos en el paisaje, que ahora los miran con respeto y hasta les dan la mano como a ciudadanos de primera clase. Se va feliz de haber puesto su granito de arena, pero antes les invita a seguir luchando. Les dice que son ellos quienes han de borrar del calendario los finales de mes o quitar a los patronos la vieja manía de pagar a los obreros un sólo sueldo cada treinta días, y les sugiere planas para enmendar, mucho ojo para decidir y márgenes para ampliar. Retrocede unos pasos como si esta mañana no tuviera prisa por empezar las tiras, baja volumen a su voz y suplica a los árboles de las esquinas que no se duerman en sus altas copas por si algún avispado labrador les acecha con el hacha en la mano y buenas ganas de talarlos, que en este huerto de vanidades, que en esta siembra de intereses individuales, cuesta perdonar cosechas ajenas. Se aleja despacio, sin decir ni adiós. Quisiera recitar muchos versos, quisiera contar mil historias, quisiera saber que seguirá floreciendo en todos y cada uno de aquellos brotes, pero… cómo resumir cincuenta años en un día?... ¿cómo marcharse sin irse?...
     Apenas hace unos metros golpea el suelo con el puntero del bastón a modo de reclamo. ¿Para qué demonios llevaba cincuenta años saliendo a la calle de noche si sabía que en Castilla los clientes del cupón no tenían nada de madrugadores? Al doblar la esquina voló su lamento: de vez en cuando surgía un cliente ávido de comprar catorce horas de esperanza, de ilusión, y no era cuestión de dejarlo escapar. Solía deshojar toda la ristra, pero ésta adelgazaba cupón a cupón y a golpe de horas. Durante estos paréntesis sentía que las tiras se le agazapaban a las manos como palomas sin aire para volar y entonces lanzaba su "¡para hoy!" con más fuerza, más aprisa, con más entusiasmo, porque agitaban las cuerdas de su garganta el deseo y la esperanza de espantarlas.
    Por fin la esquina abre los brazos y rodea el cuerpo de Lucas. Árbol y esquina cuentan las ocho campanadas que cada mañana da el reloj de la torre; juntos, como de costumbre, contarán las de la tarde. Ni siquiera cuando sobran cupones, cuando hay que entregar, que devolver, es normal que árbol y esquina se separen antes de ser de noche. Los clientes dejan de hacerse los remolones cuando abre el comercio sus puertas, pero Lucas lleva ya más de una hora vociferando que le queda la última tira. Llega la que rechaza el treinta porque a esa edad enviudó,el que busca el cero porque con él salen las cuentas redondas, quien tiene fe en los capicúas, quien odia el trece, una que jamás pilló ni una terminación, otro que pilló una vez el gordo y tres o cuatro los flacos... Desfila por su esquina la que para comprar un cupón le revuelve todas las tiras y el que sin poner pegas se lleva una serie entera.
    La esquina hoy quiere ser sombra e ir detrás del árbol para hacer juntos la ronda de los bares. Su mano titubea entre los corrillos de personas que se apiñan parlanchinas alrededor de una copa. Por acá y por allá exhibe unos números que brincan despistados en el rectángulo de papel, pero que a las nueve de la noche saldrán en fila india del bombo de la suerte, pues, según Lucas, lleva el gordo para hoy. Unos, se lo arrebatan de las manos; otros le dan la espalda y clavan los ojos en el mostrador mascullando entre dientes que ayer los engañó. A pesar de los cincuenta años Lucas no asume estos desaires, le escuece el alma cuando en los bares desprecian sus cupones por las falsas promesas de las máquinas tragaperras, y se le enciende la cara al sentirse estorbo cuando su mano va y viene sin que nadie descuelgue de su ristra ni el más bonito número de la serie.
    Entre nanas de motores la ciudad duerme la siesta cuando Lucas va a comer. Son tantos los coches, son tan pocas las personas que recontando los números que aún lleva reflexiona sin concluir si el hombre se ha convertido en automóvil o el automóvil en hombre. Tantea los bordillos con el bastón y se adentra en las calles para cruzar por la mitad. Es un truco para evitar los riesgos de los chaflanes. ¡Cuántos peligros han acechado a Lucas callejeando por la ciudad! Las obras son ahora el cáncer que roe sus nervios. Acá y allá le sorprenden zanjas con las bocas abiertas y la amenaza de tragar sus piernas; babélicos andamios alzan sus manazas y lo saludan a bofetadas cuando menos se lo espera; insolentes excavadoras que rugen como leones le hacen envidiar a las aves y anhelar sus alas para volar, pues Lucas, cuando no oye por los ruidos, asegura que no ve. Pero el pan de los suyos se amasa con la sal de su esfuerzo, y al probarlo, disculpa a las papeleras el vicio de vivir a la altura de sus codos, y a los postes la manía de plantarse en medio de las aceras.
    La fatiga, como tantos otros días, pretende hoy que Lucas, entre los brazos de su sillón favorito, sueñe un rato que ya nadie volverá a tropezar, como tropezó él, con necios que les tomen por un cero a la izquierda que no hay que sumar, con inmaduros que les crean un dorremí sin tono que no hay que tener en cuenta, con oportunistas que les juzguen un pretexto de arcilla fácil de moldear en problema para sus fines y principios, porque, ante su remontada atalaya, han aprendido a ser, a estar, a ver... a conjugar el verbo triunfar con el único sujeto que hace a los hombres válidos: el sentido común, y en el único tiempo que tiene presente, pasado y futuro razonable: el que a listos y a torpes, a guapos y a feos, a fuertes y a débiles, a ricos y a pobres... si no les alcanzó, les puede alcanzar. Pero como siempre la ristra tiene prisa y el árbol vuelve a la esquina. Se detiene en un semáforo de los pocos que tienen el buen gusto de decirle "¡pasa!" con voz de cascabeles, y al cruzar, sin detenerse a mirarlo, bambolea el bastón para darle las gracias. Se topa con otro que no quiere hablarle, que prefiere seguir siendo mudo. Persigue a los peatones para cruzar tras ellos y es como si viera con ojos ajenos. Ayer ellos esquivaron una moto que se coló como un rayo; él les perdió la pista y se paró temblando. Hoy, otro semáforo, se ha burlado de él. Creyó que su luz era verde y empezó a cruzar. Un concierto de bocinas le hizo ver una luz roja. Menos mal que una mano cortés lo asió del brazo para devolverlo a la acera... Cruza una avenida sin semáforo. Atisba sonidos con un pie en la calzada y el otro en el bordillo. Vuelan los coches para complacera sus conductores sin ojos y sin faros para ver el deseo de un bastón blanco. Se lanza y al pisar la acera opuesta le parece mentira seguir vivo con aquellos cincuenta años a cuestas...
    De nuevo en la esquina se siente como arropado por ella. Bromea con los clientes fijos, da mil gracias a los que sirviéndose de su ceguera se llevan media tira por unas falsas monedas, charla con los que compran el gordo y con los que pagan posibilidades... Sólo ocho cupones penden ya de su ristra. ¿Y si se los jugara? Los pide un cliente y le da el gordo, a él le tocó durante cincuenta años, durante cinco décadas,. durante medio siglo el premio de venderlos, y poco a poco, con una alegría que duele, con una tristeza que alegra. tantea el hoyo que su bastón ha trabajado en el suelo y desprende sus raíces de la esquina.
    Con los dedos engarabitados de tantos fríos y la frente tostada de tantos soles, mientras deja cada calle por otra más desierta para llegar a casa, hace arqueo: suma trabas, resta injusticias, multiplica soluciones y divide respuestas. El resultado final ha sido positivo. Si hoy tuviera que volver a empezar, vendería el abrigo, compraría un bastón, cogería un manojo de cupones y saldría de nuevo a la calle para hacerse árbol de las esquinas en una ciudad cualquiera de las hijas de Castilla.
    
        Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

    Para más información, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

Carta a...

Su historia puede resumirse en unas líneas. Como tantos religiosos decidió marchar a África en misión humanitaria. Era uno de esos sacerdotes más preocupados por salvar cuerpos que por salvar almas, sin duda porque tenía claro que con el cuerpo a salvo es más difícil perder el alma. Siete años llevaba en el hospital de Monrovia cuidando enfermos y reclamando a las autoridades de Liberia mascarillas, guantes, vendas, medicinas, médicos, agua, luz, comida, o lo que es igual, vida, porque como en todos los países africanos, vivir allí es un milagro.
      Uno de los problemas más graves para la población es el virus del Ébola, enfermedad letal y tan altamente contagiosa que cada brote que surge arrasa con cientos y cientos de vidas, deja niños huérfanos que vagan por las calles, enfermos abandonados por temor al contagio, hombres y mujeres en la más absoluta miseria. En el que actualmente asola al país usted fue el primer español en contraerla. El pasado ocho de agosto fue repatriado a España, pero pese a tantos esfuerzos humanos y económicos, falleció cuatro días más tarde en el hospital Carlos III de Madrid. Lo siento.
    Lo socialmente correcto sería  cerrar estas líneas elogiando su labor, ensalzando sus virtudes, agradeciéndole con unas palabras bien hilvanadas ese amor por sus semejantes que le llevó a entregarles su juventud, su bienestar y por último su vida, pero me parece que las personas de su talla moral no necesitan este tipo de reconocimientos, lo que necesitan es que su voz sea escuchada de una vez por todas y nadie tenga que dar tanto por nadie. Por ello prefiero terminar sumándome a sus deseos.
    No hace falta ser experto en la materia para saber que este tipo de epidemias tienen mucho que ver con la falta de higiene propia de los países castigados por las guerras, las hambrunas y otras miserias evitables. Pero ni usted, ni tantos otros que hacen lo mismo, pueden resolver este problema, bastante hacen con lo que hacen, los que sí pueden y   están obligados a hacerlo son los gobernantes. Por lo tanto, en su nombre, en nombre de todos los religiosos y seglares que en estos días corren su misma suerte, en nombre de todas y cada una de las víctimas y en mi propio nombre, no les pido, les exijo que cambien inmediatamente sus políticas y gasten en arreglar el mundo lo que gastan en desarreglarlo.
    Solo entonces podrá usted descansar en paz y nosotros reconciliarnos con ellos.

domingo, 3 de agosto de 2014

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 26 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Contenido

    La Vitrina:: Se puede leer sin comprar libros, basta con acudir a las bibliotecas públicas. Escoge entre mis sugerencias.  
    Mesa camilla: ¿Qué mueve a los políticos cuando acuden en masa al lugar de una desgracia, el dolor o el interés? Saca tus conclusiones.
    Cajón de Sastre: ¿Creías que la popular expresión ¡che! Era oriunda de Argentina? Pues aquí se explica que nació y sigue viviendo en España.
    El Álbum de la Lengua: Novedades del verbo agredir y otros similares.
    La Butaca: ¿Pueden evitarse los celos infantiles ante la llegada de un hermano? Aquí se demuestra que sí.
    Carta a… don Vicente del Bosque, para felicitarle por seguir al frente de la selección española de fútbol. Perder no es síntoma de incompetencia.
    Cosas de Garipil: La trampa doble es el relato que quiere leer hoy.

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013. 

La Vitrina

Prestar libros es de tontos, devolverlos, de más tontos todavía”, me comentaba en cierta ocasión un buen lector y estuve de acuerdo, los libros son tesoros que no debemos deshacernos de ellos. Posiblemente esta opinión no sea compartida por la mayoría. Suele creerse que el intercambio de libros facilita el acceso a ellos. Es verdad que como todo en la vida tiene un precio y leer cuesta dinero y no todos los lectores disponen del necesario para comprar libros, pero no es menos cierto que hay otro camino alternativo muy eficaz: las bibliotecas públicas. Cualquiera puede hacerse socio de una o varias sin más obligaciones que la de cuidar y devolver los libros. En general disponen de fondos muy importantes y es tan agradable entrar en una biblioteca… Por si te animas a visitar alguna, te sugiero algunos títulos a buscar.
      Grandes almacenes. Autor: Cecil, Roberts.
      El adiós a la reina. Autor: Thomas, Chantal.
      La joven del acantilado. Autora: Riley, Lucinda.
      La cárcel del amor. Autor: Racionero, Luis.
      La ladrona de libros. Autor: Zusak, Markus.
      Las uvas de la ira. Autor: Steinbeck.
      Omito las reseñas por entender que puedes consultarlas en la biblioteca antes de decidir por cuál empiezas. Solo dejar claro que todos valen la pena. Feliz lectura.

Mesa camilla

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Ante cualquier desgracia, ante cualquier catástrofe, hay dos cosas que no faltan nunca: la visita en masa de los políticos de turno y sus esfuerzos porque los psicólogos se ocupen de los afectados y de sus familias. Pero ante sus rostros compungidos, el sentido común siempre se cuestiona lo mismo: ¿Es cierto que se solidarizan con las víctimas, o son gestos fingidos para sacar provecho de la desgracia ajena? Todo indica que en estas reacciones hay más elementos de lo segundo que de lo primero. Veamos.
      El pasado 24 de julio se cumplió un año del accidente del tren Alvia. En él más de ochenta personas perdieron la vida y no pocos de los muchos heridos jamás se recuperarán por completo. Todos los políticos, como de costumbre, acudieron a la ciudad de Santiago para sumarse, según ellos, al dolor de los afectados, de los gallegos y de todos los españoles, y se comprometieron, como de costumbre, a que las causas se aclararan inmediatamente. Pero Óscar, de Guadalajara, por citar un caso, perdió a su hermana Rosa María y a su cuñado, que murió dos meses después a consecuencia de las heridas, y todavía sigue pidiendo firmas para que el Congreso abra una Comisión de Investigación que resuelva las consecuencias del terrible accidente y depure responsabilidades caiga quien caiga. Está claro pues que, como de costumbre, la mayor preocupación de los políticos era la de salir en los periódicos con cara de circunstancias para ganar méritos, algo que además nos costó dinero, porque los gastos de sus viajes, no salen de sus bolsillos, sale de los bolsillos de los ciudadanos, incluso de los de las víctimas y sus familias. 
      Pero lo más indignante en este caso, fueron sus palabras de gratitud al personal sanitario: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, limpiadoras, conductores de ambulancias...No es que no las merecieran, es que en sus labios sonaban a insultos. Es del dominio público el empeño del actual gobierno por acabar con nuestro sistema sanitario. ¿Cómo se puede felicitar por su impecable trabajo a un personal que a la vez se le baja el sueldo y los días de descanso, se le aumentan las horas de trabajo y las tareas, se reducen las plantillas, no se contrata personal suplente por vacaciones, bajas de enfermedad o permisos de maternidad, se privatizan hospitales, se cierran servicios de urgencia en las zonas rurales,  y donde debería haber cinco trabajadores, se pone un jefe para acelerar la caída del sistema?
      La mejor prueba de que son conscientes de estos desatinos es que recortan dinero de todos los servicios menos de los equipos de psicólogos. No me cabe la menor duda de que en este y en todos los casos, estos profesionales, se desviven por ayudar, consolar, orientar, acompañar, aliviar, y no escatimarían esfuerzos por remediar lo que ya no tiene remedio incluso,pero todos saben que el verdadero mensaje de los políticos es que luchen por calmar los ánimos, callar las voces, dormir los sentimientos y atajar los pensamientos que intenten convertirse en palabras para protestar por los hechos, pedir explicaciones o exigir responsabilidades, sobre todo si se percibe la sospecha de que las causas obedecen a la mala gestión de cualquier político. ¿Por qué si no se olvidan de las víctimas en cuanto salen del funeral y se hacen la última foto para la prensa?

Cajón de Sastre

Los orígenes de la habitual expresión ¡Che! 

      Estudios evidencian que la muletilla habría viajado con los inmigrantes desde Europa, pero fue usada por árabes, judíos sefardíes y habitantes de Valencia, España. Otra teoría la atribuye a las comunidades indígenas del norte del país. 
      ¿Hay algo más argentino que la expresión "che"? Muchos afirmarían que no, que de hecho "che" es sinónimo de argentino. Sin embargo, las continuas oleadas
migratorias que recibió el país a finales del siglo XIX y comienzos del XX le dan un origen más complejo.
      "Che", señalan los filólogos, es una expresión mucho más antigua y remota, una muletilla que ha sido esgrimida por árabes, judíos sefardíes y los habitantes de Valencia, en España.
      A Valencia, ubicada en la costa mediterránea, se la conoce como la tierra de los "che". En sus calles es común ver locales que se llaman "che" o instituciones
como el club de fútbol Valencia, conocido como el equipo "che". El club cuenta con un canal de televisión "che" y hasta una revista, "che, che, che"".
      Por allí han pasado jugadores y técnicos argentinos, pero el apelativo no tiene que ver con ellos; su origen es más antiguo. El vocablo se utiliza desde
hace varios siglos, tanto en su versión catalana, xe, como en su versión castiza, "che", para enfatizar algo, expresar enfado o simplemente como muletilla
sin significado: "¿che, que fas?" (¿"che", qué haces?), "che, bon dia" (che buenos días) o "che, qué mala suerte", entre otros ejemplos.
      "Es muy probable que la expresión viajara con los emigrantes que llegaron a Argentina. Entre 1857 y 1935 casi tres millones de españoles arribaron a Buenos
Aires. A ellos hay que sumarle el posterior exilio republicano de la guerra civil. Valencia era la capital de la república y muchos valencianos tuvieron
que marcharse", comenta a BBC Mundo la filóloga e historiadora Inés Celaya.
      Al joven periodista estadounidense Ernest Hemingway fue una de las cosas que más le llamó la atención cuando llegó a Valencia para cubrir el conflicto.
      En su novela "Por quién doblan las campanas", sobre la guerra civil española, uno de sus personajes describe la bulliciosa ciudad: "Las gentes no tienen
modales ni cosa que se les parezca. No entendía lo que hablaban. Todo lo que hacían era gritarse "che" los unos a los otros".

      Una expresión con varios padres

      El "che", no obstante, es un hijo con varios padres. Algunos filólogos italianos reclaman la paternidad y sitúan su nacimiento en Venecia, cuna del cocoliChe,
un dialecto que transmitió muchas palabras al lunfardo, la jerga que nació en los bares bonaerenses.
      El vocablo italiano, que también abarca la región de Lombardía, se escribe ce y tiene los mismos usos que el argentino y el valenciano. De 1814 a 1970 llegaron
a Argentina unos seis millones de emigrantes italianos, siendo la comunidad europea más grande del país.
     (La expresión) che es un vocablo que se transformó en un ícono mundial con Ernesto Che Guevara. Hay gente que piensa en la típica imagen del guerrillero
barbado cuando escucha la palabra che" Inés Celaya, filóloga e historiadora
      "Hay que tener en cuenta que tanto el Reino de Valencia como las Islas Baleares, Cerdeña y buena parte de la actual Italia pertenecieron durante cuatros
siglos a la Corona de Aragón. En Cerdeña, por ejemplo, se conserva la expresión cè, que se pronuncia "che" y que se utiliza para expresar sorpresa", anota
Celaya.
      El origen del "che" se complica cuando se trepa por su árbol genealógico. Antes del Reino de Valencia estuvo el Al-Andalus. Y es que en los siglos de ocupación
árabe era común la expresión shuf, que significa "¡mira!".
      En la Valencia de la época, un activo puerto del Mediterráneo, el shuf era utilizado por árabes y judíos sefardíes que, cinco siglos después de su expulsión
de España, aún conservan la expresión.

      El origen indígena

      Otra vertiente del "che" es su posible origen en las comunidades indígenas del norte de Argentina. En guaraní "che" significa "yo" y también se utiliza
como el posesivo "mí".
      La teoría, no obstante, fue descartada por el filólogo Ángel Rosenblat, autor de libros como "El nombre de la Argentina"(1964) u "Origen e historia del
che argentino" (1962), entre otros aspectos por el escaso contacto entre los porteños con las comunidades indígenas.
      El estudioso respaldaba el origen valenciano. En sus investigaciones encontró un punto de conexión entre el "che" mediterráneo y el rioplatense: el truco,
un popular juego de cartas en Argentina y Uruguay que también se práctica en la comunidad valenciana y las islas baleares. Allí se le conoce como truc (truco) y es prácticamente desconocido en el resto de España. "En cualquier caso el 'che' es una palabra errante, que ha cruzado culturas y océanos. Ya no sólo forma parte de la historia del Mediterráneo sino del cono sur de América", detalla Celaya. "Además, no sólo se asocia a los argentinos -agrega la experta- sino que es un vocablo que se transformó en un ícono mundial con Ernesto 'che' Guevara.
      Hay gente que piensa en la típica imagen del guerrillero barbado cuando escucha la palabra 'che'".

El Álbum de la Lengua

El verbo agredir

      ANTES

      Los verbos agredir, transgredir, abolir, compungir y desabrir se consideraban defectivos: solo tenían las formas en las que aparecía la vocal temática -i-.

      AHORA

      Estos verbos presentan hoy su conjugación completa; es decir, han dejado de ser defectivos, por lo que formas como las siguientes son correctas:
• agredo, agredes, agrede, agreda...
• transgredo, transgredes, transgrede, transgreda...
• abolo, aboles, abole, abola...

La Butaca

Hoy, por razones fáciles de deducir, soy yo quien ocupa la butaca para daros la noticia del mes. Es la siguiente:
     El pasado jueves 10 de julio Estela tuvo un hermanito. Se llama David y es un niño precioso. La novedad en este caso es que Estela no tiene celos, esa enfermedad psicológica que suelen sufrir los niños cuando llega el segundo hijo.       Al contrario. Estela está encantada con su hermano, a todos les dice que ha nacido, lo quiere, lo cuida,      le canta para que se duerma las canciones que le cantaron a ella y le promete enseñarle todo lo que ella ha aprendido en sus cuatro años.
     Tras analizar la actitud de Estela llego a la conclusión de que los celos infantiles que sufren la mayoría de los niños en tales circunstancias tienen su origen en las absurdas preguntas que ante tal acontecimiento solemos hacerles los mayores. Es fácil oír comentarios como estos ejemplos: ¿Quieres a tu hermanito?, ya se te acabaron los mimos, ¿tienes celos de tu hermanito?, con lo que sin saber siquiera qué son los celos, empiezan a padecerlos.     Lo eficaz, en mi opinión, sería estimular sus sentimientos con frases como estas: Que suerte tienes con tener un hermanito,   ya verás lo que jugará contigo en cuanto pueda hacerlo, es tan pequeño que tienes que quererlo, cuidarlo y enseñarle a todo,   con lo que más que perjudicados, se sientan importantes, privilegiados, protagonistas. Y si con Estela ha funcionado, ¿por qué no va a funcionar con los demás niños?Está demostrado que hay preguntas que matan aunque se hagan con buena intención incluso.
       Desde Salamanca informó para 30 días María Jesús.

Carta a...

Señor Del Bosque: Soy la persona más inculta en cuestiones de fútbol de este país. Solo sé que se trata de un deporte que consiste en darle patadas a un balón por las que los que las dan cobran cantidades tan elevadas que al oírlas el sentido común siente vergüenza, que despierta más pasiones que la cultura, la ciencia y otros deportes, que moviliza las masas como nada consigue movilizarlas para acabar con las guerras, el hambre y otros abusos, y que pone a todo un país en pie cuando alguien grita ¡gol! Con más entusiasmo que Colón gritó ¡tierra! Ante la vista de América.
       Quizá por estas extravagancias que tanto me disgustan ni siquiera tengo interés de salir de esta incultura fulbolera que merece un cero como una plaza de toros.
       Para que se haga idea de mi ignorancia, solo he seguido por televisión un partido en mi vida: aquel en el que España fue por primera vez campeona del mundo, y eso porque ni encerrándome entre las cuatro paredes de mi casa pude librarme de los televisores de mis vecinos, de sus gritos, patadas y aplausos de emoción.
       Lo único que aprendí de        aquel acontecimiento fue que usted era el seleccionador de la selección española y que gracias a su buen hacer se alzó con el tan disputado como codiciado título. Por aquellos días usted recibió felicitaciones, aplausos, homenajes, y no le pusieron un altar para que los aficionados le besaran los pies porque usted no se dejó arrastrar por aquella ola de entusiasmo. Me sorprendió su actitud gratamente. Cualquier español en su lugar se hubiera creído el ombligo del mundo y se habría convertido en un héroe nacional; usted, sin embargo, se limitó a agradecer todos los reconocimientos y siguió siendo el mismo que era hasta aquel milagroso gol. Más que un gran seleccionador, supe que era usted un hombre inteligente. Hay que ser muy necio para no saber que en este país los mismos que te suben a la cima de la montaña te echan a rodar por ella.
      A principios de junio supe que volvían a celebrarse los mundiales. Lo descubrí porque los balcones se llenaron de banderas españolas y todos se olvidaron del origen de la crisis y de sus consecuencias. Tuvieron que aclararme que este evento se celebra cada cuatro años y que usted seguía siendo el seleccionador. Me preparé para tener que seguir el segundo partido de mi vida: todos aseguraban que España volvería a ser campeona.
       No me había enterado de que ya habían empezado a jugarse los partidos cuando una mañana me encontré con que algunas banderas lucían crespones negros, otras estaban a media asta y la mayoría habían desaparecido porque España había sido eliminada en el primer partido y la selección tuvo que recoger los bártulos y volver a casa. La culpa de tan grande fracaso era del seleccionador, o sea, de usted. Había elegido a los peores jugadores, todos eran viejos para correr detrás de un balón, seguía utilizando técnicas que todos los adversarios conocían, y o dejaba usted su puesto de seleccionador, o el fútbol español entraría en crisis, que iba a ser más grave que la destrucción sistemática de puestos de trabajo, los recortes en servicios sociales y la subida de impuestos para cuadrar las cuentas que descuadraron los políticos, los banqueros, los constructores y de más corruptos.
      Me preocupé por conocer su reacción ante tales comentarios y supe que se limitó a asumir el fracaso con dignidad y punto. No me sorprendió su reacción. Las personas inteligentes ni se endiosan con los éxitos ni se hunden con los fracasos, saben que perder es más normal que ganar, y que el único mérito es seguir adelante con espíritu de superación.
      Acabo de enterarme de que pese a todos los negativos comentarios usted no ha renunciado a su cargo, es decir, que seguirá al frente de la selección española durante cuatro años más, como se había comprometido. Por esto le escribo hoy, para felicitarle por ello. Solo los que llegan a la cima de la montaña por sus propios medios, pueden impedir que los demás le empujen para salir rodando. Ojalá hubiera muchos españoles así y no solo en el fútbol. Suerte.
ee

Cosas de Garipil

¡Hola! ¿Me acompañas cinco minutos? Los justos para leerte La trampa doble, otro de los relatos de Letanías. Comprendo que en estos espléndidos días de verano prefieras sentarte en una terraza de las que llenan las calles que encerrarte entre las cuatro paredes de mi salita, y para no robarte más tiempo, ni siquiera te sientes, seré breve.
  
      La trampa doble

      Cuando aquella tarde de finales de curso, después de corregir los últimos exámenes de mis alumnos, dejé el Cervantes, mi instituto, y camino de casa, al volante de mi traumático coche de segunda mano, descubrí, entre un variopinto rebaño de yentes, inmóviles y vinientes, a doña Ángeles, mi antigua profesora de alemán, se me paró el corazón. Iba pálida, triste... y tan vacilante como si el cielo se le hubiera encasquetado súbitamente en la cabeza y sus pies, sorprendidos, no pudieran con las alas de tan pesado sombrero. Para mayor freno de mi corazón, a sus espaldas quedaba uno de los complejos hospitalarios. Inquieta por su salud aparqué cómo y dónde pude y corrí tras ella gritando con la misma libertad que por las calles de mi pueblo: "¡Doña Ángeles! ¡Doña Ángeles!..." La gente se apartaba molesta por mis empellones y con la mirada me seguía murmurando que estaba loca. "¡Doña Ángeles! ¡Doña Ángeles!..." ¿Qué demonios me importaba la gente? "Doña Án..." balbuceé recuperando por fin el civismo perdido, ya con las manos sobre sus asustados hombros.
     --Se encuentra mal, ¿verdad? -yo tuteaba a todos los profesores menos a ella, ella hablaba de usted a todos los alumnos menos a mí- ¿Qué le ocurre?
     --Nada, nada nuevo, que estoy cansada, muy cansada. Con este tiempo...
      Sonreí. Yo sabía que el tiempo no tenía tantas culpas como se le imputaban. Mis abuelos fumaban de tres a cuatro cajetillas de tabaco diarias y cuando desesperaban a mis abuelas con sus conciertos de toses y resoplidos le echaban la culpa al tiempo; a mis vecinos del quinto les salió rana el tercer hijo y le echaban la culpa al tiempo; el director del instituto tenía más días malos que buenos y los compañeros le echaban la culpa al tiempo... y hasta yo misma libré muchas veces a mis problemas de los ojos ajenos escondiéndolos majestuosamente entre los pliegues de tan socorrida capa.
     --¿Le importa acompañarme a tomar algo fresco? Con este calor apetece, y por no entrar sola...
     Sonrió. Ella sabía que la soledad era mi mejor compañía. En las clases mi mesa era la más aislada; en las manifestaciones, mi lugar el más discreto; en las fiestas no era fácil encontrarme; a la biblioteca iba siempre sola y a la hora menos concurrida... y cuando la campana de alumnos me atrapaba bajo su mágico círculo, me libraba de los repiques asiéndome con fuerza al badajo y echando a volar hacia las más alejadas regiones de la fantasía.
     Entramos juntas en la cafetería Bonita. No se llamaba así, pero así la llamaba yo porque era de las pocas sin música estridente, con clientes solitarios... desde cuyo ventanal podía observarse la calle sin que la calle pudiera observarte. Optamos por la mesa más alejada de la puerta. Nos sentamos, una frente a otra. Llegó el camarero con sendas horchatas: la de sin hielo para ella, la de con hielo para mí. Leí la factura y la aboné con esa amable importancia que da el poder invitar con tu dinero a alguien que aprecias, que llevas mucho tiempo sin ver, que tantas atenciones le debes... y agitando entre las horas la mano de la charla logré descorrer las cortinas de su corazón.
     Doña Ángeles compartía con Nélida el piso que compró a plazos cuando empezó a trabajar para traerse a sus padres del pueblo. Nélida era su amiga, su mejor amiga. Había entrado en su vida veinte años atrás, muy bien recomendada por la directora del Cervantes.
     --Dice doña Auria que usted necesita una asistenta por horas. A mí me interesa quedarme fija: no tengo padres, mi único hermano ya ha formado su propia familia... y cada día se me hace más cuesta arriba trabajar de casa en casa y vivir en una habitación con derecho a cocina.
     Doña Ángeles puso en la romana de la reflexión las distintas frutas del tiempo: sus clases en el instituto la obligaban a permanecer muchas horas fuera de casa, su salud nunca mereció demasiados aplausos, sus padres estaban tan castigados por la vida que cada año se rendían a sus chantajes más aprisa... y leyó en la barra de los números que, aunque a finales de mes tuviera que apretarse algo más el cinturón, no debía deshacerse de aquellas muletas que le ayudarían a recorrer los distintos senderos del futuro con mayor seguridad.
     --¡Quédese, quédese! El piso no es muy grande que digamos, pero una habitación para cada una, sí que hay. Y si con el tiempo encuentra quien le pague mejor...
     --¡Oh, no! El dinero es lo de menos, lo importante es estar a gusto.
     Y doña Ángeles le entregó confiada un juego de llaves, y ella lo aceptó con infinita gratitud, y a los pocos días la afilada tijera de la mutua simpatía les hizo jirones las amarras del usted y los lazos del tuteo empezaron a estrecharlas con tanta fuerza que parecía que sólo los dedos de la muerte podían deshacer el nudo de aquella amistad.   
     Doña Ángeles fue para Nélida el pararrayos de sus distancias familiares, de sus zozobras económicas, de todas sus soledades. Nélida fue para doña Ángeles la aspirina de todas sus fatigas, de todos sus achaques, el resumen de sus compañías. Y redoblando el tambor de su impecable amistad procesionaron juntas por los mismos círculos, por los mismos ambientes, por los mismos horizontes.
    Pasaron los años, y tras ellos se fueron los padres: los padres de doña Ángeles, los padres de Nélida. Y ella se jubiló por enfermedad, y al jubilarse, siempre tan previsora, decidió atarle las trenzas al futuro.
     --Si de repente me ocurriera algo, nada me molestaría más que dejarte en la calle -le confesó a su amiga, a su amiga del alma-. He pensado poner el piso a nombre de las dos, al tuyo y al mío.
      Y estamparon sus firmas en la escritura sin saber que aquellas firmas serían las manos que le quitarían el nudo al lazo de su amistad.
     La cruz de pesares que tanto le inclinaba el ánimo aquella tarde se la echaron a los hombros el verano anterior. A principios de julio llegó a casa un telegrama a nombre de Nélida. "Ha muerto tu hermano. El entierro es mañana. Abrazos". A Nélida le tembló la voz.
     --¿Qué hago? -le consultó a su amiga, a su amiga del alma-. ¿Qué hago?
      --Irte al pueblo inmediatamente. ¿Qué otra cosa puedes hacer? Irte a enterrarlo, a acompañar a tu cuñada, a tus sobrinos: a todos. Me duele la voz de decirte todas las navidades que los felicites, de decirte que vayas a las comuniones de los chicos y a la boda cuando se casó el mayor, y los oídos de oírte repetir que me feliciten ellos a mí, que me inviten a la fiesta, a la matanza, que no hay que espigar. Por más vueltas que le doy no entiendo cómo una familia puede estar tantos años sin hablarse sin que haya ocurrido nada, porque, a fin de cuentas, ¿qué ha pasado entre vosotros, qué ha pasado?
      --Nada, nada... yo me vine, ellos se quedaron... y ellos por mí y yo por ellos...
      --Pues por eso mismo, por eso mismo tienes que ir. Y pedirles perdón, y reconciliarte con ellos, y hacerles ver que aquí tienen su casa, porque no lo olvides, mi casa es tuya también. ¡Dios mío, qué necios somos! Sabemos que antes o después la muerte se encarga de unirnos para llorar y nos pasamos la vida separándonos para disfrutar.
     --Pero si... ya no los quiero, no los quiero ya.
     --Claro que los quieres. A la familia se la quiere siempre, hasta cuando no se la quiere; además, aunque sólo sea por mí, debes quererlos, mis riñones cada día andan más perezosos. Dice el doctor que al final tendré que depender de una máquina, y si a la máquina le da por darme plantón... ¿quién va a echarte una mano?
     Luchando con el orgullo de humillarse ante su cuñada y la vergüenza de haber ignorado a su hermano durante tantos años, Nélida preparó un neceser de urgencia, de lo justo para unas horas. Doña Ángeles telefoneó mientras para conocer el horario de los coches de línea y a la hora informada la acompañó a la estación.
     --Me llamas para que sepa que has llegado bien.
     --Te llamaré para decirte que ya vuelvo.
     Y se besaron en la mejilla. Era la primera vez que se besaban. Nunca se habían tenido que despedir, siempre habían viajado juntas. Lo que no sabían era que aquel beso era el último también.
     Nélida telefoneó aquella misma noche.
     --¿Y tu hermano? ¿Qué le pasó? ¿De qué ha muerto?
     --De nada, no ha muerto. Todo ha sido una broma, una broma de la gente. Me quedaré unos días para averiguar quién ha sido el sinvergüenza y en cuanto le parta la cara me largo de aquí.
     --¡Pero..!
     Pero era tan miope ante el egoísmo humano que no vio en aquella broma la trampa que alguien le había puesto para que cayeran las dos.
     Nélida hizo el viaje llorando por el dolor de no poder llorar por su hermano. Cuando se apeó del taxi que la llevó a su casa: a la casa de sus padres, a la que habitaba su hermano desde que se casó, esperaba ver las ventanas iluminadas por los cirios, los vecinos entrando y saliendo en silencio... pero sólo vio a Tita, su cuñada, que salió a recibirla con las prisas de quien la estaba esperando.
     --¡Pero Neli, qué sorpresa!
     --¿Y mi hermano, dónde está mi hermano?
     --¿Tu hermano? A trabajar. ¿Dónde va a estar a estas horas?
     --¿A trabajar?
     --¡Claro!
     --¿Y esto, quién me ha mandado esto?
     Tita se adueñó del telegrama y fingió leerlo.
     --¡Santo Dios, qué mala es la gente! Este pueblo es un infierno, y en el infierno sólo hay diablos, y los diablos sólo piensan en deshacer familias... pero en esta ocasión les va a salir el tiro por la culata, sólo han conseguido que vengas, que te veamos... que hagamos las paces, que nos reconciliemos. ¡Pasa, pasa! Ya verás cuántas bocas se van a cerrar.
     Mientras Nélida tranquilizaba a doña Ángeles por teléfono, Tita preparaba una tila para tranquilizarla a ella. Y llegó su hermano, y llegaron sus sobrinos... y le sonrieron con una alegría triste, y la besaron con una frialdad que abrasaba... pero cenaron juntos, y hablaron de todos menos de ellos, y cuando se acostó en su cuarto de niña recordó las palabras de doña Ángeles: "A la familia se la quiere siempre, hasta cuando no se la quiere".
     --Voy a correos -dijo Nélida en cuanto apareció en la cocina a la mañana siguiente-. Tengo que saber quién...
     --Ya he ido yo y no hay nada que hacer -la interrumpió Tita mientras le servía el desayuno-. Lo puso alguien de fuera. No iban a ir en persona. Y como no lo
 firmó... Pero deja el asunto en paz, quien haya sido ya lo pagará, la mejor venganza es que nos vean juntas por el mercado, por los bares, en la iglesia... para que hasta las moscas se enteren que no has venido a matarnos, que has venido a resucitarnos.
     Y se las ingenió para iniciar juntas un rosario de días en el que ella musitaba las oraciones y su cuñada decía amén. Durante la cena del quinto misterio le espetó a su marido:
     --Antes de que se vaya tu hermana deberíamos hablar lo de la casa.
     Lorenzo guardó silencio.
     --¿Qué le pasa a la casa? -preguntó Nélida.
     --Que está en ruinas, que se cae a pedazos, que o la hacemos nueva, o cualquier día nos deja entre cielo y tierra. Y como es de los dos... -respondió Tita.
     --Si tuviera el dinero, yo lo ponía todo, -añadió Lorenzo- pero con lo que tengo no llego ni a la mitad. Lorenzo se casó sin traer un duro a casa, Miguel estudia fuera y Carlos no tardará en irse. Y por más que la ordeño, ya ves, la vaca no da más leche.
     --Y... ¿para qué quiero yo una casa? -preguntó Nélida.
     --Pues para vivir -la hizo reflexionar Tita-. ¿Para qué se quieren las casas? Pronto te jubilarás, y cuando te jubiles, ¿dónde vas a ir mejor que aquí, con nosotros?
     --Jubilada y todo puedo quedarme con Ángeles. El piso es tan suyo como mío, está a nombre de las dos.
     El matrimonio recordó el mensaje de Flores, el cartero. "He visto a Neli en el notario. Iba con ella la jefa, a ponerla en la escritura del piso. Necesitaban un testigo y yo firmé. Por una paisana..."
     --Pues mejor que mejor, le pides tu parte y te haces el nido aquí -se apresuró a aclararle Tita-. Será la única forma de que cojas el trigo sin paja, porque si le da por morirse...
     --Y se morirá aunque no le dé -la interrumpió Lorenzo-, porque si anda así del riñón...
     --Y aparecen a reclamarte los primos, reprimos y requeteprimos, que nunca faltan -prosiguió ella-, te quedas sin collar y sin galgo, que como decimos por aquí: "El que con lo ajeno se viste…"
     --"En la calle lo desnudan" -concluyó Nélida.
      Y en su cuarto de jovencita recordó las palabras de doña Ángeles: "Además, aunque sólo sea por mí, debes quererlos, mis riñones cada día andan más perezosos. Dice el doctor que al final tendré que depender de una máquina, y si a la máquina le da por darme plantón... ¿quién va a echarte una mano?"
     Doña Ángeles llenó la ausencia de Nélida organizando unas vacaciones en Venecia. La recibiría con esa sorpresa. Pero la sorpresa se la mandó ella una mañana de finales de julio en forma de abogado.
     --Nélida le reclama el cincuenta por ciento del piso.
      --¡Pero... si el piso es mío!
     --Y suyo. Figura a nombre de las dos. Puede disponer de su parte.
     --¡Sí, sí... claro, pero eso será cuando yo muera!
     --Y ahora. ¿Quiere que lo arreglemos por las buenas?
      --Ni quiero ni puedo, le repito que el piso es mío y no
dispongo de ese dinero.
     --Pues ella le compra su parte y después lo vende.
      --¿Se está burlando de mí?
     --No, señora, cumplo con mi deber.
     --¡Pues deje su deber en mis manos que yo lo litigaré con ella!
     Pero ella huyó de sus llamadas y de sus visitas, y llegó la denuncia, y tuvo que buscarse un abogado, y se celebró el juicio.
     "Fue a trabajar de asistenta y la convirtió en su criada, en su dama de compañía, en su enfermera... por un  
ridículo sueldo que lleva sin subírselo más de diez años. La secuestró en nombre de la amistad y manipuló su personalidad con tal astucia que rompió todos los vínculos familiares", dijo el abogado, en defensa de Nélida.
     "Necesitaba una empleada por horas y le entregó su casa, su familia, su amistad… lo que no tenía, lo que necesitaba. Y además del sueldo y los seguros sociales, la vistió, la calzó, le costeó los viajes, los caprichos... Y fue tan generosa con ella, y le estaba tan agradecida, y tenía tanta fe en su amistad... que decidió asegurarle el futuro en su propia soga sin sospechar siquiera que al compartirla tiraría de la punta para deshacerle el presente", dijo el abogado, en defensa de doña Ángeles.
     Pero el juez dictó la sentencia con la ley en la mano. Doña Ángeles tenía preferencia, pero si en cuarenta y ocho horas no le pagaba su parte, Nélida podía comprarlo. Y para que no dudara de que lo haría, ya había depositado el dinero en una entidad bancaria.
     Cuando la encontré aquella tarde venía del bufete de su abogado, de que le confirmara lo que ya se temía.
     --¿Y... y qué va a hacer?, -le pregunté a medio tono, mientras el camarero nos echaba apagando luces.
     --De momento esperar a que la policía me saque de mi casa para meterla a ella y después cualquier cosa menos volver a mirar a alguien.
     Recogimos el coche y la acompañé a su casa, a aquella casa que había pagado en veinte años y se la quitarían en dos días. De regreso a la mía recordé mis recreos en el Cervantes. Alumnos y profesores corríamos en tropel a la cafetería. Unos y otros se apresuraban a recoger sus desayunos en la barra y a ocupar las mesas para desayunar en corrillos. Yo solía perderme en el baño y en cuanto alguna de las mesas quedaba libre me sentaba ante los restos de un café y una ensaimada para evitar que el camarero
me preguntara qué iba a tomar, para que nadie se diera cuenta de que entre tantos hijos de papá yo era la única que estudiaba gracias a las becas. Siempre que doña Ángeles estaba en el bar, me sorprendía el empleado con un café y una ensaimada."Tu desayuno ya está pagado". Y pensé que los pequeños detalles sólo podían salir de los corazones grandes, y pensé que la gratitud era la única doctora que podía devolverle la vista a un corazón que estaba a punto de quedarse ciego por un desengaño, por una traición, y a la mañana siguiente, consulté mi cuenta en el banco. Tenía el dinero, el dinero que llevaba tiempo ahorrando para dar la entrada de un piso. Y concluí que había cosas que podían esperar y otras que no. Y dos horas después, mi antecesora en el puesto de profesora de Alemán del Cervantes, recibía en su casa un cestillo de violetas con un cheque firmado que decía: "Devuélvamelo cómo y cuándo pueda". Y cuando me telefoneó llorando comprendí que no cerraría los ojos ante los seres humanos, porque había descubierto que entre la paja también se encontraba el trigo y había que salvarlo. Y sentí que de todos los sobresalientes que me había puesto, aquel diez era el único del que verdaderamente podía sentirme orgullosa.

        Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

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