martes, 2 de septiembre de 2014

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 27 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Contenido

    La Vitrina: Doce años de esclavitud (memorias llevadas al cine).  
    Mesa camilla: Sigue la llegada masiva de pateras a las costas españolas.
    Cajón de Sastre: Origen de algunas expresiones que seguimos usando felizmente.
    El Álbum de la Lengua: Palabra nueva.
    La Butaca: Noticia muy alegre.
    Carta a… Miguel Pajardo (misionero español víctima del Ébola).
    Cosas de Garipil: Último relato de Letanías. 

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

La Vitrina

Uno de los capítulos más tristes de la historia del hombre es el de la esclavitud. ¡Cuántas vejaciones!, ¡cuánto sufrimiento!, ¡cuántas torturas!, ¡cuánto dolor!, ¡cuántas injusticias!, ¡cuántas barbaridades…! ¡cuánta vergüenza! Seguramente son más los atropellos ocultos que los conocidos. No todas las víctimas pudieron hablar y mucho menos escribir. Es duro repasar estas historias, pero necesario para impedir que se vuelvan a repetir, lo que el hombre hace una vez puede volver a hacerlo y cualquier semejante puede estar en su punto de mira.
    Las memorias de Salomon Northup llevadas al cine recientemente nos han refrescado la memoria. Son muchos los que han visto la película, pero no todos habían leído el libro. No estoy totalmente en contra de que los libros sean llevados al cine, -a veces es la única forma de que se conozcan-, pero sí de que se vea la película sin antes o después leer el libro. Por si compartes mi opinión, te lo sugiero este mes.
    Northup, Solomon - Doce años de esclavitud
    Sipnosis:
    El mejor testimonio sobre la época más sombría de la historia estadounidense son las desgarradoras memorias de Solomon Northup, un afroamericano nacido como hombre libre en Nueva York. Las escribió después de haber pasado doce años esclavizado en varias plantaciones de Luisiana. Corría el año 1841 cuando fue engañado, secuestrado y vendido. Desapareció sin dejar rastro.
    Su relato es sobrecogedor y su punto de vista, inusual, pues Northup conoció de primera mano qué significaba ser un hombre libre y ser víctima de la esclavitud. Su valioso libro ha perdurado por ser una crónica sobre el mal y el lado oscuro del ser humano, pero nos lega asimismo un bello tratado acerca de la amistad y de la superación.

Mesa camilla

La llegada de pateras a tope de inmigrantes a las costas andaluzas sigue siendo uno de los problemas más graves que sufre España en las últimas décadas.
     Es muy normal que no pocos ciudadanos del norte de África  intenten huir de las miserias de sus países de origen.
     Como todos los problemas que crea el hombre, el hombre puede arreglarlo, pero eso será cuando los políticos dejen de ser dioses intocables para ser personas responsables, y de momento no parecen dispuestos a querer cambiar.
    La oleada de saharauis que logró cruzar el Estrecho hace unos días inundó las costas de Cádiz. Nunca hasta entonces habían llegado tantas personas juntas.   El caos fue total. En las dependencias policiales de Tarifa y Algeciras no había sitio para tantas personas; las instalaciones deportivas que se habilitaron para albergarlas se quedaron pequeñas; Cruz Roja se vio incapaz de alimentarlas a todas, y como de costumbre, los vecinos de la zona, tuvieron que correr a echar una mano.
    Ante esta situación, si nos paramos a hacer memoria, surge una pregunta: ¿Dónde está el señor Rajoy?
    Hace unos años, tampoco tantos, cuando estaba en la oposición, también llegaban pateras y se desgañitaba acusando de las desgracias al presidente en activo y, aunque no sugería soluciones, las prometía, y se tomaba la licencia de ridiculizar públicamente a todos los responsables, y ahora, ante esta situación, solo responde con el silencio. ¿Se le habrá olvidado la solución?
    Posiblemente, pero esto, con ser malo, no es lo peor, lo peor  es que también a la oposición se le ha olvidado recordárselo, y entre tantos olvidos, seguiremos engañados.

Cajón de Sastre

ANCHA ES CASTILLA. Obrar con total libertad. En los tiempos de la Reconquista, los desolados campos castellanos eran el sitio perfecto para iniciar un negocio.
    EL BAILE DE SAN VITO. Enfermedad infecciosa convulsiva que afecta a los niños. Se rezaba a este santo, que también sufrió convulsiones, implorando la curación.
    EL CHOCOLATE DEL LORO. Una familia aristocrática que quiso reducir gastos llegó a la conclusión de que sólo se podía ahorrar la ración de chocolate del loro.
    EL PATIO DE MONIPODIO. En Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, el jefe del hampa sevillana recibía allí a los nuevos ladrones.
    ENTRE PINTO Y VALDEMORO. Hace siglos en Madrid se bebía vino de las localidades de Pinto y Valdemoro. La expresión significa estar indeciso (al elegir entre los dos vinos) o borracho (elegir los dos).
    ESTAR A LA LUNA DE VALENCIA. El dicho se aplicaba antiguamente a la gente que tenía que dormir fuera de las murallas de la ciudad por llegar tarde.
    ESTAR EN BABIA. La comarca leonesa de Babia era el lugar al que iban los reyes de León a descansar. Cuando el rey estaba en Babia, no quería saber nada de la corte.
    ¡ESTO ES JAUJA! Es el nombre castellano de un Valle andino conquistado por Pizarro en lo que hoy es Perú, famoso por su clima benigno y la riqueza de su suelo.
    GATO ENCERRADO. Los gatos eran bolsas para guardar el dinero que se llevaban encerradas, es decir, ocultas entre la ropa.
    IRSE DE PICOS PARDOS. Antiguamente la ley obligaba a las prostitutas a vestir un jubón con picos o ribetes de color pardo.
    LA CARABINA DE AMBROSIO. Era un bandolero andaluz del siglo XIX, tan inofensivo que su carabina ni siquiera tenía pólvora.
    LA CUADRATURA DEL CÍRCULO. Famoso problema irresoluble que, sin embargo, generó en el pasado abundante literatura.
    LA SOPA BOBA. La que daban a los pobres en los conventos. Hoy, vivir de la sopa boba es llevar una vida a expensas de otros.
    LLEVAR AL HUERTO. Se dice desde que la Celestina consiguió llevar a Melibea al huerto en que esperaba Calixto.
    LLORA COMO MUJER LO QUE NO HAS SABIDO DEFENDER COMO UN HOMBRE... dijo en 1492 la madre de Boabdil a su hijo, cuando éste lloraba al contemplar por última vez Granada, ya en manos de los Reyes Católicos.
    LOS AMANTES DE TERUEL. Leyenda del siglo XIII que narra el amor imposible entre Juan Diego Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Varios autores, como Tirso de Molina, la recogieron en sus obras. Se suele añadir la coletilla "tonta ella y tonto él".
    MÁS "CORNÁS" DA EL HAMBRE. Respuesta del torero Manuel García, El Espartero, cuando le preguntaban si no temía arriesgarse tanto en la plaza. Murió de una mala corná.
    MÁS FEO QUE PICIO. En el siglo XIX, Picio fue un zapatero granadino condenado a muerte que, de pronto, fue indultado. De la impresión, perdió pelo, cejas y pestañas y se convirtió en paradigma de fealdad.
    MENOS LOBOS. Un andaluz llamado Pinto decía haber visto una manada de l00 lobos. Sin creer el relato, sus amigos le decían "¡Menos lobos, tío Pinto!". El hombre fue rebajando la cifra hasta reconocer que sólo había visto la cola de un animal.
    MOROS EN LA COSTA. Divulgaron el dicho las milicias populares que se dedicaban a frenar los ataques de los piratas berberiscos.
    ¡NARANJAS DE LA CHINA! Se usa para negar lo que otro acaba de afirmar. Viene de la época en que el pueblo no creía que las naranjas procedieran de tan lejano lugar.
    NO SE GANÓ ZAMORA EN UNA HORA. Se ganó en siete meses. Los que estuvo la ciudad asediada por Sancho II, que fue traicionado al final por Bellido Dolfos. La ciudad volvió a manos de la reina Doña Urraca.
    PARÍS BIEN VALE UNA MISA. Se supone que lo dijo el rey francés Enrique IV (1553-1610), en el momento de convertirse al cristianismo para poder ganar el trono.
    PASAR UNA NOCHE TOLEDANA. No poder dormir, según Covarrubias, porque en Toledo, en tiempo de verano, los mosquitos persiguen a los forasteros, que no están prevenidos de remedios como los demás.
    PELAR LA PAVA. Una dueña andaluza mandó a su criada desplumar una pava. Ésta, junto a la reja de una ventana, lo hacía a la vez que hablaba con su novio.
    POR LOS CERROS DE ÚBEDA. Fernando III el santo esperaba a un caballero que iba a ayudarle con sus huestes a tomar, la ciudad jienense. Este, con pocas ganas de guerra, llegó tras la conquista diciendo que se había perdido por los cerros.
    PONER UNA PICA EN FLANDES. Se dice cuando algo resulta muy difícil de lograr. En tiempos de Felipe IV era casi imposible encontrar reclutas que quisieran alistarse en los Tercios de Flandes y que, por tanto, tomaran la "pica" o lanza de los soldados.
    QUEDARSE SIN BLANCA. La blanca era una moneda castellana de plata, acuñada por primera vez en tiempos de Pedro I ( 1334-1369).
    QUIEN FUE A SEVILLA PERDIÓ SU SILLA. En el siglo XVI, el arzobispo de Sevilla cambió su puesto a su sobrino, arzobispo de Santiago, que era incapaz de dominar la ciudad gallega. Cuando quiso volver a su tierra, el sobrino se negó a cederle su puesto.
    ROMA NO PAGA TRAIDORES. En el siglo II a.C., el cónsul Marco Pompilio sobornó a los enviados de Viriato y logró matar al rebelde, pero nunca pagó a los traidores.
    ROMPER UNA LANZA. Se supone que a favor de alguien. Así hacían los caballeros en las justas medievales para defender el honor de otra persona.
    SABER MÁS QUE EL MAESTRO CIRUELO. Célebre preceptor de Felipe II y catedrático de Teología en Alcalá de Henares.
    SALGA EL SOL POR ANTEQUERA. Se usa para mostrar despreocupación por el asunto. En la toma de Granada, en 1491, se decía como equivalente a "salga el sol por donde salga". El sol no sale por Antequera, que está al oeste de Granada.
    ¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA! Grito de guerra español. Se dice que Santiago apóstol dirigió a los cristianos en la batalla contra Abderramán II. Cerrar, en castellano antiguo, era embestir, atacar al enemigo.
    SE ARMÓ LA DE SAN QUINTÍN. En esta batalla (1557), el Ejército español entró en Francia desde Flandes y aniquiló al francés, pero perdió a la vez muchos hombres.
    TODOS A UNA COMO EN FUENTEOVEJUNA. Como relató Lope de Vega, en este pueblo cordobés la gente se unió para matar al Comendador, autor de muchos agravios.
    ¡VIVA LA PEPA! Grito de los liberales aludiendo a la Constitución de 1812, aprobada el 19 de marzo (San José), cuando los franceses prohibieron vitorearla en público.

El Álbum de la Lengua

Si te das una vuelta por mi mercadillo de palabras catetas –al final te pongo su dirección en Internet-, te encontrarás con la expresión hacer el ramo y verás que, al escribir de ella, de forma espontánea, surgió una expresión que me pareció preciosa: hacer el jarrón.
     Pues bien, para que me ayudes a darle vida, te explico es sentido que yo le doy y por qué.
    El jarrón lo hacen las mujeres, al vestir todas igual, con ropa de las mismas firmas comerciales, mal conjuntadas o con ropa impropia del momento, más pendientes de ir a la moda que de ir favorecidas.
     Todo lo contrario a hacer el ramo.
    Nota: No confundir con estar de florero, expresión que empieza a usarse con frecuencia, no solo en la calle, también en los medios de comunicación. 
    De florero están los políticos y las políticas que ocupan cargos que quedan muy bien en los directorios, pero que ni sirven, ni resuelven, cumplen la misión de pretexto para que alguien justifique su gran sueldo.
     Como se puede observar, España está   llena de floreros, por esto marea el olor a crisis: somos muchos a adornar, y pocos a cambiarles el agua.
http://palabrascatetas.blogspot.com/

La Butaca

Pregón 2014

    Vivo en una urbanización, la mejor de todas para mí. Al cumplirse un año de su innauguración, varios vecinos, entre los que se encontraban mis padres, acordaron organizar una cena para celebrar el aniversario. Tan bien se lo pasaron todos que repitieron el festejo al año siguiente y decidieron hacer lo mismo todos los años con el propósito de mantener y fomentar el buen rollo entre todos.  Desde entonces es uno de los días más esperados por todas las familias que formamos la vecindad. Es siempre el primer sábado de agosto, aprovechando que es pleno verano y podemos cenar en la calle. La fiesta empieza con un pregón que cada año da un vecino diferente, siguiendo el turno de casa por casa. Este año le tocaba a mi familia y el trabajo de leerlo me lo trasladaron a mí. Así fue como me convertido en la primera pregonera niña de la urbanización y he aquí el pregón:   
   
    Papá, mamá, hermano, amigos, vecinos... queridos todos. ¡Abrid las puertas!, ¡salid de casa! Como todos los años por estas fechas ha llegado la hora de reunirnos para cenar juntos con el propósito de hacer un nudo más en el lazo de la amistad que nos une por el hecho de ser vecinos, que quiere decir parientes, amigos, compañeros, porque ser vecino es ser un poco de todo.
    Este año me cabe el honor de ser yo la encargada de daros la bienvenida y me siento muy orgullosa de hacerlo.
    Me gustaría recibiros como lo hacen los grandes pregoneros: desgranando la piña de mis recuerdos entre vosotros, pero tengo tan pocos años que todavía no tengo recuerdos, solo tengo sueños, proyectos, ganas de divertirme y muchos pájaros en la cabeza. Tengo el pájaro verde de la salud, el rojo de la alegría, el azul de la buena suerte, el blanco de la paz, el rosa de la ilusión, el amarillo de la prosperidad... que es lo que le pido a la vida para los que me quieren y quiero.
    Por esta razón, en esta noche tan especial para mí, les abro la jaula de mi corazón para que salgan volando, aniden en vuestras casas y en las casas de vuestras familias, de forma que, si alguna vez llegan la tristeza, las dificultades, los problemas y esas impertinencias que tanto gustan de amargarles la vida a los mayores, tengan que marcharse por falta de sitio.
    Brindo, además, para que año tras año, con cenas como la que nos espera, sigamos haciendo nudos al lazo de nuestra amistad para que nada ni nadie pueda deshacerlo.
    Y como veo que el estómago os mete prisa y ya están puestos los manteles, a cenar y ¡buen provecho!

    Desde Salamanca informó para 30 días Sandra. 

Cosas de Garipil

¡Hola! ¿Se acabaron tus vacaciones? ¿Acabas de empezarlas? ¿No las tienes? Estés donde estés yo estoy encantado de saludarte y desearte lo mejor.
    Este mes te acompaño con el último relato de Letanías. Pero antes de empezar su lectura, por si se te han olvidado, te recuerdo todos los títulos:
-Entre la ley y la trampa (premiado)  
-Larobona  
-Las malas lenguas (premiado)  
-Cuando suene la flauta  
 -Los extranjeros 
-Crónica de un timo anunciado  
-Réquiem por un inocente  
-El balón de más aire  
-Huelga de vino y baile  
-La trampa doble  
-Los árboles de las esquinas (premiado)
    ¿Cuál te gustó más? A mí, como a mi autora, este último.

              Los árboles de las esquinas

    Homenaje a los vendedores del Cupón de la ONCE en el sesenta aniversario de la fundación de la Institución
    13-XII-1938 13-XII-1998

    Despierta una ciudad cualquiera de las hijas de Castilla. El día empieza a despegar los ojos como siempre: entre prolongados bostezos, retirando con pereza las sábanas de niebla, con la piel rizada por el relente de las noches estivales, despojándose a tientas del sombrero de luces artificiales... Un hombre que llaman Lucas ha salido a la calle con la misión de todos los días. Arropado un gamberro por el manto de la noche le ha sacado los ojos a la farola del barrio. Lucas, ajeno a su desgracia, la esquiva con destreza. También el destino gamberreó así con él y desde niño tiene ojos para todo menos para ver. Despliega un bastón blanco y como quien cumple un ritual encaja uno a uno los cinco tubos que lo forman. La azada del recuerdo se empeña hoy en desenterrar de su memoria aquel primer día de trabajo como vendedor del Cupón de la ONCE vivido cincuenta años atrás. De repente se estremece
 como sacudido por una antigua ola de frío.
     Sí, fue preciso, imprescindible, vender el abrigo, el único que tenía, el que pasaba nueve meses colgado de sus hombros y sólo tres de una percha, el que tenía una manga más larga que otra por culpa de los tirones de un lazarillo, el que perdió el color vagando a la ventura por caminos inciertos, el que tanta falta le haría, para comprar las herramientas: un bastón, unas monedas para el cambio, un manojo de cupones... y con tan novedoso equipaje se lanzó a torear la vida por los ruedos de la calle.
     Una procesión de cincuenta años desfila hoy a intervalos por la cabeza de Lucas que, a golpe de bastón, con paso vacilante, abrazando una gruesa ristra de cupones, se dirige hasta su esquina, en una calle principal, para venderla por última vez.
     A estas horas las calles del barrio están solitarias y se siente tan libre como en los primeros años caminando por el centro. Por aquella época caminaba así toda la jornada y sin excepcionar calles. Sólo de higos a brevas se atrevía a pasar un coche y, como siempre, a paso de tortuga. Hoy, sin embargo, hasta cuando va por las aceras siente que las paredes de los edificios y los coches aparcados se unen para aplastarlo. ¡Menos mal que a fuerza de andar sin ver huyó la inseguridad de sus pies! Perder el miedo a la calle fue sin duda lo más grande. Conoce las piedras por la forma, las tiendas por el olor, las cafeterías por el ruido... Va inflado de orgullo porque avanza sin más lazarillo que un bastón y en momentos como éste hasta se hace la ilusión de que ve. De pronto suenan unos pasos a sus espaldas. Gira la cabeza hacia atrás. Aminora la marcha intuyendo el primer cliente de la mañana. "¡El gordo para hoy!", grita con todas sus energías, con todas sus fuerzas. Pero los pasos le adelantan y con un ladrido traspone la esquina un perro. Estos gajes lo sacaban antes de sus casillas, al principio; ahora son una simple anécdota para sumar a la larga lista que luego exagera el buen humor en las tertulias
de amigos.
     Ya en la avenida se sube a la acera. Empieza a bailar el sube y baja del bordillo. Cada día añora más las antiguas aceras despejadas, pues, ahora, en las puertas, en los cruces... a derecha y a izquierda se yerguen desafiantes los contenedores de basura. Piensa que son gigantes. Los ve desenvainar las espadas para luchar con él. Sólo al soñar que las calles están limpias se le van las ganas de reducirlos a bastonazos. Atrás queda el barrio y, como de costumbre, sin cortar un cupón; ayer porque sus transeúntes iban sin diez céntimos en el bolsillo, hoy porque van enjaulados en coches. Entra en el centro cuando se apagan las luces. Pequeños racimos de yentes y víníentes se desgajan por las calles: los yentes, hacia sus respectivos trabajos; los vinientes en busca de un descanso. Ni unos ni otros reparan hoy en Lucas que intercambia saludos con otros vendedores que cual árboles perennes van plantándose en las esquinas con la misión de poner en las manos soñadoras las manzanas de la suerte.
     Lucas se queja siempre de lo mal que anda la venta y de lo difícil que es luchar con la desleal competencia, pero hoy le ha dado por unir el tiempo y cantar sus diferencias. Les cuenta que allá por los años cuarenta, otras gentes como éstas, los miraban como a seres de otro planeta, como a pájaros sin alas, como a locos sin futuro, como a pobres diablos, y que hoy las cosas han cambiado, que los han visto crecer a lo largo y a lo ancho, que son ya hermosos árboles erguidos en el paisaje, que ahora los miran con respeto y hasta les dan la mano como a ciudadanos de primera clase. Se va feliz de haber puesto su granito de arena, pero antes les invita a seguir luchando. Les dice que son ellos quienes han de borrar del calendario los finales de mes o quitar a los patronos la vieja manía de pagar a los obreros un sólo sueldo cada treinta días, y les sugiere planas para enmendar, mucho ojo para decidir y márgenes para ampliar. Retrocede unos pasos como si esta mañana no tuviera prisa por empezar las tiras, baja volumen a su voz y suplica a los árboles de las esquinas que no se duerman en sus altas copas por si algún avispado labrador les acecha con el hacha en la mano y buenas ganas de talarlos, que en este huerto de vanidades, que en esta siembra de intereses individuales, cuesta perdonar cosechas ajenas. Se aleja despacio, sin decir ni adiós. Quisiera recitar muchos versos, quisiera contar mil historias, quisiera saber que seguirá floreciendo en todos y cada uno de aquellos brotes, pero… cómo resumir cincuenta años en un día?... ¿cómo marcharse sin irse?...
     Apenas hace unos metros golpea el suelo con el puntero del bastón a modo de reclamo. ¿Para qué demonios llevaba cincuenta años saliendo a la calle de noche si sabía que en Castilla los clientes del cupón no tenían nada de madrugadores? Al doblar la esquina voló su lamento: de vez en cuando surgía un cliente ávido de comprar catorce horas de esperanza, de ilusión, y no era cuestión de dejarlo escapar. Solía deshojar toda la ristra, pero ésta adelgazaba cupón a cupón y a golpe de horas. Durante estos paréntesis sentía que las tiras se le agazapaban a las manos como palomas sin aire para volar y entonces lanzaba su "¡para hoy!" con más fuerza, más aprisa, con más entusiasmo, porque agitaban las cuerdas de su garganta el deseo y la esperanza de espantarlas.
    Por fin la esquina abre los brazos y rodea el cuerpo de Lucas. Árbol y esquina cuentan las ocho campanadas que cada mañana da el reloj de la torre; juntos, como de costumbre, contarán las de la tarde. Ni siquiera cuando sobran cupones, cuando hay que entregar, que devolver, es normal que árbol y esquina se separen antes de ser de noche. Los clientes dejan de hacerse los remolones cuando abre el comercio sus puertas, pero Lucas lleva ya más de una hora vociferando que le queda la última tira. Llega la que rechaza el treinta porque a esa edad enviudó,el que busca el cero porque con él salen las cuentas redondas, quien tiene fe en los capicúas, quien odia el trece, una que jamás pilló ni una terminación, otro que pilló una vez el gordo y tres o cuatro los flacos... Desfila por su esquina la que para comprar un cupón le revuelve todas las tiras y el que sin poner pegas se lleva una serie entera.
    La esquina hoy quiere ser sombra e ir detrás del árbol para hacer juntos la ronda de los bares. Su mano titubea entre los corrillos de personas que se apiñan parlanchinas alrededor de una copa. Por acá y por allá exhibe unos números que brincan despistados en el rectángulo de papel, pero que a las nueve de la noche saldrán en fila india del bombo de la suerte, pues, según Lucas, lleva el gordo para hoy. Unos, se lo arrebatan de las manos; otros le dan la espalda y clavan los ojos en el mostrador mascullando entre dientes que ayer los engañó. A pesar de los cincuenta años Lucas no asume estos desaires, le escuece el alma cuando en los bares desprecian sus cupones por las falsas promesas de las máquinas tragaperras, y se le enciende la cara al sentirse estorbo cuando su mano va y viene sin que nadie descuelgue de su ristra ni el más bonito número de la serie.
    Entre nanas de motores la ciudad duerme la siesta cuando Lucas va a comer. Son tantos los coches, son tan pocas las personas que recontando los números que aún lleva reflexiona sin concluir si el hombre se ha convertido en automóvil o el automóvil en hombre. Tantea los bordillos con el bastón y se adentra en las calles para cruzar por la mitad. Es un truco para evitar los riesgos de los chaflanes. ¡Cuántos peligros han acechado a Lucas callejeando por la ciudad! Las obras son ahora el cáncer que roe sus nervios. Acá y allá le sorprenden zanjas con las bocas abiertas y la amenaza de tragar sus piernas; babélicos andamios alzan sus manazas y lo saludan a bofetadas cuando menos se lo espera; insolentes excavadoras que rugen como leones le hacen envidiar a las aves y anhelar sus alas para volar, pues Lucas, cuando no oye por los ruidos, asegura que no ve. Pero el pan de los suyos se amasa con la sal de su esfuerzo, y al probarlo, disculpa a las papeleras el vicio de vivir a la altura de sus codos, y a los postes la manía de plantarse en medio de las aceras.
    La fatiga, como tantos otros días, pretende hoy que Lucas, entre los brazos de su sillón favorito, sueñe un rato que ya nadie volverá a tropezar, como tropezó él, con necios que les tomen por un cero a la izquierda que no hay que sumar, con inmaduros que les crean un dorremí sin tono que no hay que tener en cuenta, con oportunistas que les juzguen un pretexto de arcilla fácil de moldear en problema para sus fines y principios, porque, ante su remontada atalaya, han aprendido a ser, a estar, a ver... a conjugar el verbo triunfar con el único sujeto que hace a los hombres válidos: el sentido común, y en el único tiempo que tiene presente, pasado y futuro razonable: el que a listos y a torpes, a guapos y a feos, a fuertes y a débiles, a ricos y a pobres... si no les alcanzó, les puede alcanzar. Pero como siempre la ristra tiene prisa y el árbol vuelve a la esquina. Se detiene en un semáforo de los pocos que tienen el buen gusto de decirle "¡pasa!" con voz de cascabeles, y al cruzar, sin detenerse a mirarlo, bambolea el bastón para darle las gracias. Se topa con otro que no quiere hablarle, que prefiere seguir siendo mudo. Persigue a los peatones para cruzar tras ellos y es como si viera con ojos ajenos. Ayer ellos esquivaron una moto que se coló como un rayo; él les perdió la pista y se paró temblando. Hoy, otro semáforo, se ha burlado de él. Creyó que su luz era verde y empezó a cruzar. Un concierto de bocinas le hizo ver una luz roja. Menos mal que una mano cortés lo asió del brazo para devolverlo a la acera... Cruza una avenida sin semáforo. Atisba sonidos con un pie en la calzada y el otro en el bordillo. Vuelan los coches para complacera sus conductores sin ojos y sin faros para ver el deseo de un bastón blanco. Se lanza y al pisar la acera opuesta le parece mentira seguir vivo con aquellos cincuenta años a cuestas...
    De nuevo en la esquina se siente como arropado por ella. Bromea con los clientes fijos, da mil gracias a los que sirviéndose de su ceguera se llevan media tira por unas falsas monedas, charla con los que compran el gordo y con los que pagan posibilidades... Sólo ocho cupones penden ya de su ristra. ¿Y si se los jugara? Los pide un cliente y le da el gordo, a él le tocó durante cincuenta años, durante cinco décadas,. durante medio siglo el premio de venderlos, y poco a poco, con una alegría que duele, con una tristeza que alegra. tantea el hoyo que su bastón ha trabajado en el suelo y desprende sus raíces de la esquina.
    Con los dedos engarabitados de tantos fríos y la frente tostada de tantos soles, mientras deja cada calle por otra más desierta para llegar a casa, hace arqueo: suma trabas, resta injusticias, multiplica soluciones y divide respuestas. El resultado final ha sido positivo. Si hoy tuviera que volver a empezar, vendería el abrigo, compraría un bastón, cogería un manojo de cupones y saldría de nuevo a la calle para hacerse árbol de las esquinas en una ciudad cualquiera de las hijas de Castilla.
    
        Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

    Para más información, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

Carta a...

Su historia puede resumirse en unas líneas. Como tantos religiosos decidió marchar a África en misión humanitaria. Era uno de esos sacerdotes más preocupados por salvar cuerpos que por salvar almas, sin duda porque tenía claro que con el cuerpo a salvo es más difícil perder el alma. Siete años llevaba en el hospital de Monrovia cuidando enfermos y reclamando a las autoridades de Liberia mascarillas, guantes, vendas, medicinas, médicos, agua, luz, comida, o lo que es igual, vida, porque como en todos los países africanos, vivir allí es un milagro.
      Uno de los problemas más graves para la población es el virus del Ébola, enfermedad letal y tan altamente contagiosa que cada brote que surge arrasa con cientos y cientos de vidas, deja niños huérfanos que vagan por las calles, enfermos abandonados por temor al contagio, hombres y mujeres en la más absoluta miseria. En el que actualmente asola al país usted fue el primer español en contraerla. El pasado ocho de agosto fue repatriado a España, pero pese a tantos esfuerzos humanos y económicos, falleció cuatro días más tarde en el hospital Carlos III de Madrid. Lo siento.
    Lo socialmente correcto sería  cerrar estas líneas elogiando su labor, ensalzando sus virtudes, agradeciéndole con unas palabras bien hilvanadas ese amor por sus semejantes que le llevó a entregarles su juventud, su bienestar y por último su vida, pero me parece que las personas de su talla moral no necesitan este tipo de reconocimientos, lo que necesitan es que su voz sea escuchada de una vez por todas y nadie tenga que dar tanto por nadie. Por ello prefiero terminar sumándome a sus deseos.
    No hace falta ser experto en la materia para saber que este tipo de epidemias tienen mucho que ver con la falta de higiene propia de los países castigados por las guerras, las hambrunas y otras miserias evitables. Pero ni usted, ni tantos otros que hacen lo mismo, pueden resolver este problema, bastante hacen con lo que hacen, los que sí pueden y   están obligados a hacerlo son los gobernantes. Por lo tanto, en su nombre, en nombre de todos los religiosos y seglares que en estos días corren su misma suerte, en nombre de todas y cada una de las víctimas y en mi propio nombre, no les pido, les exijo que cambien inmediatamente sus políticas y gasten en arreglar el mundo lo que gastan en desarreglarlo.
    Solo entonces podrá usted descansar en paz y nosotros reconciliarnos con ellos.