¡Malditos sean los que hacen las
guerras y los que no las impiden!
Cuando hace unas semanas me fui
de España a catorce horas de avión pensé, ¡qué ingenua!, que al regreso algunos
de los problemas que tanto nos preocupaban habrían empezado a resolverse, pero
al llegar a Madrid hace unos días y activar los datos del móvil descubrí
horrorizada que no solamente no han mejorado las cosas, es que han empeorado, y
de forma, desgraciadamente, muy grave.
Asuntos domésticos
En casa seguimos como era de
esperar: con un gobierno en funciones y sin saber si la “película” acabará en
elecciones o en apaños que permitan la investidura del último candidato propuesto por el rey. Esto no es lo
peor de todo. Pensándolo bien hasta puede que hasta sea más favorable tener un
gobierno interino que fijo. Hoy por hoy no es fácil confiar en ninguno de los
aspirantes a la Moncloa, y el tiempo que invierten en pelearse entre ellos,
tendrán que restárselo al que necesitan para complicarnos la vida, porque
cambiar, lo que se dice cambiar para bien, no se vislumbra que quiera ninguno.
La guerra que iba a ser breve no
se le ve el fin
En Ucrania siguen cayendo bombas
a diestro y siniestro, las bombas siguen matando inocentes, los que pudieron
huir siguen sin poder regresar, los heridos jamás volverán a ser lo que eran,
parece que los soldados que no cumplen órdenes están siendo ejecutados, mejor
no pensar en las torturas, violaciones y otras atrocidades que como en todas
las guerras se estarán cometiendo aunque no se conozcan hasta después, las
familias no podrán enterrar a sus muertos, siguen cayendo edificios y los
niños… miedo da pensar en esos niños que en el mejor de los casos se
convertirán en apátridas para siempre. A pesar de lo terrible que es el día a
día para todos los ucranianos, su presidente, junto a los 27 líderes europeos,
otros jefes de Estado y un sinfín de altos cargos, se ha venido a Granada donde
ha sido recibido con todos los honores, bien protegido y agasajado, entre otros
lujos, con una cena de gala en la Alhambra. Ni más ni menos. El evento que los
ha reunido ha sido la Tercera Cumbre de la Comunidad Política Europea. El
protagonista, según la prensa de aquellos días, fue Zelenski, que aprovechó
para pedir ayuda, apoyos, medios para que Putin no se salga con la suya, y
Sánchez, como anfitrión, se la ha prometido. Todos se manifestaron en contra de
la invasión de Rusia y no están dispuestos a permitir estas agresiones, que
llaman ellos a lo que son y deberían llamar auténticas salvajadas. No sé si es
la indignación que no me permite entenderlo, pero para mí, estas pomposas
cumbres, no son más que un pretexto para divertirse unos días y hacernos ver
que les preocupamos. Si estuviera equivocada las guerras ya habrían
desaparecido del mapa hace tiempo o las litigarían entre ellos, que para
eso les pagamos, y no es así.
Nueva tragedia
A la guerra de Ucrania y a otras guerras que
asolan el mundo hay que sumarle el conflicto, es decir, la matanza y las
atrocidades que están sufriendo los palestinos. Da miedo encender el televisor,
abrir los periódicos o conectar la radio. Falta valor para escribir cifras de
muertos y atrocidades: las imágenes hablan por sí solas. Ante estos horrores
que a todos nos tienen consternados surgen las preguntas de siempre: ¿Qué coño
pinta la ONU en todo esto? ¿Dónde están los Derechos Humanos? ¿Qué demonios
tiene que ocurrir para que la Corte Penal Internacional de La Haya haga
justicia? Hay leyes internacionales que prohíben atacar a la población civil, a
los hospitales, a los cooperantes… pero es evidente que o no las han leído o no
las entienden, y no pasa nada, absolutamente nada. ¡Malditos sean los que hacen
las guerras y los que no las impiden!
30-X-2023
María Jesús