domingo, 30 de junio de 2013

Cajón de Sastre

Es muy poco conocido que el jabón Heno de Pravia, pese a su asturianísimo nombre, es un producto inventado por un vasco que bien debería figurar en la lista de innovadores originarios de esta tierra. Su autor se llama Salvador Echeandia Gal, nació en Irún en 1867 y, con 31 años, puso en marcha en Madrid la empresa "Perfumería Gal". Su objetivo era fabricar, en una planta situada cerca de donde ahora está la sede del PSOE, en la calle Ferraz, jabones, polvos de arroz, elixires y petróleo Gal. La química la tenía dominada, ya que su hermano Eusebio la había estudiado en Berlín. Así que su secreto consistió en el marketing: iba a aquellos sitios donde había muchos hombres y soltaba octavillas de sus productos. Además, Echeandia viajaba continuamente para analizar costumbres y examinar escaparates en busca de nuevas ideas. Una de estas travesías le pilló en la localidad asturiana de Pravia. Allí quedó cautivado por un aroma muy especial que atribuyó al heno recién cortado, así que nada más llegar a Madrid, puso a su hermano Eusebio a investigar cómo convertirlo en un producto comercializable. Así, en 1905, nacía el Heno de Pravia, un jabón que un siglo después todavía se vende como tal, en forma de gel, colonia, champú o la clásica jaboneta. Y además, es un producto internacional, puesto que Echeandia desde el primer momento planteó su negocio como internacional, con la apertura de una delegación en París en 1903, otra en Londres 25 años después y otras tantas en varios países americanos. Por si fuera poco, la compañía contaba con envoltorios revolucionarios para su época. Y es que Perfumería Gal tenía un director artístico, que había sido elegido en un concurso de cartelería convocado por la empresa y cuya función era realizar anuncios (generalmente, en forma de carteles) y "embellecer" los productos con envases y etiquetas de diseño. Otro de sus logros en este campo fue una campaña de promoción de la limpieza bucal entre los escolares nada más y nada menos que en 1931. Su carácter innovador también se plasmó en la gestión de los recursos humanos. Desde el primer momento trató de que sus empleados se sintieran contentos en su trabajo, puesto que, según él, "así rendían más". Y para ello aplicó medidas revolucionarias para aquellos tiempos, como la jornada de ocho horas, vacaciones pagadas, bajas por enfermedad o jubilaciones con la mitad del sueldo. La fábrica de Madrid también tenía una guardería y un médico para empleados y familiares. Sus productos fueron un auténtico éxito. Hasta el punto de que en 1925 se convirtió en el proveedor oficial de la familia real. Y la fábrica creció, como lo prueban las fotos de aquellos años. Curiosamente, sus primeros empleados procedían de Irún. Y es que su relación con la ciudad que le vio nacer continuó de diversas maneras: pasaba allí sus vacaciones, donó un campo de fútbol al Real Unión (el Stadium Gal) y creó varias empresas, entre las que destaca Porcelanas del Bidasoa, que aún subsiste. Por cierto, Perfumería Gal es desde 2001 propiedad de la firma catalana Puig. Y por hacer honor a todo el mundo hay que añadir que Echenagusia contó con un socio financiero, el también irunés Lesmes Sáinz de Vicuña Arrascaeta. Su nieto, Juan Manuel Sáinz de Vicuña Soriano sería posteriormente el máximo responsable de Perfumerías Gal, aunque la cronología empresarial le conocerá más por otra de sus actividades: la fabricación en España de las primeras Coca-Colas. Sus descendientes son hoy accionistas de las principales embotelladoras de esta bebida, incluida la vasca.

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