sábado, 1 de agosto de 2015

Mesa camilla

Hace unos días, Bosnia, ¡qué hermoso país y qué ciudadanos tan valiosos!, conmemoró con lágrimas, velas encendidas y mucha rabia contenida el vigésimo aniversario de la matanza de Srebenica. no pocos gobernantes, entre ellos el Primer Ministro serbio, se sumaron, de un modo u otro, a los actos organizados y manifestaron sus deseos de un futuro en paz para los bosnios y para todos los ciudadanos del mundo. No hace tanto, para recordar a las víctimas de los campos de concentración nazis, hicieron lo mismo, y no hay homenajes para esto, en los que no aparezcan en primera plana; todos quieren suscribir con su presencia firmas en libros de honor o mensajes muy expresivos que están en contra de las guerras y que lamentan tanta injusticia. Pero lo cierto es que en el mundo sigue habiendo muchos países en guerra, cientos y cientos de ciudadanos que por ellas tienen que huir de sus respectivos países, pasar hambre, frío, miedo, matar y morir, y el dinero que deberían gastar en fomentar la paz, lo invierten en prepararse para la guerra. Ante estas actitudes tan opuestas, solo cabe una pregunta: ¿A qué juegan con nosotros? Está claro que a despistarnos.
     Si los gobernantes defendieran la paz de verdad, ni harían las guerras, ni permitirían que las hicieran otros. Para acabar con este macabro “solucionador de problemas políticos” empezarían por unir a los ciudadanos, no por separarlos, seguirían con estar a su servicio, no inventando fórmulas para conseguir esclavos, y terminarían con ocuparse  de que los niños, en las escuelas, estudiaran las guerras con rigor, sin falsear barbaridades oficiales, ni de unos ni de otros, irresponsabilidades, venganzas, intereses, ambiciones personales, abusos de poder      y otras maldades con las que tratan de justificar lo injustificable. Sin estos conocimientos, gracias a la ignorancia, seguirán encontrando ciudadanos dispuestos a defender sus causas por medallas, por ideales, por fanatismos y otras razones propias de la ambición antihumana cuyas consecuencias no se curan con homenajes de los gobernantes. A las víctimas de todas las guerras, solo deben pedirles perdón, un perdón que jamás les concederán pues nadie como ellas saben que lo normal es vivir por nuestros países, no morir. Y es hora de que ni aparezcan en estos homenajes. ¡Basta ya de hipocresías!

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