domingo, 30 de agosto de 2015

La Vitrina

 La Cueva de Salamanca

     Introducción

     Cuentan las crónicas que esta cueva era el lugar de encuentro con el mismísimo diablo, pues en ella, el maligno, tenía cátedra en Salamanca. Fue y sigue siendo el lugar más misterioso de la ciudad. Se dice que en este oscuro rincón las brujas de Salamanca hacían sus pócimas para sanar almas y cuerpos. La Celestina debía entrar y salir de ella como Pedro por su casa, aunque eso sí, con mucha precaución porque era un lugar prohibido. Según se recoge en libros antiguos, no pocas personas fueron perseguidas por la Inquisición por sospechas de acudir a ella, y las que eran sorprendidas por el Santo Oficio en su interior, eran detenidas por adorar a Satanás y ajusticiadas públicamente.

     Ubicación

     La Cueva de Salamanca se encuentra situada en la hoy llamada Cuesta de Carvajal, en el barrio antiguo de la ciudad, detrás de las catedrales salmantinas. Se halla en la cripta de la ya inexistente iglesia de San Cebrián o San Cipriano, curiosamente patrón de las artes mágicas, brujas y hechiceras. La entrada a la cueva estaba  tras la sacristía de la iglesia y dicen que desde allí puede accederse a un laberinto de túneles y pasajes que recorre todo el subsuelo de la ciudad.

     Origen

     La Cueva de Salamanca surgió hacia principios del siglo XIV como contrapunto a las enseñanzas que se realizaban en la Universidad. Era el lugar donde podía aprenderse lo que ninguna escuela enseñaba: las ciencias marginadas. Hasta para esto puede aplicarse aquello de “para aprender, a Salamanca”. Y como todo lo que se practica en la clandestinidad, hubo que disfrazarlo y surgió la leyenda que se relata a continuación. 

    Leyenda    

    Cuenta la leyenda que la cueva poseía una escalera que descendía directamente al mismísimo infierno y que en este lugar, Satanás, bajo la apariencia de un sacristán impartía enseñanzas de artes oscuras repartido en las siguientes asignaturas: arte mágica, astrología, judiciaria, geomancia, hidromancia, piromancia, aeromancia, quiromancia y  nigromancia. Una condición inquebrantable que tenían que jurar los iniciados era no revelar nada de lo que aprendían. Este hermetismo contribuyó a fomentar aún más la leyenda.
     Se formaban grupos de siete estudiantes para un aprendizaje que duraba siete años; las clases no eran gratis ya que cada año se sorteaba el pagador de la matrícula de todo el grupo.
     Fue a comienzos del siglo XV cuando, entre los estudiantes de aquellos años, se encontraba el ilustre Marqués de Villena (Enrique de Aragón) que, cuando le tocó acoquinar, al no poder hacer frente al pago, fue encerrado en la cueva como castigo. El Marqués, transcurrido un tiempo, idea la forma de escapar de aquella cueva: Para intentar burlar la vigilancia del diablo, se oculta en el interior de una tinaja tapado con numerosos objetos, dejándolos como estaban para no levantar sospechas. Además coloca sobre un atril un poderoso libro de conjuros, tal vez el mismísimo Libro de San Cipriano y espera. 
     El Sacristán, al comprobar que el marqués ha desaparecido y ver el libro, piensa que lo ha usado para escapar utilizando la magia aprendida. Sale en su búsqueda dejando la puerta abierta, ocasión que el marqués aprovecha para salir de la tinaja y subir las escaleras que llevan a la iglesia. Temiendo que el astuto sacristán no ande lejos, se esconde tras las cortinas que cubren un altarcillo. El perseguidor regresa y cierra las puertas del templo pero ya es tarde. Enrique pasa toda la noche en su escondrijo.      A la mañana siguiente, al abrirse las puertas de la iglesia, Enrique se introduce entre la gente para intentar escapar saliendo por la puerta. El sacristán lo ve y no llega a alcanzarlo, pero su mano sí toca la sombra del marqués que queda huérfana sobre el suelo de la capilla, de esta forma el marqués pierde su sombra y, tal vez su alma. 
     Se rumoreó después que una de las artes que aprendió fue la de la inmortalidad, y por ello, se paseaba por la ciudad, ya sin su sombra. 

     Otros datos de interés

     Ante los rumores que corrían por la ciudad y la imposibilidad de acabar con aquellas prácticas, hacia el año 1500, la propia reina Isabel la Católica ordenó tapiar el acceso a la cueva con piedras y argamasa y se tapió. En 1580 se abandonó por ruina la iglesia de San Cebrián y cuatro más tarde se desmanteló y sus piedras se aprovecharon para la construcción de la Catedral Nueva.  
 
    Con el paso de los años la cueva fue usada como carbonería, panadería y por último depósito de basuras. A mediados del siglo XX fue restaurada, y a inicios de los 90, se excavó concienzudamente la zona para recuperar todos los restos. En 1993 fue abierta al público, y aunque puede visitarse de día, lo mejor es visitarla de noche. 

     Las leyendas relativas a la cueva, no tomaron cuerpo hasta que 200 años después, en el siglo XVII fue protagonista  de comedias de magia y narraciones fantásticas de escritores de la época como Ruiz de Alarcón, Rojas, Quevedo, Zorrilla o Torres Villarroel, Feijoo o Espronceda. También Miguel de Cervantes dio un tratamiento burlesco a la leyenda en su entremés titulado “La Cueva de Salamanca”. Los escritores  extranjeros como Jerónimo Munzer, Walter Scott o Hatzenbuch, difundieron la idea de la cueva; así la ciudad adquirió fama de ciudad mágica también por Europa. Su fama fue tan relevante que incluso atravesó el mar. Los conquistadores de América  llevaron hasta allí esta leyenda, de esta forma, hoy en día, el nombre de "salamancas" sirve para definir, en América y Filipinas, las cuevas donde se reúnen en sus aquelarres, las brujas con Satanás, contribuyendo aún más a que la gente de aquellos lugares vean Salamanca como una ciudad encantada, esotérica y misteriosa.

     Enrique de Villena fue un gran erudito  que realizó obras literarias y traducciones aunque sólo se conserva una parte de su obra; el resto fue quemado poco después de su muerte, que se produjo en diciembre de 1434, arruinado y socialmente desprestigiado, a la edad de 50 años. De la parte conservada de su obra destacan sus traducciones de “la Divina Comedia” de Dante y la “Eneida” de Virgilio.

     Uno de los libros que se utilizaba en esta Universidad de las Ciencias Ocultas, fue el libro de San Cipriano, considerado precursor de la historia de magos.
      San Cipriano nació en el siglo III en Antioquía (África), entre Siria e Arabia, de padres dueños de inmensas riquezas, le gustaba leer mucho, por lo que era muy culto. Por sus cualidades y su gran cultura se enriqueció a través de sus viajes (Egipto, Cartago, Grecia, La India). Con todo lo aprendido se hizo un gran conocedor de las artes mágicas de la época. Mas tarde se convirtió al cristianismo y abandonó la práctica de la magia, pero antes recogió y escribió en un libro todos sus conocimientos mágicos.
     Durante la persecución de Diocleciano, fue capturado junto con Santa Justina y llevados a Damasco, donde los torturaron para renegar de su fé en Dios. Como su fe no disminuyó, Diocleciano los mandó decapitar el 26 de septiembre del año 304 y sus restos fueron repartidos entre Roma (iglesia de San Juan de Letrán), Toulouse, y la catedral de León. La fama de San Cipriano como mago creció y pasó a la memoria popular. 
San Cipriano o San Cebriám, es considerado patrón de la magia blanca, de las brujas y hechiceros, porque para su actividad caritativa recurría a la magia a los conjuros y oraciones invocando a Dios. 
      
     El Manuscrito de Piedra

     Para transportarnos a la Salamanca oculta y subterránea, hay una novela histórica muy recomendable: “El Manuscrito de Piedra”, de Luis García Jambrina, ambientada en 1497 con una intrigante trama en la que se investiga el asesinato de un dominico catedrático de Teología. Nos da a conocer, desde dentro, la situación política religiosa y social que se vive en aquella época, envuelta en importantes acontecimientos históricos como el reciente descubrimiento de América, la muerte del príncipe Juan o la nefasta Inquisición presidida por Diego de Deza.
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