domingo, 30 de agosto de 2015

Carta a...

La Muerte, querida Lina, no indulta de su guadaña ni a los buenos ni a los grandes, y hace unos días, aunque tampoco tenías tantos años como para no poder con ellos, decidió llamarte a filas. ¡Qué lástima!
    Tres generaciones de españoles han visto tus películas una y mil veces, se han reído contigo, han intentado imitar tus gestos, tus guiños, tus muecas, te han seguido en el cine, en el teatro, en la televisión y te han querido de verdad, sobre todo, te han querido.
    De Lina Morgan nunca se ha hablado en este país con la frivolidad que se habla de las artistas que ocupan las páginas de las revistas del corazón para hablar de sus bienaventurados amores, de sus fracasos sentimentales, de sus penas y alegrías familiares y de sus líos económicos, no de sus trabajos en el mundo del espectáculo; de Lina Morgan se habló siempre con cariño, con simpatía, con respeto, que es lo que supo ganarse a pulso.
    Lina Morgan vino al mundo con tres problemas que solo le anunciaban un futuro nefasto: nació en plena guerra civil, en el seno de una familia humilde y físicamente no muy agraciada. ¿Quién podía esperar que aquella niña llegaría a ser una de las actrices más valoradas y la mejor de las cómicas españolas? Nadie, pero lo fue, gracias, sin duda, a dos cosas: las cualidades que Dios le dio y su pasión por el trabajo; esto último es lo que la convirtió en una de las pocas excepciones de la regla general.
    Por esto, querida Lina, estas líneas no son para decirte adiós, seguirás con nosotros a través de tus películas, son para darte las gracias, gracias por tantas y tantas veces como nos hiciste reír, gracias por tu sincera gratitud al público, gracias por ser un ejemplo para todos, gracias, en fin, porque la fama y el dinero de Lina Morgan no consiguió acabar con la ternura y la sencillez de Ángeles López Segovia.
    Sobra desearte que descanses en paz: las personas que han sabido ganarse con su esfuerzo lo que han conseguido en la vida, no pueden descansar de otro modo, y tú eres de las estrellas que te sobran méritos para seguir brillando en el cielo como brillaste en la tierra.

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