sábado, 1 de agosto de 2015

Cosas de Garipil

 ¡Hola! Acabo de oír en las noticias nacionales que un accidente de tráfico en la provincia de Zamora se ha cobrado hace dos horas tres vidas y ha dejado dos heridos. Prudencia, por favor, mucha prudencia, termina o empieza tus vacaciones felizmente y colabora para que de igual forma puedan hacerlo tus semejantes. Aunque soy un semáforo, ya sabes que tengo corazón, por eso me duele que un viaje acabe en el cementerio o en el hospital. Para que termine donde debe terminar, lo mejor es un descanso para tomar un café, dar un paseo o parar el coche y entrar en mi salita a través de tu móvil para que yo te lea un cuento como este que forma parte del libro “El rosario de los cuentos”.
  
 El mar de lágrimas

     Eran aquellos padres las personas más ricas e influyentes de toda la villa. Tenían una casa tan grande y lujosa como el palacio del rey, muchas vasijas repletas de onzas de oro y un hijo sanísimo, dulce y hermoso cual príncipe al que no quitaban capricho alguno. "Sus deseos -decían todas las mañanas a los criados- son órdenes que debéis cumplir al instante". Y tanto los más rebeldes como los más sumisos, por temor a las represalias, hacían lo fácil y lo difícil, lo lógico y lo absurdo, lo grato y lo menos grato para complacerlo, para darle gusto, para no contrariarlo.
     "Quiero un barco de vela para remar mañana en el lago del jardín", decía el niño, y los criados, aunque los Reyes Magos acabaran de llegar a Oriente, les escribían para que aquella misma noche, con ganas o sin ellas, regresaran a ponérselo en la chimenea.
     "Quiero estrenar el domingo una camisola de seda con chorreras de encaje", decía el niño, y los criados, aunque fuera sábado por la tarde, conseguían los sastres, las sedas y los encajes necesarios para que se la hicieran en un par de horas.
     "Quiero cenar pato silvestre con salsa de tomillo y romero", decía el niño, y los criados, cayeran del cielo lenguas de fuego o chuzos de punta, cogían la escopeta y salían zumbando al monte para cazar el pato mientras las cocineras, asfixiadas o arrecidas, cortaban el tomillo y el romero y preparaban la salsa.
     "No quiero dormir, quiero bailar", decía el niño, y los criados, aunque mediara la noche y nadie quedara despierto, iban a buscar al mejor de los tamborileros para que al son de la gaita, del tambor y de sus palmas bailara y bailara hasta que se le pararan los pies y los ojos se le cerraran de sueño.
     Si pedía un caballo, el más bello de la feria le daban; si pedía un anillo de oro, con brillantes lo recibía; si pedía rosas para perfumar y adornar su cuarto, aunque fuera pleno invierno, rosas frescas tenía. Y mientras que los criados le tomaban manía,sus padres crecían de orgullo.
     Pasaban los años y a medida que el niño se hacia mayor más y más caprichos tenía. Una tarde, cuando dormía la siesta, soñó que el río estaba lleno de peces de colores. "Quiero ir a pescarlos", dijo al despertar, y dos de los criados prepararon las redes y las cañas y se fueron con él.
     Ya en el río los criados vigilaban sus movimientos para impedir que se cayera al agua. Él, de cuclillas entre los esbeltos ramos de juncos, esperaba impaciente que un tropel de peces amarillos, rojos, verdes... picara el anzuelo. De repente se fijó en la luna que vestida con una túnica de plata se bañaba majestuosamente en las azules aguas.
     -¡Oh, qué maravilla! ¡Traédmela! -ordenó a los criados tirando la caña- Quiero tenerla en el lago del jardín para mí solo.
     -¡Imposible -dijeron los criados armándose de paciencia-, eso es imposible! La luna es de los labradores que riegan los campos de trigo con el frescor de la noche, de los arrieros que empiezan el camino al caer la tarde, de los pastores que
 
esperan el nuevo día en una cueva, de todos los ojos, de todos los hombres, y aunque la ves delante de tus narices, está lejos, muy lejos, tan lejos que es inalcanzable.
     -¡Mentira, eso es mentira! -gritó el niño tirándose de los pelos como si en vez de ser de la suya fueran de otra cabeza- Está ahí, ahí mismo. ¡Traédmela!
     Para que entrara en razones, los criados se tiraron al agua, intentaron cogerla con las manos, la llamaron a voces... pero la luna siguió sorda, muda e intocable. Y cuando de madrugada desapareció por completo, no tuvieron más remedio que llevarse el niño a casa a la fuerza y con la cabeza a calvas.
     Cuando los padres vieron al hijo en aquel estado y conocieron por su boca lo sucedido se pusieron de mil uñas.
     -La luna que pida, la luna tenéis que darle -dijeron a los criados-. Y para que escarmienten todos, quedáis despedidos.
     Los criados tuvieron que huir de la villa con sus familias pues nadie que salía despedido de aquella casa encontraba casa en la que ganarse el pan. Y como el niño no dejaba de llorar por la luna, los mejores orfebres del país le hicieron una de plata.
     Otra tarde soñó que en la falda de la montaña había un trébol de cuatro hojas que daba muy buena suerte a quien lograra separarle el tallo de la raíz. "Quiero ir a cortarlo", dijo al despertar, y dos de los criados se calzaron las botas de escalar y se fueron con él.
     Mientras los criados localizaban el trébol, el niño se prendó del sol.
      -¡Oh, qué maravilla! ¡Traédmelo! -ordenó sin más- Quiero que brille sobre el lago del jardín para mí solo.
     -¡Imposible -dijeron los criados frunciendo el ceño-, eso es imposible! El sol es de las hormigas que hacen su acopio para el invierno, de las hortensias que se visten de flores para enamorar, de las mieses que maduran para el hombre, de todos los seres vivos. Y aunque notes que te quema la piel, está lejos, inmensamente lejos, tan lejos que nadie puede alcanzarlo.
     -¡Mentira, eso es mentira! -gritó el niño dándose coscorrones, mordiscos y patadas- Está allí, ahí mismo. ¡Traédmelo!
     Para que se convenciera de la evidencia, los criados se subieron a la cima de la montaña, se auparon con los pies de punta, estirando los brazos con las manos en abanico... pero el sol, en lugar de acercarse a sus dedos, se alejó. Y en cuanto desapareció tras el horizonte, no tuvieron más remedio que llevarse el niño a casa a la fuerza y con el cuerpo lleno de chichones, dentelladas y cardenales.
     Cuando los padres vieron al hijo de aquella manera y conocieron por su boca los hechos, pusieron el grito en el cielo.
     -El sol que pida, el sol tenéis que darle -dijeron a los criados. Y para escarmentar a los demás, los despidieron también.
     Los criados corrieron la misma suerte que sus compañeros. Y como el niño no dejaba de llorar por el sol, los mejores joyeros del país le hicieron uno de oro.
     Mientras que los criados despedidos sufrían lo indecible por sobrevivir, el niño caprichoso era inmensamente feliz con sus tesoros. En cuanto amanecía se sentaba
 
 a la orilla del lago y se pasaba horas y horas tomando aquel sol que pendía de los arcos de jazmines mientras contemplaba aquella luna que flotaba en las cristalinas aguas, pero un día, al observar que su tez se tomaba cada vez más blanca, cayó en la cuenta de que ni el sol se ponía por las tardes ni la luna se ocultaba por las mañanas, de que el satélite y la estrella brillaban al unísono, de que ni en invierno ni en verano cambiaban de color, de tamaño, de sitio... y empezó a patalear. "Este sol y esta luna son de mentira, yo quiero el sol y la luna de verdad. ¡Traédmelos! ¡Traédmelos!" Y aunque los criados lo colmaron de golosinas, de juguetes y mimos, no se movió de allí.
    Para que se calmara, sus padres llamaron a uno de los criados.
    -Ve al río esta noche y coge la luna, al amanecer sube a la montaña y coge el
sol, y mañana, antes del mediodía, ponlos a los pies del niño.
    -Imposible, señores -replicó tímidamente el criado-, eso es pedirle brasas
al candil.
     -¿Imposible? -Preguntaron los padres indignados- Para complacer al niño no hay nada imposible. Si tienes que hacer una escalera para llegar al cielo, te revistes de agilidad y la haces; si tienes que darte de sí los brazos, te revistes de resignación y te los das; si tienes que quemarte las manos, te las quemas, te las abrasas, pero por dos cosas tan vulgares, nuestro hijo no puede sufrir.
     El criado partió a caballo y no volvió ni con el sol ni con la luna. Al tercer día mandaron a otro, al cuarto, a otro, al quinto, a otro, al sexto, a otro... y como ninguno volvió, se quedaron sin criados. Desesperados ya echaron un bando por todo el país ofreciendo todo el oro de sus vasijas al primero que pusiera el sol y la luna a los pies de su hijo, pero los pícaros dijeron que ni intentarlo, las hadas, que ni pensarlo, los sabios, que ni se podía ni se debía, pues, sin el sol y sin la luna en su sitio, las plantas, los animales y el hombre morirían. Y como el niño no dejaba de suspirar a la orilla del lago, ellos mismos se echaron al campo. "¡Luuunaaa!, ¡luuunaaa!, ¡luuunaaa!, gritaba la madre desde una de las márgenes del río. "¡Soooool!, ¡soooool!, ¡soooool!, gritaba el padre desde lo más alto de la montaña. Pero era invierno y ni el Sol ni la luna dieron la cara.
     Cuando el niño vio llegar a sus padres con las manos vacías rompió a llorar con todas sus fuerzas, sin consuelo, desesperadamente, y ellos, vencidos por el dolor, por la desesperación y por la impotencia, rompieron a llorar con él. Y tanto y tanto lloraron los tres que el lago empezó a crecer, y tanto y tanto creció que se desbordó, y al desbordarse inundó el jardín, la casa, los alrededores... y como nadie pudo amainar su llanto con el sol y con la luna, la villa se convirtió en un mar de lágrimas.
     Y contaban los criados que acudieron para recoger las onzas de oro que flotaban en la superficie que en las noches de luna y en los días de sol de lo más profundo de las saladas entrañas, surgían tristes y tiernas dos voces que a coro les decían: "Si queréis a vuestros hijos, dadles amor, no caprichos".

            Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

    Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.
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