domingo, 2 de marzo de 2014

Carta a...

 
Su anunciada reforma de la actual Ley del Aborto ha desatado las críticas de la clase médica, del Poder Judicial, del resto de partidos políticos, de la mayoría de las mujeres y de no pocas organizaciones de los países comunitarios. Pese al revuelo que ha formado no hilvano estas líneas para expresarle mi opinión al respecto, las hilvano para formularle una pregunta para la que por más que lo intento no encuentro respuesta. Uno de los supuestos que usted pretende eliminar de un plumazo es el de las malformaciones graves en el feto, hablamos de malformaciones tan severas que los nacidos tendrán que vivir muertos, no de malformaciones intelectuales o físicas que no impiden a las personas vivir vivos y además les permiten ser muy útiles a la sociedad. Usted me entiende perfectamente. La defensa del derecho a vivir es algo muy loable por parte de los gobernantes. Eso deberían pensar todos cuando permiten una guerra, cuando siguen teniendo en sus leyes la pena de muerte, cuando permiten que millones de niños se mueran de hambre o cuando gestan una crisis a sabiendas de que llevará al suicidio a no pocos ciudadanos, pero desgraciadamente nos demuestran cada día que piensan lo contrario, y usted, en este caso, no es precisamente una excepción. Por un lado defiende usted el derecho a la vida incluso en estos casos, y por el otro forma parte de un gobierno que reduce las prestaciones de la Ley de Dependencia hasta perder el derecho en algunos casos, que las paga con retraso, que ni siquiera admite solicitudes, que reduce el número de empleados en los centros especializados, que en lugar de abrir otros, cierra los que hay, y en lugar de defender sus derechos como sería su obligación, mira para otro lado y en todo está de acuerdo. ¿A qué obedece pues tanto empeño en defender la vida de los que no han nacido cuando no vacilan en destruírsela a los que han nacido? Como es de esperar que su respuesta no va a convencer a nadie porque estará vacía de argumentos coherentes, termino sugiriéndole que se olvide de la Ley del Aborto y se preocupe de articular otras leyes que defiendan a estos ciudadanos de los graves atropellos a la dignidad que vienen sufriendo por parte de la administración, porque le recuerdo que dignidad es algo que tenemos todos los seres humanos, incluso los que no son conscientes de que están en el mundo, y atentar contra ella es un delito aunque no lo digan las leyes.

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