jueves, 31 de mayo de 2012

La Vitrina

Se encendieron las luces y se alzó el telón hace 49 años; mucho tiempo para algunas cosas, pero muy poco para otras. En el escenario apareció una atriz nueva: Rosa María García Cano. Sin engorrosos ensayos empezó a interpretar magistralmente su papel de hija, de hermana, de compañera de juegos, de colegio, de trabajo, de amiga, de novia y de esposa. El de ciudadana, lo bordó de tolerancia, de respeto y de educación. El del teatro de tanto amor que empezó siendo una pasión y acabó convertido en su profesión. Durante varios años dirigió el grupo de teatro “Lazarillo de Tormes”, de la ONCE (Organización Nacional de Ciegos de España). Había caído en desgracia y ella lo resucitó, y adaptó obras clásicas, y escribió obras modernas, y con su elenco de actores recorrió pueblos y ciudades recogiendo aplausos, enhorabuenas y felicitaciones. En 1998 pasó a dirigir la Feria de Teatro de Castilla y León que cada año, a finales de agosto, tiene lugar en Ciudad Rodrigo (Salamanca), con tal acierto que hoy es un acontecimiento a nivel internacional, pero el pasado año, al clausurar la edición 2011, una maldita enfermedad surgió de entre cajas, la pilló de sorpresa, aturdida por los parabienes que en su humildad no creía merecer, y pese a sus prisas, sacrificios y esfuerzos por defenderse de ella y seguir actuando, ayer, cuando paradójicamente el mes de mayo se decidía por fin a llenar de vida las calles, las plazas, los parques, se apagaron las luces, cayó el telón y se fue para siempre, y ante tan triste final de la función, los espectadores, en lugar de unir sus manos para aplaudir, las unieron para hacer lo único que las personas podemos hacer ante lo imposible, ante lo que no entendemos, ante lo que no aceptamos por no encontrarle ningún provecho: rezar.
Por esto, querida Rosa, hoy he aparcado todo cuanto tenía dispuesto para mi sencilla vitrina y la he vestido de luto para darte las gracias por conocerte, por tu ejemplo, por todo cuanto hiciste por ese “vicio” que compartimos: el teatro, y a modo de homenaje, no tengo otra cosa más importante, cuelgo en su escaparate aquella carta que con motivo de uno de tus estrenos te dediqué en mis comentarios en la radio. Estoy segura de que a la luz de las estrellas del cielo de Sequeros, ese hermoso pueblo de la Sierra salmantina donde descansarán tus restos para siempre, te gustará volver a leerla.
8 de mayo de 2002


El teatro, querida Rosa María, es todo menos teatro, es la voz del pueblo que se alza sobre un escenario para pregonar sus miserias, para quejarse de todos sus males, para desperezar conciencias y perseguir injusticias a golpe de gesto, verso, palabra y canción, es la lágrima que ríe, la carcajada que llora, el ingenio que se crece y el mágico círculo donde se abrazan los sueños que quieren ser realidades y las realidades que necesitan hacerse sueños. El teatro, aunque lo llamen teatro, es todo menos teatro, es el sentimiento que no se esconde de nadie, la verdad que se desnuda ante todos, la razón que se impone a la incoherencia para denunciar vergüenzas, reclamar respetos y exigir justicias. Por esto anduvo siempre en crisis, con vara blanda o vara dura perseguido, y aunque sus enemigos se llamen amigos, enemigos fueron y son, y han sido siempre los mismos.
Por razones de trabajo estuve doce años fuera de Salamanca. Cada vez que venía de visita un teatro se había convertido en bingo, en restaurante, en un edificio de pisos. Cuando regresé definitivamente sólo quedaban dos en pie, uno luchando desesperadamente por sobrevivir, el otro condenado a muerte, a la espera de ser ejecutado. Y si esto ocurría en la ciudad de la cultura, del arte y del saber, imagínate los que vi cerrarse para lo mismo en las ciudades del sol y del turismo.
Pero no es que el teatro dejara de ser rentable como dicen, es que necesitaban hundirlo para fomentar otros negocios. Cuando la libertad y la cultura pueden caminar juntas corren peligro muchos y viejos vicios. Se multiplicaron las cadenas de televisión y empezaron a emitir las veinticuatro horas del día, pero todos los programas de teatro desaparecieron como por arte de magia, los espectadores deben distraerse, opinar y hasta conseguir el coche de sus sueños con una llamada desde casa, pero es imprescindible que olviden lo que saben y no aprendan lo que ignoran. Los ayuntamientos, organizan deportes para los jóvenes, concursos y demás festejos, pero siempre cuidando que piensen poco, que sus ideales se estrellen contra la masa, el ruido y la vulgaridad. Y el resultado no se ha hecho esperar: hay pocos teatros, las representaciones son mínimas y los precios un lujo para muchos bolsillos, y lo que es peor, mil veces peor, la mayoría de nuestros jóvenes no han pisado un teatro.
No sé si lo que siento es pena, rabia o vergüenza, quizá una mezcla de todo, pero estoy segura de que aunque estos falsos defensores de la cultura consigan acabar con el teatro de profesionales, gracias a los grupos de aficionados, jamás acabarán con el teatro. Por esto te escribo hoy, mi querida Rosa, para felicitarte, porque con tu buen hacer has sabido ponerle música al triste afán de sobrevivir al hambre, a la injusticia y a las miserias, y el pasado jueves día 2, con el éxito de siempre, estrenaste, por fin, tu impecable adaptación de nuestro “Lazarillo de Tormes”, que por cierto, querida, a ver si tenemos suerte y ahora que la historia tiene campanillas conseguimos que el sordo de turno se entere de que aunque han pasado los siglos, Tormes, sólo tenemos uno: el de Salamanca, pero lazarillos seguimos teniendo muchos y en muchas partes, para felicitar a tus actores, (Alberto, Charo, Julián, Rosa, Teo, Elvira, Goyita, Teresa...) hombres y mujeres que después de doce horas de trabajo acuden a los ensayos con ilusión, que sin tener muchos el hábito de leer, consiguen memorizar largos textos, textos difíciles, amigos todos, que con vuestro esfuerzo habéis conseguido en pocos años recuperar, para la cultura de esta ciudad, el descabalado grupo de teatro de la ONCE “Lazarillo de Tormes”, y para felicitar, cómo no, a todos los que como tú siguen luchando con el dinero, el tiempo, y a veces el desaliento de sus actores, para demostrarles, con sus espléndidos trabajos, a todos los falsos defensores de la cultura que quieran o no quieran y les guste o no les guste en lo que a la sociedad le duela algo y el hombre tenga que quejarse, en lo que los sueños no puedan ser realidades y las realidades tengan que ser sueños, en lo que el teatro no tenga razones para ser sólo teatro, habrá alguien dispuesto a subirse en un escenario para hacer eso que tanto asusta a unos cuantos, porque aunque lo llamen teatro, los muy bribones lo saben, es todo menos teatro.
Descansa en paz. Para nosotros, no has muerto: vivirás siempre en nuestro recuerdo.

2 comentarios:

  1. Me ha emocionnado, tanto el artículo como la carta.
    La conocía desde hace 25 años y hemos compartido momentos buenos malos y regulares.
    Yo le tenía mucho cariño y ella a mí también.
    En mi condición de humilde aprendiza de actriz o más bien titiritera, como a mí me gusta decir, desde mi pequeño papel de rapera, le dedicaré la próxima actuación que tengamos y propondré al grupo que se una a esta dedicatoria.

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  2. Muchas gracias. Es precioso. Seguro que a ella le ha gustado.

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