martes, 31 de mayo de 2016

MESA CAMILLA

Las tres crisis de España

     Los españoles estamos de nuevo a las puertas de  elecciones generales. Todos los partidos aseguran que van a ganarlas por mayoría, pero ¿qué dirán las urnas?
     España no sufre una crisis como dicen ellos culpándose de la misma unos a otros, sufre tres, y se han generado con gobiernos de distinto signo.
    Primera: la crisis económica, una crisis que provocaron sus banqueros, sus constructores, sus grandes empresarios, y pagamos los ciudadanos a golpe de recortes en salarios, en servicios básicos y subidas de impuestos que van consiguiendo lo peor que puede sucederle a un país: hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres para acabar con la clase media.
    Segunda: la crisis del desempleo. Es cierto que baja el número de desempleados y sube el de trabajadores, pero estas cuentas se hacen con trampa. Por un lado, las personas que se apuntan al paro, son, cada vez con más frecuencia,  trabajadores de empresas, entidades o instituciones que, pese a recibir subvenciones de los gobiernos autonómicos, del Gobierno central o de la Comunidad Europea y obtener sabrosas ganancias, los ponen en la calle cuando más necesarios son, sin tener en cuenta sus derechos, su experiencia, sus méritos y con una edad que resulta imposible empezar de nuevo; por el otro, los nuevos trabajadores, en su mayoría jóvenes con mucha teoría y ninguna práctica, acceden a sus puestos con contratos de fines de semana, de días laborables, de cuatro días al mes o de un par de horas al día, y en todos los casos con mínimos sueldos y máximos descuentos en las cotizaciones. Esta política de empleo es muy útil para cuadrar sus estadísticas, pero además de contribuir a que cada vez se trabaje peor,  pone en peligro el mal llamado estado de bienestar, porque deberíamos llamarlo estado de dignidad, que es lo que es.
    Y tercera: la crisis de los políticos. Por lógica es esta crisis la peor de las tres. Si los políticos fueran competentes, las políticas no serían tan negativas, y salvo los estómagos agradecidos, nadie puede premiar los casos de corrupción, sus subidas d sueldo, sus pensiones vitalicias, sus desvíos de capitales, sus sospechosas herencias, sus exageradas fortunas, sus regalos de jefaturas inútiles… y otros desmadres y despadres de los que solo tenemos claro que no devolverán a las arcas públicas ni los picos por mucho ruido que hagan.
    Por todo esto, el próximo 26 de junio, o la abstención favorece a alguno de los partidos, o los sacaremos de Málaga para meterlos en Malagón, y si no han sabido salir de Málaga porque todos querían el mismo altar de la catedral, ¿cómo van a saber salir de Malagón que no hay catedral?...
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