jueves, 31 de marzo de 2016

MESA CAMILLA

¿Accidente o crimen?
 
     Todos los trabajadores cometemos fallos en el ejercicio de nuestras funciones. ¿Qué cocinero no ha preparado un besugo maravillosamente y se ha olvidado de ponerle sal? ¿Qué fontanero no ha puesto unas llaves al revés? ¿Qué peluquera no ha cambiado los tintes y ha vuelto rubia a una clienta morena? ¿Qué profesor no se ha equivocado al corregir un examen? ¿Qué administrativo no ha cambiado un apellido por un nombre o ha marcado mal un número de teléfono?... Esto no significa que seamos malos profesionales, significa, simplemente, que somos humanos, y ni la experiencia ni los conocimientos consiguen que funcionemos siempre al cien por cien. Generalmente son fallos sin graves consecuencias, y aunque de momento nos lleven los demonios por el trastorno que nos hace o hacemos, después lo contamos como una anécdota. De momento, y digo de momento porque en este país es peligroso dar ideas, a ningún ciudadano se le ocurre denunciar al cartero porque le ha dejado una carta en el buzón del vecino, ni a ningún juez se le ocurriría mandarlo a chirona para que espabile.
     Pero no sucede lo mismo cuando un fallo humano provoca un accidente de tráfico con víctimas mortales. Estos días todos nos hemos estremecido ante las imágenes del siniestro de Tarragona. Es duro ver morir en un instante trece chicas jóvenes, chicas que regresaban a Barcelona felices de conocer las fallas de Valencia, chicas que estudiaban en nuestro país y tenían toda una vida por delante, y si para todos es doloroso, mejor ni pensar lo que supone para el conductor del autocar. Era un buen profesional, tenía sobrada experiencia, dio negativo en las pruebas de alcohol y otras drogas, llevaba las horas reglamentarias sin conducir y lo hacía a la velocidad establecida, pero un fallo humano, según todos los indicios, cambió para siempre la vida de todas las personas del pasaje y su propia vida, porque si consigue superar las heridas sufridas, no volverá a ser la misma persona, es imposible vivir con normalidad con ese dolor a cuestas, entre otras razones porque su calvario no acabará con el alta médica. En cuanto se recupere, que es lo deseable para él y para todos los heridos, tendrá que enfrentarse al rosario de las declaraciones, de las pruebas, del juicio, y hasta es posible que sea acusado de trece crímenes en grado de tentativa. ¿Cabe mayor injusticia? Un accidente, por mucho que nos duela, es un accidente, no un crimen, y hasta jueces ha habido que por error han condenado a un inocente.
      Si finalmente es así y el conductor es condenado, los sindicatos deberían plantearse el solicitar una revisión del salario de estos profesionales. Hasta no hace tanto, y se supone que la norma sigue en vigor, los empleados de bancos y otros profesionales que tenían que andar con dinero cobraban todos los meses una prima por quebranto de moneda. Si se equivocaban en unos céntimos al hacer números, tenían que ponerlos de su bolsillo, y había que compensarlos. Por esta regla de tres, estos profesionales, también deberían cobrar una prima de riesgo, no es lo mismo transportar personas que sacos de patatas, y sus salarios son inferiores incluso a los de otros trabajadores cuyas funciones no conllevan tantos riesgos.

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