jueves, 31 de marzo de 2016

CARTA A...

Señores gobernantes: De nuevo el terrorismo islámico nos ha puesto de luto. En esta ocasión los atentados tuvieron lugar en Bruselas, que además de la capital de los belgas, es la capital de todos los europeos. Sobra decir que los ciudadanos de todas las nacionalidades estamos en contra de estas barbaridades y hacemos cuanto podemos hacer para evitar que vuelvan a repetirse en cualquier país, pero ¿y ustedes?, ¿Qué hacen ustedes para conseguirlo?
    Una vez más, ante tanta muerte, tanto dolor y tanta indignación, se han revestido de tristeza y han desfilado por los medios de comunicación con sus mimitos de siempre: palabras de condolencia para las familias de los fallecidos, visitas protocolarias a los heridos, mensajes de apoyo a los gobernantes afectados, promesas de acabar con esta lacra para tranquilizarnos, días de luto oficial, banderas a media asta, minutos de silencio y otras pantomimas con las que solo pretenden santificarse para no perder los votos de los ciudadanos, esos votos que les permiten seguir en sus poltronas sin correr peligros, no acabar con el terrorismo, porque ese no es el camino de la solución, y ustedes lo saben mejor que nadie.
    Es cierto que con sus medidas consiguen acabar con un terrorista, con dos, con cuatro, con ciento o con mil, pero no es menos cierto que no conseguirán acabar con el terrorismo, porque para acabar con el terrorismo primero hay que acabar con las guerras, con el hambre, con el tráfico de armas, de drogas, de personas… y esto es algo de lo que ustedes no quieren ni oír hablar. Hoy mismo, ayer, mañana, todos los días, entre la avalancha de inmigrantes que huyendo a la desesperada de sus países intentan cruzar las fronteras de Europa, vemos y seguiremos viendo niños, cientos de niños que pasan hambre, y no de golosinas precisamente, hambre de comerse hasta un manojo de hierbas, niños que duermen a la intemperie, niños que caen enfermos y nadie los oye quejarse, niños que ven morir ahogados a otros niños, a sus propios padres, niños que quedan a merced de la suerte, y ante este drama que no tiene nombre, surge una pregunta muy simple: ¿Podremos exigirles mañana a estos niños que sean ciudadanos de bien? La respuesta es más simple todavía: poder, podremos, pero conseguirlo será imposible porque las secuelas psicológicas que dejan en los humanos estas tragedias son de tal magnitud que no mueren con los afectados como las físicas, generalmente se heredan, y sin haberlas sufrido en nuestras propias carnes, pueden llevarnos a pasar factura.
    El primer paso para acabar con el terrorismo, a ver si se enteran de una vez, no es firmar leyes, detener terroristas y ponerlos a disposición judicial, el primer paso es averiguar qué hay detrás del terrorista en cuestión, y una vez conocidas las causas que lo llevaron a serlo, aplicar el remedio eficaz para que no se multiplique por otro, es decir, acabar con estas tragedias que no obedecen al destino, obedecen, de un modo u otro, a la voluntad de los gobernantes. Y no entiendan que estas reflexiones son para exculpar a los terroristas, ninguna razón justifica un crimen y menos de esta índole, ellos son conscientes de que matar ciudadanos no les duele tanto a los gobernantes como dicen y esto  hace sus crímenes más graves, son para defender a los ciudadanos, las víctimas inocentes, los que pagan sus medidas de seguridad para que las bombas no les alcancen, y es hora de que empiecen a agradecerlo con soluciones que impidan estas diferencias tan abismales y no con palabras que solo sirven para indignarnos más. ¿Que es difícil acabar con estas miserias? Posiblemente, pero no tanto como crearlas, y eso, vergonzosamente, de un modo u otro, lo hacen muy bien.

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