sábado, 5 de diciembre de 2015

Carta a...

Debería llamarlo Marqués de los Jardines de Aranjuez, precioso título con el que ennobleció su persona en 1991 el rey Juan Carlos, pero prefiero llamarlo don Joaquín, como  me lo presentaron hace ya muchos años, en su despacho de la entonces Dirección Provincial de la ONCE en Madrid, cuando ocupaba usted todavía la jefatura del negociado de Arte y Propaganda, como lo llamaban sus subordinados, sus compañeros y hasta el señor de la cafetería donde coincidíamos frecuentemente. Esto no implica menosprecio ni a su persona ni a su obra. Cuenta con mi respeto y reconocimiento desde antes de conocerlo personalmente incluso, y la prueba más evidente es que hoy, para darle las gracias por cuanto nos dejó, le dedico estas líneas.
    El pasado martes 9 de noviembre fue una fecha importante para la música, se cumplieron 75 años del estreno en Barcelona del concierto de Aranjuez, su concierto, maestro, la composición musical que más derechos de autor ha generado, el adagio que ha sido traducido en todos los idiomas, el que más intérpretes ha tenido y sigue teniendo, el que gusta por igual a los amantes de la música clásica, como a los que dicen aburrirse con ella. ¿Quién no se ha emocionado con la poesía de su letra y con la magia de sus notas? Reflexionemos un instante. Nadie ignora quien era Schubert, Beethoven, Albéniz y otros grandes compositores, pero solo los entendidos conocen los títulos de sus obras; no todos saben quien fue Joaquín Rodrigo, pero todos han cantado su concierto de Aranjuez, lo han bailado y, gracias a él, se han enamorado de ese municipio madrileño que usted mitificó para siempre. ¿Sería usted consciente del resultado cuando lo escribió? Seguramente que no, los grandes creadores crean lo que sienten, no lo que conviene, y después es el tiempo quien les da el valor que merecen. De hecho lo escribió usted con un solo propósito: como regalo a Victoria, su esposa, con la que había pasado la luna de miel en Aranjuez. Por aquellos días vivían en París, lejos de la guerra civil española y cerca de la segunda guerra mundial. Si las notas de su concierto de Aranjuez hubieran sonado en todos los frentes, las armas se habrían callado avergonzadas, pero llegó tarde y menos mal que, tras salvar los obstáculos propios de la dictadura, pudo estrenarse en Barcelona el 9 de noviembre de 1940.
    Por ello, ante tan significativo aniversario, me parece de justicia hilvanar estas líneas para expresarle, en nombre de todos los enamorados de su concierto de Aranjuez y en mi propio nombre, nuestra gratitud por la valiosa herencia que nos dejó.
    Gracias, don Joaquín, muchas gracias.

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