martes, 31 de marzo de 2015

Mesa camilla

 Si hay algún arte que nuestros políticos dominen perfectamente es el de convertir las mentiras en verdades útiles para ellos. Con frecuencia nos cuentan que el número de afiliados a la Tesorería de la Seguridad Social ha aumentado tan vertiginosamente que estamos a punto de acabar con el desempleo y, en general, entendemos que lo que ha aumentado es el número de trabajadores, pero nada más lejos de la verdad.   
      Estar afiliado a la Tesorería debería ser sinónimo de estar trabajando, pero eso era antiguamente, hasta finales del siglo pasado, a partir de entonces se puede ser afiliado y no ser trabajador.
      La genial idea se le ocurrió al partido de turno. Tenía que   acabar con el paro de un plumazo. Para esto lo habían votado los españoles y no estaba dispuesto a perder más elecciones. El primer paso fue repartir un puesto de trabajo entre varios trabajadores. ¡Vamos!, como si fuera una tarta. Para uno dos horas diarias, para otro hora y media, para otro tres cuartos... y así hasta completar las ocho horas de una jornada laboral con siete u ocho contratos. El parche, porque fue un parche, no una solución, no debió bastar para cuadrar la estadística    y lo resolvió asignándoles número de afiliación a los jóvenes en edad escolar. No significaba que fueran trabajadores, entre otras cosas porque sería una ilegalidad dar de alta a menores, pero la cifra venía muy bien para las estadísticas que son los termómetros que miden la capacidad de un partido. La medida era ideal para salvar el bache, pero se encontró con una dificultad: los padres no solicitaban número de afiliación para sus hijos. Normal. ¿Para qué demonios quiere un niño ese número?    No hubo más remedio que implantar la obligatoriedad de pedirlo en las matrículas y seguir inventando necesidades que lo hicieran imprescindible, pues, para colmo de incoherencias, también había prometido reducir el número de papeles en trámites oficiales.
       Para no incumplir esta promesa seguramente, se acordó, más tarde, asignárselos directamente, sin tener siquiera que solicitarlo, y como seguimos con la idea de que tener número de afiliación equivale a ser trabajador, los padres, al recibir la carta, se llevan un susto de todos los diablos. ¿Por qué dan de alta a mi hijo si solo tiene 14 años?
      Pues queda claro, pero como los políticos, para conseguir lo que a ellos les interesa, o no nos informarán, o lo harán de forma que nos despiste, la única posibilidad que tenemos para que no nos engañen, es la de hacer lo que ellos, pero al revés, es decir, aprender a convertir sus verdades en lo que son:  mentiras. Tampoco es tan difícil, basta con no ser tan bien pensados, los políticos pueden ser sospechosos de todo menos de que respetan a los ciudadanos.

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