miércoles, 6 de noviembre de 2013

Carta a...

 El pasado 25 de octubre hizo entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2013. Todos los medios de comunicación calificaron su discurso de espléndido y brillante. Tenían razón, el discurso fue espléndido y brillante, pero con todos mis respetos, no en todos sus mensajes acertado. 
    Si mal no recuerdo hizo hincapié en el carácter optimista de los españoles y nos pidió optimismo ante los difíciles momentos que atravesamos, y ante tal petición, créame, resulta poco menos que imposible permanecer indiferente y estar de acuerdo con los periodistas.
    Supongo que es usted consciente de la situación actual de España, es decir, de la crisis, de la razón de su origen, de sus funestas consecuencias, pero por si no es así –desde su privilegiada atalaya suelen minimizarse estos problemas-, vaya por delante una breve explicación.
    En este momento se cuentan por miles los españoles que pierden su trabajo con una familia a su cargo y muchos años de servicio, los negocios familiares que se ven obligados a cerrar por falta de clientes que retiran el paro, las leyes absurdas y las subidas de impuestos, los autónomos que no pueden hacer frente a las cotizaciones, los que encuentran trabajo con contratos que ya no pueden llamarse ni basura porque solo tienen dos opciones: o renunciar a él, o poner dinero, los recortes en salarios, en pensiones, en sanidad, en educación, en las prestaciones de desempleo y bajas médicas, y en otros servicios que están a punto de acabar con la clase media que tanto nos costó conseguir. Nos vemos ante un país que ha sido saqueado por todos sus gobernantes, digo bien, por todos, porque, el político que no está preso, lo están buscando, y el que ni está preso ni lo están buscando, debería entregarse: los sueldos que se asignan y las gabelas y sinecuras que se suman por su cuenta y riesgo ya son de por sí un robo a mano armada. Por si fueran pocos a desvalijarnos, se sumaron a la lista miembros de la Casa Real, de su propia familia, de los suyos. Y ni unos ni otros parecen dispuestos a devolvernos ni un solo céntimo.
    Ser optimista ante este panorama sería pues de irresponsables pues el optimismo solo nos llevaría a ignorar la realidad, y cuando un problema se ignora, difícilmente se intenta poner remedio. Más bien debería habernos pedido paciencia, paciencia, mucha paciencia, y serenidad para saber defendernos de ellos sin enfrentarnos entre nosotros. 

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