jueves, 31 de enero de 2013

La Vitrina

Noticia cultural El 31 de diciembre de 2011 se cumplieron 75 años de la muerte de Miguel de Unamuno en su casa de la calle Bordadores de Salamanca cuando se encontraba de tertulia con unos amigos. El consistorio salmantino decidió nombrar al 2012 Año de Unamuno y celebró el aniversario con un programa de actividades que incluía teatro, música, talleres para escolares, exposiciones, cine y ciclos de conferencias. En el desarrollo del programa han colaborado la Universidad, la Diputación Provincial y otras instituciones. El Día del Libro, la XXXII edición de la Feria Municipal del Libro y el XV Encuentro de Poetas Iberoamericano, también estuvieron dedicados a la figura y obra del escritor, filósofo y pensador, además de catedrático, vicerrector y rector de la Universidad salmantina. Pero el corazón de los actos fue sin duda la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad y el nombramiento de Hijo Adoptivo a título póstumo. El Ayuntamiento de Salamanca concedió los reconocimientos con el apoyo de todas las formaciones políticas, de las principales asociaciones culturales de la ciudad y de todos los salmantinos. El acto de entrega tuvo lugar en el teatro Liceo, el día 11 de junio, víspera de San Juan de Sahagún, patrón de la ciudad. El encargado de recoger las condecoraciones fue su nieto Pablo de Unamuno. Era la primera vez que el consistorio charro concedía los dos galardones a la vez, y, también, por vez primera a un acto de este tipo, además del alcalde, los concejales y demás autoridades, pudieron asistir todos los salmantinos que lo solicitaron previamente y se les fue concedido. Reflexiones personales Salamanca no se entendería sin Miguel de Unamuno, como Miguel de Unamuno no se entendería sin Salamanca, pero no hay que pensar con toda la cabeza para llegar a la conclusión de que Salamanca le debe más a él que él a Salamanca: son los hombres los que hacen a los pueblos, no los pueblos los que hacen a los hombres. Coincido pues con Pablo de Unamuno, su nieto: Salamanca estaba en deuda con Miguel de Unamuno, su abuelo. Al recoger las condecoraciones no dudó en declarar que Salamanca no había empezado a saldar la deuda que tenía con su abuelo hasta el 7 de octubre de 2011, cuando el Ayuntamiento acordó restituirle el acta de concejal y el título de alcalde-presidente honorario que le fueron arrebatados en una sesión secreta celebrada el 13 de octubre de 1936. Pero ¿y don Miguel, qué habría dicho don Miguel? Es verdad que siempre estuvo presente desde su medallón en la Plaza Mayor, en esa plaza que tantas y tantas tardes contempló sentado en la terraza del café Novelty, y que cada 31 de diciembre se le hace una ofrenda floral en la estatua de su figura frente a su casa de Bordadores para perpetuar su recuerdo, pero tener que llevar 75 años muerto para ser nombrado hijo adoptivo no creo que le hubiera hecho mucha gracia, y lo de la medalla… lo de la medalla, mejor que ni lo sepa. La Medalla de Oro de la ciudad es una distinción que el ayuntamiento de Salamanca concede cada año a salmantinos ilustres o a instituciones salmantinas. Suele conceder dos cada año, coincidiendo con la fiesta de San Juan de Sahagún, patrón de la ciudad. Hasta aquí todo está muy bien, pero tomen nota de los galardonados en los 10 últimos años: Antonio Romo y Luis Sánchez Granjel (2001). Obra Social y Cultural de Caja Duero y Esperanza Aguirre (2002). Antonio Fernández Alba y Victoriano García Pilo (2003). Fundación Víctimas del Terrorismo (2004). Manuel Fernández Álvarez y Julián Álvarez Villar (2005). Antonio López Borrasca y Dominicos (2006). Mariano Rodríguez y Juan José Hidalgo (2007). Asociación Víctimas del Terrorismo y Asociación Española contra el Cáncer (2008). Silvestre Sánchez Sierra y Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca (2009). Luciano González Egido y Olegario González de Cardedal (2010). José Antonio Pascual y Rosa Colorado (2011). Nada en contra hay que decir de la mayoría de los galardonados, son instituciones, empresarios y escritores de los que Salamanca puede sentirse orgullosa, pero hay dos nombres que sólo leerlos hacen daño: Esperanza Aguirre y Mariano Rodríguez. Esperanza Aguirre, ¿qué ha hecho esta mujer por Salamanca? Que los salmantinos sepan, nada, como no sea venir a pedirles el voto para su partido en vísperas de elecciones. Lo que sí tienen claro son los méritos de Mariano Rodríguez, un empresario de la construcción, conocido en la ciudad y todos sus alrededores por pagar a los obreros y proveedores tarde, mal o nunca, y por no tener dificultades para conseguir obras, permisos, subvenciones e indulgencias por su estrecha relación con el consistorio, al menos hasta la última legislatura. Sobran los comentarios. Lo más importante del Año de Unamuno a fin de cuentas es que don Miguel es ya con todas las de la ley hijo adoptivo de la ciudad a la que le dedicó en uno de sus poemas las palabras más hermosas que le han dedicado hasta ahora: Salamanca, Salamanca, renaciente maravilla, académica palanca de mi visión de Castilla… Curiosidades Estoy segura de que incluso los que no hayan leído nada de él conocen muchas de sus frases y no pocas de sus palabras más usadas. Todas fueron pronunciadas en público, bien en la Universidad, bien en el balcón de su casa al volver del destierro, bien en el balcón del Ayuntamiento. La más conocida es sin duda la pronunciada en el paraninfo de la Universidad el 12 de octubre del 36 y que a punto estuvo de costarle la vida: “Venceréis, pero no convenceréis”. Pero don Miguel era en primer lugar un vecino de la ciudad, y como cualquier vecino se relacionaba con los salmantinos de a pie, salmantinos que oían sus frases, sus palabras, sus opiniones, pero que por obvias razones jamás salieron del ámbito personal de los oyentes y murieron con ellos, y a modo de homenaje, os cuento lo siguiente: Por la década de los 80 conocí a Dámaso, un señor que tenía los mismos años que el siglo. Era cliente habitual de un bar ubicado en el barrio de Garrido. Cuando los clientes se enzarzaban en una disputa, generalmente por el fútbol, siempre intentaba poner calma con la misma frase: “Benevolencia, como me decía a mí don Miguel, benevolencia”. Por fin un día le pregunté quién era el tal don Miguel y he aquí el resultado: Por aquellos días había en la Plaza Mayor una tienda de ultramarinos. En ella empezó a trabajar Dámaso con 12 años. El dueño no lo trataba muy bien que digamos, cosa que al chico no le hacía ninguna gracia. Lo que peor llevaba era que le sacara los colores delante de la parroquia. La esposa de don Miguel era clienta habitual de la tienda, y con una familia tan numerosa, tenía que visitarla con frecuencia. Dámaso le tenía mucho afecto. Lo trataba con mucho respeto, y si el jefe le reñía en su presencia, sacaba la cara por él, no por el jefe, cosa que no hacían todas las señoras. Lo que más le gustaba era llevarle la compra a casa. Doña Concha nunca lo despachaba con las gracias, siempre le daba propina, y mientras le ayudaba a vaciar las bolsas, se interesaba por sus problemas con el jefe. Dámaso le contaba de principio a fin la última bronca que le había echado, y, a medida que narraba los motivos, generalmente absurdos, inventados para infundirle miedo, su voz, manipulada por la indignación, subía de volumen para jurar que la próxima vez, aunque lo mataran en casa porque lo pondría de patitas en la calle, le devolvería las ofensas verbales en lugar de callarse. Pero entonces, desde la habitación del fondo, donde se encontraba trabajando ante la mesa camilla, surgía la voz de don Miguel con siempre las mismas palabras: “Benevolencia, Dámaso, benevolencia”. Y le quitaba las ganas de cumplir su juramento. Así fue como Dámaso aprendió esta palabra y tan hermosa le pareció que, además de practicarla en primera persona toda la vida, la utilizó para poner paz en las discordias ajenas hasta su muerte que, como no podía ser de otro modo, coincidió con la muerte del siglo. Y para terminar este artículo, sus datos biográficos y una sugerencia: leer o releer sus obras. Es el mejor homenaje que podemos hacerle a él y él a nosotros. Miguel de Unamuno y Jugo (1864 - 1936) Su tiempo: 36 años del siglo XIX, 36 años del siglo XX A veces no puedo romper la leyenda que han tejido alrededor de mí. Estoy encapuchado, indefenso en ella; y mis historiadores contarán mi vida como el mundo la ha visto, no como la he vivido. Biografía 1864-1879 Nace el 29 de Septiembre, en la calle de Ronda del viejo Bilbao, donde aún hoy se conserva la casa con una placa conmemorativa. Fue el tercero de los seis hijos que tuvieron Félix de Unamuno, un comerciante que había hecho una pequeña fortuna en México, y Salomé Jugo. Siendo aún muy niño tuvo que vivir dos experiencias que marcarían su carácter y que reflejaría por escrito en sus primeras obras: la muerte de su padre, y el sitio de Bilbao con el estallido de la tercera guerra carlista. Ambas experiencias de niñez y juventud y otras muchas más están presentes en sus obras Recuerdos de niñez y de mocedad y en Paz en la guerra. 1880-1890 Se traslada a Madrid para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad, publicando su primer artículo y consolidando su relación afectiva con Concha Lizárraga, a la que había conocido de niño. Termina sus estudios universitarios en 1883 y se doctora con su tesis "Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca". Trabaja dando clases, colaborando en diversos periódicos nacionales y prepara oposiciones a cátedras de Instituto y Universidad convocadas para cubrir vacantes en diferentes ciudades españolas. 1891-1899 Después de varios intentos fallidos, consigue la plaza de catedrático de Lengua Griega en la Universidad de Salamanca. Llega a esta ciudad ya casado y vive en régimen de alquiler en varias residencias. Nace en Bilbao su primer hijo Fernando. Se traslada a una vivienda de la Plaza de Gabriel y Galán, donde nacerán sus hijos Pablo, Raimundo, Salomé y Felisa. En este periodo ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao -de 1894 a 1897-, publica En torno al casticismo, Paz en la guerra, la Esfinge, La Venda, así como numerosos artículos en la prensa española e hispanoamericana. Además, la cruel enfermedad, sin cura posible, de su hijo Raimundín le provoca una profunda crisis personal y religiosa. 1900-1923 A comienzos del curso académico del año 1900, Unamuno es el catedrático que debe pronunciar el discurso inaugural, resultando éste tan innovador en sus propuestas educativas que motivará su elección como Rector de la Universidad. Tras su nombramiento, se traslada a la residencia rectoral de la Universidad, junto al Patio de Escuelas, donde vivirá hasta su destitución ministerial en 1914. En esta misma casa nacerán el resto de sus hijos --José, María, Rafael y Ramón-- y fallecerá Raimundín. En "la Rectoral" - hoy Casa Museo- publicará Tres ensayos, Paisajes, De mi país, Vida de Don Quijote y Sancho, Poesías, Del sentimiento trágico de la vida, Niebla, etc. Cuando en 1914 debe dejar la residencia de la Universidad, se traslada a la calle Bordadores, junto a la llamada "Casa de las muertes" y al Convento de las Úrsulas, manteniendo su actitud comprometida ante la sociedad e iniciando una fuerte actividad política. Durante la Primera Guerra Mundial apoyó a los aliados frente a los germanófilos, visitando el frente italiano con Azaña y Américo Castro. Fue candidato a diputado por el partido Republicano de Vizcaya. Mantuvo un enfrentamiento abierto contra el rey Alfonso XIII, llegando a ser procesado por injurias hacia su persona, siendo condenado a prisión y posteriormente indultado. Publica en este periodo sus obras mas conocidas: El Cristo de Velázquez, La tía Tula, Rosario de sonetos líricos, Abel Sánchez y disfruta de un reconocimiento y admiración muy merecidos. 1924-1930 Su persistente campaña contra la monarquía y el Directorio militar del general Primo de Rivera le ocasiona el destierro a la isla canaria de Fuerteventura, donde permanecerá en 1924 hasta que, ese mismo año, huye a Francia, aun indultado, prometiendo no volver a España hasta que Primo de Rivera deje el gobierno. Allí estará junto a Eduardo Ortega y Gasset, Vicente Blasco Ibáñez y otros españoles exiliados. 1930-1936 Cumpliendo su promesa, vuelve a su tierra con la caída del dictador, viviendo un recibimiento apoteósico a su paso desde Hendaya hasta llegar a Salamanca, donde vuelve a ejercer como catedrático de Historia de la Lengua Castellana en la Universidad. Estrena en estos años muchas de sus obras teatrales -El Otro, Sombras de sueño, Medea- y se presenta a las elecciones municipales por la coalición republicano-socialista, obteniendo una concejalía y proclamando la República desde el balcón del Ayuntamiento. Es nombrado Presidente de Honor de la corporación municipal a perpetuidad, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, Diputado a Cortes, Rector de la Universidad de Salamanca y posteriormente Rector vitalicio, ciudadano de Honor de la República y propuesto para la Academia Española y para el Premio Nóbel, pero termina por alejarse del gobierno republicano y adherirse al levantamiento militar a comienzos de 1936. No obstante, su decepción del gobierno de Franco hace que se recluya en su casa de Bordadores, donde morirá el 31 de Diciembre de 1936, tras haber sufrido la muerte de su mujer y de su hija Salomé

No hay comentarios:

Publicar un comentario