martes, 4 de diciembre de 2012

Mesa camilla

El pasado 14 de noviembre los españoles fuimos convocados por los principales sindicatos del país a la segunda huelga general en un año que lleva gobernando el Partido Popular. Al dar los datos de participación ocurrió lo de siempre: según los sindicatos el número de participantes fue muy alto; según el Gobierno, muy bajo. Está claro que cada cual arrima el ascua a su sardina y unos y otros mienten, incluso aunque den la cifra basándose en pruebas que la verifiquen; son muchas las posibilidades que tienen a su alcance para manipularla, y para no darles nuevas ideas, mejor ni nombrarlas. La cifra más fiable pues es la que vemos a nuestro alrededor, y en esta huelga, como era de esperar, todos pudimos constatar que, ni eran todos los que estaban, ni estaban todos los que eran. No eran todos los que estaban porque hay personas que con tal de incordiar, hacer ruido y dar la nota se apuntan hasta a las huelgas, personas que les viene muy bien al gobierno de turno pues le sirven para culpar a los participantes de buena voluntad de cualquier incidente, con lo que cabe preguntarnos si en no pocos casos actúan de forma espontánea o manipuladas por alguien. Al hilo de este comentario recuerdo a una persona que ya nos dejó. Siendo muy joven, allá por los años 80, en más de una huelga, al igual que a otros, le obsequiaban con una botella de coñac para que compartiera unas copas con los compañeros. Tardó tiempo en caer en la cuenta de que aquello tenía más de trampa que de invitación. Ni estaban todos los que eran porque la huelga es un derecho pero en esta ocasión de forma especial no todos los trabajadores pudieron permitirse el lujo de ejercerlo. Faltaron los que no podían renunciar al salario de un día, los que tenían miedo a ser despedidos, los que temieron que no les renovaran el contrato y otros amenazados directa o indirectamente. Pero esto, señores del gobierno, no significa que no apoyaran la huelga, que estén de acuerdo con sus salvajes recortes, con sus dictatoriales leyes, con sus improcedentes decretazos, con sus prisas por hacer un país de pobres para salvar a sus ricos, porque los españoles, a ver si se enteran, somos tan generosos que les perdonamos sus engaños, sus falsas promesas, sus insultos, sus chanchullos, sus pelotazos y hasta sus desfalcos, pero que nos toquen el bolsillo, salvo que el bolsillo sea el ajeno, y en esta ocasión sólo se salva el de sus amigos, no se lo perdonamos a nadie. Todos apoyaron la huelga pues y lo que no se explica el sentido común es que los seis millones de parados no se pongan en huelga con más frecuencia. Si es verdad que son todos los que dicen las estadísticas, ¿a qué esperan para empezar a manifestarse todos los lunes a las ocho de la mañana, cuando la mala gestión de todos los gobiernos les impide acudir a su trabajo como sería lo normal? ¿Pensarán que las huelgas no sirven para resolver nada? Posiblemente hasta tengan razón, pero si todos y siempre hubieran pensado lo mismo, pero si nadie hubiera alzado su voz, si nadie hubiera protestado a los cuatro vientos, si nadie hubiera arriesgado hasta la vida en no pocos casos por defender a los seres humanos, todavía hoy, aunque suene a exageración, se seguirían vendiendo personas en los mercados de esclavos; está más que demostrado que los gobernantes dejan de respetar a los pueblos en cuanto empiezan a gobernar, y si no quieren huelgas, por algo será. En esta ocasión les preocupó que los comercios pequeños estuvieran vacíos. ¡Qué contrariedad! Si los clientes no fueron a la huelga, ¿por qué no fueron a comprar? Se han lamentado de que perdieran no sé cuántos millones de venta. ¡Cuánta hipocresía! Los comercios pequeños llevan tantos años sumando pérdidas que poco a poco van desapareciendo todos, pero esto no es por una huelga ni por varias, es porque los distintos gobiernos se han encargado de hundirlos a impuestos y otras impopulares medidas para favorecer a sus grandes superficies. Muy preocupados estaban porque la huelga alteró la vida cotidiana de los ciudadanos que no fueron a la huelga. Claro que estas cosas incordian, pero también incordian los importantes partidos de fútbol, las visitas oficiales de cualquiera de ellos, sus mítines y otras historias, y esto no les preocupa lo más mínimo, sin duda porque les interesa. Lo que les inquieta realmente es que se censure su gestión –aunque no lo merezcan, necesitan que los halaguen- y lo único que les preocupa es la imagen que den ante otros países. De todos modos tampoco a los ciudadanos normales nos gustan las huelgas, pero si todas son necesarias, ésta lo era más: los desproporcionados ajustes del Gobierno no sólo afectan a nuestros bolsillos de forma transitoria, están poniendo en peligro nuestra sanidad, nuestro trabajo, nuestra educación y nuestras pensiones, y esto nos afecta a todos, incluso a las próximas generaciones y no es de razón cruzarnos de brazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario