martes, 4 de diciembre de 2012

La Butaca

Tengo 85 años. Sobra decir que los mejores años de mi vida tuvieron por escenario la guerra, la posguerra y la dictadura. Como la mayoría de las mujeres de mi edad no tengo estudios superiores, pero tuve siempre una gran pasión: los libros. Nunca he logrado entender a quienes dicen que no tienen tiempo para leer, es como si dijeran que no tienen tiempo para comer, para asearse, para dormir… para esas necesidades que si no se atienden nos impiden seguir adelante. Yo, pese a mis muchas tareas de ama de casa sin los medios de las amas de casa de hoy, siempre me las arreglaba para sacar un hueco para leer. Leía mientras esperaba a que hirviera el agua para añadir la sopa, mientras se secaba el suelo del comedor, mientras mis vecinas charlaban por el patio de luces, cuando por fin mis hijos dormían felizmente, pero leía aunque sólo fueran unas líneas porque un día sin leer era para mí como un día perdido, incompleto, triste. Los libros pues fueron siempre para mí mis maestros, mis amigos, mis pasatiempos, y lo siguen siendo porque ahora que la edad me ha retirado de otras actividades sólo necesito para ser feliz un libro. Pero esta no es la noticia que quiero comunicar, leer es para mí lo más normal del mundo, la noticia es que en estos días me voy a pasar la Navidad a Salamanca con, Valle, mi hija, también gran lectora, como cabía esperar por eso de que lo que se ve se aprende, y acaba de darme una gran noticia: cerca de su casa hay una biblioteca pública, es decir, que no me regala un libro como de costumbre, me regala toda una biblioteca. Desde Logroño informó para 30 días Lali.

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