sábado, 1 de junio de 2019

CAJÓN DE SASTRE


HISTORIA DEL HIMNO DE RIEGO

El siglo XIX es, en España, el siglo de los himnos. Ya en 1808 aparece el
Himno de la Victoria, con letra del poeta Arriaza y música de Fernando Sor.
En 1809 se impone el titulado Los defensores de la Patria y año tras año se
van subrayando los diversos acontecimientos históricos con otros himnos, de
los que se recuerdan: A las víctimas del dos de mayo, con letra de Juan
Nicasio Gallego y música de Rodríguez Ledesma; A la entrada del Duque de la
Victoria a Cádiz; Al pendón morado; Al restablecimiento de la Constitución,
etc. Existió también, y fue muy popular, el Trágala, con el que los
liberales zaherían a sus adversarios absolutistas y que tomó su nombre del
estribillo: "Trágala, trágala, tú servilón" y que ha dado lugar a un
sustantivo registrado en el Diccionario de la Real Academia Española. Otro,
la Marcha de Cádiz, se convirtió en himno popular durante la guerra de Cuba
y no son pocos los que habrán oído el Gloria a España, de Clavé.

Entre los himnos regionales, los más difundidos son el Guernikakoarbola,
del versolari Iparaguirre, El segador y el himno gallego de Pondal.

Pero de todos estos himnos, nacidos la mayoría de ellos en los azarosos
días del absolutismo y por tanto invocaciones a la libertad perdida, el de
Riego, a Riego, como escribieron sus autores, es el que ha tenido mayor
fortuna. Tanta que muy pronto, el 7 de abril de 1822, fue declarado
oficialmente himno nacional. Himno que sólo entonaron los liberales y luego
los republicanos, sino también el propio Fernando VII, desde uno de los
balcones del Palacio Real de Madrid ante una enfervorecida multitud.

Así mismo, el Himno de Riego fue proclamado himno y marcha oficial de la
Segunda República española, a pesar de ciertas resistencias que consideraban
su música ramplona y poco adaptada a las circunstancias. Por ello, la noche
del 27 de abril de 1931 se dio a conocer en el Ateneo madrileño una
composición con letra de Antonio Machado y música de Oscar Esplá, dos
hombres prestigiosos, con el de que fuera declarado himno nacional. La
interpretaron ante la presencia de Don Manuel Azaña, ateneísta de pro y
futuro presidente de la República- la entonces famosa cantante Laura Nieto y
la prestigiosa Banda Real del Cuerpo de Alarbaderos, ya suprimida y cuyos
maestros vestían el clásico esmoquin.

Al día siguiente del estreno, el diario El Sol, de tan destacada
influencia, opinó que "si se desecha el actual himno (se refería a la Marcha
Real) no debe ser aceptado ninguno de los conocidos hasta ahora, pues son
muy malos. El que ayer ejecutó la Banda de Alarbaderos, convertida en banda
republicana, original del maestro Esplá, es una pieza poco inspirada, basada
en la opereta El desfile del amor".

La realidad es que este nuevo himno carecía de esa solemnidad marcial y
de esa garra popular y cierta pegadiza sonoridad que debe tener toda
composición que aspire a convertirse en himno de una colectividad. Por ello,
y gracias a la insistencia de Azaña, que se consideró heredero de los
liberales del siglo XIX, el himno de Riego fue proclamado oficialmente himno
de la República española. Así, y por dos períodos liberales y progresistas,
ha sido el himno de todos los españoles.

"El Himno de Riego -escribió Pío Baroja-, no cuajó en la segunda
república porque carecía de relación, exacta o aproximada, con ella. El
himno, decía, es callejero y saltarín; la República fue sesuda y jurídica.
La República no era heredera de los hijos del liberalismo –Mina, Riego, el
Empecinado-, sino más bien obra de los hijos espirituales de Salmerón, Pi y
Margall y Ruiz Zorrilla."

El novelista vasco atribuye este fracaso a la letra. Los liberales,
escribe, no supieron adaptar las palabras a cada momento histórico y pecaron
de académicos o de ramplones y llega a sentenciar:"Hay que reconocer que
oficialmente y popularmente, no tiene letra".

Sin embargo, el Himno de Riego tuvo letra desde su nacimiento en febrero
de 1820, y fue adaptando muchas más a lo largo del tiempo. Su primer autor
fue el compañero de Riego y figura relevante a lo largo del siglo XIX,
Evaristo San Miguel. Asturiano como Riego, liberal y escritor, tenía como el
autor del levantamiento en Las Cabezas de San Juan, alma ardiente y un
espíritu exaltado.

Esta letra que ha llegado hasta nosotros, se encuentra recogida en el
opúsculo que "el ciudadano Mariano Cabreriza dedica al ciudadano Riego y a
los valientes que han seguido sus huellas", donde se recopilan una colección
de canciones patrióticas de la época.

Existía otra letra de Alcalá Galiano que decía:"Patriotas
guerreros/blandió los aceros". Según la maliciosa suposición de este último,
a Riego no le gustó este texto porque su nombre no se mencionaba
expresamente. En 1836 se escribió una nueva letra titulada La moderación:
"Que mueran los que claman/por la moderación/ para atacar los fueros/ de la
Constitución".

Muchos años después, ya en vida de Baroja, un diario donostiarra
reprodujo como auténtica la letra anticlerical que todos conocemos: "Si los
curas y frailes supieran/ la paliza que van a llevar/ subirían al coro
cantando/ libertad, libertad, libertad".

Muy distinto es el caso del autor o los autores de la música. La mayoría
de los historiadores, siguiendo a Mesonero Romanos, da como autor a don José
María de Reart y Copons, militar heroico que había servido en el Ejército
español y perdió una pierna durante la guerra de la Independencia. Había
nacido en Peronan en 1784 y muerto en Madrid en 1857. Parece ser que se
sentía asombrado del éxito de su contradanza. Pero se ha atribuido a otros
muchos autores. Así, Grimaldi, en la revista El Averiguador, de 1871, la
atribuía al profesor don Manuel Varo, que la compuso en Morón y que era
músico mayor de la charanga de la caballería que Riego llevaba en su
columna.

Otra atribución de esta popular musiquilla aparece en la Historia de la
Revolución española desde la Guerra de la Independencia hasta la Revolución
de Sagunto, que dejó inconclusa Blasco Ibáñez. Aquí se dice que el autor
musical del Himno fue un tal Gomis. Debe referirse con seguridad a José
Melchor Gomis, músico mayor del regimiento de Barcelona y autor de óperas,
que se trasladó a Madrid en 1820 como director de músicos de la Guardia
Real.

Pero lo cierto es que el tal Gomis fue sencillamente el adaptador del
himno para banda. Su autoría, en cambio, está clara en la ópera Riego en
Sevilla, que fue repuesta en Barcelona en 1854.

Pero no queda ahí la cosa. Adolfo Salazar, en su libro Los grandes
compositores, dice que "entre los papeles inéditos de Barbieri se encuentra
una carta en la que se da como autor del Himno de Riego a un tal don Antonio
Hech, músico mayor del regimiento de Granada". El señor Hech, de origen
suizo y llegado a España cuando la Guerra de la Independencia, habría
escrito el himno en 1822, por lo cual recibió una recompensa de las Cortes
que se trocó después en persecuciones. La proposición presentada a las
Cortes en abril de 1822, para que se declarara oficial el Himno, no menciona
a su autor. El acta dice que se trata de una marcha verdaderamente española.

Por si todo esto fuera poco, don José María Sans Puig, en un trabajo
titulado Riego, un mito liberal, aparecido en Historia y Vida, añade que
también al Himno se le da un origen anónimo. "Quien presencie las fiestas
patronales de los pueblos del hermoso valle de Benasque, podría oír una
típica y alegre danza popular llamada Aball de Benasque", cuyo origen se
pierde en la noche de los tiempos. A esta música le acompaña el seco e
insistente repiqueteo de unas castañuelas de madera de haya de gran tamaño.

Lo curioso es que cuando en el verano de 1939, los del valle de Benasque
intentaron danzar su tipiquilla musiquilla, las autoridades franquistas se
lo prohibieron, ya que les pareció totalmente el republicano Himno de Riego.
Los del valle manifestaron entonces que ellos nunca bailaron el popular
Himno, sino que, por el contrario, fue el famoso general asturiano el que
había copiado y adaptado su música para servir a la revolución liberal.

¿Qué hay de cierto en toda esta historia? Nunca lo sabremos. Pero lo que
hoy nos interesa comprobar es la pervivencia y popularidad del llamado Himno
de Riego, que a pesar de su persecución en diferentes periodos de la
historia reciente de España sigue conservando ese tonillo liberal y
callejero, al que muchos españoles somos tan aficionados. Porque algo tendrá
esa controvertida contradanza cuando, como a Homero y Cervantes, se la
disputan tantos y tan variados músicos.

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