martes, 30 de junio de 2015

Cosas de Garipil

 Hola, pequeños: Por fin llegó el verano y con él las vacaciones escolares. ¿Habéis aprobado todo o habéis dejado algo para septiembre? De cualquier forma tenéis por delante dos meses para disfrutar de la piscina, del campo, de los deportes y otras actividades. Me gustaría que entre ellas figurara mi pasatiempo favorito: la lectura. Seguro que en la biblioteca del barrio encontráis títulos de todos los géneros y para todas las edades. Y para animaros a cruzar la puerta, aquí os dejo este sencillo cuento, se trata del tercer misterio del primer rosario del libro que lleva por título “El rosario de los cuentos”.
  
  Tercer Misterio: El decisivo viaje de la bella Ambarina

     Los padres de Ambarina olían a pobreza y rezumaban zafiedad por dentro y por fuera. Sólo tenían un burro viejo llamado Lunares por los mechones grises que rielaban en su pelo negro, cuatro paredes de adobes y el día y la noche para ganarse el pan sin más ambición que la de sobrevivir. Pero su única hija tenía ínfulas de grandeza, tantas que se negaba a vivir una vida tan simple. Un día se miró al espejo y este ahuecó sus vuelos.
     —Es una lástima que una flor tan delicada como tú se marchite entre unos cardos tan ásperos como tus padres -le dijo nítidamente, sin empañarse de la menor duda-. Escucha, bella Ambarina, escucha con atención y florecerás como mereces. El Conde de las Salezas, anciano, soltero y sin herederos, está agotando sus días en este mundo, y busca, entre todas las niñas de la comarca, la más hermosa para matrimoniar con ella en su lecho de muerte. ¡Anda, anda!, ponte el hato de la fiesta y ve a buscar las llaves de su castillo. Allí vivirás siempre como una rosa en primavera, erguida en jardines de soles y lunas y arrullada por fuentes serenas; aquí, como un girasol en invierno, sin más ternuras que un grito, sin más recompensas que un suspiro.
     Ambarina devanó una madeja de rápidas reflexiones. Los espejos no mentían nunca, nunca mentían. A las guapas las llamaban siempre guapas; a las feas, feas. Y sacó un ovillo de tan fantásticas verdades que no se mostró dispuesta a dejarlo sin tricotar.
     Aquella misma noche, mientras sus padres dormían el primer sueño, se puso la chambra blanca, la saya roja, las alpargatas de cáñamo y el sombrero de paja, salió de casa, tocó madera, entró en la cuadra, ensilló a Lunares y huyó de Tornavientos. Dejaría de ser Ambarina, la pobre, la ignorante, la rústica; sería la Condesa de las Salezas, la rica, la señora, la deseada por duques, príncipes, reyes... y dejaría de vivir con unos padres tan silvestres que no la amaban más que a las margaritas del campo.
     Al pasar por San Ginés se encontró con un gallo que erguido en la tapia de una granja despertaba a las gallinas con su alegre ¡quiquiriquí! Para que pusieran sus huevos.
     —¿Dónde vas, Ambarina, dónde vas tan temprano, tan guapa y tan solita? -le preguntó sorprendido.
     —A casarme, por bella, con el moribundo conde de las Salezas, para convertirme, por matrimonio, de aldeana en condesa -respondió ella radiante, y el gallo le ofreció un par de huevos para el viaje y un haz de plumas para adornar su sombrero.
     —Sigue, Ambarina, sigue feliz tu camino, pero no olvides llevarme a la granja del castillo para despertarte por las mañanas cuando lo seas.
     —Cuenta con ello, querido gallo, cuenta con ello, que en mi corazón de condesa sólo habrá sitio para los amigos -le prometió ella mientras arreaba a Lunares para ganar tiempo.
24
 
     Al pasar por Linajes se encontró con un segador que sudando segaba el trigo florecido.
     —¿Dónde vas, Ambarina, dónde vas tan compuesta, a pleno sol y tan solita? -le preguntó extrañado.
     —A casarme, por bella, con el moribundo Conde de las Salezas, para convertirme, por matrimonio, de aldeana en condesa -respondió ella con júbilo, y el segador le dio su botijo para el viaje, un ramo de espigas para la saya y otro de amapolas para la chambra.
     —Sigue, Ambarina, sigue feliz tu camino, pero no olvides comprarme trigo para hacer tu pan cuando lo seas.
     —Cuenta con ello, segador mío, cuenta con ello, que en mi corazón de condesa sólo habrá sitio para los amigos -le prometió ella mientras arreaba a Lunares para ganar tiempo.
     Al pasar por Fuentedoble se encontró con una encina vieja que para dar más sombra entrelazaba sus ramas.
     —¿Dónde vas, Ambarina, dónde vas tan emperejilada, tan tarde y tan solita? -le preguntó curiosa.
-     —A casarme, por bella, con el moribundo conde de las Salesas, para convertirme, por matrimonio, de aldeana en condesa -respondió ella muy contenta, y la encina le exhaló mil ráfagas de aire para el viaje y de bellotas le hizo un collar de tres vueltas para adornar su cuello.
     —Sigue, Ambarina, sigue feliz tu camino, pero no olvides llevarme a los jardines del castillo para darte sombra cuando lo seas.
     —Dalo por hecho, querida encina, dalo por hecho, que las órdenes de esta condesa ni el mismísimo rey osará incumplirlas -le aseguró ella más convencida que nunca mientras arreaba furiosa a Lunares para no perder tiempo.
     Al llegar al castillo fue recibida con todos los honores por el mayordomo mayor del conde, quien, informado de su pretensión por los soldados de la puerta, la sometió a prueba.
     —Para llegar a condesa siendo aldeana, además de alegre, ambiciosa y bella, hay que saber estar a las dulces y a las agrias, -dijo la mar de tranquilo, sin dejarse impresionar por los ababoles que se pavoneaban sobre sus hombros, y con una campanilla de bronce y cristal llamó al jefe de los cocineros para que le sirvieran al instante unas setas tan grandes y brillantes que hasta a los hartos de perdices se les metían por los ojos.
     Ambarina miró la bandeja deshecha en placeres, rescató una de las setas con un tenedor de oro y al clavarle los dientes ¡oooooh!, se vio vestida de sedas, charoles y diamantes, en un salón de mármoles, columnas y espejos, entre músicos de gorra y guantes, ricos manjares e invitados de gala. De repente surgió una danza de los violines y eligiendo entre los galanes el más apuesto la bailó como si hubiera nacido con alas de mariposas en los pies.
 

     —¡Oh, qué bien bailas! -exclamó maravillado el mayordomo en cuanto la seta se secó y ella volvió a ser la que era- Más que condesa, puedes ser reina.
     Ambarina creció de alegría, rescató otra con un tenedor de plata y al clavarle los dientes ¡oooooh!, se vio cubierta de abundantes, finas y transparentes escamas, junto a un mar de azules, mansas y tibias aguas, colmado de rayos de sol, barcos de colores y alegres marineros. De repente le sonrió el más hermoso de todos y lanzándose con gracia se fue nadando a remar con él.
     —¡Oh, qué bien nadas! -exclamó admirado el mayordomo en cuanto la seta se quedó sin savia y ella volvió a ser la de siempre- A buen seguro que contigo de condesa las fiestas en el castillo están garantizadas.
     Ambarina engordó de alegría, rescató otra con un tenedor de nácar y al clavarle los dientes ¡uuuuuf, qué horror!, de sus negras entrañas salió una culebra de mil cabezas, pestilente, tan voluminosa y tan larga de alegría como ella hasta entonces, trepó a su cabeza, mordisqueó sus hombros, serpenteó por su pecho, por su vientre, por sus piernas y se enrolló en sus pies. Aterrada gritó, lloró, pataleó, y en un ataque de desesperación ofreció su pobreza a cambio de su vida.
     —¡Ja, ja, ja, ja, ja! -se burló el mayordomo mientras que con la misma campanilla llamaba al mismo criado para que se llevara con urgencia las mágicas setas a la cocina- Con esas agallas, en caso de guerra, los enemigos del condado no encontrarán resistencia.
      —¡Socorro, socorro! -pidió ella acabándose de mermar, sola y desengañada.
     Pero sólo Lunares, que acechaba desde el exterior, acudió a auxiliarla. De un bocado se comió la culebra. Alivió las heridas de sus pies con un par de lametones, la consoló con unos cariñosos rebuznos y le brindó la albarda para retornarla a casa.
     Al pasar por Fuentedoble Ambarina suplicó unas ráfagas de aire a la bondadosa encina. Iba tan fatigada... Pero ésta alzó su copa y al ver que volvía sin el anillo de bodas ni movió las ramas.
     Al pasar por Linajes Ambarina rogó un trago de agua al amable segador. Llevaba tanta sed... Pero éste abrió un ojo y al ver que volvía sin el anillo de bodas siguió durmiendo sobre los haces.
     Al pasar por San Ginés Ambarina imploró al diligente gallo los huevos rotos del nidal. Llevaba tanta hambre... Pero éste abrió las alas y al ver que volvía sin el anillo de bodas volvió a cerrarlas.
     “Cuando venía hacia el castillo para convertirme en condesa, todos me daban la mano; ahora que regreso a la aldea sin más llaves que la del fracaso, todos me dan la espalda. ¿Qué va a ser de mí si también me encuentro con las puertas de mi casa cerradas”?, se preguntaba Ambarina temblando como un suspiro, segura de que sus padres no la echaban más de menos que a los lagartos que ausentaba el frío o tomarían venganza con una vara verde. Pero al aproximarse a la montaña donde se tornaban los vientos al chocar con su cresta, oyó unas voces que le devolvieron la esperanza. "¡Ambariiiii-naaaaa!", gritaba su madre, "¡Ambariiiii-naaaaa!", gritaba su padre. Y al cansarse de no obtener más respuesta que la burla del eco, a dúo gritaban: "¡Lunaaaaa-res!, ¡Lunaaaaa-res!"
      De nuevo en casa el espejo volvió a perseguirla.
     —Es triste que tus grandes ojos de ámbar se abran para ver tanta miseria. Otra en tu lugar volvería al castillo y le haría ver al mayordomo que en caso de guerra las condesas sólo tienen que ponerse a salvo en el refugio. ¡Anda!, bella Ambarina, ¡anda!, ¡anímate! Hay muchas ratitas alrededor del queso.
     Pero Ambarina le cruzó la cara de un puñetazo.
     —Al infierno con tus embustes, ¡diablo!, que de la mentira al engaño no hay puente para los escarmentados.
   Y los mil añicos del espejo reflejaron su fracaso.

     María Jesús Sánchez Oliva

                 Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

    Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, , solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

No hay comentarios:

Publicar un comentario