domingo, 3 de agosto de 2014

Mesa camilla

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Ante cualquier desgracia, ante cualquier catástrofe, hay dos cosas que no faltan nunca: la visita en masa de los políticos de turno y sus esfuerzos porque los psicólogos se ocupen de los afectados y de sus familias. Pero ante sus rostros compungidos, el sentido común siempre se cuestiona lo mismo: ¿Es cierto que se solidarizan con las víctimas, o son gestos fingidos para sacar provecho de la desgracia ajena? Todo indica que en estas reacciones hay más elementos de lo segundo que de lo primero. Veamos.
      El pasado 24 de julio se cumplió un año del accidente del tren Alvia. En él más de ochenta personas perdieron la vida y no pocos de los muchos heridos jamás se recuperarán por completo. Todos los políticos, como de costumbre, acudieron a la ciudad de Santiago para sumarse, según ellos, al dolor de los afectados, de los gallegos y de todos los españoles, y se comprometieron, como de costumbre, a que las causas se aclararan inmediatamente. Pero Óscar, de Guadalajara, por citar un caso, perdió a su hermana Rosa María y a su cuñado, que murió dos meses después a consecuencia de las heridas, y todavía sigue pidiendo firmas para que el Congreso abra una Comisión de Investigación que resuelva las consecuencias del terrible accidente y depure responsabilidades caiga quien caiga. Está claro pues que, como de costumbre, la mayor preocupación de los políticos era la de salir en los periódicos con cara de circunstancias para ganar méritos, algo que además nos costó dinero, porque los gastos de sus viajes, no salen de sus bolsillos, sale de los bolsillos de los ciudadanos, incluso de los de las víctimas y sus familias. 
      Pero lo más indignante en este caso, fueron sus palabras de gratitud al personal sanitario: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, limpiadoras, conductores de ambulancias...No es que no las merecieran, es que en sus labios sonaban a insultos. Es del dominio público el empeño del actual gobierno por acabar con nuestro sistema sanitario. ¿Cómo se puede felicitar por su impecable trabajo a un personal que a la vez se le baja el sueldo y los días de descanso, se le aumentan las horas de trabajo y las tareas, se reducen las plantillas, no se contrata personal suplente por vacaciones, bajas de enfermedad o permisos de maternidad, se privatizan hospitales, se cierran servicios de urgencia en las zonas rurales,  y donde debería haber cinco trabajadores, se pone un jefe para acelerar la caída del sistema?
      La mejor prueba de que son conscientes de estos desatinos es que recortan dinero de todos los servicios menos de los equipos de psicólogos. No me cabe la menor duda de que en este y en todos los casos, estos profesionales, se desviven por ayudar, consolar, orientar, acompañar, aliviar, y no escatimarían esfuerzos por remediar lo que ya no tiene remedio incluso,pero todos saben que el verdadero mensaje de los políticos es que luchen por calmar los ánimos, callar las voces, dormir los sentimientos y atajar los pensamientos que intenten convertirse en palabras para protestar por los hechos, pedir explicaciones o exigir responsabilidades, sobre todo si se percibe la sospecha de que las causas obedecen a la mala gestión de cualquier político. ¿Por qué si no se olvidan de las víctimas en cuanto salen del funeral y se hacen la última foto para la prensa?

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