domingo, 3 de agosto de 2014

Carta a...

Señor Del Bosque: Soy la persona más inculta en cuestiones de fútbol de este país. Solo sé que se trata de un deporte que consiste en darle patadas a un balón por las que los que las dan cobran cantidades tan elevadas que al oírlas el sentido común siente vergüenza, que despierta más pasiones que la cultura, la ciencia y otros deportes, que moviliza las masas como nada consigue movilizarlas para acabar con las guerras, el hambre y otros abusos, y que pone a todo un país en pie cuando alguien grita ¡gol! Con más entusiasmo que Colón gritó ¡tierra! Ante la vista de América.
       Quizá por estas extravagancias que tanto me disgustan ni siquiera tengo interés de salir de esta incultura fulbolera que merece un cero como una plaza de toros.
       Para que se haga idea de mi ignorancia, solo he seguido por televisión un partido en mi vida: aquel en el que España fue por primera vez campeona del mundo, y eso porque ni encerrándome entre las cuatro paredes de mi casa pude librarme de los televisores de mis vecinos, de sus gritos, patadas y aplausos de emoción.
       Lo único que aprendí de        aquel acontecimiento fue que usted era el seleccionador de la selección española y que gracias a su buen hacer se alzó con el tan disputado como codiciado título. Por aquellos días usted recibió felicitaciones, aplausos, homenajes, y no le pusieron un altar para que los aficionados le besaran los pies porque usted no se dejó arrastrar por aquella ola de entusiasmo. Me sorprendió su actitud gratamente. Cualquier español en su lugar se hubiera creído el ombligo del mundo y se habría convertido en un héroe nacional; usted, sin embargo, se limitó a agradecer todos los reconocimientos y siguió siendo el mismo que era hasta aquel milagroso gol. Más que un gran seleccionador, supe que era usted un hombre inteligente. Hay que ser muy necio para no saber que en este país los mismos que te suben a la cima de la montaña te echan a rodar por ella.
      A principios de junio supe que volvían a celebrarse los mundiales. Lo descubrí porque los balcones se llenaron de banderas españolas y todos se olvidaron del origen de la crisis y de sus consecuencias. Tuvieron que aclararme que este evento se celebra cada cuatro años y que usted seguía siendo el seleccionador. Me preparé para tener que seguir el segundo partido de mi vida: todos aseguraban que España volvería a ser campeona.
       No me había enterado de que ya habían empezado a jugarse los partidos cuando una mañana me encontré con que algunas banderas lucían crespones negros, otras estaban a media asta y la mayoría habían desaparecido porque España había sido eliminada en el primer partido y la selección tuvo que recoger los bártulos y volver a casa. La culpa de tan grande fracaso era del seleccionador, o sea, de usted. Había elegido a los peores jugadores, todos eran viejos para correr detrás de un balón, seguía utilizando técnicas que todos los adversarios conocían, y o dejaba usted su puesto de seleccionador, o el fútbol español entraría en crisis, que iba a ser más grave que la destrucción sistemática de puestos de trabajo, los recortes en servicios sociales y la subida de impuestos para cuadrar las cuentas que descuadraron los políticos, los banqueros, los constructores y de más corruptos.
      Me preocupé por conocer su reacción ante tales comentarios y supe que se limitó a asumir el fracaso con dignidad y punto. No me sorprendió su reacción. Las personas inteligentes ni se endiosan con los éxitos ni se hunden con los fracasos, saben que perder es más normal que ganar, y que el único mérito es seguir adelante con espíritu de superación.
      Acabo de enterarme de que pese a todos los negativos comentarios usted no ha renunciado a su cargo, es decir, que seguirá al frente de la selección española durante cuatro años más, como se había comprometido. Por esto le escribo hoy, para felicitarle por ello. Solo los que llegan a la cima de la montaña por sus propios medios, pueden impedir que los demás le empujen para salir rodando. Ojalá hubiera muchos españoles así y no solo en el fútbol. Suerte.
ee

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