jueves, 28 de febrero de 2013

Carta a...

Hoy os escribo a vosotros, españoles, hombres y mujeres que habéis dejado nuestro país para trabajar en cualquiera de los países de la Comunidad Europea. No me cabe la menor duda de que sois buenos profesionales y personas educadas, serias y responsables, de que nadie tiene que avergonzarse de vosotros, de que sois un lujo para cualquier empresa, pero desgraciadamente los periódicos y demás medios de comunicación tienen muchas cosas malas que decir de España últimamente y mucho me temo que de un modo u otro vosotros seáis los primeros en pagar el pato fuera de nuestras fronteras. ¿Con qué ojos os miran ahora los ciudadanos del país donde trabajáis? Me hago esta pregunta porque todavía recuerdo lo mal que nos miraban por la década de los 80 del siglo pasado cuando los más jóvenes empezamos a ir de turistas. Los españoles éramos para ellos personas inferiores y no escatimaban modos y maneras de decírnoslo: antes de hablar, nos mandaban callar, y qué decir si entrábamos en grupo en un comercio o grandes almacenes… Los empleados custodiaban los puestos de caja sin disimulo, no perdían de vista los artículos, vigilaban los estantes y no respiraban a gusto hasta que no nos veían salir a todos sin haber mangado nada. ¿Era justa aquella fama de gritones, ladrones y canallas que nos dejaron los españoles que en la década de los sesenta emigraron a los respectivos países? De ningún modo. Entre aquellos españoles, como entre los ciudadanos de todas las nacionalidades, los hubo buenos, los hubo malos y los hubo regulares, y justo es decir que en su mayoría trabajaron como animales, se pribaron de muchas cosas necesarias, no gozaron de las ventajas que de forma oficial nos contaron en democracia para que viéramos con buenos ojos sus políticas contra los extranjeros que llegaban en pateras a nuestro país con la esperanza de encontrar un futuro mejor y contribuyeron a levantar unos países que habían quedado poco menos que arrasados por la Segunda Guerra Mundial, pero eran víctimas de las circunstancias sociales, políticas y económicas de un país que tras muchas décadas de hambre, guerras e incultura, acabó en una larga dictadura, y como suele suceder, además de sufrir las consecuencias, tuvieron que pagar las culpas. Con la llegada de la democracia y el crecimiento económico empezamos a superar este problema hasta el punto de pasar a ser un miembro importante dentro de la Unión Europea. Durante más de treinta años, los distintos gobiernos, todas las instituciones y el Rey de manera especial, se han esforzado para lavar la penosa imagen que Europa tenía de España y de los españoles y ahora resulta que el tal lavado no era otra cosa que un sutil maquillaje para ocultar sus escandalosos robos, sus vergonzosas complicidades, sus desproporcionados abusos de poder y otros desmanes que nos han dejado a la luna de Valencia, es decir, sin trabajo para no pocos españoles, sin empresas productivas, sin servicios públicos, sin prestaciones y sin derechos que tanto nos costó conseguir, y esto no es lo más indignante de todo, lo más indignante es que ahora, haciendo uso de sus magníficas dotes de lavanderos, tratan de quitarse las manchas de encima para plantárnoslas a nosotros, a vosotros, a los españolitos de a pie y de bien, o sea, a sus víctimas. Espero y deseo que los europeos de hoy no hagan con vosotros ni con nosotros. Lo que hicieron sus antepasados con los españoles de ayer; es hora de entender que las culpas de los gobernantes deben pagarlas ellos y no los ciudadanos. ¡Ánimo y adelante! No tenéis que avergonzaros. Al contrario. Sois la mejor prueba de que en este país hay gente muy válida, tan válida que se lanza a dar y recoger fuera lo que sus ineptos gobernantes le niegan en casa a sabiendas de que son imprescindibles para poder avanzar. María Jesús.

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