domingo, 30 de septiembre de 2012

Mesa camilla

Creo que ha llegado la hora de reconocer que nuestra crisis es más que económica, que es algo que va más allá de nuestros políticos, de los tejemanejes de los banqueros, de la codicia de los constructores y grandes empresarios, de los malos tiempos o la prima de riesgo y entender que nuestros problemas no se van a terminar cambiando a un partido por otro, con baterías de medidas urgentes todos los viernes y convocando huelgas generales cada dos por tres. Por mucho que nos duela me parece que es hora de aceptar que nuestro principal problema no es Grecia, el euro o la señora Merkel y admitir, para tratar de cambiar, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición en tan solo unos años. Lo nuestro no es otra cosa que el resultado de una cadena que empieza a tejerse en la escuela y termina en la Moncloa. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los únicos a los que hay que complacer para poderlos manipular, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los que hay que votar cuando llegan las elecciones, sin importar lo que hagan o dejen de hacer, porque son de los nuestros, gritan más fuerte, desgranan insultos con más facilidad, van mejor trajeados, regalan más baratijas y nos prometen poner a cada cual en su sitio, y estamos tan familiarizados con nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como si fuera lo más normal del mundo, pero ¿qué es un país mediocre? Mediocre es un país que sólo se siente orgulloso de sí mismo en los campos de fútbol. Mediocre es un país que se pasa buena parte del día frente a un televisor que muestra sobre todo basura. Mediocre es un país que está dispuesto a cambiar el esfuerzo por el enchufe. Mediocre es un país que llama solidaridad a la caridad. Mediocre es un país que pide justicia y se conforma con culpables. Mediocre es un país que no admite las distintas tendencias sexuales de los demás, juzga a las personas por su credo, color o nacionalidad y las considera distintas, cuando no inferiores, por sus limitaciones físicas. Mediocre es un país que valora los títulos más que la formación. Mediocre es un país en el que los padres se preguntan qué futuro van a dejar a sus hijos en lugar de preguntarse qué ciudadanos van a dejarle a su país. Mediocre es un país en el que los hijos prefieren depender de sus padres antes que coger la maleta y largarse a buscar la vida. Mediocre es un país que hace lo que le dicen, que todo se lo cree, que solo ve bien lo que la moda le pone delante de los ojos. Mediocre es un país que ahorra de todo menos de organizarles a los ciudadanos el tiempo libre. Mediocre es un país que recurre a las actividades organizadas para matar el tiempo. Mediocre es un país que se deprime cuando acaban las vacaciones y hay que volver al trabajo. Mediocre es un país que en casi 40 años de democracia no ha tenido un presidente que hable inglés y tenga verdaderos conocimientos de política internacional. Mediocre es un país en el que se habla una lengua oficial que es el español y en el senado se necesitan tres traductores de catalán, vasco y gallego, aunque sus señorías, hablen y entienda perfectamente el español. Mediocre es un país que invierte las subvenciones en destruir su agricultura, su pesca y su ganadería. Mediocre es un país que construye edificios a sabiendas de que no van a utilizarse. Mediocre es un país en el que la mayoría de los ciudadanos presumen de engañar a Hacienda y a la Seguridad Social. Mediocre es un país que no quiere trabajo mientras pueda cobrar el paro. Mediocre es un país que conoce sus derechos pero desconoce sus obligaciones. Mediocre es un país que odia pagar impuestos pero exige servicios. Mediocre es un país que piensa que el dinero sale del gobierno de turno, no del bolsillo de los ccontribuyentes. Mediocre es un país que acude en rebaño adonde le dan aunque sea un disgusto. Mediocre es un país que premia a los gobernantes que igualan a los ciudadanos a la baja en lugar de exigir que los iguale a la alta. Mediocre es un país en el que los medios de comunicación en lugar de informar a los ciudadanos defienden a un partido determinado y destruyen a otro para captar adeptos. Mediocre es un país en el que se permite que los terroristas o aquellos que les apoyan, estén presentes en las instituciones. Mediocre es un país en el que vale más la palabra del alumno que la del profesor. Mediocre es un país que por conseguir votos es capaz de dividir a las asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tantas veces en tan pocas décadas que ha puesto a sus estudiantes en la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y obliga a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir. Mediocre es un país cuyo gobierno reforma las administraciones públicas restando el número de funcionarios y multiplicando el de altos, bajos y medios cargos. Mediocre es un país cuyo gobierno pretende resolver el problema del paro despidiendo trabajadores y fomentando el cierre de pequeñas y medianas empresas. Mediocre es un país que deja los servicios públicos en manos privadas. Mediocre es un país que aplaude a sus gobernantes antes de empezar a gobernar. Es mediocre un país en el que la brillantez ajena despierta sospechas, la creatividad es marginada y la independencia despreciada cuando no penada. Es mediocre un país que ha hecho de la mediocridad el gran ideal nacional, perseguido sin complejos por miles de jóvenes que buscan ocupar una plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. Mediocre, hablando alto, firme y claro, es un país que ha permitido, fomentado y festejado el triunfo de los mediocres, arrinconando a las excepciones hasta no dejarles más que dos posibilidades: o seguir siéndólo a costa de ser mal visto, o la de incorporarse a la indignante fila de los mediocres.

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