domingo, 30 de septiembre de 2012

Carta a...

Querida Marisa: Le dedico estas líneas porque el periodista Carles Porta acaba de ser galardonado con el premio de periodismo “Huertas Claveria” por su libro titulado “Fago”. Nada tendría usted que ver con este premio a no ser porque es la protagonista del mismo, algo que sin duda usted no habría querido ser por nada del mundo. Usted era una ciudadana anónima. Trabajaba en Zaragoza. Si mal no recuerdo, tenía usted una pequeña tienda de decoración. Pero era oriunda de Fago, un pequeño municipio de la provincia de Huesca. De vez en cuando, como hacemos todos los que tenemos que dejar el pueblo, iba usted a lo que vamos todos: a pasar las navidades, a visitar a sus padres y demás familia, a sus vecinos de siempre, a sus amigos de la infancia, a una boda, a un entierro, , a la fiesta… a encontrarse, en definitiva, con el pasado que cuesta olvidar, pero en enero de 2007 tuvo usted que ir por algo tan terrible como inimaginable: el alcalde del municipio, Miguel Grima, había sido asesinado a tiros en una emboscada y su cadáver arrojado a un barranco, y unos días después, su hermano, Santiago Mainar, era detenido como presunto autor del crimen. Mejor no recordar las escenas que se vivieron en su pueblo por aquellos días pues eran más propias de otros tiempos que de los nuestros. Dos años después su hermano era condenado a veinte años y pico de cárcel que ya está cumpliendo. Los responsables de la investigación siguen dudando de que su hermano fuera culpable, pero tampoco están seguros de que sea inocente; en lo que todos coinciden es en que aquel crimen no fue cometido por una sola persona pero ¿quién fue la otra? Mucho me temo que la verdad, como en otros muchos casos, no se sabrá nunca. Lo que sí está demostrado es que su familia en general y usted en particular fueron víctimas inocentes por el hecho de defenderlo como era su obligación, y condenadas por el pueblo, su pueblo, el pueblo de sus amigos de siempre, de sus vecinos de toda la vida, al desprecio, al rechazo más absoluto y a otras humillaciones que la llevaron incluso a tener que cerrar su tienda. Esa es la otra cara de los pueblos, esa cara en la que podemos ver como en un abrir y cerrar de ojos dejan de ser un paraíso para convertirse en un infierno. De estas reacciones más inhumanas que humanas, de su lucha con la prensa que quería carnaza para saciar el morbo de los lectores y de sus peripecias por los enrevesados caminos de la justicia, versa el libro del señor Porta. Ojalá tenga muchos lectores y sirva para que ante estos casos todos aprendamos a ser más prudentes, más comprensivos, más delicados, pues detrás de un asesino hay siempre una familia que más que nunca merece respeto, y una cosa es pedir justicia para su víctima, y otra culpables para satisfacer bajos deseos. Cuente con todo mi apoyo, comprensión y respeto.

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