lunes, 30 de abril de 2012

El Álbum de la Lengua

Consciente o inconscientemente las personas inventamos palabras, les añadimos otros significados o les cambiamos el que tienen. A veces son palabras sensatas; otras, insensatas. Las sensatas son las que dicen tan bien lo que son que circulan de boca en boca con tal fuerza que sin que nadie sepa quien las inventó la Real Academia tiene que acabar incluyéndolas en el diccionario pues forman parte de la lengua. Las insensatas son las que hacen todo lo contrario, o sea, decir tan equivocadamente lo que dicen, que o se mueren al menor descuido, o solo quedan para sus inventores. Hoy os traigo una muy sensata y dos totalmente insensatas, y por eso de que la tarta siempre se saca al final del banquete, empezaré por las últimas.
Se supone que los medios de comunicación están más obligados a cuidar el lenguaje que los que no tienen que hablar en público. No hablo de errores al pronunciar, de equívocos, que esto no es un defecto, es algo normal, hablo de palabras tan mal usadas que dejan por los suelos a quien las dice y perplejo a quien las oye.
La primera de estas palabras es la palabra excarcelar. Es frecuente oír en radio y televisión y leer en los periódicos frases de este estilo:
“Ayer… en la carretera tal… el turismo tal… colisionó con el turismo cual… y el accidente se saldó con equis muertos que los bomberos tuvieron que excarcelar del primer vehículo”.
O sea, que la palabra excarcelar, para estos profesionales, o tiene un significado más, o quiere decir esto: sacar los bomberos a alguien del interior de un coche siniestrado en un accidente de tráfico.
Pues no, señores de los medios, excarcelar solo se puede excarcelar a una persona que está en la cárcel y ha cumplido su condena, y claro está, por mandamiento judicial, de ningún modo es algo que pueda hacer un bombero.
La segunda es la palabra contenedor. Creo que lo que significa esta palabra ni a los niños hay que explicárselo. Todos, más o menos cerca de casa, mejor o peor ubicados, más limpios o menos limpios, tenemos un contenedor donde cada día depositamos nuestra bolsa de basura. Pero según ustedes, un contenedor, es ahora, un teatro.
“La ciudad cuenta con equis contenedores de cultura”. “Se ha inaugurado un contenedor de cultura”. “En breve cerrará sus puertas el único contenedor de cultura que teníamos en la ciudad”, dicen ustedes y se quedan más anchos que largos,
Ante esta palabra siempre me queda la misma duda: ¿Llaman contenedor a un teatro, o llaman basura a la cultura? Si alguien pudiera aclarármela, se lo agradecería en el alma.
Y vamos a la tarta, es decir, a la palabra sensata:
Hace algún tiempo, tampoco tanto, en la sección de “Cartas al Director” de un periódico, apareció la de una ciudadana anónima que se quejaba de ser mileurista, o sea, de ganar mil euros al mes pese a sus títulos y otras razones que la hacían creer que merecía mejor sueldo. La palabra mileurista llamó más la atención que su queja y empezó a circular entre los lectores del periódico, por los distintos medios de comunicación y por la calle, sin duda porque es una palabra que sabe lo que dice y dice lo que es tan correctamente que hoy puede oírse en cualquier conversación. Estoy segura de que antes o después la RAE tendrá que incluirla en el diccionario, y para ayudarla a llegar, la pego en este álbum.

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