lunes, 2 de agosto de 2021

CARTA A...

 

Señor presidente del Gobierno.

 

Pedro Sánchez:

 

El viernes 30 de julio tuvo lugar en Salamanca la Conferencia de Presidentes Autonómicos. En su calidad de presidente del Gobierno convocó a los de las comunidades autónomas y acudieron a la cita 16 más los dos de las comunidades autónomas de Ceuta y Melilla. Al vasco, como a los niños que hay que darles unos céntimos para chuches para que hagan un recado cuando se ponen cabezones y no quieren hacerlo, tuvo que darle la propina para que acudiera a la cita: poderes para gestionar nuevos impuestos como el IVA de las ventas a distancia, el de transacciones financieras y el de servicios digitales. El catalán decidió que no necesitaba desplazarse a Salamanca para resolver sus asuntos y se largó a Ginebra. Para usted sería un desaire, pero para los salmantinos fue una suerte; tal como se las gasta a lo mejor había cargado con la plaza, el convento del evento y las catedrales y los deja sin turismo de un plumazo.

 

Para empezar la jornada, acompañados del Rey que se acercó  para decirles hola y adiós, se hicieron en la Plaza Mayor lo que nadie podía imaginar: una foto de familia, así, como suena, de fa-mi-lia. Daba gloria verlos. Todos unidos, todos respetuosos, todos contentos. Se vislumbraba que no habían ido a trabajar, que habían ido de fiesta.

 

El evento, que tuvo lugar en el convento de San Esteban, duró varias horas. Por su parte les prometió a todos tres millones y medio de vacunas para acabar con el virus inmediatamente y más de la mitad de los dineros que llegarán de la Comunidad Europea para que todas las comunidades puedan empezar a salir de la crisis en la que el maldito bicho nos ha metido. Hasta el más torpe de los españoles les habría dicho esto en un par de minutos, en un whatsapp y sin salir de casa, pero el cargo bien vale hacer de un mensaje una conferencia para que los ciudadanos lo tengan en cuenta cuando los llame a las urnas. Los discursos de los presidentes autonómicos llevaron más tiempo, no porque fueran más complicados que el suyo, sino porque eran muchos y no disponían de tiempo para hablar. Aunque con pocas palabras, todos le pidieron lo mismo: medios y herramientas legales para resolver los problemas de sus ciudadanos del alma. No parecían los mismos. Todos tan correctos, sin gritos, sin insultos, y el broche final una lluvia de aplausos. No se sabe si los aplausos eran de las comunidades para el gobierno o del gobierno para las comunidades. Yo diría que cada cual se aplaudió así mismo y más por costumbre que por reconocer méritos ajenos.

 

Tras la agotadora mañana llegó el almuerzo de hermandad. El presidente de Castilla y León, que de ordinario ni se toma la molestia de disimular las ganas que tiene de ver al gobierno en la oposición, movido, posiblemente, por la esperanza de pillar alguna cartera de ministro, estaba orgulloso de ser el anfitrión, y usted y los suyos, encantados con la opípara comida que les obsequió. Esperemos que no haga falta recordarle que invitar, invitó el señor Mañueco, pero pagar, pagamos los ciudadanos. Y si en lugar de sentarse al banquete, se hubieran comido un bocadillo y se hubieran largado a recorrer las calles de locales con el cartel de “se vende”, de comercios vacíos y de negocios sin atreverse a abrir porque los gastos superan a los ingresos, se habrían dado cuenta de que no están las cosas para estos despilfarros.

 

Normalmente después de la tempestad viene la calma, en esta ocasión primero vino la calma y después la tempestad. No habían dejado atrás el Tormes cuando ya se estaban tirando los trastos a la cabeza. ¡Cuánta hipocresía!

 

Posdata:

 

Lo que el viernes 30 de julio se celebró en Salamanca, no fue una jornada de trabajo entre presidentes, fue una sesión de campaña electoral que a todos les convenía, a unos porque no quieren perder elecciones, y a otros porque quieren ganarlas. Y ya estamos de campañas fuera de plazo hasta el moño.

 

1-VIII-2021

 

María Jesús

 

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