martes, 10 de julio de 2018

CAJÓN DE SASTRE

El juramento hipocrático

     Texto del juramento hipocrático clásico

     Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo por testigos a 
todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que 
me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis 
fuerzas y mi inteligencia. Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto 
que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si 
lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender 
la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de 
recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de 
enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan 
bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más. 
Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa 
según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No 
accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré 
a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios 
abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No 
ejecutaré la talla, dejando tal operación a los que se dedican a practicarla. 
En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los 
enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones 
corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o 
esclavos. Guardaré secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de 
mi ejercicio y que no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi 
profesión, considerando como un deber el ser discreto en tales casos. Si 
observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida 
y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy 
perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria.

     Versión del juramento hipocrático de la Convención de Ginebra

     Ha habido varios intentos de adaptación del juramento hipocrático a lo largo de 
la historia. En 1945, se redactó un juramento hipocrático en la convención de 
Ginebra, con el texto siguiente:
En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me 
comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. 
Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son 
acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida 
del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de 
quien haya confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el 
honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis 
hermanos. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse 
consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré 
absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar 
mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas 
promesas solemnemente, libremente, por mi honor.

     Versión del Juramento Hipocrático de Louis Lasagna

     Una versión del juramento muy utilizada actualmente, sobre todo en países 
anglosajones, es la versión redactada en 1964 por el Doctor Louis Lasagna, 
Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts. El texto, en su 
traducción al castellano, dice así:
Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto. 
Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los 
médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con 
aquellos que vengan detrás. Aplicaré todas las medidas necesarias para el 
beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del 
sobretratamiento y del nihilismo terapéutico. Recordaré que la medicina no 
sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la 
comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el 
medicamento del químico. No me avergonzaré de decir «no lo sé», ni dudaré en 
consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de 
otro para la recuperación del paciente. Respetaré la privacidad de mis 
pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los desvele. Debo 
tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la 
oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible 
que esté en mi mano asistir a una vida que termina; debo enfrentarme a esta 
enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. 
Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios. Recordaré que no trato una 
gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo 
cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica. Si 
voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye 
estos problemas relacionados. Intentaré prevenir la enfermedad siempre que 
pueda, pues la prevención es preferible a la curación. Recordaré que soy un 
miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los 
sanos de cuerpo y mente así como los enfermos. Si no violo este juramento, 
pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y 
recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las mejores 
tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a 
aquellos que busquen mi ayuda.

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