jueves, 30 de enero de 2014

Mesa camilla

Para ser escritor, además de dominar las técnicas de la escritura, se necesita tener mucha sensibilidad, dotes de observación, buena voluntad y sobre todo la suficiente capacidad para meterte en la piel de los demás y contar con acierto sus zozobras, sus circunstancias, sus experiencias. Ser escritor es ser la voz de los demás, y para poder hablar por ellos, antes hay que saber escucharlos. Los escritores de verdad escriben para denunciar conductas injustas, para despertar conciencias, para esclarecer ideas, para impulsar el pensamiento crítico, para fomentar la capacidad de análisis, de coherencia, de equilibrio, con la pretensión de contribuir a hacer un mundo mejor para todos.
    Es evidente que estas cualidades, estas inquietudes y estas aspiraciones están muy lejos de la clase política. Y sin embargo, a los nuestros, en los últimos años les ha dado por escribir libros en cuanto tienen que dejar el cargo cuando no antes. En esta nómina de nuevos escritores podemos encontrar nombres de presidentes de gobierno, presidentes autonómicos, alcaldesas, ministras… y lo mismo los hay de un partido que de otro. Ante esta proliferación de escritores nacidos de la política cabe preguntarnos a qué obedece tanta repentina pasión por escribir.  
    Para empezar a reflexionar, es difícil que tengan tiempo de escribir libros, viven muy ocupados en buscar vergonzosas fórmulas para crear crisis económicas, destruir puestos de trabajo, fabricar pobres, limitar el acceso a la cultura y a otros derechos fundamentales y tejer mentiras para hacer ciudadanos tan manejables que hasta les ayuden a ganar elecciones que les permitan seguir en sus cargos o volver a ellos. Lo más seguro es que alguien se los escriba y ellos firmen. Y después, ¿qué pretenden al publicarlos?
      Arreglar el mundo, desde luego que no. Quien utiliza un cargo para descomponerlo, no puede intentar arreglarlo con unas líneas, entre otras razones porque sería admitir sus errores por no llamarlos maldades, y los políticos están convencidos de que no se equivocan nunca, y si se equivocan, les da igual, el pueblo es suyo y debe rendirse a su voluntad.
     Contar sus chanchullos con nuestros impuestos, sus tejemanejes con banqueros, constructores y grandes empresarios, sus abusos de poder, está claro que tampoco. Si no se los cuentan a los jueces, ¿cómo van a contarlos en un libro?
     Ganar dinero, es posible, las ansias de dinero de los políticos no tiene límites. No solo utilizan el cargo para cogerlo, también para no soltarlo, y hacen lo que sea con tal de asegurarse el futuro para ellos y para sus herederos. Seguramente este oficio no les resulte muy rentable. Pese a que sus libros se anuncien en los medios de comunicación a bombo y platillo y figuren en el lugar más visible de las librerías de las grandes superficies, salvo sus beneficiados para cumplir, lo normal es que nadie los compre, entre otras cosas que sobra comentar porque sus precios no están al alcance de los ciudadanos que para enriquecerse han arruinado.
    Lo más seguro es que pretendan lavar su imagen para pasar a la historia como seres dignos, valiosos, IMPORTANTES para la sociedad.
    Pretendan lo que pretendan, lo único que dejan claro es que de escritores no tienen nada, y las letras les estarían más agradecidas si en lugar de dedicarse a escribir para los demás, se dedicaran a leer lo que los demás escriben de ellos. A lo mejor hasta conseguían hacer méritos para ser recordados como buenos gobernantes.

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