sábado, 31 de marzo de 2012

Mesa camilla

Por fin, este año, el “Día de la Mujer Trabajadora” (8 de marzo), ha pasado a llamarse “Día de la Mujer”. ¡Ya era hora!
Nunca estuve a favor del nombre por lo que tenía de absurdo por no decir de injusto. ¿Cuándo no trabajó la mujer? Las mujeres trabajaron en todos los tiempos y, en la mayoría de los casos, más horas al día y más duro que los hombres, tanto dentro como fuera de casa; otra cosa es que lo hicieran de balde, sin adquirir derechos, sin el reconocimiento de la sociedad. Lo normal, en mi opinión, habría sido titularlo “Día de la Mujer Asalariada”, no trabajadora, y mejor aún, de la mujer; pensándolo bien el calificativo viene a ser sinónimo del sustantivo pues la virtud de trabajadora es inherente a la condición femenina, de hecho es más fácil encontrar hombres poco dados al trabajo que mujeres, sin duda porque en todos los tiempos ellas fueron educadas para servir a los demás y ellos para ser servidos.
Pese al cambio la jornada se utilizó para reivindicar lo de siempre: igualdad de sueldo con los hombres por las mismas funciones, las mismas oportunidades para acceder a los cargos, no ser rechazadas o despedidas ante un embarazo… derechos tan incuestionables que a estas fechas del calendario da vergüenza tener que pedir.
Me gustaría que en adelante, además de aprovechar la jornada para esto, las autoridades en general y las mujeres en particular, la aprovecháramos para rehabilitar la imagen de la mujer que nunca cobró por trabajar. No pocas han sido y son “simples” amas de casa, y ni los poderes públicos, ni los miembros de sus familias en la mayoría de los casos, ni por la sociedad en general ni por las mujeres en particular, su labor ha sido reconocida. Al contrario. Siempre se las vio como a ciudadanas de segunda clase, basta fijarnos en el apelativo de las “marujas”, tan presente todavía en nuestro vocabulario. ¿Hay insulto más injusto a la dignidad?Miles de mujeres, además de las tareas de amas de casa, han tenido y tienen que ejercer de educadoras, de administradoras, de psicólogas, de enfermeras, de médicos, de vigilantes de seguridad, de policías, incluso, y tan poco hemos valorado su papel, no sólo para los suyos, también para la sociedad, que hasta ellas mismas se tienen por inferiores. Es frecuente, en esos programas de radio donde llaman los oyentes para opinar, oír frases como ésta: “Yo no entiendo mucho, soy una simple ama de casa, pero pienso… Me llevan los demonios cuando las oigo. ” Es verdad que no tienen tantos títulos académicos, pero les sobra experiencia, que es la madre de todas las ciencias, y estoy segura de que no pocas inteligencias se han quemado por evitar que no se quemen unas lentejas.
Espero pues que a partir del próximo año las declaraciones institucionales vayan dirigidas a todas las mujeres, a las que cobran por su trabajo y a las amas de casa, estoy a favor de que la mujer se incorpore al mercado laboral, naturalmente, pero soy consciente de que la desaparición de la profesión, porque es una profesión, de ama de casa, va a traerle a la sociedad muchos problemas, si es que no ha empezado a sufrirlos ya, que tengo mis dudas, y que las asalariadas empezáramos a verlas como lo que son: ciudadanas de primera clase, pues si las mujeres nos descriminamos entre sí, ¿cómo vamos a exigir que no nos discriminen los hombres?

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