martes, 20 de diciembre de 2022

COSAS DE GARIPIL

      ¡Hola!: Acabo de abrir el libro que tengo entre manos por el capítulo XV que es el que toca. Si quieres seguir su lectura solo tienes que acompañarme. Espero no aburrirte demasiado, pero si me equivoco y te aburro, ya sabes, solo tienes que dejarme con mis cosas. Y a ellas voy.

 

          XV LA LLEGADA DE LAS LETRAS Y DE LOS NÚMEROS

     Sólo la llegada inesperada de una amiga fue capaz de animar a Bella Luna. Un día, en el patio, apareció una tortuga que salía de una cloaca. Bella Luna y la tortuga se hicieron buenas amigas. Durante el día jugaban juntas en el patio y por la noche dormían en el mismo cuarto. La tortuga se acostaba sobre la alfombra. Bella Luna dormía de un tirón toda la noche pensando que junto a ella estaba su amiguita. Tan compenetradas estaban las dos que aprendieron a hablarse con los ojos. La tortuga narraba las aventuras vividas en las cloacas durante el invierno, las hazañas pasadas en otras casas que conoció en anteriores veranos. Bella Luna contaba las “mentiras” que le decían las estrellas por las noches cuando dormía y lo bien que se lo pasaba con ellas. Ambas se reían a mandíbula batiente porque eran secretos muy divertidos. La mayor felicidad de Bella Luna era saber que la tortuga había simpatizado con Tarri.

    —Las tortugas son los únicos animales que no me disgustan. Son tan pulcras que no dejan ni un rastro de suciedad en la casa. Tampoco hay que darles de comer y de beber, ellas mismas se buscan las habichuelas. Parece que ni hay animales en casa porque no dan un sólo ruido. ¡Así de requetelimpias y así de tranquilas deberían ser todas las personas para que tú pudieras arrimarte a ellas!

    Una mañana de las primeras de otoño jugaban muy entretenidas en el patio y de repente la tortuga empezó a tiritar.

    —El sol ya nos ha dicho adiós y viaja hacia otro lado de la tierra. Ya está el viento barriendo el hueco que deja para que pronto vengan las nubes dispuestas a regar esta zona. Este año me habría gustado que ni se fuera el sol ni vinieran las lluvias porque me divierto contigo de lo lindo, pero Tanto las nubes como el sol tienen tan buena memoria que no fallan jamás. ¿Quieres que te diga una cosa? El viento y la lluvia son mis mayores enemigos: me congelan los Pies, los pensamientos y la sangre, y no me dejan ni pensar ni moverme. ¡Qué frío tengo ya! ¡Me caigo de sueño! ¡No puedo abrir los ojos!

     Bella Luna empezó a gritar desesperada.

     —¡No me dejes sola, tortuguita, no me dejes sola, que no tendré más amigas para jugar!

     De nada sirvieron sus súplicas. La tortuga no podía oírla. Bostezaba una y otra vez y los párpados se le iban cerrando poco a poco. Empezó a enroscarse en su caparazón y dando tumbos se introdujo por la rejilla de una cloaca. Tarri                                      era incapaz de dar consuelo a su hija.

     —Las tortugas duermen durante el invierno y se despiertan en el verano. No  llores que esta tortuga volverá el próximo año. La hemos tratado en esta casa como a alguien de la familia y son animales muy agradecidos. Por eso no molestan nunca. ¿Quieres esperarla viendo un libro de cuentos de tortugas? ¡Vamos para dentro que con este viento que sopla podrás agarrar otra pulmonía! Te daré el libro con la condición de que te laves las manos cada vez que cambies de hoja y las horas se te pasarán volando con él porque te dejaré quedarte junto a la chimenea.

     Ni corta ni perezosa sentó a Bella Luna en un sillón que estaba instalado en el rincón de la chimenea y la envolvió en una manta.

     —Aquí pasarás el invierno y las llamas del fuego te defenderán de las bajas temperaturas. Voy a buscar el libro.

     Su madre llegó con el regalo.

     —En este libro aprendió a leer el abuelo, y como yo era su única hija, me lo dejó de herencia. Me contaba que en estas páginas se decían muchas cosas de las tortugas. Al abuelo se le metió entre ceja y ceja que yo tenía que aprender las letras y  buenas peloteras tuvo con la abuela. ¡La vida me dio que supo salir al quite! Mi madre me quería tanto como yo a ti y se opuso porque leyendo duele mucho la cabeza y se va la vista de los ojos. ¿No ves lo a gustito que estás tú ahora sin que nadie te obligue a ir a una escuela? Pero mirar los santos es muy divertido y esto no causa desgastes aunque lo hagas todos los días; son más grandes que las letras, y los ojos, para verlos, no tienen que esforzarse tanto.

     Bella Luna cogió el pequeño libro y miró con ilusión la tortuga que estaba pintada en la portada. “¡Qué pena que no sea una tortuga de verdad!” Abrió el librito y miró y remiró todas las viñetas que eran tortugas estampadas en las páginas. Se fijó en las letras y quedó decepcionada: se le había olvidado leer por completo. Se entristeció mucho. “Yo quiero saber leer para aprender muchas cosas y para poder contárselas a la tortuga cuando venga en verano”. Se aburría tanto sin saber leer que empezó a bostezar. Quiero dormirme hasta que regrese la tortuga y pueda decirme lo que cuentan sus hermanas en estas páginas”. Dando tumbos se metió en la cama con el libro entre los brazos y durante tres meses no abrió los ojos ni para comer. Tarri se encogió de hombros. ¿Para qué iba a preocuparse? Aquello no era una desgracia, era una suerte. Seguro que se había convertido en tortuga, y al morirse el invierno y nacer el verano, resucitaría tan pulcra, tan tranquila y tan agradecida como ellas, pero al entrar en la sala una mañana para verla descubrió horrorizada que la pécora que la tenía embrujada seguía vivita y coleando. Las paredes estaban llenas de letras, unas más grandes y otras más pequeñas, pero todas gritaban lo mismo: “¡Aaaaa! ¡Aaaaa! ¡Aaaaa…!” Tarri se tapó los oídos con las manos para que aquel guirigay que subía de volumen cuando gritaban las grandes, bajaba cuando lo hacían las pequeñas y despistaban cuando unas y otras se juntaban, no la dejara sorda, pero tenía que evitar que la sorda no acabara siendo su hija y se los destapó. Profiriendo maldiciones como una energúmena abrió la ventana de par en par y empezó a sacudirlas con el mandil para ahuyentarlas, pero a la primera batida las letras corrieron a refugiarse entre las páginas del libro que Bella Luna tenía entre sus brazos, y al juntarse con las que estaban impresas, empezaron a gritar: “¡Amigo!, ¡árbol!, ¡amor…!” lo que hizo que Tarri tomara la decisión de matarlas antes de que aquellas palabras llenaran la cabeza de su hija de pensamientos que sólo servirían para que al despertar la tuvieran envenenada, pero ¿cómo podría hacerlo? A escobazos, era imposible; se quedarían enganchadas entre las ramillas de la escoba. Pisándolas, tampoco; ni unas ni otras caían al suelo. Estrangulándolas, de ningún modo; eran más ágiles que sus propias manos. Por fin una idea la hizo salir corriendo. Volvió con un balde a ras de agua con lejía. Cogería el libro, sacudiría las hojas sobre el balde, y todas se asfixiarían en el contenido. Pero al hacerlo el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron por la ventana y ella sólo pudo utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes con la bayeta que siempre llevaba en el bolsillo del mandil para tenerla a mano.

     Esto pasó en la casa el lunes 1 de octubre pero la escena se repitió hasta los primeros días de noviembre sin más interrupciones que las impuestas por los fines de semana aunque con algunos matices que cambiaron el abecedario para siempre.

     El martes día 2, las letras gritaban: “¡Beeeee! ¡Beeeee! ¡Beeeee…!” Aquel díaTarri creyó que se trataba de un rebaño de corderos disfrazados de  letras y se dio más prisa en abrir la ventana y sacudir el mandil para evitar que aquellos animales le pusieran las cortinas hechas un verdadero asco, pero las bes corrieron a esconderse entre las hojas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Beso!, ¡baile!, ¡balón…!” Convencida de que también eran letras corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúscula salieron con la cabeza bien alta y tuvo que   utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El miércoles día 3, las letras gritaban: “¡Ceeeee! ¡Ceeeee! ¡Ceeeee…!” Aquel día Tarri abrió la ventana sin más y empezó a sacudir el mandil para espantarlas, pero las ces corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Corazón!, ¡casa!, ¡cabás…!” Segura de que la última palabra trastornaría a su hija aunque estuviera más muerta que dormida corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y  mayúsculas y minúsculas salieron sin encogerse de miedo y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El jueves día 4, las letras gritaban: “¡Cheeeee! ¡Cheeeee! ¡Cheeeee…!” Aquel día Tarri abrió la ventana con energía y empezó a sacudir el mandil para espantarlas, pero las ches corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Chimenea!, ¡chinelas!, ¡chocolate…!” Temerosa de que su hija le preguntara qué significaba la segunda palabra si conseguían despertarla y no pudiera complacerla corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron más anchas que largas y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El viernes día 5, las letras gritaban: “¡Deeeee!, ¡deeeee!, ¡deeeee…!” Aquel día Tarri abrió la ventana con rabia y empezó a sacudir el mandil para espantarlas, pero las des corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras,  empezaron a gritar: “¡Diosa!, ¡dedal!, ¡dado…!” Fuera de sí corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron sin inmutarse y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El lunes día 8, las letras gritaban: “¡Eeeee! ¡Eeeee! ¡Eeeee…!” Aquel día Tarri pensó que le estaban tomando el pelo, porque a la vez que gritaban, las pequeñas la señalaban alzando el pie, y para devolverles la moneda abrió la boca cuanto pudo, se colocó los índices en los extremos para que no se le cerrara al hablar y dijo: “¡Quéeeee!, ¡quéeeee!, ¡quéeeee…!” pero como las sílabas le salían distorsionadas, las letras, sin darse por aludidas, siguieron gritando. Desesperada ante el rotundo fracaso, abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las ees corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Erizo!, ¡esperanza!, ¡espejo…!” Ante la imposibilidad de acabar con ellas corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron la mar de contentas y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes. 

     El martes día 9, las letras gritaban: “¡Efe!, ¡efe!, ¡efe…!” Aquel día Tarri abrió la ventana con una mano y con la otra sacudió el mandil con la misma destreza que si hubiera hecho cada cosa con ambas manos, pero las efes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Fiesta!, ¡farol!, ¡fea…!” Segura de que la habían confundido con la bruja que las enviaba corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas se largaron sin importarle su enfado lo más mínimo y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El miércoles día 10, las letras gritaban: “¡Geeeee!, ¡gueeeee!, ¡geeeee!, ¡gueeeee!, ¡geeeee!, ¡gueeeee…!” Aquel día Tarri no supo si eran ges o eran gues, pero por si acaso eran letras también, abrió la ventana de un golpe y sacudió el mandil con la misma fuerza, pero las ges corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Gato!, ¡guitarra!, ¡gemelos…!” Ante la certeza de que unas y otras eran letras corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron al mismo ritmo  y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El jueves día 11, las letras gritaban: “¡Hache!, ¡hache!, ¡hache…!” Aquel fue el día más triste de las letras. Tarri interpretó que tosían, y tanto le asustó que contagiaran el catarro a su hija que, tras abrir la ventana, empezó a sacudir el mandil mientras gritaba: “¡Fuera!, ¡fuera!, ¡fuera…!” pero las haches corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¿Hermosa!, ¡historia!, ¡hogar…!” Acelerada corrió a buscar el balde. Con las prisas echó la lejía y se olvidó de añadir el agua. Ya en el cuarto rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el olor fue tan intenso que Bella Luna, sin fuerzas para toser, empezó a dar manotazos al aire, y mayúsculas y minúsculas huyeron dando tumbos y respirando a duras penas. La intoxicación que sufrieron no las mató pero las privó del don del habla. Desde aquel día,  por culpa de Tarri, las haches se ven pero no se pronuncian, se escriben pero no se leen, porque enmudecieron para siempre, y aunque son muy bellas, viven en silencio, como hubiera vivido sus días Bella Luna si su madre, en lugar de abrir la puerta para vaciar el balde, se hubiera dedicado a desinfectar las paredes como de costumbre.

     El viernes día 12, las letras gritaban: “¡Iiiii!, ¡iiiii!, ¡iiiii…!” Estas letras tuvieron mejor suerte porque se encontraron con las haches en el camino, y para que no les ocurriera lo mismo que a ellas, se pusieron un sombrero para taparse la nariz con el ala. Tan útil les fue que no se lo han vuelto a quitar. Las mayúsculas se negaron. “Llevar sombrero de noche es de ridículas”, dijeron. Pero se arrepintieron de no imitar a las pequeñas porque desde entonces andan algo enjorobadas por culpa de Tarri que al verlas las confundió con una recua de caballos, y a falta de un palo para echarlas a garrotazos, abrió las dos hojas de la ventana y se lió a patadas para que trotaran hacia afuera, pero las íes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Ilusión!, ¡invierno!, ¡invencible...!” Ante la evidencia de que también eran letras corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron tan campantes y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El lunes día 15, las letras gritaban: “¡Jota!, ¡jota!, ¡jota…!” Aquel día Tarri creyó  que le estaban pidiendo que les cantara una jota para bailarla, y antes de que el ruego se convirtiera en orden, abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las jotas corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Jaula!, ¡joya!, ¡jilguero…!” Antes de que la obligaran a hacer el ridículo corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron más alegres que unas pascuas y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.          

     El martes día 16, las letras gritaban: “¡Kaaaaa!, ¡kaaaaa!, ¡kaaaaa…!” Aquel día fue uno de los más desafortunados para el diccionario. Las kas eran muchas y gritaban todas con la misma fuerza. El detalle desconcertó tanto a Tarri que para librarse de ellas lo antes posible abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las kas corrieron a esconderse entre las hojas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Kilo!, ¡kiries!, ¡kilómetro!” Hecha una furia corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, y como gritaban con la boca abierta de oreja a oreja, elveneno inundó todos sus pulmones antes de que el intenso olor hiciera toser a Bella Luna, y sólo un grupito de mayúsculas y otro de minúsculas lograron escapar vivas. La mayoría murieron ahogadas y Tarri se quedó tan feliz por no poder aprovechar el contenido del balde para desinfectar las paredes. Las que salvaron el pellejo quedaron tan traumatizadas que si se las llama para formar una palabra, sólo acuden si no hay más remedio, y raras veces se ponen en la cabeza, prefieren quedarse en el centro por si las moscas. 

     El miércoles día 17, las letras gritaban: “¡Ele!, ¡ele!, ¡ele...!” El tono suave hizo que aquel día Tarri se lo tomara con calma, y tras abrir la ventana, sacudió el mandil para espantarlas, pero las eles corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Libro!, ¡lápiz!, ¡letras…!” Empujada por aquellas malditas palabras corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron más derechas que una vela y ella tuvo que aprovechar el contenido del balde para desinfectar las paredes.  

      El jueves día 18, las letras gritaban: “¡Elle!, ¡elle!, ¡elle..!” Aquel día Tarri pensó que eran las eles que habían vuelto con pareja para vengarse de ella, y para impedírselo, abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las elles corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Lluvia!, ¡llave!, ¡llama…!” Perpleja corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron tan emparejadas como entraron y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El viernes día 19, las letras gritaban: “¡Eme!, ¡eme!, ¡eme…!” Aquel día Tarri tras abrir la ventana sacudió el mandil, pero las emes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Madre”, ¡molino!, ¡milagro…!” Como de costumbre corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna ymayúsculas y minúsculas ahuecaron el ala y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El lunes día 22, las letras gritaban: “¡Ene!, ¡ene!, ¡ene…!” Aquel día Tarri las miró de reojo, iban guapísimas, todas con la melena suelta, pero para que no se dieran cuenta de que las envidiaba  abrió la ventana y empezó a sacudir el mandil para espantarlas, pero las enes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Naranjo!, ¡nieve!, ¡nariz…!” Sin perder tiempo corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre el, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúscula salieron tan de prisa que la mayoría se dejó la melena entre las ramas de las macetas que yacían en la repisa de la ventana, sólo unas cuantas, más minúsculas que mayúsculas, tuvieron la calma de hacerse un moño con el que se vieron tan guapas que no se lo han vuelto a quitar, y antes de que ella empezara a desinfectar las paredes con el contenido salieron gritando su nuevo nombre: “¡Eñe!, ¡eñe!, ¡eñe…!”

    El martes día 23, las letras gritaban: “¡Ooooo!!, ¡ooooo!, ¡ooooo…!” Tarri abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las oes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Ojo!, ¡oreja!, ¡olmo…!” Corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron rodando y ella tuvo que utilizar el contenido para desinfectar las paredes.

     El miércoles día 24, las letras gritaban: “¡Peeeee!, ¡peeeee!, ¡peeeee…!” Aquel día Tarri abrió la ventana con tanta diligencia como los demás y sacudió el mandil para espantarlas, pero las pes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Pan!, ¡peña!, ¡pilar…!” Pensativa corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron zumbando y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El jueves día 25, las letras gritaban: “¡Cuuuuu!, ¡cuuuuu!, ¡cuuuuu…!” Aquel día Tarri abrió la ventana como de costumbre y sacudió el mandil para espantarlas, pero las cus corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Queso!, ¡quinto!, ¡queja…!” Sin perder tiempo corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron volando y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.  

     El viernes día 26, las letras gritaban: “¡Erre!, ¡erre!, ¡erre…!” Aquel día Tarri se quedó clavada en el suelo por la sorpresa. Cuanto más las miraba, menos las entendía. Las que danzaban solas unas veces gritaban con la misma fuerza que las que danzaban en pareja y otras veces bajaban el volumen hasta convertir los gritos en susurros. Cuando por fin consiguió levantar los pies del suelo corrió a abrir la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las erres corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Río!, ¡rata!, ¡reja…!” Apretando los dientes corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron comentando: “¿Os habéis dado cuenta? No sabe que para sonar entre dos vocales igual que al principio y al final de las palabras tenemos que doblarnos”, dijo la erre de perro. “Ni que no tenemos que doblarnos cuando nos precede una ele, una ese o una ene”, agregó la erre de enredos. “Ni que solas en el centro de las palabras tenemos sonido de eres, y lo malo no es que no lo sepa, es que no quiere que lo aprenda su hija, prefiere que sea analfabeta como ella”, concluyó la erre de vara, y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El lunes día 29, las letras gritaban: “¡Ese!, ¡ese!, ¡ese…!” Lo hacían con tal suavidad que aquel día Tarri abrió la ventana pensando que no tendrían fuerza para resistirse y sacudió el mandil para espantarlas, pero las eses corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Sastre!, ¡sol!, ¡silla…!” Decepcionada corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron silbando y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El martes día 30, las letras gritaban: “¡Teeeee!, ¡teeeee!, ¡teeeee…!” Aquel día Tarri abrió la ventana sin perder tiempo en escucharlas y sacudió el mandil para espantarlas, pero las tes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Tomate”, ¡tiza!, ¡torre…! Sin cambiar de idea corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron ilesas y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.  

     El miércoles día 31, las letras gritaban: “¡Uuuuu!, ¡uuuuu!, ¡uuuuu…”! Aquel día Tarri creyó que eran lobos con piel de letras y sintió tanto miedo que a punto estuvo de salir corriendo para esconderse en la bodega, pero segura de que si no se la comían a ella se comerían a su hija, corrió a cogerla en brazos para llevársela con ella, pero antes de llegar a la cabecera de la cama trastabilleó y cayó al suelo todo lo larga que era. Convencida de que le habían puesto la zancadilla y se la volverían a poner si volvía a intentarlo, se levantó como pudo y abrió la ventana mientras gritaba con todas sus fuerzas “¡fuera!, ¡fuera!” al son de sus palmas, pero las úes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Uñero!, ¡urna!, ¡uso…!” Cojeando de un pie corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron tan pacíficas como llegaron y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.    

     El jueves día 1, las letras gritaban: “¡Uve!, ¡uve!, ¡uve…! Aquel día Tarri abrió la ventana entre quejidos de dolor y sacudió el mandil para espantarlas, pero las uves corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Vida!, ¡verso!, ¡violín...!” A gatas corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron alzando los dedos en señal de victoria y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El viernes día 2, las letras gritaban: “¡Equis!, ¡equis!, ¡equis…!” Aquel día Tarri se puso contenta a pesar de todo, eran tan pocas que no podrían formar palabras. Con esa idea abrió la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las equis corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Xilófono!, ¡xenofobia!, ¡xilógrafo…!” Más amargada que nunca corrió a buscar el balde de agua y lejía y rescató el libro para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas se fueron con la música a otra parte y tuvo que utilizar el contenido del balde para desinfectar las paredes.

     El lunes día 5, las letras gritaban: “¡Yyyyy!, ¡yyyyy!, ¡yyyyy…!” Aquel día Tarri no salía de su asombro. Si no eran íes, ¿por qué gritaban como ellas? Por si se trataba de algún enjambre de bichos hizo acopio de fuerzas para abrir la ventana y sacudió el mandil para espantarlas, pero las íes corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Yegua!, ¡yesca!, ¡yeso…!” Más intrigada todavía corrió a buscar el balde de agua y lejía para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron haciendo el pino y ella tuvo que aprovechar el contenido para desinfectar las paredes.

     El martes día 6, las letras gritaban: “¡Ceta!, ¡ceta!, ¡ceta…!” Aquel día Tarri abrió la ventana feliz porque había conseguido saber que aquella letra era la última del abecedario y entre escandalosas carcajadas sacudió el mandil para mandarlas al infierno, pero las cetas corrieron a esconderse entre las páginas del libro, y al juntarse con las otras letras, empezaron a gritar: “¡Zapato!, ¡zorro!, ¡zambomba…!” Aprovechando la poca paciencia que le quedaba corrió a buscar el balde de agua y lejía para sacudir las hojas sobre él, pero el intenso olor hizo toser a Bella Luna y mayúsculas y minúsculas salieron desgranando palabras y ella tuvo que utilizar el contenido para desinfectar las paredes.

     No duró más de veinticuatro horas el sosiego de Tarri. Los números, para no ser menos que las letras, llegaron con un propósito:    alegrarle la noche a Bella Luna cantando la tabla de multiplicar. El 1, erguido a los pies de la cama, cantaba el 1 ; el 2, nadando en la palangana, cantaba el 2; el 3, acurrucado en el embozo de la sábana, cantaba el 3; el 4, sentado en un extremo de la almohada, cantaba el 4;  el 5, enroscado en la alfombra, cantaba el 5; el 6, saltando de catre en catre, cantaba el 6;  el 7, dando bastonazos por toda la sala, cantaba el 7; el 8, mirándose en el espejo del palanganero, cantaba el 8; el 9, columpiándose del candil, cantaba el  9, y el 0, dando medias vueltas porque con todos danzando era imposible darlas enteras, cantaba el 0. Los diez números, convencidos de que Tarri se pondría a bailar, alzaron la voz al verla entrar, pero ante su sorpresa soltó un puñetazo en la ventana, la lluvia de cristales despertó a   Bella Luna y tuvieron que largarse con la música a otra parte.

     Tan absorbido andaba Ñoto en la poda de las mimbreras que vivía ajeno por completo al escándalo que reinaba en el pueblo. La maestra y sus alumnos eran víctimas de un lamentable fenómeno: cada día desaparecía una de las letras del abecedario y al final se quedaron sin ninguna. La maestra intentaba escribir en el encerado pero las letras salían volando sin dejar ni rastro. La buena mujer interrogaba perpleja a sus alumnos:

     —¿Será el clarión que ya no sirve?              

     Pero a los alumnos les ocurría lo mismo cuando intentaban escribir con los lápices en los cuadernos. Se afanaban en afilarles las puntas pero todo su esfuerzo era inútil, sólo conseguían que marcaran rayas y Puntos. La maestra tuvo que darles vacaciones muy a su pesar. Los alumnos guardaron sus cuadernos y sus lápices muy tristes porque una cosa era tener tiempo libre para jugar y otra muy distinta no tener letras para estudiar. Sólo los parvulitos podían utilizar las pizarras y las cartillas porque con los pizarrines sólo hacían garabatos y las cartillas sólo tenían dibujos, pero como los mayores no iban a clase, optaron por hacer novillos. Los tratantes y los vendedores ambulantes iban a la feria de ganado y al mercado con un saco de garbanzos. No podían hacer con números las cuentas de sus tratos y de sus ventas porque éstos se escapaban de las plumas. Hasta Ñoto, cuando en el mercado vendía más de un cesto juntos, tenía que sumar con garbanzos. Como todos hacían lo mismo, no se extrañaba. Pensó que aquella remesa de tinta era tan mala que no teñía el papel. En su cabeza no había ni un hueco para preocupaciones ajenas pues las Propias le inundaban todos los pensamientos. Tampoco le importaba mucho. “Con los garbanzos me ahorro la tinta”. Los demás vendedores fueron a entrevistarse con la maestra pero ésta sólo halló una solución eficaz para el problema que les traía por la calle de la amargura:

    —Les invito a venir a clase por las noches cuando terminen sus faenas y les enseñaré gustosa a calcular de memoria.

    Al cabo de un mes de clases consecutivas los alumnos se dieron por vencidos.

    —Nuestros sesos ya están endurecidos y son incapaces de hilvanar los números con esa velocidad mental que usted pretende. ¿Habrá alguna medicina que sirva para adquirir memoria?

     Abandonaron el aula y se personaron en la consulta del médico con aquella embajada.

     —No existe mejor remedio que la voluntad para adquirir buena memoria. Se hacen ejercicios de memorización y a fuerza de practicar ésta crece como la espuma. Pero si ustedes están tan interesados podemos probar algo nuevo y a lo mejor acertamos. Por ejemplo: pueden comer ustedes un kilo de uvas pasas diariamente. Estas frutas guardan en su pellejo el jugo de la uva durante muchos meses, y digo yo que si conservan su pulpa entre tantas arrugas, ¿por qué no van a guardar lo que ustedes aprendan en la sesera?

     Los pacientes vieron muy negro el panorama.

     —En este pueblo no hay viñas y, por lo tanto, no tenemos uvas, ni frescas ni pasas.

     El médico logró lo que quería.

     —Mi familia es de Pampanillos y en ese pueblo todos viven de las viñas que dan uvas para todo. Mi padre tiene un desván que se cae por el peso de las pasas. Puedo decirle que se venga los viernes con unos sacos para abastecerles a ustedes. Se las venderá baratas por tratarse de una medicina que receto yo con tan buen propósito.

     El médico avisó a su padre sin pérdida de tiempo.

     —Vamos a hacer el agosto que, a río revuelto, ganancia de pescadores.

     Bella Luna ya no se despertaba ni para comer y como se estaba quedando en los propios huesos tuvo que volver el médico.

     —No veo síntomas de enfermedad alguna pero no es normal que   duerma tantas horas. Cabe la posibilidad de que la haya picado la mosca tsé-tsé. Esta mosca está causando grandes estragos y a algunos niños los ha dormido para siempre. Menos mal que ese tal Fleming nos ha descubierto ese milagro que llama penicilina y  que nos saca de estos apuros. Es una botica cara y difícil de conseguir pero yo soy de la opinión de que debemos curarnos en salud…

     Tarri estaba dispuesta a  todo para librar a su hija de las garras de aquel pesado sueño.

     —Hay que dar con esa medicina aunque sea debajo de la tierra, y si es preciso vender algo para pagarla, vendemos hasta el carro.

     Ñoto vendió el carro con todo el dolor de su corazón. “Otra vez a trasladar cestos en las aguaderas y yo a caminar tras los burros con el cuerpo a la intemperie. De lo malo a lo bueno se pasa uno bien, pero hay que ver ¡qué mal se va de lo bueno a lo malo! Si no fuera por despertar a Bella Luna, ni la justicia por las bravas me quita a mí este carro”.

     Bella Luna abría los ojos cada vez que el practicante enviado por el médico le inyectaba entre pellizcos la penicilina y su madre aprovechaba para hablarle unas palabras cariñosas:

     —Tienes que despertar para comer al menos, que vas a quedarte como un jilguero.

     Bella Luna volvía a cerrar los ojos en cuanto dejaba de sentir el dolor que le producía el pinchotazo de la aguja.

     —Quiero dormir hasta que venga la tortuga para que las letras y los números me cuenten cosas.

     —Eso no es saber sino soñar y los sueños son mentiras que cuentan las estrellas para engañar a los niños.

    María Jesús Sánchez Oliva.

 

     Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.

     “Garipil” (1995).

     Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.

     “Letanías” (1999).

     Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.

     “El rosario de los cuentos” (2003).

     Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.

     “Cartas de la Radio” (2007).

     Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

     “Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)” (2014).

     Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

      “Los días perdidos” (2018).

      Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más. Primer “Premio Tiflos” 2013.

 

     Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

 

Mariaje30dias@gmail.com

 

     Estaré encantado de responderte.

 

     Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

 

     Garipil.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario