martes, 1 de noviembre de 2022

COSAS DE GARIPIL

¡Hola! Para empezar, un mensaje: he cambiado de cuenta de correo electrónico. Figura al final, antes de la firma. Espero seguir recibiendo mensajes. Y ahora sí, vamos con el capítulo que toca.

 

          XIV EL BAILE DE LOS ABABOLES

     Bella Luna pasaba tantas horas entre los cojines del sillón que su madre le instaló en el balcón oxigenando sus pulmones y viendo pasar gente que, más que protagonista del mundo, como cualquier persona, llegó a sentirse espectadora. Una tarde, dos señoras, la confundieron con una estatua, y le entraron tantas ganas de ser mayor para dejar de ser mármol que decidió adelantarse al tiempo en cuanto pudiera. Unos días después Tarri se fue al mercado, a comprarle pescado fresco y sin espinas para la comida. Bella Luna no se lo pensó más. Se disfrazaría de persona mayor y saldría a ver las calles recién regadas, las plazas, los escaparates. Se encerró a cal y canto en el cuarto de sus padres. Abrió el armario. Allí estaba el vestido de boda de su madre, era color hueso con ramos bordados en tonos verdes. “¡Oh, qué lindo!” No sin pelearse con los volantes, se lo puso. “¡Oh, qué largo me queda! Me lo pisaré al andar. ¡Ah, ya sé! Me pongo sus zapatos de tacón y todo arreglado”. Se miró en el espejo de la puerta del armario y se vio tan guapa que decidió ponerse también el collar de azabache. Al abrir el joyero para cogerlo se encontró con una barra de carmín muy rojo. ¿Y si se pintara los labios? Aquello era lo mejor para parecer mayor. Antes de embadurnarse los labios, decidió trazarse dos rosetones, uno en cada mejilla. De repente oyó que su madre abría la puerta de la calle y guardó la barra de labios sin terminar de pintarse.

     Tarri se quedó sin una gota de sangre en las venas al ver que el sillón de  Bella Luna estaba vacío. Tras inspeccionar todas las salas gritando, se fue a su habitación como una furia. Bella Luna corría de un lado a otro sin saber si cambiarse de ropa o echar a volar por la ventana. Tarri empezó a golpear la puerta con los nudillos hasta hacerse daño.

     —¿Eres tú, Bella Luna? ¡Ábreme, por favor! ¿Qué te pasa?

     Bella Luna se puso muy contenta. “¡qué suerte! Ni siquiera sabe que soy yo la que taconea, y como no puede abrir la puerta porque tengo el pestillo  echado, que rabie y me busque mientras yo bailo un ratito”. Tarri estaba ya tan nerviosa que de una patada derribó la puerta. Ésta cayó de súbito sobre la niña y se desmayó. Tarri se quedó patidifusa.

     —¡Dios mío, te he matado! Sólo una bruja te puede haber traído aquí. ¡Qué burra he Sido! La bruja ha tenido la culpa pero yo lo he hecho. Voy a tirarme por el balcón para morir contigo y que nos entierren juntas.

     Bella Luna abrió los ojos antes de que abandonara la habitación y se recuperó del susto.

     —¡Sol de mi Vida!, ¿pero con qué te ha hecho esas heridas en la cara? ¡Maldita bruja! ¡Ven, ven! Te pondré entre sombras para que en seguida sanen. ¿Te escuecen mucho?

     Tarri la metió en su cuarto y entre penumbras la tuvo de día y de noche para que no la tocara ni un rayo de sol ni una brizna de aire. Bella Luna se aburría tanto que empezó a bostezar y su madre la metió en la cama donde estuvo dormida tres meses. Por las mañanas y por las noches la obligaba a despertar para comer aprisa. Una mañana Tarri se quedó tiesa cuando entró en el cuarto para visitar a  su hija. Enormes manojos de rojos ababoles bailaban como si el viento los meciera en los trigales encima del techo. También había ramos de ababoles bailando en las paredes           y en el suelo. Tan roja estaba la habitación que parecía la boca de un gran dragón extendiendo muchas y largas lenguas de fuego. Tarri cogió la escoba para sacarlos a todos volando de allí.

     —¡Iros a bailar a los trigales, que es donde hay espigas para encontrar pareja!

     Los ababoles volaron de allí en cuanto vieron sonreír a Bella Luna pero no pocos perdieron sus pétalos rojos por los escobazos y sus verdes tallos salieron temblando de terror. Los que lograron no deshojarse, hablaron con el resto de las flores:

    —Id a visitar a Bella Luna si os llama en sus sueños, pero, si la bicha que la vigila entra en el cuarto, huid aunque no se despierte. De lo contrario os dejará sin hojas a escobazos.

     Al día siguiente fueron las margaritas. Éstas se deshojaban para responder a las preguntas de Bella Luna. Tarri corrió las cortinas sin soltar la escoba. Las margaritas al verla le dieron un beso a Bella Luna y salieron volando, pero Bella Luna les pedía otro beso y pocas se vieron libres de salir con el tallo doblado. Tras las margaritas, llegaron las rosas. Las rojas le contaban cuentos sin parar, las blancas le recitaban versos y las amarillas le contaban sus secretos. Fue una noche fantástica, pero cuando de madrugada apareció Tarri, todas escaparon, todas menos una color de rosa que Bella Luna tenía entre las manos y tras deshojarla a escobazos se murió de angustia. El último día aparecieron flores de todas las clases y todos los colores y se pusieron de fiesta. Los lirios morados bailaban con las dalias rosadas al ritmo del cascabeleo de las campanillas azules; los tulipanes amarillos se enroscaban  en los dedos de la niña y trepaban por sus brazos muertos de risa; los nardos y las azucenas aplaudían a los jazmines que se columpiaban de sus cabellos. Con la juerga no sintieron llegar a Tarri que se quedó horrorizada, y antes de que pudieran escapar de su furia, se lió a escobazos y en un instante alfombró el suelo de pétalos. Aquella mañana desayunó tranquila. Como las había deshojado a todas, ninguna se atrevería a volver sin pétalos. Pero dos narcisos que se habían quedado hablando en la ventana para evitar que cualquiera de las flores le arrugara un pétalo al pasar, huyeron sin dificultad, y una vez en su jardín, decidieron hablar con las plantas:

     —¡Id vosotras a jugar con Bella Luna que no sois tan débiles y podréis libraros con más facilidad de los escobazos de esa víbora que tanto nos odia!

     Las plantas decidieron ir juntas todas las noches para defenderse mejor. Las adelfas estiraban  sus puntiagudas hojas para abrazar a Bella Luna; las hortensias se cimbreaban sobre sus tallos para acariciarla con  sus flores azules; los lileros balanceaban sus racimos de lilas para saludarla, y aunque rara era la mañana que alguna no salía perniquebrada de un escobazo, jamás dejaron de acudir a su llamada.

     —¿Por qué me huele a lilas -preguntaba Bella Luna al despertar-, si en esta casa todas las plantas son de plástico?

     —Porque alguien que te tiene envidia manda a una bruja para que no sanen tus heridas, pero no te preocupes, sol de mi vida, que ya pronto acabaré con sus maldades a escobazos y con su persona a maldiciones y, libre de ella, podré sacarte al balcón para que sigas tomando el aire y el sol que te recetó el médico.

     Tanto añoraba Ñoto a Blanquita que no podía ni pensar en los problemas que últimamente se habían desencadenado en el pueblo. Los labradores estaban alarmados pues las espigas se habían muerto de pena en los trigales porque los ababoles las habían dejado muy solas; las adelfas se habían fugado de las orillas de la carretera y daba mucha pena pasear por ella; las mujeres estaban entristecidas porque todas las hortensias habían desaparecido de las puertas de sus casas. Todos pensaban que una primavera sin flores era algo muy triste pero el sinvivir de aquellas gentes era la amenaza de un año sin pan. Los segadores tenían las hoces en los desvanes. Los molinos estaban inmóviles. Si no había espigas para ser segadas, ni trigo para ser molido, ¿qué pan iban a comer? Los labradores removieron la tierra de los trigales pero ni rastro hallaron de los ababoles. En una asamblea de labradores se tomó una decisión para mitigar el problema: sembrarían centeno para poder recolectar varias fanegas de él y tener asegurado el pan para todos aunque fuera áspero y negro.

     Tarri ya no podía esperar más. Al cabo de tantas semanas a la sombra persistían las heridas en las mejillas de Bella Luna y de nuevo tuvo que entrar el médico en casa.

     —¿Puede traerme una palangana con agua tibia y una esponja?

     Tarri se apresuró a cumplir el encargo. El médico lavó las manchas de carmín y éstas desaparecieron al instante.

     —Esta niña necesita tomar baños de sol porque está muy pálida.

     Tarri quedó encantada.

     —¡Si tiene usted manos de oro! ¿Qué digo yo de oro? Sus manos son de santo, porque hay que ver qué milagros hace en un periquete.

     El médico sonrió socarronamente mientras se decía para sus adentros: “¡Vaya negocio que me he encontrado sin buscarlo!”

     Ñoto se devanó los sesos buscando la forma de satisfacer la factura del médico pero no la encontró. Con todo el dolor de su corazón tuvo que malvender a Negrita. Se le caían las lágrimas cuando dijo adiós a la mula. Si al menos te hubiera vendido al mismo amo que se llevó a Blanquita no estarías sola en el mundo. Tarri tuvo que ir a un platero para vender las joyas: Los pendientes de plata de Bella Luna y su propio collar de azabache. Con las escasas monedas que Tarri obtuvo de la venta de las joyas adquirió Ñoto un par de borricos. Eran dos burros tan achacosos y derrengados que ya su amo  los iba a enviar al matadero. A Ñoto le vinieron de perilla a pesar de todo. Podían servir para tirar del carro una temporada e ir con más cestos cada jueves al mercado. La gente se burlaba de él cuando le veían pasar con su caravana.

     —¿Pero dónde vas con esos asnos que son más viejos que nacer desnudos y ese carro tan flamante?

     Ñoto eludía dar explicaciones porque le dolía tanto que no soltaba prenda.

     —¡Cada cuál en su casa sabe lo que pasa!

     Tarri proporcionaba a Bella Luna baños de sol como había aconsejado el médico pero la niña insistía en querer acostarse.

     —De dormida bailo con los ababoles y con todas las flores y lo paso mejor que bien.

     —Eso no es bailar sino soñar y los sueños son mentiras que cuentan las estrellas para engañar a los niños.

 

    María Jesús Sánchez Oliva.

   

     Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.

     “Garipil” (1995).

     Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.

     “Letanías” (1999).

     Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.

     “El rosario de los cuentos” (2003).

     Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.

     “Cartas de la Radio” (2007).

     Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

     “Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)” (2014).

     Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

      “Los días perdidos” (2018).

      Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más. Primer “Premio Tiflos” 2013.

 

     Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

 

Mariaje30dias@gmail.com

 

     Estaré encantado de responderte.

 

     Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

 

     Garipil.

 

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