lunes, 1 de noviembre de 2021

COSAS DE GARIPIL

 ¡Hola! Tras un mes en blanco —yo también tengo derecho a vacaciones— reanudo mis tareas con el cuarto capítulo de Bella Luna. ¿De acuerdo?

 

     IV EL PILLO DE TRES MENTIRAS

 

     En los mapas de aquella comarca no figuró nunca un pueblo llamado Tres Mentiras. Existía, pero no existía. Desde tiempos muy antiguos contaba con los ingredientes necesarios para ser un pueblo con todas las de la ley: tierras, casas y vecinos de todas las edades. Pero perdido entre un anillo de montañas las autoridades jamás se preocuparon de darle ninguna de las tres cosas necesarias para serlo: ayuntamiento, iglesia y escuela. Tres Mentiras pues fue el resultado de aquel abandono oficial y así habría seguido por los siglos  de los siglos si la última fechoría de aquel pillo llamado Beto no hubiera puesto el problema sobre sus mesas de trabajo.

     Ñoto andaba muy atareado tejiendo cestos en los primeros días de aquella semana de marras, pero cuantos más cestos confeccionaba, más le faltaban para salir airoso de su trampa. Era imposible abarcar más para lograr sus objetivos. Ya era martes y no encontraba solución a su problema por más vueltas que le daba a la cabeza. Nadie en el pueblo quería arrendarle un mulo y un carro sin cobrar el importe por adelantado. La víspera del jueves se le juntó el cielo con la tierra y no era capaz de ver un horizonte más o menos diáfano. Aquella tarde llegó a la casa de los Lláguez una visita muy particular. Se trataba de una pareja de guardias civiles vestidos con sus capas y tricornios y montando sendos caballos. Se apearon prestos y tamborilearon a la puerta con los nudillos.

     —Queremos hablar con Ñoto Lláguez.

     Tarri sintió que el corazón se le salía del pecho de los brincos que le daba.

     —Está tejiendo mimbres en la margen derecha del río, en su mimbreral.

     Los guardias civiles montaron en los caballos y partieron majestuosamente y a todo galope.

     Una luz de esperanza se encendió en los ojos de Ñoto cuando entre  las  mimbreras vio aparecer la pareja       de guardias civiles,  pero se apagó en cuanto supo la razón de su visita.

     —Hemos dado con el ladrón pero no podemos requisarle sus cestos ni el carro y la yegua que utilizó para el traslado pues también eran robados. Se trata de Beto, el pillo de Tres Mentiras: un pájaro de muchas cuentas. Lo lamentamos pero no podemos prenderlo allí. Ese pueblo está fuera de todas las leyes. Las autoridades ya están estudiando el modo de implantar en él cárcel y juez para proteger a la gente honrada de pillos como Beto.

     Una profunda desesperación se adueñó de Ñoto. Ya no podía ni pensar. Encima tenía que explicarle a Tarri la razón de aquella visita. Entrando en casa decidió decirle lo primero que se le viniera a los labios.

     —Los guardias me trajeron una magnífica noticia: en Tres Mentiras hay un hombre que tiene mimbreras pero no sabe tejer las mimbres. Quiere un tejedor, lo pagará a precio de oro. Los civiles han pensado en mí porque en el mercado me han tomado estima. Es la ocasión ideal para salir de pobres pero no tenemos un triste real para alquilar una buena mula.

     Los ojos de Tarri brillaron como los de un gato ante un ratón acorralado.

     —Es una suerte poder ser ricos. ¡Ni se te ocurra desperdiciar esta ocasión! Empeñaré la sortija de oro que heredé de mi abuela y sobrará dinero para arrendar la mula del tío Navajas, que es veloz como un rayo y la más fuerte de Mimbres Blancas.

     Ñoto no se lo podía creer. Había vuelto a engañar a Tarri, pero ahora tenía que ir a Tres Mentiras. Partió pues con una idea fija en la cabeza. “Daré con Beto y me devolverá los cestos sin que les falte ni un asa, y si se pone bravo, le arreo mil palos. ¡No hay justicia, no me castigará! Lo malo va a ser que ni con los cestos vendré rico como he prometido”.

     A lomos de la mula y después de trotar lo suyo y lo ajeno entró en Tres Mentiras. Tanto él como la mula llegaron con la lengua fuera. Un campesino que araba la tierra con un par de bueyes paró el arado para informar a Ñoto a la sombra de un peral.

     —¿Que si conozco a Beto? ¡Mejor que si lo hubiera parido! Es el único vecino de Tres Mentiras que no nació aquí. Llegó siendo ya mozo viejo, sin que hasta la fecha nadie sepa de dónde vino. Vive en una cueva, por darle algún nombre, entre esas dos montañas más solo que una seta envenenada en el campo. Por candil tiene la luna; por chimenea, el sol. Duerme  en un saco de pajas y nunca come en mesa. No tiene más que una parra junto a la cueva. Su único amigo es un perro salvaje que defiende su hura como un león. Dice que tiene en su pueblo una casa con todas las propiedades para comer y beber a lo grande: un pozo, un huerto y una granja. Pero lo cierto es que ni en su cuerpo ni en su cueva entra nada que no sea robado. Desde que se afincó aquí tenemos que andar con mil ojos y así y todo nos la pega. Con la misma facilidad que desaparecen los huevos de los nidales, amanecen las cabras con las ubres vacías. La semana pasada me tocó a mí. Cuando más brillaba el sol, me volaron las lechugas. Por robar, roba hasta lo que tiene: uvas. Y eso que la viña más a mano la tiene a legua y media. Cuando lo llamamos ladrón para que se le caiga la cara de vergüenza y nos deje en paz, responde que él no es un ladrón, que es un pillo. ¿Y qué diferencia hay?, le pregunté yo cuando me vi sin lechugas, y con toda la guasa del mundo me respondió que los ladrones roban para comer o para vicios, y los pillos, para divertirse. Total, que nos guste o no nos guste, tenemos que hacer lo que tendrá que hacer usted: aguantarnos, pues, si nos tomamos la justicia por nuestra cuenta, el perro nos comería vivos, y en Tres Mentiras no hay autoridad para salvarnos.

     Ñoto tuvo que dar mil rodeos hasta llegar a la cueva de Beto, pero las dio ilusionado, seguro que aquel hombre exageraba por el dolor que le causaba la pérdida de sus lechugas. Sin apearse de la mula vio al pillo sentado en una piedra verdosa por el moho, junto a una parra de uvas blancas y pequeñas. Más que comer, tragaba bagos grandes, negros, y el perro que estaba tumbado a sus pies se comía los esqueletos de los racimos. Al reconocer a Ñoto se puso derecho como una vela.

     —¡Ja ja ja ja ja! ¡Pobre Ñoto! ¿Vienes desde tan lejos a buscar los cestos? Los vendí en El Tejar, a Dado, el gitano, y en la cueva no hay ni cestos ni dinero. ¡Vete por donde has venido si quieres salvar el pellejo! —llamó al perro con un silbido— ¡Levanta, Tilo, y trae su cabeza y el corazón de la mula, que vamos a comer!

     El perro se desenroscó y empezó a rugir como un león. Los aullidos de Tilo y los dientes negruzcos que Beto mostraba al gritar con la bocaza abierta atemorizaron a Ñoto que sacudiendo la mula huyó como una centella. Sólo le quedaba una esperanza: que Dado el gitano quisiera darle sus cestos.

     Llegó a El Tejar y encontró a Dado en su chabola.

     —Tienes que darme los cestos porque son míos.

     —Se los compré a Beto y los pagué como un payo.

     —Me los robó en mi puesto del mercado.

     —Por irte a León, te quitaron el sillón, y esas cuentas las arreglas con él, que yo no pagaré los platos rotos.

     —Tengo una hija y esos cestos son su pan.

     —Yo tengo catorce churumbeles y medio que se comen a Dios por una pata y al diablo porque no se deja.

     —Te denunciaré a la justicia.

     —Por las buenas me defenderé de la ley con esta factura, y por las malas, con los garrotazos de toda la familia.

     Ñoto vio un papel escrito con garabatos y con una huella impresa que debía ser del dedazo de Beto y salió de El Tejar con las orejas gachas. Atravesaba los campos sin fuerzas para cavilar y sin un mendrugo de pan en las alforjas. De repente, antes de entrar en El Romeral, vio uno de sus cestos rebosante de lechugas y  soltó las riendas de la mula y le echó el ojo y el guante. Una mujer tan hermosa de carnes como fea de ropas salió gruñendo de una casa que se ocultaba entre unos árboles frutales.

     —¡Sinvergüenza! Si quieres una lechuga, la pides, pero no la mangues. Vivo de caridad y tú eres joven para trabajar.

     —¡No temas, mujer! No tocaré ni una hoja de esas lechugas aunque traigo más hambre que un cerdo la víspera de la matanza. Sólo quiero ese cesto que es uno de los muchos que me  robó Beto.

     La anciana empezó a         llorar y Ñoto se conmovió.

     —Entre en mi casa y le prepararé unas sopas de ajo y un jarro de vino mientras charlamos al amor de la lumbre.

     Ñoto aceptó con gusto y contó a la anciana todas sus desventuras. La mujer atizaba los leños de la lumbre para evitar los ojos de Ñoto al abrirle su corazón.

     —Beto siempre fue honrado, tan honrado que cuando de joven iba a vendimiar, llevaba uvas de postre para no arruinar al amo. Por esto lo creían tonto. Y aunque ahora roba, no es un ladrón, es un desgraciado, y mucha pena le da quitar lo que no es suyo para transformarlo en dinero. Sólo come uvas, en otoño, frescas, y en invierno, primavera y verano, pasas, para ahorrar todo lo demás y venderlo. ¿Quién va a saberlo mejor que yo que lo he parido y soy la culpable de  sus desdichas? Hace años, muchos años, pedí a un prestamista dinero y lo malgasté sin devolver un real. Los ahorros de Beto son para saldar mis deudas, porque si no paga, me ahorcará la Justicia. No me importaría morir para quitarle esta cruz de encima pero me aterra el patíbulo. Sólo un santo como una catedral puede hacer en este mundo lo que está haciendo Beto. Ni se remuda para ahorrar jabón, pues, además de taparme los agujeros, tiene que llenarme la “sacristía”; a mis años nadie me quiere para trabajar y a él se le secan las manos si lo hace. Antier trajo esas lechugas y el cesto lo dejó porque no pudo venderlo. Huyó a Tres Mentiras porque es el único lugar donde no se puede juzgar a nadie y su pellejo no corre tanto riesgo como aquí. Perdone a mi hijo y diga la verdad en su casa, sólo la verdad hace a los hombres libres, y su mujer aplaudirá su virtud. ¿Acaso no está ya usted perdonando a Beto porque su madre le ha hablado con el corazón en la mano?

     Ñoto notó que un nudo le estrangulaba la garganta y como si fuera a ahogarse balbuceó:

     —No tienen razón mis lamentos, que son fruto de mi mala cabeza. Es más triste la desgracia de Beto que paga culpas ajenas.

     Ñoto se despidió con gratitud. La anciana salió corriendo torpemente.

     —¡Llévese este cesto por si le saca de algún apuro!

     Ñoto le gritó a lomos ya de la mula de tío Navajas:

     —¡QUE lo venda Beto mañana, que un cesto no hace una cestería!

     Acarició las orejas de la mula mientras le hablaba y siguió más animado porque entre otras cosas llevaba el estómago caliente.

     —Vamos a decir la verdad a Tarri aunque desde ese momento al sol le de un colapso y se despierte por el oeste y se duerma por el este.

     Tenía fuerzas para caminar toda la noche pero sin saber por qué la mula se detuvo junto a un arbusto y se tumbó todo lo larga que era.

     —¡Pobre animalito! ¿Estás fatigada? Es mejor que te deje descansar unas horas.

     Ñoto se sentó sobre unos hierbajos y recostó la cabeza sobre una peña. Una planta extraña y bella llamó su atención. Eran unas ramas entrelazadas unas con otras y cuajadas de hojas verdes y matizadas de motas grises. Los haces de hojas daban abrigo a unos capullos color oro. Quiso incorporarse para verlos de cerca, pero dio un bostezo y se quedó frito con una idea: “mañana las veré a la luz del sol, que a la luz de la luna no se ve un burro a tres pasos”.

 

    María Jesús Sánchez Oliva

 

     Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.

     “Garipil” (1995).

     Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.

     “Letanías” (1999).

     Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.

     “El rosario de los cuentos” (2003).

     Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.

     “Cartas de la Radio” (2007).

     Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

     “Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)” (2014).

     Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

      “Los días perdidos” (2018).

      Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más. Primer “Premio Tiflos” 2013.

 

     Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

 

garipil94@oliva04.e.telefonica.net

 

     Estaré encantado de responderte.

 

     Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

 

     Garipil.

 

 

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