lunes, 1 de noviembre de 2021

CARTA A...

Queridos palmeros:

 

Al regreso de un  viaje fuera de España aprovechando que el maldito virus parece dispuesto a dejarnos volver a nuestras actividades normales por fin, me encuentro con que el volcán que empezaba a despertar después de varias décadas dormido, sigue más despierto que nunca y empeñado en borrar del mapa vuestra isla, esa isla de la que guardo buenos recuerdos y que los canarios, con toda la razón del mundo, llamáis bonita. Los ríos de lava están dejando sus pueblos sin iglesia, sin colegios, sin centros de salud, sin campo de fútbol, sin supermercados, sin naves comerciales, sin cultivos… y entre temblores de tierra, nubes de ceniza y espantosos rugidos cientos de viviendas han quedado sepultadas. Y esto es doblemente doloroso  para los que la han perdido.

 

 Las casas no son solamente el techo y las cuatro paredes donde todos nos sentimos libres, protegidos, a gusto, son, también, el museo particular de cada familia, de cada persona. En ellas, aunque nos falte sitio para otras cosas, vamos almacenando las fotografías de nuestros mayores, el reportaje de la boda, los juguetes de los hijos, la primera nómina, la última letra, notas escolares, cartas firmadas por quienes ya nos dejaron y un sinfín de cosas que solo sirven para robarnos sitio pero que nos negamos a llevar al contenedor de la basura porque hacerlo es tirar parte de nuestra vida. Los cientos de personas que son evacuadas tienen que salir con lo puesto y al volver solo encuentran un manto de lava que cubre sus casas, sus historias, sus tesoros, esos tesoros que, más que caros, son insustituibles. Ni siquiera les queda el palmo de tierra para volver a construirlas. Hasta pensarlo da tristeza pero ¿qué podemos hacer?

 

Lo único bueno de esta tragedia que vosotros estáis sufriendo de cerca y nosotros de lejos es que hasta ahora no hay que lamentar ni muertos ni heridos. Esto no hay que agradecérselo al volcán, si podemos celebrarlo, porque todos lo celebramos, es gracias a los que trabajan  de día y de noche para evitarlo, el volcán, tras treinta días en vela, sigue sin dar señales de sueño, y lamentablemente nadie puede saber cuándo cerrará los ojos y volverá a quedarse dormido para siempre.

 

Es lo que todos deseamos. ¡Suerte!

 

María Jesús.

 

18-X-2021

 

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