domingo, 6 de octubre de 2019

CARTA A...

Querida niña, porque a los dieciséis años eres una niña, por muy adulta que te creas o te hagan creer. Hasta hace cuatro días y medio eras una ciudadana solo conocida en tu barrio de Estocolmo, por tus familiares, amigos y compañeros de clase, hija de una cantante de ópera que tuvo que dejar su carrera para ocuparse de ti cuando te diagnosticaron el Síndrome de Esperger y un actor, pero de la noche a la mañana lo dejaste todo para defender nuestro planeta del tan cacareado cambio climático y te convertiste en la voz de todos los jóvenes del mundo, en esa voz que todos los viernes los invita a dejar las clases para sumarse a tus huelgas, a tus manifestaciones, a tu lucha, y tu discurso pronunciado en tono de cabreo, de orden, de amenaza, ante la Cumbre del Clima en las Naciones Unidas cargado de frases rotundas, impactantes, contundentes con las que les has sacado los colores a todos los líderes mundiales ha multiplicado el número de admiradores como cabía esperar. ¿A quién no le gustaría decirle en su cara a los gobernantes las verdades del barquero? Pero bastaba observar tus gestos, tu mirada, tus pausas, para que surgieran las dudas: ¿Quién financia tus viajes? ¿Quién organiza los actos? ¿Quién prepara tus elaborados discursos? Y ante la evidencia de que alguien, con el consentimiento de tus padres, te está manipulando, surgieron los odiadores, que no es que no estén de acuerdo con lo que dices, es que no aprueban que los niños sean utilizados para resolver los problemas que crean los adultos.

Personalmente no me busques ni entre los admiradores ni entre los odiadores. A tu edad todos queremos cambiar el mundo, pero los únicos que merecen mi reconocimiento son los que consiguen que el mundo no los cambie a ellos, y siguen luchando por sus ideales aunque los tachen de imbéciles.

Deseo que los que hoy se sirven de tu ingenuidad para arreglar nuestro planeta mañana no te pongan trabas para arreglar tu vida.

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