viernes, 10 de agosto de 2018

MESA CAMILLA

Las drogas, un problema social

    Una niña de once meses ha tenido que ser ingresada en el hospital de Guadalajara por una intoxicación de cocaína. Esto nos recuerda algo que parece olvidado: que el consumo de drogas sigue siendo un problema social muy grave.
    El consumo de drogas no ha disminuido, más bien ha aumentado, basta ver cómo la mayoría de tragedias que nos sobrecogen a diario tienen de fondo el consumo de drogas. Esta realidad nos revela dos datos a tener en cuenta: que ha dejado de ser un problema de jóvenes, que lo tienen también los mayores, y que los adictos ya no proceden de familias destructuradas, de bajo nivel cultural o en riesgo de pobreza; ahora también son los que vemos bien vestidos, tienen títulos universitarios y hasta ejercen profesiones de prestigio. Pero parece que este drama que sufren tantas familias y que de un modo u otro nos afecta a todos ha dejado de ser un problema social. ¿Dónde han ido a parar los mensajes que en otros tiempos se lanzaban en radio y televisión para advertir a los jóvenes de sus peligros y consecuencias? ¿Por qué no se controla con rigor el tipo de drogas que se consumen en las discotecas y otros establecimientos del ramo? ¿No será que aunque no esté legalizado su consumo interese hacer la vista gorda para proteger la venta?
    Cuando los jóvenes gozan de libertades, de derechos, de medios para todo son un peligro, y permitir que les aten las alas con el lazo de las drogas tiene sus ventajas, porque cuantos más se queden por el camino, menos son a exigir. Cuando el número de desempleados es alto, la precariedad en el empleo visible, los salarios bajos, los precios altos, las prestaciones sociales escasas y mal repartidas, y crecen las ventas de coches de lujo, se multiplican los viajes a países exóticos, se llenan los hoteles y los restaurantes los fines de semana y hasta se rechazan trabajos, es porque el dinero viene de algún lado, y venga de donde venga, trae siempre una solución: la de evitar protestas.

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