viernes, 30 de junio de 2023

COSAS DE GARIPIL

¡Hola!: Desconecta el televisor, deja el móvil donde ni lo veas ni lo oigas, siéntate en tu sillón favorito, cierra los ojos y permíteme que te lea el capítulo XX de Bella Luna en lo que el sueño te manda a la cama para recuperar las fuerzas perdidas durante el día.

 

         XX  EL BOSQUE DE LOS SUEÑOS

     Todos oían las alegres risas de Bella Luna cuando se afanaban en liberarla de su secuestro. A nadie se le ocurrió ir al bosque de los sueños para rescatarla y eso que sus carcajadas eran la pista clave. Perdían el tiempo inventando hechiceras fruto de su febril deseo como pasó con tía Lulú.

     Tía Lulú era una humilde mujer que hasta quienes tenían bisnietos recordaban haberla visto siempre con el pelo blanco, sin dientes, con la cara y las manos arrugadas como pasas y en invierno y en verano vestida con unas sayas de tosca tela y color negruzco. Vivía con un gato: Fufú. Su casa era un viejo molino ubicado en un recodo del río flanqueado de  mimbreras. En él molían el trigo sus padres y al morir ella lo utilizó para vivienda. Se veían manchas de humedad en las paredes sin cal y por los ventanucos sin cristales se colaba libre el aire y la lluvia. Tía Lulú y su gato Fufú vivían de las hortalizas y las frutas que recogían por las noches en los huertos ajenos. Los labradores nunca le dieron permiso pero jamás se lo prohibieron. Tía Lulú mimaba tanto la tierra que ni pisaba un surco para arrancar una patata y Pufú alcanzaba las manzanas sin caer ni una hoja de los árboles; además, comían tan poquito que no merecía la pena enfadarse. Tenía fama de odiar a los niños. Rezongaba mucho cuando éstos jugaban con balones delante de su molino y los amenazaba con la cayada cuando corrían a tirarle de las sayas. Las madres asustaban a sus hijos con ella.

     —¡Que viene tía Lulú con la cayada y con Fufú y te mete en el molino si no te duermes!

     —¡Que viene tía Lulú con la cayada y con Fufú y te mete en el molino si no te comes las lentejas!

     —¡Que viene tía Lulú con su cayada y con Fufú y te mete en el molino para siempre si vuelves a contestarme!

     Pero los niños sabían  que aquello era mentira. Tía Lulú soltaba una lagrimita de ternura cuando algún niño sufría un percance. Sabían que se ponía de muy mal humor cuando no se metían con ella. Fufú jamás enseñó sus uñas a un niño como no fuera para jugar. Todos sabían que cuando hablaba con Tarri era para recordarle que no quería morirse sin ver a Bella Luna corriendo detrás de sus sayas. Todos recordaban que un día tía Lulú dio a la niña un caramelo de menta y cuando fue a desenvolverlo con ilusión se lo quitó.

     —No comas eso que se te caen los dientes de nácar; además,  tía Lulú es una bruja harapienta y puede estar envenenado.

     Tía Lulú se enfadó de lo lindo y llamó a su gato. Fufú sacó las uñas      pero con la cola acarició los pies de Bella Luna. Tía Lulú era la única que ni buscaba a Bella Luna ni oía sus risas y les tomaba el pelo a todos por buscarla.

     —Si se ríe es feliz. ¡Dejarla vivir un tiempo en paz! Ya vendrá cuando tenga libertad para ser una niña como las demás.

     Pero esto sólo tranquilizaba a los niños; a los mayores, sin embargo, los inquietaba. Nadie supo de quién partió la idea pero todos la aprobaron: tía Lulú era una bruja que tenía entre ceja y ceja a Bella Luna. Era evidente pues que habría cogido alguna hierba en el monte y con ella había hechizado a la niña y la retenía en el molino. Sin encomendarse a ningún santo, el pueblo en pleno se plantó en el molino.

     —¡Danos a Bella Luna sana y salva o te quemaremos viva en una hoguera en compañía de Fufú!

     Tía Lulú alzó su voz y levantó su cayada pero de bien poco le sirvió. Vio acobardada que también Fufú se había acurrucado en un rincón. Las paredes del molino empezaron a temblar. Fufú se animó a salir para defender a su ama. Desenvainó sus   uñas como si fueran espadas pero una mano aviesa le dio un golpe con un palo en la cabeza y cerró los ojos para siempre. Tía Lulú salió dando tumbos por un ventanuco y se cobijó entre las mimbreras. Con los ojillos turbios vio cómo demolían su viejo molino. La gente se alejó endemoniada por no hallar ni rastro de Bella Luna. Tía Lulú se apresuró a rescatar a Fufú de aquel mar de aguas rojas.

     —¡Ven que te entierre antes de que vuelvan porque estos salvajes ya han ido a cortar la leña para hacerme la hoguera!

     Fue una lástima que aquellas mentes se poblaran de ideas tan peregrinas y no escudriñaran en el mágico mundo de los pensamientos infantiles. Ellos mismos se privaron de ver el maravilloso bosque de los sueños donde se había refugiado del mundo Bella Luna.

     La estrella benjamina y Bella Luna se instalaron en el bosque de los sueños que estaba enclavado entre los misteriosos vericuetos que comunicaban la ciudad con Mimbres Blancas. Desatado el nudo de aquella soga de realidades Bella Luna desplegó sus pensamientos para gozar de los sueños. Su habitat era una casa encantada. Tilos, arces y tejos se abrazaban para formar las paredes. El techo era la bóveda celeste llena de estrellas que proyectaban luces de colores. La estrella benjamina le mostraba los muebles. Su cama era un gran ramo de tulipanes, dos peñas tapizadas de musgo eran su mesa y su silla respectivamente, las hojas de las moreras se transformaban en cucharas y en tenedores -los cuchillos no existían en aquella casa pues no hacían falta-, los vasos eran los cálices de las flores y las jarras setas de colores. Todas sus necesidades estaban cubiertas. El río le daba agua, los gusanos le hacían vestidos de seda, los peces le llevaban comida y los pájaros le hacían zapatos con las pajas de sus nidos. Bella Luna preguntó sin salir de su asombro a la estrella benjamina:

     —¿Quién hará la limpieza?

     El aire cogió un manojo de plumas y barrió las hojarascas QUE afeaban el suelo. También llegó la lluvia y de un sorbo se bebió las nubes de polvo. El río se llevaba las piedras de un coletazo para evitar peligros. No bostezó más Bella Luna pues hasta aquel paraíso llegaron todos  sus amigos y la curaron del mal del aburrimiento. Los juguetes formaron una piña a sus pies y podía acortar distancias montada en un bonito caballo de cartón, las muñecas nadaban con ella en un lago y a sus anchas, una pelota rebotaba por las esquinas y nadie censuraba los estropicios, y hasta podía explotar en las puntas de la estrella globos de colores que sonaban como cohetes y nadie se quejaba de los ruidos. Allí estaban todos los ababoles bailando para ella sola y las margaritas que se desvivían por deshojarse para responder a sus preguntas con un sí o con un no. A su lado estaban todos los insectos. Las mariposas blancas le daban noticias gratificantes y las negras se callaban para no entristecerla con noticias malas. En el bosque de los sueños tenía permiso para trepar por los árboles y disfrutaba cogiendo los pajarillos de sus nidos con el único deseo de sentir en las manos el calor de sus cuerpos. Lo que más entusiasmó a Bella Luna fue encontrarse allí con todas las letras y todos los números. Al fin podía ver cómo los números formaban cuentas en el aire que siempre eran exactas en los resultados. Las letras se ordenaban y en el espacio le contaban preciosas historias en las que los niños siempre eran felices y libres. Bella Luna no se sentía sola, además de la estrella benjamina, contaba con otras mayores que abandonaron su cráter del cielo para acompañarla, mimarla y complacerla. Con todas jugaba al escondite, de todas se columpiaba, pero cuando quería algo especial, recurría a la estrella benjamina, que era su preferida. Una mañana, al despertarse, le dijo:

     —Quiero desayunar todos los días leche de coco, he soñado que con ella puedo convertirme en estrella, y quiero ser como vosotras, para que cuando me encuentre mi madre, no me reconozca y me deje aquí para siempre.

     Y desde entonces un cocotero le enviaba a diario desde muy lejos el mejor de sus cocos para que se saciara de su dulce jugo.

     —Si vinieran las calas y se convirtieran en platos, invitaría mañana a todos los conejos a comer -comentó un día Bella Luna, y las calas, por orden de la estrella benjamina, se desdoblaron y  formaron un círculo de platos encima de la mesa. Y tan bien se lo pasó con ellos que al día siguiente invitó a las rosas, al otro, a los escarabajos, al otro, a las palomas… y como eran tantos los amigos que tenía, todos los días tenía invitados a comer con ella.

     Tía Lulú enterró a Fufú y sobre su tumba clavó una cruz de juncos.

     —No me han dejado más cobijo que la tierra por suelo y las estrellas por techo. Por culpa de Tarri voy a morir como tú. Nada me importa que me quemen pues al fin y al cabo mis huesos ya son casi cenizas, pero Tampoco es plato de gusto morir a estas alturas de la vida víctima de semejante injusticia. ¿Dónde estás, Bella Luna? ¡Ven con tía Lulú que ya no tiene a Fufú para capturar a los niños ni molino para esconderlos!

     Cogió su cayada y se puso a andar sin rumbo. A la salida del pueblo vio que todos los rebaños de ovejas se unieron en una sola caravana como si se prepararan para la trashumancia. Tan alegres eran los balidos de los corderos como el tintineo de las campanillas de las ovejas. Los pastores gritaban desesperados y encrespaban a los perros para que las detuvieran.

     —¡Volved al redil, cabezas de alcornoques! ¿Dónde vais y quién os llama? ¿Os habéis olvidado de que en el pueblo hay pastos y por ahí no encontraréis más que barbechos? ¿Cómo hay que deciros que el amo ve los peligros mejor que vosotras para que lo entendáis?

     Ni pastores ni perros fueron capaces de hacerlas volver al redil pues se habían obcecado en meterse por uno de aquellos vericuetos intransitables. Tía Lulú, que había visto la lucha entre ovejas y pastores, decidió sumarse al gran rebaño. “A lo mejor van a buscar a Bella Luna, que los animales piensan a veces con más juicio que los hombres, y ven desde más lejos y más claro”. Pero antes de ser sorprendida por los pastores surgió de un cruce de caminos una comitiva formada por la mayoría de los vecinos y le cerró el paso con una soga muy gruesa.

     —¡Vamos, vieja bruja, que ya están ardiendo los leños en la plaza, pero antes tendrás que hablar colgada de un árbol!

     De una ojeada vio tía Lulú algo que la tranquilizó. “No viene ningún niño. ¡Menos mal que estos bichejos no se han dejado embaucar por estos bribones! Mimbres Blancas va a salvarse porque está llena de héroes”. Y en aquel momento ocurrió algo que nadie podía esperar: tía Lulú y el rebaño se hicieron invisibles e inaudibles y se escaparon sin trabas. Muchas horas estuvieron aquellas gentes dando palos de ciego pero sólo oían desde muy lejos la voz de tía Lulú que decía: “A Bella Luna la han secuestrado sus padres y vendrá conmigo si os calláis vosotros y dejáis que la llamen los niños”.

 

María Jesús Sánchez Oliva.

 

Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.

     “Garipil (1995)”.

     Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.

     “Letanías (1999)”.

     Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.

     “El rosario de los cuentos (2003)”.

     Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.

     “Cartas de la Radio (2007)”.

     Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas semanalmente en Onda Cero por María Jesús Sánchez Oliva durante tres  años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.

     “Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas) (2014)”.

     Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

      “Los días perdidos (2018)”.

      Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más. “Primer Premio Tiflos 2013”.

 

     Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

 

Garipil1995@gmail.com

 

     Estaré encantado de responderte.

 

     Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

 

     Garipil.

 

 

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