lunes, 9 de noviembre de 2020

CARTA A...

Miguel Delibes

 

Este año, las letras españolas, celebran los centenarios del fallecimiento y del nacimiento respectivamente de dos de nuestros más grandes escritores, pero el maldito coronavirus se cruzó por medio y les impide recordarlos con los actos de reconocimiento que ambos merecen. Está claro que a él, como a la mayoría de los políticos, le da alergia la cultura. Lo que no puede impedir es que para sus lectores, tanto el uno como el otro, aunque no lo recibieran, sean Premio Nobel de Literatura.

 

El 4 de octubre de 1920 fallecía en Madrid uno de nuestros más grandes escritores: Benito Pérez Galdós. Algunos estudiosos de su obra han llegado a afirmar que después de Cervantes era el mayor de los novelistas españoles. Aunque fue propuesto para el nobel, se murió sin recibirlo. Unos días después, como si el destino quisiera recompensar a las letras españolas de tan lamentable pérdida, nacía en Valladolid un niño cuyo nombre lo dice todo: Miguel Delibes, el que llegaría a ser el gran escritor castellano, el que a golpe de pluma, sabias reflexiones, brillantísimas frases y vastos conocimientos de los pueblos castellanos y de sus gentes, entre otras muchas joyas de la literatura española, describió como nadie el camino, fue tan amigo de las truchas como de las ratas, dio luz a los dos diarios de Lorenzo, el de su vida de cazador primero y el de su vida de emigrante después, comprendió al príncipe destronado, sacó de las sombras a la familia de su idolatrado hijo Sisí, protestó ante sus amos por los santos inocentes, hizo que Carmen, durante las cinco horas que tuvo que velar el cadáver de Mario, su marido, le dijera de muerto lo que no le había dicho de vivo, consiguió que en unas elecciones los jóvenes de la ciudad tuvieran que disputar el voto del campesino señor Cayo, retrocedió en el tiempo para que el mundo se enterara de las desventuras del hereje para impedir que nadie tuviera que volver a sufrirlas, y un triste 12 de marzo de 2010, porque la Muerte no se olvida de nadie por muy grande que sea, apareció en el libro de su vida la hoja roja y, antes de que le pusieran la mortaja que tan familiarmente le resultaba, rescató del fondo gris a su querida mujer de rojo y sin el nobel para el que también había sido propuesto, pero con la gratitud, el respeto y la admiración de millones y millones de lectores del mundo entero se fue a descansar con ella bajo la alargada sombra del más hermoso ciprés.

 

Personalmente no me atrevo a decir que en esta escala de talentos Pérez Galdós sea el escritor que va detrás de Cervantes. Las letras españolas están llenas de plumas tan brillantes que me resulta difícil asignarles un lugar. Tampoco sé qué lugar le adjudicarán a Delibes los estudiosos del tema, si es que algún día se atreven a adjudicarle alguno, lo que sí sé es que es Miguel Delibes. Y su nombre dice que para las letras españolas será siempre un escritor de los primeros.

 

María Jesús.

 

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