jueves, 3 de noviembre de 2016

CARTA A...

Querido Adrián: Lamento la razón que te convirtió en noticia hace unos días.
     Tienes ocho años, estás enfermo de cáncer, se celebraba en Valencia, tu ciudad, una corrida cuyos beneficios iban destinados a luchar contra esta enfermedad que está empañando tu infancia y la de otros niños, y tanto te entusiasmó el espectáculo, que no dudaste en afirmar que de mayor serías torero. Si hubieras ido a un partido de fútbol, habrías dicho que querías ser futbolista; si hubieras ido a una exhibición de delfines, habrías dicho que querías ser domador de delfines; si hubieras hecho un viaje en avión, habrías dicho que querías ser piloto, pero fuiste a una corrida y dijiste, convencido, que de mayor serías torero. Normal. Los niños siempre quieren ser lo que ven que son los mayores.
     Seguramente, cuando pasen los años, esos toros que hoy te hacen soñar con ser torero te den miedo, pero no haces nada malo con tener la ilusión de querer torearlos, hoy por hoy, ser torero, es algo legal en España y hay personas tan valiosas en el colectivo que ya ves, se juegan la vida delante de un toro por salvar la de unos niños que están siendo corneados por la enfermedad.
     Pero desgraciadamente no todas las personas son dignas de esta categoría y tres días más tarde tus padres tuvieron que poner una denuncia contra los antitaurinos que, en las redes que llamamos sociales aunque con demasiada frecuencia son antisociales, te desearon la muerte. En su opinión un niño que sueña con matar toros en una plaza no merece vivir. Por esto, aunque debería ignorarlos para no hacerlos felices, te dedico las líneas de hoy, para pedirte que no les hagas caso y sigas soñando, no son antitaurinos, son antipersonas, y seguro que hasta los toros que defienden desconfían de ellos y no es para menos. Se puede estar a favor de las corridas de toros o se puede estar en contra, cada cual es muy libre de pensar lo que quiera y a nadie se le obliga ni a ser torero ni a ir a una corrida,pero anteponer la vida de un toro a la de un niño, es propio de quienes ni aman a los animales ni aman a las personas, y gritan para no oírse ellos mismos, para llamar la atención, para conseguir un reconocimiento social que son conscientes de que no lo merecen. Esta es la razón por la que sus cacareos pasan desapercibidos. Ya ves como ni los medios de comunicación les han dado la notoriedad que pretendían. Seguramente han entendido, como entendemos la mayoría, que en lo que haya niños sufriendo verdaderas barbaridades, no podemos dedicarnos a cuestionarnos la forma de morir de los animales, sin que esto signifique que aplaudamos su martirio. Por lo tanto,     sin pretender ofender a nadie, estas líneas solo pueden terminar deseando, en nombre de todos, que te recuperes muy pronto y te prepares muy bien, porque aunque seguramente no tengas que torear toros, sí tendrás que torear personas que a veces son más peligrosas.
    ¡Ánimo y adelante!

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