Queridos Reyes Magos: Todos los años desde que tengo recuerdos os escribía las vísperas de vuestra llegada para pediros algo, incluso cosas que no dependían de vuestras manos mágicas, dependían de la voluntad de los hombres, pero este año lo hago cuando ya habéis emprendido viaje de regreso y para daros las gracias:
Gracias, porque aunque la maldita pandemia ha dejado a muchos padres sin trabajo, con sus negocios cerrados y dependiendo de préstamos que ni siquiera saben si podrán devolverlos, han hecho un esfuerzo para que las cartas repletas de sueños de sus hijos no les fueran devueltas por falta de ese sello real que es imprescindible para que lleguen a vuestras manos y podáis hacérselos realidad; gracias, porque aunque la maldita pandemia prometía robaros la salud y para desanimaros prohibió a padres e hijos que salieran a recibiros entre globos de mil colores, caramelos, aplausos y villancicos, no dudasteis en coger vuestros camellos y venir desde tan lejos para dejar claro que vuestro compromiso de siglos con los niños no puede romperlo ni el miedo, ni la pobreza ni la enfermedad; gracias, porque aunque la maldita pandemia impedía salir a la calle después de las diez de la noche, vosotros os saltasteis el toque de queda y casa por casa las recorristeis todas, incluso aquellas donde había niños confinados, y en cuanto abrieron los ojos y vieron sus juguetes, la tristeza, aunque fuera por un día, tuvo que cederle el sitio a la alegría, la desesperanza a la ilusión y la incertidumbre a la tranquilidad. Gracias, queridos Reyes Magos, millones de gracias, porque los niños que no cuenten con juguetes para jugar, tienen muchas posibilidades de jugar con los hombres cuando lleguen a mayores, y los padres, vosotros lo sabéis mejor que nadie, no quieren eso para sus hijos.
Espero que la gran nevada que os ha pillado por el camino os permita llegar a vuestros palacios sin sufrir ningún percance y el maldito virus muera bajo su frío manto para que el próximo año podamos recibiros como merecéis.
María Jesús.
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