¡Hola! Abro el libro que
tenemos entre manos. Hoy toca el capítulo noveno. ¿Quién me acompaña a leerlo?
IX EL SEÑOR ALCALDE
La maestra de Mimbres Blancas trasladó el
problema al alcalde del municipio.
—Quiero que obligue al matrimonio Lláguez
a llevar a su hija Bella Luna a la escuela. Usted puede conseguirlo; si no por las
buenas, por las malas. Yo soy incapaz de convencerlos, a la madre sobre todo:
es un madero con ojos.
El alcalde se armó de valor y visitó a la
familia.
—Su hija tiene ya seis años, o sea, edad
de ir a la escuela, y debe hacerlo desde mañana mismo. Es bueno que juegue y
conviva con todos los niños, es necesario que aprenda a leer y a escribir para
ser una persona útil el día de mañana. ¿Por qué se empeñan ustedes en que la
niña no asista a las clases? Mis hijos son los primeros que van y ya saben más
que yo. Bien orgulloso que estoy de ellos pues como padre quiero que sepan
defenderse en la vida por sí solos. Yo no les voy a vivir siempre; además, la
inteligencia debe desarrollarse al ritmo del cuerpo, de lo contrario, con los
años, acabarían siendo niños encerrados en el cuerpo de un hombre, y cada cosa
a su tiempo.
Ñoto compartía su opinión pero Tarri no se
apeaba del burro.
—Usted es un bárbaro, como todos los
padres del pueblo. ¿No le da pena a su mujer sacar a esos hijos tan temprano de
la cama? ¿No se le cae a usted el alma a los pies al ver que están tantas horas
con los codos sobre la mesa devanándose los sesos? ¿No les duele a ninguno que
se fatiguen tanto saltando y corriendo como ladrones de los guardias en los
recreos? ¿No les molesta verlos tan sucios cuando regresan a casa? Cuando los
veo por las ventanas ir y venir pienso que ustedes son padres sin alma. Yo amo
demasiado a mi hija y no puedo someterla a esas torturas.
Lo que no quieren las madres es aguantar niños en casa. ¡Comodonas! Para no
limpiar y estar de cháchara abandonan los hijos. Todas las madres deberían
aprender de mí, y usted, como alcalde, ponerme de ejemplo. Bella Luna tiene
todos los cuidados de una princesa, no da ni un ruido y mucho menos va llenando
los suelos de lamparones que podrían contaminarla. ¿Quién va a educarla y
cuidarla mejor que yo que soy su propia madre? ¿Usted cree que la maestra va a
quererla más que yo? Ella lo que quiere es ganarse el pan, y me parece
estupendo, pero no a costa de desgraciar a mi hija.
El alcalde soportó paciente el chaparrón
de improperios pero al fin estalló.
—¡Somos nosotros quienes amamos de veras a
nuestros hijos! queremos que sepan de números para que no hagan el ridículo
contando con los dedos, que sepan interpretar las letras para que no sean
víctimas de engaños en la
vida. No les prohibimos que jueguen, porque es su trabajo, y
tienen que hacerlo aunque caigan rendidos por la noche, como nuestro juego es
trabajar para labrarles un futuro mejor que el nuestro. Los niños tienen que
vivir libres como los pájaros y crecer juntos para que cuando sean mayores se
amen como hermanos.
Tarri estaba indignada.
—¡Cada cual que mate a sus hijos como
quiera y le venga en gana! ¿Qué me importa a mí que se mueran todos los
mochuelos de Mimbres Blancas? Sólo me preocupa mi rosa y yo la libraré de las
malas hierbas para que no se deshoje nunca.
El señor alcalde miró a la niña que estaba
rezagada entre las faldas de la madre y espontáneamente afloró una pregunta a
sus labios:
—¿Te gustaría ir a la escuela, Bella Luna,
con todos los niños de tu edad, para jugar y para aprender?
Bella Luna salió como un gato cuando consigue
librarse de una trampa y con la seguridad de quien sabe que va a ser defendida
le espetó:
—Claro que deseo ir a la escuela, señor
alcalde. Por las tardes veo venir a todos los niños corriendo con el cabás y me
dan mucha envidia. Deben pasarlo genial mientras que yo me aburro como una
ostra detrás de la ventana.
—¿Lo ha oído, señora Lláguez? Además de
malcriar a su hija, la está haciendo sufrir. Pero ¿no ve que esta niña tiene ya
carita de enferma por estar entre cristales todos los días y en esta especie de
vitrina que le ha fabricado usted va a morir su talento por no poder
desarrollarse?
Tarri agarró la escoba y si no hubiera
sido por Ñoto que se la arrebató al vuelo, parte el palo en las mismísimas
costillas del alcalde.
—¡Sinvergüenza! ¿Cómo se atreve a llamar
enferma a mi hija si le doy el doble de las boticas que receta el médico y
hasta unas vitaminas con nombres de letras para evitarle enfermedades? ¡Fuera
de esta casa y sepa que yo utilizo las letras para que no enferme el cuerpo de
mi hija mientras que ustedes se sirven de ellas para debilitar las almas de sus
hijos!
—Me iré ahora mismo pero no olvide que en
nombre de Su Majestad la Reina
haré cumplir la ley. Si
la niña no asiste desde mañana
regularmente a las clases, el lunes daré instrucciones para que asista a
la fuerza, y le advierto que no vacilo nunca a la hora de proteger a los niños
de la ignorancia, que ellos son el mañana de Mimbres Blancas.
—¡Es usted un cerdo!
—¡Frene la lengua, que insultar a la
autoridad, también tiene castigo de la
Ley, y con adobes como usted, no se puede andar con
pamplinas!
Bella Luna empezó a asistir a las clases
por obra y gracia de aquellas amenazas que se habrían cumplido si sus padres no
hubieran accedido a los deseos del alcalde. Para la hija fue la mayor de las
alegrías y para la madre un verdadero suplicio. Lo que menos agradaba a Bella
Luna era que Tarri salía de casa tras ella como si fuera su sombra y se quedaba
a la puerta de la escuela sin quitarle ojo tras las ventanas hasta el momento
de salir para conducirla hasta casa. La maestra se hartó de su presencia y le
cantó las cuarenta un buen día:
—Parece usted un guardia civil vigilando a
un asesino. Vengo observando que tanto su hija como los demás niños juegan y
estudian cohibidos y es natural. De hoy en adelante no quiero volver a verla
por aquí ni en pintura.
—Como no tiene usted hijos, no le duelen,
e ignora lo que son preocupaciones.
—Todas las madres aman a sus hijos y por
eso mismo los dejan vivir en paz.
Desde aquel día, muy a su pesar, Tarri
tuvo que resignarse a esperar en casa, pero no se quitaba de la esquina hasta
que su hija se perdía de vista y en ella se plantaba una hora antes de que
regresara para verla pronto. Todo cuanto a Bella Luna hacía reír, a Tarri la
hacía llorar.
—¡Traes las botas hasta la boca de barro!
—Es una gozada chapotear en los charcos y
dice Jandro que para eso los llenan las nubes de agua.
—¡Te has tiznado todo el babi con tinta y
mira como lo traes de sucio!
—Pero sé hacer ya la a. ¡Mira! Es redonda
como una lenteja y tiene un rabito.
—¡En el vestido traes un roto que da para
cinco horas de zurcido y quedará hecho una birria!
—¡Perdóname! Ha sido sin querer. Subimos
todos al árbol del patio de la escuela para coger un nido con un pájaro y tres
huevos con pintas verdes. Dijo la seño que no se deben quitar porque son
pajarillos que van a nacer y el nido es su casa y el árbol su pueblo. Nico yo trepamos para ponerlo de nuevo entre las
ramas y al bajar se me enganchó el vestido pero fue muy divertido.
—¿De qué son estos papelillos que tienes
en los bolsillos del abrigo?
—Son de unas golosinas que se llaman
caramelos y están de rechupete. Los hay de fresa, de menta, de coco, de limón,
de naranja y de chocolate, que son los que más me gustan a mí. Los trajo Berta
para celebrar su cumpleaños.
—¡Tienes tantos enredones en el pelo que
ni el peine de púas gruesas es capaz de deshacerlos!
—Me encanta correr cuando hace aire porque
éste se pelea con mi pelo y cada mata la manda por su lado. Igual me pasa
cuando jugamos a pillarnos. Ayer alcancé a Lina y al cogerla por el lazo del
vestido se lo arranqué. ¡Soy una campeona!
Tarri discutía con todas las madres con la
intención de que prohibieran a sus hijos jugar con la suya para salvarla.
—¡Tu Jandro tiene la culpa de que mi hija
traiga las botas perdidas de barro y los pies como un témpano y luego soy yo
quien tendrá que curarle los catarros!
—¡Tu Nico tiene la culpa de que mi hija se
rasgue las ropas y, cuando le parta una pierna, le parto las muelas!
—¡Tu Berta tiene la culpa de que mi hija se
empache con esas porquerías, y el día que me enferme del estómago, ya veremos
quién paga las boticas!
—¡Tu Lina tiene la culpa de que mi hija
llegue a casa sudando por cada pelo un goterón, y el día que le dé un ataque al
corazón, armo en el pueblo la
de San Quintín!
Las madres se mordían la lengua para no
sacársela delante de sus narices.
—Son cosas de niños y ellos saben
defenderse por sí solos. ¿No ves que aunque se pelean no pueden vivir
separados?
Acabaron por no abrirle la puerta cuando
sabían que era ella.
Por las noches se resistía a acostarse
Bella Luna antes de explicar a Ñoto cuanto había aprendido en las clases:
—He pintado esta jirafa con lápices de
colores, ¡y mira qué pescuezo tan largo le he hecho! El agua de los ríos es
dulce pero la de los mares es tan salada que sólo la beben los bacalaos. Los
años tienen doce meses, pero no todos tienen los mismos días, que febrero es
mocho porque sólo tiene veintiocho. ¿Tú sabías que las abejas fabrican la miel
en las colmenas con el néctar de las flores? ¡Sé ya más cosas que un libro pero
tengo que aprender tantas como una enciclopedia!
Aquellos meses transcurrieron para Bella
Luna pintados en tonos rosados pero una mala noche Tarri les cambió el color.
Esperó a su padre y al llegar éste, ella le preguntó:
—¿quieres que te cante los números? Hoy
los he aprendido de carretilla y mañana dice la seño que me enseñará a
escribirlos en el encerado. ¡Toca las palmas que también se bailarlos!
Al son de las palmas de Ñoto Bella Luna
cantó y bailó:
El uno es un soldado haciendo la
instrucción,
el dos es un patito que está tomando el
sol,
el tres una serpiente que empieza a
caminar,
el cuatro una sillita que invita a
descansar,
el cinco una culebra que quiere morderse
la cola,
el seis una cereza con rabito para
cogerla,
el siete es un abuelo con boina y con
bastón,
el ocho son los lentes que usa el tío
Ramón,
el nueve es un globito atado a un cordel
y el cero es un tiovivo para pasarlo
¡bien!
Al darse media vuelta para girar en
círculo se dio con la cabeza en la balda de tazones del vasar y ¡plaf!, todos
salieron volando como una bandada de palomas para aterrizar en el suelo, donde
llegaron hechos añicos. El revuelo y el estropicio sacaron a Tarri de sus
casillas.
—¿esto es lo que aprendes en ésa jaula de
fieras?
Le propinó una buena tanda de azotes con
la zapatilla y la metió en la cuna sin cenar. Antes de barrer y recoger toda la
casa rompió en mil pedazos el dibujo de la jirafa. Ñoto sintió aquellos azotes
como si los hubiera recibido él e intentó animar a Bella Luna con la promesa de
que en lo sucesivo cantarían y bailarían los números juntos y entre las
mimbreras para que Tarri no los viera. Bella Luna temió que su madre no la
volviera a dejar salir de casa con él, pero Ñoto le aseguró que se las
arreglaría para buscarle las vueltas y
se olvidó de los zapatillazos. Llegó el verano Y cuando la maestra habló de
vacaciones estallaron las palmas de todos los niños.
—¡Bravo, que vamos a tener todo el día
libre para jugar!
La maestra impuso orden y sacó un pastel
de manzanas para invitar a todos sus alumnos.
—Vamos a festejar el final de las clases
con el deseo de que en otoño nos
volvamos a encontrar.
Bella Luna rechazó su ración de pastel y
la maestra se extrañó.
—¿No te gusta?
—Yo no quiero que haya vacaciones porque
mi madre no me dejará salir a jugar. Prefiero
venir a clase y divertirme, salvo que el alcalde obligue a mi madre a
dejarme salir a jugar como la obligó a dejarme venir a estudiar.
La maestra puso a todos los niños los
mismos deberes para los tres meses de vacaciones.
—Todos los niños en una piña id todos los
días a llamar a Bella Luna para jugar. Tarri no se negará a dejarla salir si os
ve a todos en la puerta. La
unión hace la fuerza y con la masa no hay quien pueda.
Tarri no miró siquiera las notas de Bella
Luna y suspiró con gran alivio el día en que empezaron las vacaciones.
—¡pobre rosa mía que se ha quedado sin
pétalos! ¡Si te has quedado tan flaca como un fideo de andar por las calles
como un perrito sin amo! Si esto dura un mes más, tú acabas enferma y yo en la
tumba. ¡Voy a multiplicar mis desvelos por lo que haga falta para que vuelvas a
ser la princesa de mi palacio!
Los niños empezaron a hacer sus deberes,
pero sin éxito porque Tarri los
espantaba con el palo de la escoba, y más de uno sufrió una fractura en el
tobillo.
—¡Dejarla en paz que no será víctima de
vuestras barbaridades aunque lo ordene el mismísimo señor alcalde! Dejarla ir a
la escuela, pudo obligarme su ley, pero a jugar con vosotros, de ningún modo.
¡Y bien sabe ese alcalde de los diablos que cedí porque no me habrían dejado
llevarla conmigo a la cárcel que si no…!
Los niños estaban preocupados.
—La maestra nos pondrá un cero como una
plaza de toros por culpa de esta tía que es más mala que la carne de pescuezo.
¿Se creerá que con la masa sólo puede Tarri?
Tarri trabajó más que los segadores aquel
verano para curar a Bella Luna. La vestía con jerséis de lana, vestidos de
mangas largas, abrigo, gorro, bufanda, guantes, calcetines altos y botas de
paño. Ni la dejaba acercarse a un animal, ni dejaba que un animal se acercara a
ella. El sol no podía tocarla y mucho menos el aire. Hizo que Ñoto arrancara el
manzano de la puerta para que no la despertaran los pájaros.
Bella Luna se asfixiaba.
—¡Parece que tengo dentro de las ropas un
brasero de picón encendido!
—Con esos goterones de sudor se evaporan
todos los virus de catarro y de lo que no es catarro que se te han metido en el
cuerpo durante el invierno.
Ya estaba satisfecha Tarri cuando las uvas
empezaban a madurar en las cepas y orgullosa mostraba su hija a las vecinas
para que envidiaran su trabajo.
—¡Ya tiene toda la piel tan blanca como la
cal! Estaba tan feúcha con ese color moreno de gitana y esos rosetones en las
mejillas que no parecía ni su sombra.
Sus cabellos están tan suaves como la seda. Ni siquiera preciso
peinarla, con mis propios dedos desenredo sus mechones. ¿No veis como no queda
ni la sombra de una mancha?
Bella Luna estaba triste y Tarri intentaba animarla.
—Ya verás como para el otoño me las ingeniaré para librarte
de los sermones de esa maestra y de las barbaridades de los alumnos. Seré capaz
de hacer una mazmorra en el patio con mis propias manos para ocultarte cuando
venga el alcalde. Me inventaré que te he enviado a otro sitio a estudiar, con
unos familiares que te quieren mucho y bien. No será fácil que se trague esa
bola porque sabe que ni muerta me separaré de ti, pero ¡que te busque a ver si
te encuentra! La otra vez se salió con la suya porque me pilló de sopetón, pero
en esta ocasión le va a salir el tiro por la culata.
Y la pena de la niña crecía
misteriosamente. Aquella noche se le cayó un diente. La visitó el médico a toda
prisa.
—¡Salve a mi hija, por el amor de Dios!
¡Péguele el diente en la encía con algún remedio de la botica! ¿No ve que es un
diente de nácar y estará feísima sin él?
El médico abrió la boca y sacó la lengua como quien tira del manillar
de un cajón para que se vea todo lo que hay dentro.
—¿Ve, señora Lláguez? En la mandíbula
superior ya no tengo ni raigones y en la inferior cuatro muelas bailonas. A la
edad de su hija también yo tenía dientes como piñones. Se me cayeron y me
salieron otros como palas, los he perdido y ya no tengo ni palas ni piñones.
Los echo de menos aunque me llamaban Dientes Anchos y su hija no es una
excepción por muy bella y muy luna que sea. ¡Ah, me olvidaba ya! Esta noche le
pone el diente debajo de la almohada para que el ratoncito Pérez le deje unas
monedas para comprarse golosinas y verá cómo a la niña le gustará perder un
diente todos los días.
—¡Es usted un matarife!
Tres días después se le cayó otro diente a
la niña y tanto se asustó Tarri que logró contagiar a Ñoto.
—Debemos navegar los mares y recorrer la
tierra antes de que Bella Luna pierda los dientes. Este pueblo no es el lugar
idóneo para ella, hay muchas plantas y con el polen siempre está estornudando.
Para estornudar, tiene que hacer esfuerzos, y con los esfuerzos se le caen los
dientes sin que mis remedios puedan evitarlo.
En la casa hay tanta humedad que hasta se le hielan las sonrisas y esto
pasa por estar el río tan cerca. Las comidas son productos de los huertos y a
veces temo que las verduras que le preparo estén envenenadas. Los pájaros no la
dejan dormir con tantos trinos y los niños están incordiando a cada momento.
¡Un ángel no puede vivir a gusto en un infierno! ¿No te parece que una estrella
debe estar en un Paraíso?
Ñoto dio un respingo temeroso de que Tarri
lo metiera en algún berenjenal del que no pudiera salir airoso.
—Es verdad Que daría por verla alegre años
de vida. ¿Qué puedo hacer para que sea feliz?
—Comprar una casa en la ciudad. Allí hay
buenos médicos y maestros que podrán ir a casa para enseñarle las letras cuando
sea mayor y su cabeza pueda con ese peso. Las aguas del río están depuradas y
podré comprarle pescado fresco. Yo estaría su lado y tú nos irías a
visitar los jueves cuando fueras al
mercado. Cuando sea mayor y esté más fuerte podremos pasar aquí el verano, que
es la época de menos frío y, por lo tanto, de menos peligro. Es preciso que
cambie de aires y de ambiente si queremos salvarla de una enfermedad. ¿No te
das cuenta de que en esa endiablada escuela debe haber un virus maligno que le
pone la cara de todos los colores menos blanca?
—Es una idea extraordinaria, ¿pero sabes
cuánto vale una casa en la ciudad?
—Sólo sé que más valor tiene la salud de
Bella Luna. Tenemos todavía siete veces cien reales en el fardel, que los he
contado yo uno a uno y varias veces. Con setecientos reales habrá de sobra, y
si es preciso, te vas a Tres Mentiras que, a buen seguro, aquel amo necesita ya
un tejedor.
Y Ñoto se convenció de que podía comprar
la casa con aquel dinero aunque tuviera que revolver Roma con Santiago.
María Jesús
Sánchez Oliva
Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva.
Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha
distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como
responsable.
“Garipil” (1995).
Reseña: Garipil es un
semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas
como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las
tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún
caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
“Letanías” (1999).
Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El
libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse
a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en
distintos certámenes literarios.
“El
rosario de los cuentos” (2003).
Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de
Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el
camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso
decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos
para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta
alusiva a la época. Este
libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de
1996.
“Cartas de la Radio” (2007).
Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de
opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús
Sánchez Oliva durante cuatro años. Las
cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo,
instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que
siguen vivos en nuestra memoria.
“Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)” (2014).
Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los
papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la
poesía a la vez que los cuentos.
“Los días perdidos” (2018).
Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de
forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la
lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al
salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando
todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que
le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por
distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se
encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos
días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más.
Primer “Premio Tiflos” 2013.
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saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo
electrónico:
garipil94@oliva04.e.telefonica.net
Estaré encantado de responderte.
Gracias por tu visita y hasta el próximo número.
Garipil.