Un ciudadano ejemplar
Valladolid. Sábado 7 de mayo. Una mujer lleva todo el día trabajando en un bar. Ya han dado las 12 cuando salen los últimos clientes. Prepara el dinero de la recaudación, hace la limpieza y cierra la puerta deseando pillar la cama para recuperar las fuerzas que necesitará para la jornada del domingo, pero antes tiene que pasar por un determinado cajero automático: su jefe está de vacaciones y es ella la encargada de ingresar el dinero. Llega y al echar mano de la mochila casi se muere del susto: la ha perdido, y está segura que por el camino. Deshace el trayecto buscando y rebuscando sin éxito. Ya no tiene sueño, ya no tiene cansancio, ya ni sabe lo que tiene ni que hacer.
Andrés Rodríguez, de 26 años, ingeniero, de Huelva y trabajando en Madrid se había desplazado aquel día para pasar el fin de semana con dos amigas y un amigo de Valladolid. Paseaban por el lugar donde paseaba Miguel Delibes, disfrutando de la hermosa noche que hacía y con destino algún lugar para seguir la fiesta. De repente Andrés pisa algo y se agacha para recogerlo. Es una mochila más corriente que normal. Sin abrirla la toca y la retoca. Le parece que lo que contiene puede ser un peluche, quizá algo de ropa… pero antes de tirarla a un contenedor de basura para que no molestara bromea: ¿Y si es dinero? Todos se ríen. ¿Quién iba a andar por la calle con una saca de dinero a aquellas horas? Y como también era raro que alguien anduviera con una saca de peluches y abrirla no costaba nada, decidió hacerlo por curiosidad, y sorpresa: sacó un sobre lleno de billetes de 50 euros, otro de 20, otro de 50, y otro, y otro, y otro… y tantos que ni se atrevió a contarlos, solo reparó en que todos los sobres llevaban apuntada la cantidad que contenían. Y he aquí el desenlace:
Andrés lo tuvo muy claro: aquel dinero tenía que entregarlo, no podía ser de alguien que anduviera de fiesta y seguramente lo estaba pasando muy mal. Sus amigos, que en ningún momento le quitaron la idea, lo acompañaron a la comisaría más próxima. El policía que estaba de vigilancia en la puerta los recibió. Vengo a entregar esta saca llena de dinero que acabo de encontrarme en tal calle, dijo Andrés. El policía no soltaría la carcajada por educación. ¿Le estarían tomando el pelo? Después dijo que en 31 años de servicio nunca le había pasado tal cosa. Llegaron otros compañeros. Andrés dejó la mochila en el mostrador y sobre por sobre los policías contaron el dinero: había 13.960 euros. Cuando los 4 amigos salieron de comisaría ya de madrugada, una mujer llamó muy nerviosa, había perdido una mochila con dinero que no era suyo y quería poner una denuncia. El policía, tras pedirle que se tranquilizara sin conseguirlo del todo, quiso saber el color de la mochila, la cantidad de dinero, el número de sobres, el lugar por donde la había perdido, la hora… y como todos los datos eran correctos, añadió: pues tranquilícese y venga a buscarla cuando quiera, la tenemos aquí, y no falta ni un euro. La mujer casi vuelve a morirse, pero en esta ocasión de alegría, de alivio. Voló a recogerla y además de darles las gracias les pidió que la pusieran en contacto con Andrés para dárselas también. Se vieron el mismo domingo. Ella lloraba de emoción, él insistió en que no tenía que agradecer nada, era su obligación entregar el dinero, y si volviera a ocurrir, volvería a hacer lo mismo.
El jueves 12 de mayo el Cuerpo Nacional de la Policía emitía un comunicado ensalzando el gesto de este ciudadano ejemplar.
Desde Valladolid informó para 30 días Rosa ª.
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