El pan de cada día
La fractura social que la esperpéntica declaración de independencia ha provocado en Cataluña volvió a quedar de relieve hace unos días cuando en un colegio de Tarrasa (Barcelona) una profesora agredió a una alumna de diez años por dibujar en su cuaderno una bandera de España.
Desde aquel 1 de octubre de 2017 estos brotes de intolerancia entre los ciudadanos, estos gestos de desprecio, estos ataques de odio, son el pan de cada día. No lo digo yo, salvo excepciones, tampoco los medios de comunicación, lo dicen personas que residen allí. La relación entre compañeros de trabajo que hasta entonces era cordial, ahora es hostil, humillante; los vecinos que antes se saludaban con normalidad, ahora están fríos, distantes; los chicos que antes iban felices al colegio, ahora van preocupados, y preocupados dejan a los padres; los catalanes que antes te encontrabas por el mundo, te saludaban con naturalidad, ahora te vuelven la cara si les das los buenos días al entrar en el comedor del hotel, y no faltan familias que antes se reunían para bromear de cualquier cosa, y ahora lo hacen para discutir de política. A todo esto hay que añadir que los agresores son, generalmente, descendientes de andaluces, extremeños o castellanos, y las víctimas personas que ya han nacido en Cataluña. ¿Cómo se pueden perder los papeles de esta forma…?
Esta situación no tiene que sorprendernos. Es de sobra sabido que lo primero que hacen los políticos cuando deciden poner en marcha un conflicto es dividir a los ciudadanos. La fórmula que utilizan siempre es la misma: inventar un problema para que provoque el enfrentamiento entre ellos. A veces me invade el convencimiento de que los gobiernos disponen de un equipo entrenado para crear problemas donde no los hay, y si no es cierto, lo parece. Lo que sí sorprende y causa mucha inquietud porque resta muchas posibilidades de poder vivir en paz es que todavía queden ciudadanos como esta señora —llamarla profesora se me antoja un insulto a los docentes españoles, incluidos los catalanes— dispuestos a colaborar con ellos.
María Jesús.
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