domingo, 30 de abril de 2017

LA VITRINA

POESÍA

     Miguel Hernández, uno de mis poetas favoritos. Nació en 1910 y murió en 1942. Por la década de los 80 del pasado siglo, en la ciudad de Alicante, conocí a Manuel, un hombre que compartió con él sus últimos días en la cárcel, fue testigo de sus últimos versos, los que escribía en papel higiénico. Al terminar de leer cualquiera de sus poemas, siempre surge la misma pregunta: ¿Cuántos valiosísimos poemas nos mató aquella maldita guerra? Gracias por dejarnos algunos tan hermosos como este:

        LAS ABARCAS DESIERTAS

     Por el cinco de enero,
 cada enero ponía
 mi calzado cabrero
 a la ventana fría.

 Y encontraban los días,
 que derriban las puertas,
 mis abarcas vacías,
 mis abarcas desiertas.

 Nunca tuve zapatos,
 ni trajes, ni palabras:
 siempre tuve regatos,
 siempre penas y cabras.

 Me vistió la pobreza,
 me lamió el cuerpo el río,
 y del pie a la cabeza
 pasto fui del rocío.

 Por el cinco de enero,
 para el seis, yo quería
 que fuera el mundo entero
 una juguetería.

 Y al andar la alborada
 removiendo las huertas,
 mis abarcas sin nada,
 mis abarcas desiertas.

 Ningún rey coronado
 tuvo pie, tuvo gana
 para ver el calzado
 de mi pobre ventana.

 Toda la gente de trono,
 toda gente de botas
 se rió con encono
 de mis abarcas rotas.

 Rabié de llanto, hasta
 cubrir de sal mi piel,
 por un mundo de pasta
 y un mundo de miel.

 Por el cinco de enero,
 de la majada mía
 mi calzado cabrero
 a la escarcha salía.

 Y hacia el seis, mis miradas
 hallaban en sus puertas
 mis abarcas heladas,
 mis abarcas desiertas.

        NOVELAS.
 
    Título: Palmeras en la nieve.
    Autora: Luz Gabás.
    Reseña:
    Es 1953 y Kilian abandona la nieve de la montaña oscense para iniciar, junto a su hermano Jacobo, el viaje hacia una tierra desconocida, lejana y exótica, la isla de Fernando Poo. En las entrañas de esa isla exuberante y seductora, le espera su padre, un veterano de la finca Sampaka, el lugar donde se cultiva y tuesta uno de los mejores cacaos del mundo. En esa tierra eternamente verde, cálida y voluptuosa, los jóvenes hermanos descubren la ligereza de la vida social de la colonia en comparación con una España encorsetada y gris; comparten el duro trabajo necesario para conseguir el cacao perfecto de la finca Sampaka; aprenden las diferencias y similitudes culturales entre coloniales y nativos; y conocen el significado de la amistad, la pasión, el amor y el odio. Pero uno de ellos cruzará una línea prohibida e invisible y se enamorará perdidamente de una mujer. Su amor por ella, enmarcado en unas complejas circunstancias históricas, y el especial vínculo que se crea entre el colono y los nativos de la isla, transformará la relación de los hermanos, cambiará el curso de sus vidas y será el origen de un secreto cuyas consecuencias alcanzarán al presente. En el año 2003, Clarence, hija y sobrina de ese par de hermanos, llevada por la curiosidad de quien desea conocer sus orígenes, se zambulle en el ruinoso pasado que habitaron Kilian y Jacobo y descubre los hilos polvorientos de ese secreto que finalmente será desentrañado. Una excelente novela que recupera nuestras raíces coloniales y una extraordinaria y conmovedora historia de amor prohibido con resonancias a Memorias de África.
    Título: La hija de la criada.
    Autora: Mutch, Barbara.
    Reseña: Corre el año 1919. Cathleen se traslada a Sudáfrica, al duro y desértico Karoo, para casarse con su prometido al que no ha visto en cinco años. Pero el matrimonio no va a resultar como había soñado. Aislada en un entorno inhóspito, encuentra consuelo en escribir su diario y en criar a sus dos hijos. También a Ada, la hija de su criada, a la que enseña a leer y a tocar el piano. Aunque la protagonista es ella, es Ada la que hace la obra interesante, sobre todo cuando nos muestra los problemas de las personas mulatas, las que eran rechazadas por los blancos y por los negros.

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