jueves, 30 de enero de 2025

COSAS DE GARIPIL

¡Hola!: Desconecta el televisor, deja el móvil donde ni lo veas ni lo oigas, siéntate en tu sillón favorito, cierra los ojos y permíteme que te lea el capítulo XXXIV de Bella Luna en lo que el sueño te manda a la cama para recuperar las fuerzas perdidas durante el día. XXXIV LOS ÁRBOLES LLORONES El molino nuevo era como un alegre patio de escuela. Siempre estaba a tope de niños que por acá y por acullá jugaban felices sin parar. Solamente se quedaba vacío el tiempo en que éstos asistían a las clases. Tía Lulú, cuando estaba sola, vagaba como una sombra dentro de aquel espacio circular. “Qué largas son estas horas pero vale la pena que aprendan aunque estos bichejos son tan vivos que sin estudiar le dan mil vueltas a la maestra”. Acortaba las horas de espera observando las mimbreras desde la puerta del molino. Ella creía conocer bien a todos los árboles. Los había visto nacer, crecer, morir. Hasta aprendió a hablar con ellos y escudriñó en sus raíces. Siempre pensó que todos los árboles de la tierra eran felices pero en aquellos paréntesis de soledad descubrió que las mimbreras eran la excepción de la regla. Con alma y vida fue arrancándoles sus secretos para comunicárselos a los niños. Las mimbreras estaban últimamente más de capa caída que nunca y cualquier cosa era un pretexto válido para llorar a moco tendido. Sus ramillas se cimbreaban tímidamente para comunicarse las unas con las otras. “Hasta los niños se han vuelto locos en este pueblo. Si trastean sin tino, como duendes endiablados. ¡Pobre de nosotras si algún día nos dan en las copas con esas bolas que corren solas por el aire como si fueran flechas...!” Unos gruesos lagrimones brotaron de sus yemas y se extendieron a lo largo y ancho de sus troncos. Ñoto, en mangas de camisa en el patio de su casa, tejía mimbres y canturreaba entre dientes. “Qué a gusto se trabaja a la sombra en verano y que vengan duros los inviernos que ya no los temo. ¡Vaya lumbres que pienso hacer en el cobertizo! Fuera sabañones y eso de trabajar con las manos vendadas, que es un engorro de mucho cuidado”. Las gavillas de varas se transformaron en una torre de cestos embutidos unos en otros y Ñoto cogió sus herramientas para ir a cortar mimbres de nuevo. Las mimbreras se estremecieron en cuanto lo vieron aparecer y bajaron la cabeza como sacudidas por un huracán. “¡Ya viene ese salvaje para cosernos a tijeretazos! ¿Pero para qué querrá esos malditos cuévanos? EL día menos sonado se le va la punta y nos deja sin savia en las venas...” Bella Luna trepaba por los arbustos y se columpiaba de sus ramas provocando a sus amigos. —¡Enanos, enanos! ¡A ver quién es el primero en pillarme! ¡Aquí lo espero! Las mimbreras gemían hasta dar miedo a la niña con sus tristes lamentos. “Esta bribona nos tiene los troncos sembrados de moratones y con tantos puntapiés y con tantos remeneos nos dejará sin brazos el día menos pensado”. Tenían que sonarse los mocos porque les atascaban la nariz y no podían llorar. Tarri lavaba en el río y extendía la colada sobre las matas de romero. —¡Sal con fuerza, solito, y seca mis ropas en un momentito que, si tardas otro poquito, me las manchan los pajaritos! Las mimbreras se taparon los poros de sus tallos con las puntas de las hojas para no seguir oyendo aquellas palabras.” ¡Qué mala pieza es esta mujer y que ideas tan perversas tiene! Sin pensar en nosotros llama a gritos al sol para que venga, como si él no supiera venir solo todos los días. ¡Ahora sí que se va a achicharrar el río y ya estamos débiles para hacer frente a sus peleas!” Las mimbreras se sumergieron en un copioso valle de lágrimas. Tía Lulú no podía creerse cuanto oía y veía. “Estos árboles son tan llorones que pierden el tiempo sufriendo por bobadas como si no supieran que también hay en la vida muchas alegrías por las que sonreír”. Una mañana tía Lulú fue testigo de algo horrible: la más antigua de las mimbreras abrió el pico para avisar a sus compañeras. —Le he dado a este asunto muchas vueltas en mi copa y he decidido que es preferible quitarnos del medio antes de que nos quiten los demás. Lo más fácil sería ahogarnos en el río, pero es humillante darle a ese canalla la alegría de matarnos. Lo normal sería matarnos las unas a las otras pero sé que nos faltará valor. Lo más rápido y seguro para morir es que nos vayamos a ese bosque próximo. Los cazadores ya andan de caza. ¿No habéis oído los tiros? Nos plantamos delante de las balas y ellas apagarán en seguida la luz de nuestras vidas. Todas se reunieron tiesas y entrelazándose las unas a las otras empezaron a andar con dirección al bosque dando trompicones. Tía Lulú echó a correr haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y a punto de caer rendida consiguió alcanzarlas para decirles: —Estáis en un error. Lo habríais sabido si en lugar de perder el tiempo con lamentos y llorando lo hubierais empleado en defenderos. Esas bolas redondas no son flechas que matan, sino balones con los que juegan los niños; las tijeras de ese hombre no sirven para cortar venas, sino mimbres con las que fabrica unos cestos que son el pan de su familia; los puntapiés de esa niña no dejan moratones, sino las señales más evidentes de que está sana y fuerte y tiene muchas ganas de jugar; el sol no sale para malmeter al río y pelearse con vosotras, el río juega porque es feliz y baila cuando cantan sus aguas y el sol hace florecer los sembrados y abriga las casas y los cuerpos de las gentes. ¿No merece la pena vivir cuando se es tan útil? ¡Volved a vuestras raíces! ¡Dejad que Dios disponga de vuestras vidas! No os empecinéis en ver siempre el lado malo de las cosas, aprended a verles el bueno, que todas lo tienen. Las mimbreras sintieron que las hojas se les caían de vergüenza y la más antigua escondía su copa entre las ramas de sus compañeras. Arrastras dieron la media vuelta y como Dios les dio a entender se plantaron de nuevo en los hoyos que abandonaron en la tierra. Tía Lulú pasó delante de ellas y las oyó decir al unísono: “Es verdad que es hermoso vivir aunque haya que ir por los caminos de la vida quitando espinas a las rosas”. Las hojas de las mimbreras languidecieron porque unas gotas cristalinas empezaron a perlar sus troncos y sus ramas pero ya no eran lágrimas de tristeza sino de alegría. Tía Lulú entró en el molino y cuando llegaron los niños les reveló un secreto. —Son las mimbreras árboles tan llorones que todos sus sentimientos los expresan con lágrimas y lo mismo lloran cuando son felices que cuando se sienten desgraciados. Y desde aquel día los niños de Mimbres Blancas llamaron a las familiares mimbreras los árboles llorones pero sabían muy bien que siempre lloraban de felicidad. María Jesús Sánchez Oliva. Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable. “Garipil (1995)”. Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores. “Letanías (1999)”. Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios. “El rosario de los cuentos (2003)”. Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996. “Cartas de la Radio (2007)”. Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas semanalmente en un Onda Cero por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc., y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria. “Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas) (2014)”. Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás y los papás disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos. “Los días perdidos (2018)”. Reseña: En esta novela se narra la historia de Ara, una mujer que de forma inesperada tiene que enfrentarse a una ruptura matrimonial. El impacto la lleva a recluirse en su ático de soltera. Tras varios años de aislamiento, al salir de casa una mañana, la avería del ascensor la obliga a bajar andando todas las plantas del edificio. En cada planta se encuentra con una mujer que le cuenta su historia. Son mujeres muy distintas unas de otras, pero todas, por distintas razones, han perdido muchos días de su vida. Ya en la planta baja se encuentra con Daniel, el único vecino del edificio que también ha perdido muchos días inútilmente, y de forma espontánea los dos deciden no perder ni uno más. “Primer Premio Tiflos 2013”. Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme, solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico: Garipil1995@gmail.com Estaré encantado de responderte. Gracias por tu visita y hasta el próximo número. Firmado: Garipil.

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